Por el amor de Dios, volumen 1/24 de septiembre
De Libros y Sermones BÃblicos
Por D.A. Carson
sobre Vida Devocional
Capítulo 269 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1
Traducción por Arturo Valbuena M.
24 DE SEPTIEMBRE
2 Samuel 20, 2 Corintios 13, Ezequiel 27; Salmos 75-76
EN MUCHAS IGLESIAS EN TODO EL MUNDO, aunque comparativamente con menos frecuencia en América del Norte el ministro, al final del servicio, calladamente pronunciará las dos palabras: “La gracia”. Aquellos reunidos sabrán que esto es una señal para toda la congregación a orar juntos, recitando el verso del cual estas dos palabras fueron extraídas: “Que la gracia del Señor Jesucristo, y el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros” (2 Cor 13:14). El texto es corto y simple, y peligramos en pasarlos por alto sin reflexionar sobre ello.
(1) La Trinidad de Dios es la fuente de estas bendiciones. Eso en sí mismo es notable. No hubo mucha demora antes de que los cristianos como Pablo vieron las implicaciones de quién es Jesús, y las implicaciones del don del Espíritu Santo, por su comprensión de Dios mismo. La Trinidad entera se dedica a esta operación de rescate muy generoso que los representantes caídos de Dios y los restaura a la comunión con su Creador.
(2) En las dos primeras partes, la “gracia” es, sin duda, la gracia que el Señor Jesucristo nos da o provee, y el “amor” es el amor que Dios se derrama. Eso hace que sea sumamente probable que la tercera cláusula, “la comunión del Espíritu Santo” no se refiere a nuestra comunión con el Espíritu, sino la comunión que el Espíritu Santo concede, permite o da. El Espíritu Santo es, finalmente, el autor de la comunión cristiana. Gozamos de la comunión cristiana entre todos a causa de la obra del Espíritu en cada uno de nosotros individualmente y en todos nosotros, colectivamente, convirtiendo nuestros corazones y mentes de enfoque propio y el pecado a la adoración de Dios, y el amor a la santidad y un goce en Jesús y su Evangelio y sus enseñanzas. Sin esa transformación, nuestra “comunión”, nuestra asociación con el Evangelio, sería imposible.
(3) Ni por un momento debemos imaginar que la gracia proviene exclusivamente de Jesús, el amor exclusivamente de Dios Padre y la comunión exclusivamente del Espíritu Santo, como si Jesús no pudiera amar o generar la comunión, el Padre no puede mostrar la gracia, y así sucesivamente. Hay un sentido en el que la gracia, el amor y el compañerismo viene de la Trinidad de Dios. Aún así, uno puede conectar la gracia con el Señor Jesús, porque su muerte sacrificial y expiatoria en la cruz fue ofrecida de pura gracia. Nosotros podríamos conectar provechosamente con el amor con Dios, porque todo el plan de redención proviene del corazón sabio y amoroso de Dios, de quien se dice, “Dios es amor” (1 Juan 4:8 y la meditación de 11 de octubre). Nosotros podemos provechosamente conectar la comunión con el Espíritu Santo, ya que el suyo es el trabajo de transformación que nos une en la asociación con el Evangelio.
¡Alabado sea Dios de quien todas la bendiciones fluyen; alabado sea el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo!
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