El secreto que las iglesias pequeñas conocen muy bien

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English: The Secret Small Churches Know Best

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Por Stephen Witmer sobre Misión de Iglesia

Traducción por Janet Castillo


La mayoría de las iglesias cristianas en los Estados Unidos son pequeñas. En 2012, un estudio realizado por las Congregaciones Nacionales reveló que la asistencia mediana a las iglesias de los Estados Unidos era de 75 personas. El estudio también reveló que el 43% de las iglesias en los Estados Unidos tenía menos de 50 participantes regulares, el 67% tenía menos de 100 participantes regulares y el 87% tenía menos de 250.

Muchas de estas iglesias se encuentran en localidades pequeñas. En su libro Small-Town America, el sociólogo Robert Wuthnow notó que “hay más iglesias per cápita en áreas menos pobladas que en lugares más densamente poblados”. Un reciente estudio realizado por Barna arrojó que, en mi propia región de Nueva Inglaterra, el 40% de los cristianos que asisten a las iglesias vive en pueblos pequeños o áreas rurales (aunque, claro está que algunos pueden viajar a iglesias urbanas o suburbanas).

Iglesias pequeñas en localidades pequeñas

Las iglesias pequeñas que se encuentran en localidades pequeñas enfrentan ciertas realidades. Con 45 personas que asistan con regularidad los domingos en la mañana (o 85 o 145), habrá pocas cosas que impresionen por fuera en sus reuniones. Es probable que el lugar donde se reúnan sea algo modesto y no siempre con una buena calefacción o aire acondicionado. Probablemente no disfrute de un sonido musical a nivel profesional, ni sean los diseños gráficos atractivos a la vista o se escuche una prédica que genere miles de vistas en línea al día siguiente. El placer y la motivación naturales de dar la bienvenida a los visitantes nuevos el domingo en la mañana pueda que no sea una experiencia de la cual se disfrute a menudo. A medida que muchos van envejeciendo en su congregación, su iglesia tendrá mucha sabiduría acumulada, pero pueda que batalle con la salud, la energía y la disposición de aventurarse a nuevas cosas.

“La mayoría de las iglesias cristianas en los Estados Unidos son pequeñas”. Tuit compartido en Facebook. Más allá de estas realidades, habrá una alerta constante de fragilidad. Sabrá que, si aun unos cuantos asistentes regulares se mudan de la ciudad, se cansan de venir, se ofenden, optan por una iglesia más emocionante, se enferman o mueren, su iglesia podría sufrir. Incluso si unos cuantos dejan de ofrendar o si a unos cuantos los despiden, es probable que su iglesia no cubra con el presupuesto y el pastor tenga que buscar un trabajo de medio tiempo. Siempre habrá la sensación de la posibilidad de que las puertas de la iglesia pudieran cerrar para bien tarde o temprano.

Como pececillos en una laguna pequeña

Al enfrentar estas realidades, descubrirá que hay cosas en las que puede trabajar para mejorar. Como iglesia, puede crecer con paciencia y devoción hacia una excelencia que glorifique el nombre de Dios en sus instalaciones, su música, su ministerio en el púlpito, sus grupos pequeños y mucho más. Pero finalmente llegará a un punto donde reconozca que, haga lo que haga, siempre seguirá siendo una iglesia pequeña en una localidad pequeña. Aun cuando Dios traiga un avivamiento y crezca el doble de 45 a 90 personas, seguirá siendo una iglesia pequeña en una localidad pequeña. Cuando sea esto una realidad, tendrá que hacer una elección muy importante.

Algunas iglesias pequeñas y sus pastores ya no estarán satisfechos con lo que son. Esto se puede manifestar en un esfuerzo incesante por implementar el último programa de alguna iglesia grande ubicada en alguna localidad grande. Esto traerá como resultado que el pastor aplique lo último en terminología que ha escuchado (en la ciudad) a su propio contexto pequeño en formas evidentemente absurdas (como un pastor de un pueblo pequeño exhortando a su iglesia a “amar la ciudad de ellos”).

