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English: Do It Again, God

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Por Marshall Segal sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Julieta Liendo


“Yo he puesto en tus manos a Jericó y a su rey. Por eso ustedes, todos los hombres de guerra, darán una sola vuelta alrededor de la ciudad, formando un círculo en torno a ella… A la señal dada con el cuerno, cuando ustedes oigan el sonido de las trompetas, todo el pueblo prorrumpirá en fuertes fritos de guerra. Entonces los muros de la ciudad caerán sobre sí mismos.” (Josué 6:2–3, 5)

“Pero los israelitas cometieron una infidelidad con las cosas que debían ser consagradas al exterminio. . .” (Josué 7:1). Aquellas son las primeras palabras del primer capítulo de la caída de Jericó.

Dios acababa de derribar los muros de la ciudad para darle a los israelitas la victoria. Y antes de que el polvo se asentara, habían renunciado a Él. Habían perdido la fe. Habían visto caer una fortaleza, temblar un ejército, y desmoronarse un reino. Dios le dio la victoria, casi sin batalla. Apenas hicieron algo; simplemente elevaron un grito al cielo.

Y después rechazaron la voz de Dios. Al ver que superaron sus miedos, hicieron lo único que Él les dijo que no hagan. El mensajero de Dios dijo: “En cuanto a ustedes, tengan mucho cuidado con lo que está consagrado al exterminio” (Josué 6:18). No se entreguen a la multitud o complazcan a los ídolos de Jericó, sino destrúyanlos para que no alejen su corazón de Dios.

“Pero los israelitas cometieron una infidelidad con las cosas que debían ser consagradas al exterminio.”

Contenido

El muro delante de ellos

Algunos ya se sentían tentados mientras caminaban en silencio alrededor de Jericó durante seis días. Puedes imaginarlos que estaban pensando, ¿Por qué no derriba los muros ahora?

Si has estado al lado de Jesús por mucho tiempo, probablemente te hayas sentido como alguno de ellos: un aire de esperanza en las promesas de Dios mezclado con impaciencia que aumenta a medida que pasan Sus tiempos; percepción sobre la grandeza de Dios y Su sabiduría, pero una ligera desconfianza de que tú sabes más que Él; una fe auténtica de que Él vendrá al final de los tiempos, pero preguntándote constantemente cómo vendrá.

La respuesta de Dios

Pero Dios les dijo: “El séptimo día ustedes darán siete vueltas alrededor de la ciudad, y los sacerdotes harán sonar las trompetas… A la señal dada con el cuerno, cuando ustedes oigan el sonido de las trompetas, todo el pueblo prorrumpirá en fuertes fritos de guerra. Entonces los muros de la ciudad caerán sobre sí mismos” (Josué 6:4–5).

Antes de eso, Él dijo: “Ahora levántate y cruza el Jordán con todo este pueblo, para ir hacia la tierra que yo daré a los israelitas. Yo les entrego todos los lugares donde ustedes pondrán la planta de sus pies… Mientras vivas, nadie resistirá delante de ti… No te dejaré ni te abandonaré” (Josué 1:2–3, 5).

Y dios no les falló, entonces caminaron y esperaron, caminaron y esperaron. Caminaron alrededor de Jericó formando un círculo durante seis días, y se preguntaban cómo Dios derribaría esos muros. Dios les había dicho cómo iba a ser su victoria, pero seguramente siete días empezaron a parecer siete años mientras caminaban y esperaban, caminaban y esperaban.

La palabra de Dios no falla

En el séptimo día, tal como lo había dicho, Dios hizo que la espera sea más larga. Caminaron siete veces alrededor de los mismos muros ese día. Y justo como les había dicho: “cuando ustedes oigan el sonido de las trompetas, todo el pueblo prorrumpirá en fuertes gritos de guerra. Entonces los muros de la ciudad caerán sobre sí mismos, y el pueblo entrará a la ciudad. . .y la tomará” (Josué 6:20).

Pasó exactamente como Dios había dicho, y sin embargo debió sorprender a muchos de ellos. Esta generación no vio las plagas de Egipto, ni a Moisés abrir las aguas del Mar Rojo, ni fue testigo de cómo Dios destruyó al ejército egipcio del Faraón. Habían caminado sobre la tierra seca del río Jordán, y habían ganado sus propias batallas, pero no así. No habían visto caer los muros ante Su voz. Dios destruyó las defensas, aturdió a sus enemigos, y les entregó la ciudad.

Lo que Dios te quiere decir

¿Qué muros te gustaría que se derriben? Quizás sea una relación complicada o dañada con un familiar o un amigo. Quizás sea tu batalla contra un pecado recurrente. Quizás sea grandes barreras que tienes en tu ministerio.

Caminaste, esperaste y oraste, y sin embargo esos muros que están en frente tuyo son altos y resistentes, y te tientan a sentirte pequeño y olvidado. Pero, ¿qué te ha dicho Dios? “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores?” (Romanos 8:31–32). Ya ganaste tu batalla. Tu Dios nunca te abandonará. Y un día, Él te dará todo, y todo lo que te dará será poco comparado con Él. Y todo muro que te hayas topado alguna vez parecerá pequeño.

“Pero los israelitas cometieron una infidelidad con las cosas que debían ser consagradas al exterminio. . .” Es un llamado de atención importante. Mientras esperamos que Dios derribe hasta el último muro, nos tentamos a poner nuestros corazones en otras cosas. Nunca te olvides que Él no escatimó a su propio Hijo. Nunca te olvides que Él te prometió toda clase de favores para siempre. Nunca te olvides que Él movió montañas por ti, y confía que lo hará de nuevo.


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