La Mañana en que Escuché La Voz de Dios

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English: The Morning I Heard the Voice of God

© Desiring God

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Por John Piper sobre La Biblia
Una parte de la serie Taste & See

Traducción por Paola Montano


Permíteme contarte acerca de una experiencia maravillosa que tuve la madrugada del lunes 19 de marzo de 2007, un poco después de las seis en punto. Dios realmente me habló. No hay duda de que fue Dios. Escuché las palabras en mi cabeza tan claramente como cuando el recuerdo de una conversación pasa por tu conciencia. Las palabras estaban en inglés, pero tenían sobre ellas un anillo de verdad absolutamente auténtico. Sé sin lugar duda que Dios todavía habla hoy en día.

No pude dormir por alguna razón. Estaba en Shalom House en el norte de Minnesota en un retiro para parejas. Eran alrededor de las cinco y media de la mañana. Me quedé allí preguntándome si debía levantarme o esperar hasta que volviera a tener sueño. En su misericordia, Dios me levantó de la cama. Estaba muy oscuro, pero logré encontrar mi ropa, me vestí, tomé mi maletín y salí de la habitación sin despertar a Noël. Todo estaba silencioso en la sala principal de abajo. Nadie más parecía estar despierto. Así que me senté en un sofá en la esquina para orar.

Mientras oraba y reflexionaba, inesperadamente sucedió. Dios dijo: “Ven y mira lo que he hecho”. No había la más mínima duda en mi mente de que estas eran las mismas palabras de Dios. En este mismo momento. En este mismo lugar en el siglo XXI, en el año 2007, Dios me estaba hablando con absoluta autoridad y realidad evidente. Hice una pausa para dejar que esto penetrara. Había algo de dulzura en ello. El tiempo parecía importar poco. Dios estaba cerca. Su mirada estaba sobre mi. Él tenía algo que decirme. Cuando Dios se acerca, ya no hay prisa. El tiempo se detiene.

Me preguntaba a qué se refería al decir “ven a ver”. ¿Me llevaría a algún lugar, como lo hizo con Pablo al llevarlo al cielo para ver lo que no se puede contar? ¿O “ver” significó que tendría una visión de alguna gran obra de Dios que nadie ha visto? No estoy seguro de cuánto tiempo transcurrió entre las primeras palabras de Dios, “Ven y mira lo que he hecho”, y sus siguientes palabras. No importa. Estaba envuelto en el amor de su comunicación personal. El Dios del universo me estaba hablando.

Entonces él dijo, tan claramente como cualquier palabra han venido a mi mente, "Soy increíble en cuanto a mis obras para con los hijos de los hombres”. Mi corazón saltó: "¡Sí, Señor! Eres increíble en tus obras. Sí, para todos los hombres lo vean o no. ¡Sí! Ahora, ¿qué vas a mostrarme?”

Las palabras vinieron de nuevo. Tan claro como antes, pero más específico cada vez : "Convertí el mar en tierra seca; atravesaron el río a pie. Allí se regocijaron en mí, que gobierno con mi poder para siempre ". De repente me di cuenta de que Dios me estaba llevando de vuelta varios miles de años a la época en que se secó el Mar Rojo y el río Jordán. Me transportó con su palabra de vuelta a la historia a esos grandes hechos. Esto es lo que quiso decir con “ven y mira”. Con sus palabras me estaba transportando de regreso a esos dos hechos gloriosos ante los hijos de los hombres. Estas fueron las "increíbles obras" a las que se refirió. Dios mismo estaba narrando las poderosas obras de Dios. Lo estaba haciendo por mí. Lo estaba haciendo con palabras que resonaban en mi propia mente.

Se apoderó de mí una maravillosa reverencia. Sentí una paz palpable. Este fue un sagrado momento y un sagrado rincón del mundo en el norte de Minnesota. Dios Todopoderoso había bajado y me estaba dando la calma, la transparencia y la disposición de escuchar su misma voz. Mientras me maravillaba de su poder para secar el mar y el río, él volvió a hablar. “Yo velo por las naciones; no se exalten los rebeldes”.

Esto fue impresionante. Fue muy serio. Fue casi una exhortación. Al menos una advertencia. Bien pudo haberme tomado por el cuello de mi camisa, levantarme del suelo con una mano y decir, con una incomparable mezcla de ferocidad y amor: “Nunca, nunca, nunca te exaltes. Nunca te rebeles contra mí”.

Me senté mirando a nada. Mi mente estaba llena de la gloria universal de Dios. “Yo velo por las naciones”. Él me dijo esto a mí. No solamente lo había dicho. Sí, eso es glorioso. Pero me lo dijo a mí. Las mismas palabras de Dios estaban en mi cabeza. Estaban allí en mi cabeza tanto como las palabras que estoy escribiendo en este momento están en mi cabeza. Se escucharon tan claramente como si en este momento recordara que mi esposa dijo: "Baja a cenar cuando estés listo”. Sé que esas son las palabras de mi esposa. Y sé que estas son las palabras de Dios.

