Discernimiento según el Deseo

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English: Discernment by Desire

© Desiring God

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Por John Piper sobre Conociendo la Voluntad de Dios
Una parte de la serie Taste & See

Traducción por Javier Matus


La mayoría de las decisiones que hacemos en un día no se hacen después de haber analizado conscientemente una lista de criterios. Nos vestimos y comemos y nos sentamos y caminamos y cientos de otras cosas sin preguntar conscientemente: “¿Es esto la voluntad de Dios?”. Creo que esto es inevitable y bueno. Revela nuestra verdadera naturaleza interior. Si vamos a hacer lo que le agrada a Dios, la mayoría de las veces será por reflejo, no por reflexionar.

Esto significa que una facultad del discernimiento es más profunda que el razonamiento reflexivo. ¿Qué facultad es ésa? Tal vez deberíamos llamarlo la facultad discerniente del deseo. Si las decisiones se hacen de momento a momento sin reflexionar, entonces la facultad del deseo no solo sigue los dictados de la razón; está siguiendo su propia nariz. El deseo, o algo íntimamente relacionado a él, “huele” la opción preferida y la abraza antes de reflexionar.

Lo he dicho antes. Lo que es nuevo para mí en estos días es que este mismo método de decidir parece aplicarse a las decisiones que hacemos, incluso después de reflexionar por mucho tiempo. Supongamos que tienes que elegir al siguiente adorador principal en [la iglesia de] Bethlehem. Un paso sería reflexionar sobre los mandamientos de Dios en la Biblia. Otro paso sería extrapolar de la Biblia ciertas pautas que no son explicadas explícitamente por la Escritura. Esto toma “sabiduría” y debemos orar por ella según Santiago 1:5.

Claro que esto supone que junto a la reflexión bíblica estamos observando todos los hechos relevantes de la situación. En el caso del adorador principal, por ejemplo, deberíamos observar su carácter, vida espiritual, habilidad musical, habilidades pastorales, antecedentes, personalidad, reputación, etc. Esta es la materia prima con la que los principios bíblicos tienen que trabajar.

Pero me parece que llega un momento cuando se ha aplicado toda la enseñanza bíblica y se ha realizado toda la observación y se ha orado por toda la sabiduría y se han descartado muchas opciones (muchos candidatos). El círculo de opciones restantes posibles es pequeño. Pero dentro de él todavía hay varias opciones buenas, no sólo una. Nuestras mentes finitas no saben todo lo que Dios sabe y estamos en el límite de lo que podemos discernir mediante la reflexión espiritual —en oración— sobre la Biblia y la persona y las circunstancias.

Dios podía hablarnos en un sueño o una palabra profética o de alguna otra forma reveladora como lo hizo con Felipe en Hechos 8:26 o con Pablo en Hechos 16:9. Pero Él puede no hacer esto. Y no parece que esta sea Su manera normal de guiarnos. Entonces, ¿qué debemos hacer?.

Lo nuevo que estoy viendo más claramente estos días es esto: debemos hacer lo que hacemos el 90% del tiempo cuando somos guiados por el Espíritu de Dios. Debemos dejar que nuestros deseos forjados por el Espíritu sean nuestra guía. Debemos discernir según el deseo. En otras palabras, cuando hemos reducido las opciones a un pequeño círculo encerrado por el principio bíblico y la sabiduría espiritual y la observación cuidadosa, entonces dentro de ese círculo preguntamos en oración: ¿en qué elección nos deleitamos?. De acuerdo con el Salmo 1:1-2 la alternativa a caminar en el consejo de los malos es deleitarse en la ley del Señor. Nuestra facultad del deleite es crucial para guardarnos de la necedad.

La suposición aquí es que nuestra facultad de deleitar o desear es sana y saturada de Dios. Y ese es el gran desafío de la vida cristiana: “Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis (no sólo probar, sino comprobar, es decir, probar y luego deleitarse en) la voluntad de Dios” (Romanos 12:2). Nuestra gran necesidad es ser personas cuyos deleites son los mismos deleites de Dios.

Buscando ser continuamente transformado contigo,

El Pastor John


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