Grandes oraciones para la maternidad cotidiana
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Desiring God Staff sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Pilar Sanchez Drouilly
Rescatar la maternidad de las puertas de infierno debía ser organizado.
Pero acá estamos.
Un niño acaba de jalar el cabello de otro. A dos niños se le han limpiado las manos y nalgas, pero alguien acaba de invadir el entorno de otro. Abunda la tristeza en una imagen asolada. Otro niño hambriento y distraído, busca ropa interior en cestas de ropa sucia. Rápidamente nos ponemos en sus zapatos para asistir diferentes situaciones. Pero será tarde porque un niño descalzo se lanzará con rabia contra otro a medio vestir, para arrebartar lo que pueda.
¿Cómo puede una madre interceder por sus hijos en momentos de caos?
Contenido |
Dios en Pequeños Espacios Caóticos.
Al igual que su vida "oculta con Cristo" ( Colosenses 3:2), la gloria del rescate de una madre, se refugia en pequeños momentos. Aunque nadie más vea y se regocije con el amor y entrega de una madre, Dios sí lo hace. De hecho, nadie ve ni se deleita más que él. Sin embargo, lo mundano no durará para siempre: Dios "ha hecho que todo sea bello a su tiempo". Aunque las madres anhelan garantías eternas para sus hijos, no nos es posible saber "lo que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin" (Eclesiastés 3:11-12).
Las ansiedades aumentan porque el peso de la eternidad agobia. ¿Cómo se transformarán los desastres de hoy, en alegría eterna para nuestros hijos ante la presencia del Rey? Los malos momentos son una oportunidad para elevar grandes oraciones, no como una obligación agobiante, sino, como una forma de depositar las preocupaciones en el Dios que nos cuida (1 Pedro 5:7).
Dios ha prometido que nuestro trabajo por Cristo no es en vano (1 Corintios 15:58), y cuando parece que su reino no ha entrado a nuestros hogares, arrojamos nuestras aflicciones a su trono. La oración calma nuestro deseo de obtener la salvación y nos libera para compartir la esperanza del Evangelio con nuestros hijos sin esperar resultados.
Las oraciones masivas son más que una invitación a que Dios escuche nuestras plegarias; también lo invita a respondernos. Cuando rezamos, el Espíritu que mora en nosotros guía a las madres hacia las gloriosas promesas de las Escrituras, dirigidas a nosotros y nuestros hijos (Juan 14:26). Él cambia nuestra propensión a descifrar por ojos eternos, poder y la alegría de trabajar y confiar en él, mientras seguimos orando por los pequeños corazones a nuestro cuidado.
Grandes Oraciones para Pequeños Momentos
Un día las madres verán lo que ahora permanece oculto en el cielo: cuencos dorados de incienso, llenos de oraciones que interceden por las madres que claman a Dios en favor de sus hijos (Apocalipsis 5:8). Considere estas tres oraciones extraordinarias para sus momentos mundanos y confusos.
1. ‘¡Señor, salva a los niños!’
Las oraciones por la salvación de un niño son tan intensas y repetitivas que, quizás con el tiempo tendemos a no querer molestar más a Dios con ellas.
El poder y valor de la eternidad de nuestros hijos se manifiesta en pequeños detalles. Él "no tarda en cumplir su promesa, como algunos consideran que tarda", sino que es paciente con ellos, "no queriendo que ninguno perezca, sino que todos lleguen al arrepentimiento" (2 Pedro 3:8-9). Por eso rezamos: "¡Señor, cambia el corazón de piedra de mi hijo y dale un corazón de carne (Ezequiel 36:26)!" Los problemas no tienen por qué ser un obstáculo para las madres. Son breves ventanas en las que podemos suplicar la salvación y alimentar la paciente y tierna prédica del evangelio a los seres eternos que guiamos. “Señor, veo el pecado en ellos (¡y en mi!), y se que no los puedo salvar. Entra y captura sus corazones. ¡Ayúdalos a ver!”
Cuando las madres rezamos, incluimos a nuestros hijos en nuestra desesperación ante la salvación de Dios. Charles Spurgeon nunca olvidó la incansable súplica de su madre: "¡Oh, que mi hijo pueda vivir ante ti!" (Devoto, 91). Con constancia y fervor, podemos acoger a nuestros hijos mientras volcamos nuestro corazón a Dios.
2. ‘Jesús, que el Espíritu Santo entre en nosotros.’
Si hay algo que he aprendido sobre la oración durante la maternidad, es que a menudo no sé cómo rezar.
Jesús no se deja atormentar por las madres que anhelan la comunión con él, pero que vacilan o abandonan estas esperanzas en pequeños momentos. He aquí una buena noticia para las madres angustiadas: el Rey resucitado reina en nuestra vulnerabilidad. Ël promete que cuando rogamos ser invadidos por el Espíritu Santo, él lo hará (Lukas 11:13). La súplica de una madre invita a que el poder de Cristo sustituya nuestra ansiedad por la paz de conocerle más, y la autoridad de mostrar su gloria en los pequeños momentos. Entonces rezamos, basado en Efesios 3:14-21:
- Has llamado y formado mi familia (versículo 15).