Piensa en ello. Maravíllate ante esto. Asómbrate ante esto. El Dios que vela por las naciones, como algunas personas que vigilan el ganado, los mercados de valores o las obras de construcción—este Dios todavía habla en el siglo XXI. Escuché sus mismas palabras. Él me habló personalmente.

¿Qué efecto tuvo esto en mí? Me llenó de un nuevo sentido de la realidad de Dios. Me aseguró más profundamente que él actúa en la historia y en nuestro tiempo. Fortaleció mi fe de que él es por mí, se preocupa por mí y usará su poder universal para velar por mí. ¿Por qué más iba a venir a decirme estas cosas?

Ha aumentado mi amor por la Biblia como la misma palabra de Dios, porque fue a través de la Biblia que escuché estas palabras divinas, y a través de la Biblia tengo experiencias como esta casi todos los días. El mismo Dios del universo habla a través de cada página en mi mente, y en tu mente. Escuchamos sus mismas palabras. Dios mismo ha multiplicado sus maravillosas obras y pensamientos hacia nosotros; ¡nadie puede compararse con él! Proclamaré y hablaré de ellas, pero son tantas que no pueden contarse (Salmo 40:5).

Y lo mejor de todo, están disponibles para todos. Si te gustaría escuchar las mismas palabras que escuché en ese sofá en el norte de Minnesota, lee el Salmo 66:5-7. Ahí es donde las escuché. Oh, qué preciosa es la Biblia. Es la misma palabra de Dios. A través de ella Dios habla en el siglo XXI. Esta es la misma voz de Dios. Con esta voz habla con verdad absoluta y fuerza personal. Con esta voz, revela su belleza incomparable. Con esta voz, revela los secretos más profundos de nuestros corazones. Ninguna voz en ningún lugar y en ningún momento puede llegar tan profundo, elevarse tan alto o llegar tan lejos como la voz de Dios que escuchamos en la Biblia.

Es una gran maravilla que Dios todavía hable a través de la Biblia con mayor fuerza, mayor gloria, mayor seguridad, mayor dulzura, mayor esperanza, mayor guía, mayor poder transformador y con una verdad que exalta más a Cristo que la que se podría escuchar a través de cualquier voz de cualquier alma humana del planeta fuera de la Biblia.

Es por eso que consideré tan triste el artículo de Christianity Today de este mes, "Mi conversación con Dios". Escrito por un profesor anónimo en una "conocida Universidad Cristiana", hablando de su experiencia al escuchar a Dios. Lo que Dios le dijo fue que debía dar todas sus regalías de un libro nuevo para la matrícula de un estudiante necesitado. Lo que me entristece del artículo no es que no es cierto o que no sucedió. Lo que es triste es que realmente da la impresión de que la comunicación extrabíblica con Dios es increíblemente maravillosa y profundiza la fe. Mientras tanto, se pasa por alto la sumamente gloriosa comunicación del Dios vivo a través de la Biblia, que estalla de manera personal, poderosa y transformadora en el corazón receptivo todos los días.

Estoy seguro de que este profesor de teología no lo quiso decir de esta manera, pero lo que realmente dijo fue: "Durante años he enseñado que Dios todavía habla, pero no pude testificarlo personalmente. Solo puedo hacerlo ahora de forma anónima, por razones que espero sean claras” (énfasis agregado). Ciertamente él no quiere decir lo que parece implicar: que sólo cuando alguien escucha una voz extrabíblica como, “El dinero no es tuyo”, puede testificar personalmente que Dios todavía habla. Seguramente él no quiere menospreciar la voz de Dios en la Biblia la cual este mismo día habla con poder, verdad, sabiduría, gloria, alegría, esperanza, asombro y ayuda diez mil veces más contundentemente que cualquier cosa que podamos escuchar fuera de la Biblia.

Me aflijo por lo que se está comunicando aquí. La gran necesidad de nuestro tiempo es que las personas experimenten la realidad viva de Dios al escuchar su palabra personalmente y de manera transformadora en las Escrituras. Algo está increíblemente mal cuando las palabras que escuchamos fuera de las Escrituras son más poderosas y nos afectan más que la palabra inspirada de Dios. Gritemos con el salmista: “Inclina mi corazón a tus testimonios” (Salmo 119:36, LBLA). “Abre mis ojos, para que vea las maravillas de tu ley” (Salmo 119:18). Concede que los ojos de nuestros corazones sean iluminados para saber cuál es nuestra esperanza y nuestra herencia, y para conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento y ser llenos de toda la plenitud de Dios (Efesios 1:18; 3:19). Oh Dios, no permitas que estemos tan sordos a tu palabra y tan poco afectados por su inefable y evidencial excelencia que celebremos las cosas menores como más emocionantes, y que incluso consideremos que este asombro fuera de lugar sea digno de ser impreso en una revista nacional.

Aun escuchando su voz en la Biblia,

Pastor John


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