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English: Eat with Those Who Weep

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Por Nick Roen sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Paola Montano

Ayudando a los que sufren en acción de gracias

Acción de Gracias. Un día de pavo, fútbol americano y triptófano, cuando las calabazas y los desfiles ocupan el centro del escenario, y cuando me pregunto por qué la tía Millie se molestó en traer esos ñames. Es un tiempo para mirar atrás, reflexionar y agradecer al Padre de las Luces por sus buenas dádivas y dones perfectos (Santiago 1:17, LBLA).

Para muchos, pasar tiempo de calidad en familia es un regalo. Abuelas y abuelos, tías y tíos, sobrinas y sobrinos, nietos, todos se reúnen para disfrutar de la compañía del otro, evadir hablar de política y burlarse el uno del otro. La reunión anual de mi familia siempre logra que la "diversión" sea disfuncional.

Pero para algunos ese día no es divertido. Para algunos hay dolor; el dolor de un estudiante o un joven profesional atrapado dos mil millas lejos de su familia y amigos, el dolor de una viuda cuyo recuerdo de un cónyuge recientemente fallecido es fresco y crudo, el dolor de una persona al ver a todos los demás celebrar juntos mientras se siente desesperadamente solo. ¿Quién hubiera pensado que en un día destinado a estar todos juntos, alguien podría sentirse tan aislado?

La verdad es que en este día — o cualquier día, ya sea Navidad, San Valentín, o un martes cualquiera — hay cierta tensión. Pablo menciona esta tensión en Romanos 12:15 cuando dice: "Gozaos con los que se gozan y llorad con los que lloran". Cada una de estas realidades es cierta para alguien en Acción de Gracias. Entonces, ¿cómo debemos responder?

¿Cómo vivir nuestra propia realidad sin ser insensibles a las alegrías y dolores que nos rodean?

A los que lloran

Sé lo que es sentirse solo. Sé lo que es ver a todos los demás celebrar un sinfín de ocasiones especiales con alguien cuya presencia se asume simplemente como absoluta, mientras que yo intento encontrar en mis contactos a un amigo que no esté "ocupado". En momentos así lo último que quiero hacer es "gozar con los que se gozan”.

Es fácil organizar una fiesta de autocompasión. Sin embargo, he entendido que cuanto menos me dedico a la autocomplacencia y cuanto más me enfoco en el exterior, más comienzo a sentir mi soltería como el regalo que es. Esto puede sonar un poco extraño, ya que la soltería rara vez se considera un regalo en estos días (sino más como una plaga que debe ser erradicada). Pero Jesús dice que si estás soltero — ya sea por elección o por las circunstancias — entonces, en este momento de tu vida, es mejor para ti que no estés casado (Mateo 19:10-12). Y Pablo etiqueta explícitamente la soltería como un don que es igual de bello que el matrimonio (1 Corintios 7:7).

¿Cómo puede ser un regalo? Es un don porque aquellos que están solteros en Cristo tienen un lugar y un nombre mejor que el de hijos e hijas (Isaías 56:5). Es un don porque no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos o tierras por amor de Cristo que no reciba cien veces más en el cuerpo de Cristo (Marcos 10:29–30). Es un don porque el soltero es libre de dedicar tiempo y energía al servicio, la hospitalidad y al amor sacrificial en lugar de a un cónyuge e hijos (1 Corintios 7:32–34). Y de esta manera, la soltería se convierte en algo más que una simple escasez; se convierte en una invitación a la comunidad del Evangelio.

Esto no significa que nadie se quede solo en Acción de Gracias. Hay un momento para llorar (Eclesiastés 3: 4), y las vacaciones pueden ser un momento tan bueno como cualquier otro. Pero no te quedes ahí. Quita tus ojos de las circunstancias, da gracias a Dios por el don de la soltería, y al hacerlo alégrate con aquellos que se alegran.

Para aquellos que gozan

¿Qué pasa con aquellos para quienes Acción de Gracias es una celebración maravillosa donde su corazón se siente tan lleno que podría estallar? A ti te digo, acuérdate de los que lloran. Tal vez no quieras hacerlo. Después de todo, podríamos poner un freno a las festividades al considerar a los que están solos, los marginados, los excluidos, los que no tienen una comida especial o un abrazo cálido. Pero deja que tu corazón pruebe como se siente, y llora con los que lloran.

Pero no te detengas ahí; deja que tus sentimientos se conviertan en acciones. Considera el hecho que cuando recibes a uno de los más pequeños, recibes a Cristo mismo (Mateo 25:35–40). Considera que los lazos entre hermanos y hermanas en Cristo son más profundos que la sangre en la verdadera familia de Dios (Colosenses 1:2; 1 Juan 3:2). Como miembro de esa familia, tienes la oportunidad de convertirte en las madres, padres, hermanas, hermanos e hijos multiplicados por cien que Jesús promete darnos en Marcos 10.

Acción de Gracias es el momento perfecto para practicarlo. La autora Lauren Winner escribe que cada cena debería tener un número impar de sillas, rompiendo las barreras entre las personas casadas y solteras. En este Día de Acción de Gracias, ¿por qué no poner un asiento extra para alguien que de otro modo estaría solo? ¿Y por qué no considerar otras formas de expresar tangiblemente nuestros lazos familiares en Cristo y, al hacerlo, llevar las cargas de los que lloran?

Y en todo esto, recuerda dar gracias por sus dones. No importa tu circunstancia, no importa en que etapa de tu vida estás, el regalo que Dios te ha dado es justo el que necesitas.


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