- Tienes riquezas infinitas para suplir todas mis necesidades (versículo 16).
- Fortaléceme a mí y a mis hijos con el poder de tu Espíritu (versículo 16).
- Haz por mí lo que no puedo hacer por mí mismo; haz lo que tu Espíritu debe hacer: muéstranos a Cristo y fija nuestros ojos en él (versículo 17).
- Se nuestro firme cimiento si vemos los frutos de nuestra fe (versículo 17).
- Por medio de tu poderoso Espíritu, muéstranos "cuál es el ancho, largo, altura y profundidad" de tu amor infinito (versículo 18).
- Despójanos de todo, menos de tu plenitud (versículo 19).
- Haz mucho más de lo que nosotros o nuestros hijos podamos pedir, por el poder de tu Espíritu que actúa en nosotros (versículo 20).
- Que nosotros, nuestros hijos, los hijos de nuestros hijos y todas las generaciones glorifiquen a Cristo (versículo 21).
Las madres pueden rezar versos específicos para sus hijos. Podemos rezar para que nuestro servicio, dones y enseñanza den fruto en el nombre de Cristo. Podemos rezar para que nuestros hijos se conviertan en hombres y mujeres de palabra, poderosos guerreros del reino de Cristo. Podemos rezar para que vivan por Cristo, mueran por Cristo, se entreguen por completo a Cristo. Pero también recemos por nosotros mismos, para que estemos llenos del Espíritu, que nos capacita para orar y amar debidamente.
3. Espíritu Santo, danos más de Jesús.’
Jesús se complace en llenarnos de su Espíritu. Y el Espíritu se deleita en satisfacernos - con más de Cristo.
Jesús es nuestra ración eterna (Salmo 73:26-28; Juan 6:35), pero también nuestro pan de cada día (Mateo 6:11). Él es "bueno con los que lo esperan, con el alma que lo busca" (Lamentaciones 3:24-25). Los pequeños momentos con nuestros hijos ahora, se convertirán en momentos de mayor importancia después que hayan dejado nuestros hogares. Las madres quieren que un día el evangelio salga desde el corazón y la vida de sus hijos. Así que rezamos y pedimos al Espíritu que nos satisfaga a nosotros y a nuestros hijos (¡y a los hijos de nuestros hijos!) hacia el día en que le conozcamos plenamente (1 Corintios 13:12).
Espíritu, usa este jalón de pelo. Haz que nuestros hijos te rueguen más por Jesús hasta que lo consigan.
Espíritu, muévete entre manos pegajosas y pies sucios. Haz que nuestros hijos se sientan satisfechos en las manos bondadosas y amables de nuestro pastor cuando se enfrenten a sus propios problemas (Romanos 2:4).
Espíritu, brilla tras las explosiones pecaminosas. Haz que nuestros hijos se sientan satisfechos en la presencia tranquilizadora de Cristo, que percibe su dolor (Salmo 56:8), mientras anhelan el día en que el pecado y la tristeza ya no existan (Apocalipsis 21:4).
Espíritu, colma el hambre y revélate en la búsqueda del interior. Cria a nuestros hijos para que no distraigan sus apetitos, sino que inviten al pan de vida a satisfacerlos plenamente (Juan 6:35).
Espíritu, la tardanza no roba tu poder. Haz que nuestros hijos se contenten en Cristo cuando sus planes no coincidan con tus propósitos (Proverbios 19:21).
Espíritu, no desperdicies nuestras plumas. Sorprender a nuestros hijos en sus anhelos enseñándoles el secreto del hambre y la abundancia (Filipenses 4:12): más de Jesús.
Y mientras haces estas cosas en ellos, Espíritu Santo, hazlas primero en mí.
Él Reza por Nosotros
Vivimos en un mundo oscuro. Las oraciones por Jesús pueden preparar a nuestros hijos y a las generaciones venideras para la persecución, o para un tiempo en el que sean despojados de todas las cosas excepto de la que nunca se va. Sea lo que sea que les llegue, que nuestros hijos crezcan en divinidad y satisfacción porque una madre rezó para que Jesús fuera suficiente.
Madres, no tenemos que derrumbarnos bajo el peso de nuestra misión, ni fingir que sólo las oraciones majestuosas puedan interceder por nuestros hijos. El Espíritu ayuda a las madres en su debilidad cuando las palabras fallan - el propio Espíritu reza por las madres "con gemidos profundos" (Romanos 8:26). Y un día, lo que una vez fueron grandes oraciones, en pequeños momentos, a la luz de la gloria, dará lugar a una alabanza masiva para siempre.
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