El cielo se regocija

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English: Heaven Rejoices

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Por Keith Mathison sobre el Gozo
Una parte de la serie Tabletalk

Traducción por Javier Matus


He escrito varios libros de una variedad de temas, y una cosa que a veces ocurre cuando publicas un libro es que la gente te pedirá que lo firmes. Creo que el firmar autógrafos es como algo que hace la gente famosa, por lo que me siento un poco incómodo firmando un libro. Sin embargo, estoy feliz de hacerlo. Si has escrito un libro cristiano, mucha gente va a querer algo además de tu firma. También piden tu versículo favorito de la Escritura. Muchos autores anotarán un versículo tal como Juan 3:16 o Romanos 8:28. Mi versículo favorito de la Escritura es Sofonías 3:17.

Hace años, yo estaba en una conferencia, sentado en una mesa firmando libros con un erudito reformado prominente. Él me vio escribiendo “Sof. 3:17” bajo mi firma. Cuando hubo una pausa en la fila, se inclinó y me susurró: “Presumido.” Yo sabía que estaba bromeando, pero sus palabras eran importantes porque estaba señalando el hecho evidente de que Sofonías no se encuentra en la lista de “Los Libros Favoritos de la Biblia” de muchos cristianos. ¿Cuándo fue la última vez que leíste Sofonías?

Antes de leer Sofonías 3:17, puede ayudar saber quién fue Sofonías. Sofonías fue un profeta de Dios que fue llamado a llevar un mensaje de juicio a la gente de Judá en el siglo VII a. de C. durante el reinado de Josías (640-609 a. de C.), el último de los reyes piadosos de Judá. Este fue un período crucial en la historia del pueblo de Dios porque esas eran las últimas décadas antes de la destrucción de Jerusalén por Babilonia en el 586. El reino del norte de Israel ya había caído a los asirios en el 722. Judá estaba en el mismo camino del pecado y la rebelión. A este contexto llegó el profeta Sofonías.

El libro de Sofonías comienza con una de las declaraciones más dramáticas del juicio venidero encontrado en las Escrituras. Su descripción de la calamidad que está a punto de caer sobre Judá se remonta al juicio de Dios sobre la tierra durante los días de Noé. Sofonías escribe (en 1:2-3):

“Destruiré por completo
todas las cosas
de sobre la faz de la tierra,” dice Jehová.
“Destruiré los hombres y las bestias;
destruiré las aves del cielo,
y los peces del mar,
traeré piedra de tropiezo a los impíos;
y raeré a los hombres
de sobre la faz de la tierra,” dice Jehová.

Aquí la ira de Dios contra aquellos que se rebelan contra Él está en exhibida claramente. Aquellos que piensan que tal lenguaje es severo no entienden la verdadera naturaleza maligna del pecado. La mayor parte del libro continúa con este orden de ideas, con Sofonías pronunciando anuncios de destrucción inminente contra Judá y contra las naciones.

Sin embargo, la sección final del libro (3:9-20) contiene dos anuncios de salvación. Esto no es inusual en los libros proféticos, porque los profetas pasan de la palabra de lamentación a palabras de bendición. Los anuncios de bendición de Sofonías indican que el juicio no es la última palabra de Dios para su pueblo. Él comienza con un anuncio acerca de la purificación de Dios de un remanente fiel (vv. 9-13). Esto lo sigue un anuncio que describe a Dios regocijándose con su pueblo (vv. 14-20). En el versículo 14, Dios llama a su pueblo a cantar y alegrarse (v. 14), porque Él les ha quitado sus juicios y ha eliminado sus enemigos (vv. 15-16). Luego en el versículo 17, leemos lo que O. Palmer Robertson llama “el Juan 3:16 del Antiguo Testamento.”

Jehová está en medio de ti,
poderoso,
Él salvará;
Se gozará sobre ti con alegría,
callará de amor,
se regocijará sobre ti con cánticos.

Dios llama a su pueblo a cantar y regocijarse en el versículo 14. Luego en el versículo 17, Él canta y se regocija encima de ellos. Detente y considera esto por un momento. El Señor Dios Todopoderoso, el Creador del cielo y la tierra, el Santo de Israel, se alegra por el remanente. Se regocija por los fieles con cantos de júbilo. ¡Cantos de júbilo! ¡Regocijo! Este no es el “Movedor Inmóvil” de Aristóteles. Este no es el dios abstracto de los filósofos. Este es nuestro Dios, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Y este Dios, el Dios vivo, se alegra por su remanente fiel con alegría y cantos de júbilo.

¿Te recuerda esto algún pasaje del Nuevo Testamento? Considera la parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11-32). El padre en esta parábola, que representa a Dios, ve a su hijo pródigo que vuelve a casa, ¿y qué hace? Él corre hacia él, lo abraza y lo besa. Esto no era algo que un hombre judío, respetable y anciano, hacía en aquel tiempo. Jesús nos dice que hay gozo en el cielo cuando un pecador se arrepiente (Lucas 15:7). No son sólo los ángeles quienes se alegran. Dios se regocija también. Sofonías 3:17 nos recuerda claramente que nuestro Padre en el cielo no es un dios deísta lejano que no se preocupa por nosotros. Es una imagen del amor personal, íntimo y profundo; la clase de amor que sacrificaría todo por nuestro bien. La clase de amor que sí sacrificó todo por nuestro bien. A Él sea toda gloria, honor y poder.


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