O puede acostumbrarse a hervir lenta y largamente de descontento y desasosiego haciendo pequeños ajustes y anhelando de manera continua por algo mayor y mejor. Una vez participé en una reunión de pastores amigos de pueblos pequeños y rurales. Éramos un grupo de personas desconocidas, pero amantes apasionados de Jesús y de las personas. Nos reunimos en una mega iglesia suburbana acaudalada que tenía una banda de adoración tan buena como para tener éxito de taquilla en los conciertos, una consola tan grande como una mesa de comedor y enormes pantallas de proyección de alta tecnología. Me pregunté desde entonces si esta era una parábola de la iglesia contemporánea estadounidense: un grupo de pastores de iglesias pequeñas en localidades pequeñas sacados de nuestros propios contextos y puestos de manera inocente en una instalación enormemente impresionante que tenía poco parecido con lo que la mayoría de nosotros conocía, anhelando en silencio los recursos, el personal y la excelencia de un lugar más grande.

Dios atiende a las cañas cascadas

Tenemos otra forma mejor de responder a la debilidad y fragilidad manifiesta de nuestra iglesia pequeña. Sí, mejorando con devoción lo que podamos. Sí, suplicando a Dios porque haya conversiones. Y, luego, reciba como un regalo de Dios la debilidad manifiesta de nuestra iglesia pequeña en nuestra localidad pequeña.

Cada iglesia, grande o pequeña, urbana o rural, depende en su totalidad de la Cabeza. Sin la gracia sustentadora de Cristo, ninguna iglesia permanecerá o tendrá un impacto duradero. Toda iglesia debe recibir y lidiar con este conocimiento. Pero el regalo particular que Dios da a las iglesias pequeñas en localidades pequeñas es que su debilidad es muy evidente.

Su debilidad no puede esconderse detrás de una banda excelente o un hermoso edificio nuevo o la emoción que produce meter a más de mil personas en un salón grande. No se puede esconder detrás de un enorme superávit presupuestario o grandes reservas en efectivo. Y si su iglesia pequeña poco impresionante se deja caer en medio de un pueblo igualmente pequeño y poco impresionante, también se le negarán los placeres de lo que E. B. White una vez lo llamó (en su ensayo de 1949 titulado “Aquí está Nueva York”) “la emoción de ser parte”, el sentido de pertenecer a algo “único, cosmopolita, poderoso y sin igual”. Como iglesia pequeña en una localidad pequeña, no tendrás acceso a la ilusión de grandeza por cercanía. La debilidad de su iglesia será evidente a usted y a todos, y este es un regalo de Dios.

En su libro The Bruised Reed (La caña cascada), El pastor puritano Richard Sibbes hace una reflexión en detalle sobre la naturaleza de la debilidad.

El escribe:

Como una madre muestra la mayor ternura por el… hijo más débil, lo mismo hace Cristo inclinándose con la mayor misericordia por el más débil. De la misma manera, él pone un instinto en las cosas más débiles para que dependan de algo más fuerte que ellos mismos como apoyo. La vid permanece en el olmo, y las criaturas más débiles a menudo tienen los refugios mas fuertes. Estar conscientes de la debilidad de la iglesia la hace que desee apoyarse en su amado y esconderse bajo sus alas.

¿Recibirá la debilidad y fragilidad manifiesta de su iglesia como un regalo de Dios? ¿Hará esto que su congregación pequeña desee apoyarse en Cristo y esconderse “bajo sus alas”? Su iglesia (y cada iglesia, en cada lugar) impactará a las personas por siempre, no mostrándoles cuan grande e impresionante sea sino mostrándoles la grandeza del Dios que dice: “Yo soy el primero y yo soy el último, y fuera de mí no hay Dios” (Isaías 44:6).


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