Por el amor de Dios, volumen 1/18 de abril
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 110 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Luximar Arenas Petty
18 DE ABRIL
Levítico 22; Salmos 28-29; Eclesiastés 5; 2 Timoteo 1
LOS VERSÍCULOS INICIALES DEL SALMO 29 SUGIEREN que una gran parte de lo que significa “adorad al Señor en la majestad de su santidad” es atribuirle a él la gloria que le es debida: le atribuyen la gloria y la fuerza, “la gloria debida a su nombre” (29:1-2).
En este contexto, la sección central del salmo (29:3-9) es notable, porque se centra en sólo un elemento de la actividad de Dios, esto es, la voz del Señor. “La voz del Señor está sobre las aguas” - posiblemente una alusión tanto a la creación original, cuando Dios simplemente “habló” y el universo comenzó a existir y tomó forma, y a la liberación espectacular cuando Dios dividió el Mar Rojo, como también a cada tormenta actual; “resuena el trueno del Dios de la gloria; el Señor está sobre las aguas impetuosas”. La voz del Señor es tanto potente como majestuosa. Que “desgaja los cedros del Líbano”, proverbial por su tamaño y fuerza, una alusión a las tormentas desatadas que la voz del Señor provoca. En efecto, esto no es nada para él, las naciones y montañas del mismo modo ejecutan sus órdenes, y todos ellos oyen el trueno de su voz en la tormenta que cruza desde el Líbano en el norte hasta Cades en el sur.
Los no creyentes miran una tormenta y piensan únicamente en las propiedades físicas que la han provocado. El creyente entiende que estas propiedades han sido construidas en el mundo material por su Creador, y que Dios mismo habla en truenos y relámpagos. La única respuesta apropiada es reunirse en su templo, y en un espíritu combinado de temor y humildad gritar, “¡Gloria!” (29:9).
No sorprende que el salmo termina (29:10-11) enfocándose en el reinado universal de Dios: “el Señor reina por siempre”, tanto en el momento del diluvio (la palabra hebrea para “diluvio" en este pasaje se encuentra sólo aquí y en Génesis 6-11), el mismo diluvio que más intensamente ha demostrado el poder de Dios para desplegar las fuerzas de la "naturaleza" como le parece apropiado, o en la bendición perpetua y la fuerza que Dios otorga a su pueblo.
Isaías prevé el día en que la “la raíz de Isaí, que estará puesta como señal para los pueblos”, cuando las naciones acudirán a él y su lugar de descanso será, literalmente, "la gloria" (Isaías 11:10). Cuando Esteban, el primer mártir cristiano, estaba a punto de ser enviado a la eternidad por la turba furiosa, sus ojos fueron abiertos, y miró al cielo y vio “la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios” (Hechos 7:55).
Suya es la voz final; él es la palabra de Dios. “Tributad al SEÑOR gloria y poder” (29:1). Gritemos todos, “¡Gloria!”
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