Por el amor de Dios, volumen 1/15 de septiembre
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 260 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Arturo Valbuena M.
15 DE SEPTIEMBRE
2 Samuel 11, 2 Corintios 4, Ezequiel 18, Salmo 62-63
AQUÍ ESTÁ DAVID en su peor momento (2 Sam. 11). En el transcurso de la narración a través de Samuel 1 y 2, es casi como si la adversidad sacó lo mejor de David, mientras que su cadena de los últimos éxitos militares y políticos ininterrumpidos lo encuentran inquieto, atontado, y sin cuidado.
Los pecados son múltiples. Además de las transgresiones evidentes de l ujuria, adulterio y asesinato, hay pecados más profundos no menos graves. Su intento de cubrir su culpa por traer a Uría a casa falla porque Uría porque resulta más excepcional que la mayoría de los hombres, un idealista. Un idealista que ve incluso a sus responsabilidades militares en términos de su alianza de fe (11:11). ¡Y todo esto por un hitita convertido! Peor aún, la manipulación extraordinaria de las influencias políticas y militares de poder de David que muestra que este rey se ha convertido embriagado por el poder. Él cree que puede arreglar cualquier cosa. Él cree que tiene derecho a utilizar el Estado para avanzar y luego cubrir su propio pecado. El nombre de este juego es la corrupción.
Hay otros elementos notables de la narrativa.
En primer lugar, casi nada se dice de Betsabé, excepto que era hermosa, fue seducida, y, finalmente, se casó con David. Por supuesto, a esta altura ella no era menos culpable que él. Pero de esto, el texto no dice una palabra. En otras secciones, la Biblia puede contar las hazañas de las mujeres buenas, Ruth, y las mujeres malas, Jezabel, y, de hecho, hacia el final de la vida de David a Betsabé misma juega un papel importante. Tal vez, en parte, el texto no la culpa a ella aquí porque ha sido manipulada por una figura mucho más poderosa. Lo más probable es que el silencio no indica los grados relativos de culpa pero lo principal. El relato es de David, y en última instancia, del linaje de David.
En segundo lugar, es sorprendente que David pensó que podía salirse con la suya. Incluso políticamente, mucha gente tenía que saber lo que había hecho ya que la historia no podía mantenerse en secreto. ¿Y como no podía imaginar David, ni por un momento, que ni Dios mismo lo sabría? ¿Estaba en este momento malamente alejado de Dios? Por lo menos, este capítulo ofrece un testimonio dramático de los efectos cegadores del pecado.
En tercer lugar, el capítulo termina muy sombríamente con la simple frase: “Pero lo que David había hecho desagradó al SEÑOR” (11:27). Sin duda, David calladamente se felicitaba por su inteligente encubrimiento. Él había pecado y salido con la suya. Es más algunos de sus lacayos serviles pueden que hayan felicitado a su amo. Pero Dios lo sabía, y no estaba satisfecho. Los creyentes que caminan con su Creador y Redentor nunca olvidan que Dios ve y sabe, y que lo que le agrada es la única cosa que realmente importa. Lo que le desagrada, tarde o tempranonos atañe.
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