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Por Marshall Segal sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Ana M Burger


Cómo recibir la Palabra de Dios

Nos salimos de los hábitos de lectura de la Biblia de cien maneras, y todas ellas son muy serias. Jesús nos advirtió, con una historia, sobre los peligros que enfrentamos.

Cuando escuchamos la parábola del sembrador, ¿nos apresuramos a plantarnos en la buena tierra? ¿Nos detenemos a preguntarnos si somos la planta sin raíces, o la que se seca y se marchita, o la asfixiada por espinas? Muchos de nosotros asumimos que somos Pedro, no los fariseos, y ciertamente tampoco Judas. Somos más propensos a asumir la seguridad y la bendición para nosotros mismos. Para algunos, la parábola del sembrador puede inspirar alivio y confianza, en lugar de un temor y vigilancia saludables. Gracias a Dios que no era como los demás.

Pero si la parábola nos consuela sin despertar la urgencia y la expectativa, entonces hemos perdido el punto de Jesús. Termina diciendo, cuando está solo con sus discípulos, "Por tanto, tened cuidado de cómo oís" (Lucas 8:18, LBLA). En otras palabras, no asumas que estás en buena tierra, sino observa cuidadosamente cómo recibes la palabra de Dios. Incesantemente suplica a Dios que riegue la semilla que te ha dado, que profundice sus raíces cada vez más y que te proteja de las tentaciones y distracciones que te rodean. Suplica a Dios que te guarde.

Con el cielo y el infierno en juego, el gozo y la miseria en la balanza, y los obstáculos ante nosotros y dentro de nosotros, debemos cuidar cómo escuchamos las palabras de Dios.

¿Qué son estas palabras?

Antes de considerar el tipo de terreno en que deberíamos estar, necesitamos saber qué tipo de semilla es esta. La semilla se pierde, como a menudo sucede con las semillas, en la confusión de la parábola de Jesús. Pero la semilla, no el terreno, es la verdadera historia aquí. Nada proviene de ningún suelo, por fértil que sea, si nunca se ha plantado una semilla. Y esta semilla es diferente a cualquier otra que haya recibido la tierra.

Jesús comienza diciendo: "La parábola es esta: la semilla es la palabra de Dios" (Lucas 8:11). La primera prueba de la tierra en nuestros propios corazones es cómo esas siete palabras simples caen sobre nosotros. ¿Por qué daríamos fruto ni tan siquiera, si no atesoramos la semilla, la misma palabra del que habló e hizo realidad las galaxias? Escuchar bien a Dios en el Evangelio hablado y la Biblia escrita comienza con la conciencia de que estamos escuchando, realmente escuchando, a Dios mismo en su palabra (1 Tesalonicenses 2:13).

Toda Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16–17). Cada palabra vino de la infinita sabiduría e imaginación de Dios. Cada oración, párrafo y libro fue concebido por el Autor de la vida, el Alfa y la Omega, el Señor del cielo y la tierra. Nada en la Biblia llegó a nuestras manos sin pasar primero por las suyas.

Humildad: derrotando la mayor amenaza

¿Qué tipo de terreno, entonces, deberíamos esperar para una semilla como esta? ¿Cuál será nuestra postura hacia Dios cuando abrimos su palabra? Tres ingredientes, entre otros, serán la humildad, la sumisión y la oración.

La humildad es lo primero. El orgullo envenena la tierra en nuestros corazones como ninguna otra cosa. El estar ocupado no es la mayor amenaza para la lectura diaria de la Biblia. La mayor amenaza es la confianza en uno mismo. Ninguno de nosotros olvida comer durante días, porque todo en nuestro interior nos dice que necesitamos comida. ¿Qué se dice sobre nuestros corazones cuando omitimos la comida que más necesitamos, a veces durante días o semanas seguidas? Una forma poderosa de encender nuestro tiempo a solas en la palabra de Dios es confrontar y matar lo que queda de nuestro orgullo. Oramos con el rey David: “Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes. Y ve si hay en mí camino malo, y guíame en el camino eterno.”(Salmo 139:23–24)

A la semilla de la palabra de Dios le encanta crecer en el rico terreno de la humildad. Nuestro Señor dice: "Pero a este miraré: al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra." (Isaías 66:2). El hombre cuyo deleite está en la ley del Señor sabe que no merece estas palabras: no merece tenerlas, comprenderlas o deleitarse en ellas. Él sabe bien que tener, comprender, disfrutar e incluso obedecer son todos ellos el asombroso don de la gracia. Él ora: "Abre mis ojos, para que vea las maravillas de tu ley" (Salmo 119:18).

