El Arte de la Predicación que Cambia Vidas

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English: The Craft of Life-Changing Preaching

© The Gospel Coalition

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Por Paul Tripp sobre Ministerio Pastoral

Traducción por Ruben Saenz Serrano


Es importante entender las dos partes esenciales de la predicación efectiva y cómo cada una requiere de disciplina en su preparación.

Primero, viene la parte del contenido. En la predicación, todo se relaciona con la precisión de la exégesis y la comprensión de las verdades del evangelio que se desenvuelven en un pasaje particular de la Escritura. Yo no puedo acelerar este aspecto de mi preparación. No puedo dejar la disciplina del contenido mientras no haya entendido el propósito del pasaje. Y si no puedo aplicar prácticamente las verdades del pasaje a mi vida y a las vidas de aquellos a quienes les voy a predicar, entonces, no he entendido completamente el pasaje. El proceso exegético no termina con el entendimiento del pasaje, termina con su aplicación.

Para mi es necesario vivir con el pasaje, llevarlo conmigo a donde voy e impregnar mi vida con sus nutrientes aguas que apagan la sed. Y simplemente no puedo hacer esto en un par de horas. Necesito tiempo para meditar en el pasaje, de manera que el Espíritu pueda trabajar en mí y a través de mí en la gente a mi cuidado. Posiblemente voy a hacer que algunos de ustedes se enojen, pero de todas maneras tengo que decirlo: Si estás desarrollando materias original en la tarde del sábado, no tienes derecho de predicarlo el Domingo. Es improbable que hayas entendido completamente el alcance radical del evangelio y las glorias del pasaje; dudo que ellas hayan confrontado tu corazón, así como es difícil que hayas desarrollado la preparación necesaria para comunicarlo de manera agradable y práctica a tus oyentes.

En esa hora tardía, te conformarás con un breve repaso del pasaje y lo llamarás sermón. Y piratearás el trabajo de otros, aunque no sepas que lo estás haciendo, y tendrás muy poca habilidad para presentar una confrontación radical y para impulsar el evangelio de Cristo Jesús. Debido a que no has tomado el tiempo suficiente, predicarás pedazos desperso- nalizados de doctrina y partes dispersas del evangelio de la gracia. Comunicarás ideas, pero no una predicación poderosa del Cristo glorioso que está presente en cada pasaje que estás llamado a predicar. Puedes omitir ofrecer a la gente un sistema de redención, pero no les estarás ayudando a encontrar su esperanza y ayuda en un Redentor. De esa forma tu gente pensará que están creciendo en madurez, porque están creciendo en entendimiento teológico; pero tu predicación no les traerá a su propósito final, ni a la cruz de Jesucristo. Debemos siempre recordar que la teología de la Palabra de Dios no es un fin en sí misma, sino un recurso para conseguir un fin: una gracia radical que transforma la vida.

El Arte de la Comunicación

Pero hay un segundo aspecto esencial en la predicación. La predicación no es solamente el arte de contenido, es también el arte de la comunicación. Tú puedes meditar, orar, trabajar y luchar con el cómo comunicar las verdades que ahora tú entiendes a la gente particular a tu cuidado. Estoy persuadido que hemos devaluado el aspecto de la comuni-cación de un evangelio poderoso, efectivo y que cambia vidas. No estoy hablando de tratar de ser un John Piper o un Tim Keller. Estoy hablando acerca de tu responsabilidad de hacer todo lo que puedas para explicar y aplicar de manera atractiva y convincente las gloriosas verdades que has preparado con la debida dedicación a la necesario disciplina del contenido. Si el proceso no ha comenzado hasta el Sábado, no tendrás tiempo en lo absoluto para desarrollar el aspecto de la comunicación de tu sermón, ni para pensar en el cambio de una frase, ni en una ilustración personal, ni un punto práctico de aplicación del evangelio. Estarás solamente aliviado que has predicado el contenido, que has tenido algo que decir al momento de ponerte a predicar. Pero no podrás decir bien las cosas, no desarrollarás esa visión interior que da claridad a las palabras, no tendrás ese momento tierno de revelar honestidad, no harás ninguna aplicación específica a la cultura en la que vive tu gente, no les enseñarás que cada verdad revelada en el pasaje es un dedo que apunta a Cristo, no dejarás a la gente con hambre de recibir más. Subirás al púlpito con una gran cantidad de contenido, pero que todavía no se ha formado en un sermón.

