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Por W. Robert Godfrey sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Tabletalk

Traducción por Maria del Carmen Zanassi


Muchas iglesias norteamericanas son un caos. Teológicamente, se muestran indiferentes, confusas o están peligrosamente equivocadas. Litúrgicamente, son prisioneras de modas superficiales pasajeras. Moralmente, sus vidas no se diferencian de las del resto del mundo. Con frecuencia, cuentan con mucha gente, dinero y actividades. ¿Pero, son realmente iglesias o se han degenerado en clubes peculiares?

¿En qué han fallado? En el centro de este caos existe un fenómeno simple: las iglesias parecen haber perdido el amor y la confianza en la palabra de Dios. Sin embargo, llevan Biblias y proclaman la autoridad de las Escrituras. Sus sermones se basan en versículos de la Biblia y dan clases de estudios bíblicos. Pero realmente no se lee mucho de la Biblia en sus oficios religiosos. Generalmente, tanto los sermones como los estudios, no examinan la Biblia para ver qué es lo más importante para el pueblo de Dios. Cada vez más, tratan la Biblia como un bocadillo de inspiración poética, de psicología pop y de consejo de autoayuda. Las congregaciones que ignoran o usan la Biblia de manera impropia se encuentran en peligro más grave. Las iglesias que se alejan de la Palabra pronto encontrarán que Dios también se ha alejado de ellas.

¿Qué solución nos enseña la Biblia para esta triste situación? Pablo nos da una respuesta, breve pero profunda, en Colosenses 3:16: “Qué la palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando salmos, himnos y cánticos espirituales, con agradecimiento a Dios en vuestros corazones”. Necesitamos que la Palabra more en nosotros plenamente, para que conozcamos las verdades que Dios considera que son las más importantes y así poder conocer Sus planes y prioridades. Tenemos que estar menos preocupados por nuestra “sensación de necesidades” y más por las necesidades de los pecadores perdidos, como nos enseña la Biblia.

Pablo, no sólo nos invita a que la Palabra habite en nosotros en abundancia, sino también nos muestra como es esa rica experiencia de la Palabra. Nos lo muestra en tres aspectos. (Al fin y al cabo, Pablo era un predicador).

Primero, Pablo nos convoca a educarnos por la Palabra, la que nos conducirá a una sabiduría cada vez más rica “enseñándonos y exhortándonos unos a otros”. Pablo nos recuerda que se nos debe enseñar y hacer practicar la Palabra como algo que mora en nosotros abundantemente. La iglesia debe fomentar y facilitar esa enseñanza, ya sea en la predicación, estudios bíblicos, lecturas o conversación. Debemos crecer en la Palabra.

Sin embargo, no es solamente información lo que vamos a recoger de la Palabra. Debemos crecer en el conocimiento de la voluntad de Dios para con nosotros:” Por lo cual, desde el día en que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros y de pedir que seáis llenos del conocimiento de Su voluntad, en toda sabiduría e inteligencia espiritual” (Col.1:9). Conocer la voluntad de Dios nos va a hacer más sabios y en esa sabiduría nos vamos a sentir renovados en la imagen de nuestro Creador, una imagen muy dañada por el pecado. “Revestíos del hombre nuevo, el cual, conforme a la imagen del que lo creó, se va renovando hasta el conocimiento pleno” (3:10).

Esta sabiduría también va a reordenar nuestras prioridades y nuestros propósitos, desde aquello que es terrenal hasta aquello que es divino.”La esperanza os está guardada en los Cielos, de la cual ya habéis oído por la Palabra verdadera, el Evangelio” (1.5). Cuando la Palabra mora en nosotros en abundancia, podemos sentirnos confiados de que conocemos la plena voluntad de Dios:”Fui hecho ministro, según la administración de Dios, me fue dado para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios” (1:25). De la Biblia aprendemos todo lo que necesitamos para nuestra salvación y santidad.

Segundo, Pablo nos llama a expresar la Palabra con el cántico de nuestros corazones siempre renovados. De una manera interesante, Pablo conecta “la Palabra que mora en nosotros en abundancia” con el canto. Nos recuerda que cantar es un medio inapreciable para que la verdad de Dios se instale profundamente en nuestras mentes y en nuestros corazones. He conocido cristianos de edad avanzada que, aunque padecen Alzheimer desde hace mucho tiempo, aún cantan cánticos de alabanza a Dios. Cantar también ayuda a conectar la verdad a nuestras emociones, nos ayuda a estimular y consolidar nuestra fe:” Para que sean consolados vuestros corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas que provienen de la plena seguridad del entendimiento y así conocer el misterio de Dios, que es Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (2:2-3).

La importancia de cantar, por supuesto, hace vital el contenido de nuestros cánticos. Si éstos son poco profundos, repetitivos, no vamos a conseguir guardar mucho de la Palabra en nuestros corazones. Pero si cantamos la Palabra en su plenitud y en su riqueza, nos haremos realmente ricos. Tenemos que recordar que Dios nos ha dado un libro de cánticos, el Salterio, para ayudarnos en nuestro canto.

Tercero. Pablo nos convoca a recordar el efecto que la Palabra tiene sobre nosotros, haciéndonos un pueblo siempre dispuesto a la “acción de gracias”. Tres veces, en Colosenses 3:15-17, Pablo nos exhorta a la gratitud .Cuando la “Palabra de Cristo” habite en nosotros plenamente, nos va a conducir a una vida de gratitud. A medida que aprendamos y observemos todo lo que Dios ha hecho por nosotros en la creación, en la providencia y en la redención, nos sentiremos colmados de gratitud. A medida que recordemos Sus promesas de perdón, renovación, protección y gloria, viviremos como personas verdaderamente agradecidas.

Hoy más que nunca, necesitamos que la palabra de Cristo more en nosotros plenamente. Entonces, las iglesias se liberarían de su confusión y se convertirían en el Cuerpo de Cristo, como es el propósito de Dios.



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