Sumisión: Acogiendo con beneplácito la autoridad de Dios

La humildad, entonces, lleva a una sumisión alegre a la autoridad de Dios. Si la Biblia es verdaderamente la palabra de un Dios soberano, santo y justo, cómo escuchamos puede tener consecuencias aterradoras y maravillosas. Estos no son simples consejos para vivir una vida mejor, más productiva y más exitosa. No son meras sugerencias para mejorar nuestra salud espiritual. Estas palabras son las maravillosas promesas y mandamientos no mitigados de un Dios que quiere y debe juzgar el pecado.

Estas palabras tienen autoridad, una palabra cada vez más impopular hoy, al menos en nuestra sociedad. Y las palabras autoritativas de Dios nos exigen una postura aún más impopular: sumisión. No queremos que nadie tenga autoridad plena y sin reservas sobre nosotros. Queremos poder "comprometernos" con un pie fuera de la puerta, en caso de que alguien, incluso Dios, nos pida que hagamos algo que no queremos hacer. La Biblia, sin embargo, no nos da la opción de estar a medias: de disfrutar de la comodidad mientras sembramos para pecar, de recibir perdón y renunciar a la santidad, de obtener gozo sin sufrimiento ni sacrificio.

Ignorar, descuidar, minimizar o evitar la palabra de Dios es ignorar, descuidar, minimizar o evitar a Dios mismo (Deuteronomio 18:19), que es un delito mayor incluso que el robo, el adulterio o el asesinato. Ignorar lo que Dios ha dicho es, de hecho, el pecado que en última instancia hace que todos los demás pecados sean tan terriblemente malvados. Sin embargo, someterse alegremente a la Biblia es someterse alegremente a Dios mismo.

Oración: Pedir ayuda a Dios

Finalmente, la humildad y la sumisión nos llevan, en oración, a pedir la ayuda de Dios. El capítulo más largo de la Biblia es una oración extendida, incluso incómodamente larga, acerca de las palabras de Dios. El salmo 119 canta,

Meditaré en tus preceptos, y consideraré tus caminos. Me deleitaré en tus estatutos, y no olvidaré tu palabra. (Salmo 119:15-16)

Si no sabemos por qué orar cuando leemos la Biblia, este salmo nos ofrece muchas buenas formas para comenzar. Para cuidar cómo escuchas, considera siete formas en las que puedes orar, inspiradas en el Salmo 119.

1. Dios, inclina y ensancha mi corazón hacia ti.

Inclina mi corazón a tus testimonios. (Salmo 119:36)

Por el camino de tus mandamientos correré,
porque tú ensancharás mi corazón. (Salmo 119:32)

2. Ayúdame a entender lo que leo.

Hazme entender el camino de tus preceptos,
y meditaré en tus maravillas. (Salmo 119:27)

Tus manos me hicieron y me formaron;
dame entendimiento para que aprenda tus mandamientos..
(Salmo 119:73; ver también Salmo 119:125, 144, 169)

3. Hazme diligente para guardar tus palabras.

Esto se ha hecho parte de mí:
guardar tus preceptos. (Salmo 119:56)

¡Cuán bienaventurados son los que guardan sus testimonios,
y con todo el corazón le buscan!...
Tú has ordenado tus preceptos,
para que los guardemos con diligencia. (Salmo 119:2, 4)

4. Vierte tu luz en el camino de mi vida.

Lámpara es a mis pies tu palabra,
y luz para mi camino. (Salmo 119:105)

La exposición de tus palabras imparte luz;
da entendimiento a los sencillos.(Salmo 119:130)

5. Fortaléceme en la tristeza.

De tristeza llora mi alma;
fortaléceme conforme a tu palabra. (Salmo 119:28)

6. Protégeme de todo tipo de distracción.

Aparta mis ojos de mirar la vanidad,
y vivifícame en tus caminos. (Salmo 119:37)

7. Mantén tus promesas.

Sosténme conforme a tu promesa, para que viva,
y no dejes que me avergüence de mi esperanza. (Salmo 119:116)

Es muy pura tu palabra,
y tu siervo la ama.(Salmo 119:140)

Ven con entusiasmo a la Palabra

Jesús dice: "La tierra buena, estos son los que han oído la palabra con corazón recto y bueno, y la retienen, y dan fruto con su perseverancia" (Lucas 8:15). Que Dios se complazca en convertir cada vez más nuestras almas en buena tierra para su palabra: con humildad, sumisión y oración. Le encanta dar a su pueblo la postura llena de fe de los bereanos, quienes "recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así" (Hechos 17:11).

John Piper dice: “Todos los días, con mansedumbre, recibe la palabra de Dios. Es decir, todos los días pasa tiempo en la Biblia. Respira la Biblia. No intentes contener la respiración de lunes a miércoles. Respira todos los días” ("Recibe con mansedumbre la palabra implantada"). Respira la maravilla de tener las palabras de Dios, humíllate y con mucho gusto sométete ante ellas, y ora por una mayor comprensión y deleite. Cuida cómo oyes y vive en las páginas de la Biblia.


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