Esto es lo que pienso de la relación entre estos dos aspectos de la predicación. Me gusta cocinar, y en nuestra familia yo soy el que preparo la cena de acción de gracias y la de navidad. Si te has propuesto preparar para tu familia una cena memorable y maravillosa, debes empezar por reunir los mejores ingredientes. Si no te tomas el tiempo necesario para encontrar los mejores ingredientes que puedas conseguir, nunca obtendrás la cena de tus sueños. Obtener los mejores ingredientes es igual a la parte del contenido de la predicación. La buena predicación se basa en recopilar los finos ingredientes del evangelio sacados del pasaje que estás usando.

Pero en el día de acción de gracias, no pongo los ingredientes en la mesa. Estos son la substancia, pero no son la cena. Deben ser transformados en los elementos atractivos, sabrosos y nutritivos que juntos forman una comida. Una porción de mantequilla, un puñado de harina, seguidos de una cucharada de maicena no son muy agradables ni digeribles. Pero el pan de maíz es una cosa deliciosa. El mejor de los pavos servido crudo en la mesa, tampoco será muy apetecible ni digerible. La formación de los más finos ingredientes puestos en una deliciosa cena es igual al aspecto de la comunicación en la predicación.

Muchos predicadores tienen el mal hábito de poner los ingredientes en la mesa. Pueden ser ingredientes muy finos, pero no han sido conformados en una comida, por lo tanto no son atractivos ni aptos para su consumo. Si todos aquellos a los que doy de comer fueran un chef, entonces podría poner los ingredientes en la mesa y ellos podrían transformarlos en una comida. Y si todos aquellos a quienes tú predicas fueran pastores, podrías poner los ingredientes del evangelio en la mesa, y ellos los transformarían en una comida. Pero no lo son. No estoy desconociendo el poder del Espíritu Santo para capturar, convencer y cambiar a la gente a través de su Palabra. Siempre somos altamente dependientes de El y nunca hemos sido llamados a hacer su trabajo. Pero el Espíritu Santo nos a comisionado a nosotros y nuestro trabajo es hacer todo lo que podamos para ser sus instrumentos en sus manos redentoras.

Régimen Personal

Te diré lo que esto significa para mí. No puedo en la misma semana tener un encuentro fresco y predicar las verdades que tengo que comunicar sobre una porción particular de la Escritura. Eso no me da suficiente contenido y suficiente tiempo de comunicación. A donde quiera que sea invitado a predicar en una semana, yo preparo el contenido tres o cuatro semanas de anticipación. Esto permite que las verdades se concentren en mi propio corazón más profundamente y sea prácticamente entendidas. En la semana del sermón, lo predico para mí mismo varias veces en voz alta. Si lo hago así, mi entendí- miento del pasaje y de las maneras creativas en que debe ser comunicado se profundizan y se desarrollan.

No estoy sugiriendo que este régimen de preparación sea el adecuado para ti, pero no debemos estar satisfechos con divagaciones de una pobre preparación exegética compartida por un pastor que no ve su mediocridad porque su corazón necesita ser recapturado por la intimidante gloria de Dios y por su gracia. La presencia y la gracia de Dios en nuestra predicación que nos encuentra en nuestra debilidad, nos asegura que sí podemos hacerlo mejor.

Pastor, ¿estás sufriendo de una intimidante amnesia que te permite sentar estándares más bajos que los requeridos si tú tomas seriamente tu llamado a desempeñar esta embajada? ¿Te ha permitido esto sentirte cómodo con la mediocridad en el ministerio? Si es así, no te sumerjas en la vergüenza, no te escondas al sentirte culpable. Corre hacia tu Redentor. Deléitate en la gloria de su gracia. Busca el perdón y el poder que solamente El nos puede dar. Y entrégate, por su gracia, a las disciplinas de excelencia cuando El te rescata de ti mismo y te devuelve tu temor reverencial.



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