Los Extraños Sonidos de la Alabanza

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English: The Strange Sounds of Praise

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Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Alicia Mateos Castro


Introducción de una Persona que Sufre a los Salmos

El libro de los Salmos es una colección de 150 antiguas canciones de alabanza hebreas compuestas por numerosos autores a lo largo de cientos de años.

Esa es una descripción de una frase cierta, pero también incompleta — tristemente incompleta. Se deja la dimensión más importante de lo que son los salmos.

Vamos, pues, a explorar brevemente de dónde vinieron estas canciones, por qué se han preservado durante miles de años y cómo dan forma, a veces de maneras sorprendentes, a lo que los autores hebreos llaman “servicio aceptable” (Hebreos 12:28). Entonces podremos añadir a nuestra descripción de una línea la dimensión crucial — y quizá cuestionar algunas de nuestras conjeturas sobre lo que hace a la adoración “aceptable” a los ojos de Dios.

Contenido

¿Qué es un Salmo?

¿Por qué llamamos a estos poemas hebreos “salmos”? La palabra psalm (salmo) es una transliteración en inglés de palabra griega psalmos, que significa “canción.” Y psalmos es una traducción en griego de la palabra hebrea para “canción.” Esa es una de las formas por las que sabemos que se escribieron estos poemas para ser cantados. La palabra aparece en muchos de los títulos de los salmos individuales.

En mi descripción de una frase me he referido a la colección completa de salmos como “canciones de alabanza.” Algunos encajan de manera obvia en esa descripción, como el Salmo 135 (“¡Aleluya! Alabad el nombre del Señor . . .”), pero algunos salmos no suenan como las canciones de alabanza que la mayoría de nosotros cantamos en la iglesia, como el Salmo 10 (“¿Por qué, oh Señor, te mantienes alejado? y te escondes en tiempos de tribulación?”). ¿Es entonces acertado llamarlas a todas canciones de alabanza?

La razón por la que es correcto llamar a todos los salmos en las sagradas Escrituras “canciones de alabanza” es porque así las llamaban los antiguos hebreos. El título hebreo de este libro es tehillîm, que significa “alabanzas.” Esto nos da una información fundamental: los cantantes originales de estas canciones consideraban que la mayoría de ellas eran alabanzas a Dios. Y si nuestros antiguos antepasados en la fe tenían un rango más amplio que nosotros, los devotos modernos, para definir lo que se calificaba como alabanza, me parece que vendría bien algo de reflexión por nuestra parte, en especial porque estas canciones fueron inspiradas por el Espíritu Santo.

Canciones Escritas para Recordarse

Esas canciones fueron escritas para dar al pueblo de Dios expresiones colectivas de adoración a través del canto. Son medios para que los creyentes de todas las eras puedan enseñarse y amonestarse unos a otros mediante el canto para aumentar la adoración y el agradecimiento de la fe (Efesios 5:19; Colosenses 3:16). Y, algo importante, de hecho fundamental para conseguirlo, es que estas canciones se escribieron para ayudar al pueblo de Diosa que las recordara.

Tened en cuenta que durante los siglos en los que se escribieron los Salmos — y, en realidad, hasta hace solo unos pocos siglos — la gran mayoría de cualquier población era analfabeta. La información más importante tenía que memorizarse. Y unos estudios recientes han confirmado lo que la historia ha demostrado, que entre los mecanismos memotécnicos humanos más efectivos está la combinación de palabras (en especial en verso o rimadas) con una melodía musical agradable. Las canciones siempre nos han ayudado a recordar.

Algunos salmos se escribieron para señalar ocasiones especiales (Salmo 20) o para rememorar momentos fundamentales en la historia de Israel (Salmo 78). Otros fueron cruciales para ayudar a los antiguos hebreos a recordar quién era verdaderamente Dios (Salmo 103), quiénes eran de verdad ellos como pueblo (Salmo 95), lo íntimamente consciente que era Dios de cada individuo (Salmo 139), qué ocurrió en momentos clave de su historia (Salmo 135), por qué tenían buenas razones para dar gracias a Dios (Salmo 136), y por qué, a pesar de todas las duras tareas y dificultades de la vida, tenían tenían que alabar a Dios con entusiasmo y fuerza (Salmo 147).

La razón por la que millones de personas aún adoran este libro en la actualidad es que muchos salmos se escribieron para ayudar a los hijos de Dios a recordar una verdad fundamental que Dios (el Hijo) más tarde expresó así: “En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

Sacrificios de Alabanza

A lo largo de su historia redentora el pueblo de Dios ha sido llamado a “esperar en Dios” (Salmo 43:5) y al mismo tiempo formar parte plenamente de un mundo lleno de sufrimiento. Lo que significa que vivimos una gran parte de nuestras vidas “como entristecidos, mas siempre gozosos” (2 Corintios 6:10).

Por eso en este libro sagrado hay tantos salmos de lamento. Y es en estos salmos más oscuros donde encontramos lo que para nosotros tal vez sean las expresiones más sorprendentes de“adoración aceptable,” porque expresan de manera reverencial un rango muy amplio de miserias humanas— del tipo que todos experimentamos — con el miedo, dolor y confusión que las acompañan.

Estos antiguos hebreos compositores escribieron sobre sus dificultades con la fe a veces con una sinceridad y transparencia alarmantes. Escribieron sobre sentirse abandonados por Dios (Salmo 22), sufrir graves enfermedades (Salmo 41), temer un gran peligro (Salmo 54), casi abandonar a Dios por el desencanto (Salmo 73), experimentar una crisis de fe (Salmo 77), padecer una depresión severa, crónica, durante toda la vida (Salmo 88), sentirse abatido porque Dios no parece cumplir sus promesas (Salmo 89), hervir de ira por la traición de otro (Salmo 109), y más. También escribieron con candidez sobre los graves pecados que habían cometido (Salmo 51) y sobre ser objeto de la disciplina dolorosa y paternal de Dios (Salmo 39). Y todos estos autores escribieron canciones muy personales, incluso reveladoras, para beneficiar a todo el pueblo de Dios, puesto que algunos miembros estarían experimentando algo similar en algún momento.

Los antiguos hebreos consideraban todos estos salmos de lamento “canciones de alabanza” . ¿Por qué? Porque cada salmo, fuera triste o alegre, anima a los cantantes (o lectores) a confiar“en el Señor” (Salmo 37:3), a creer en las promesas de Dios por encima de sus percepciones. Y cuando un creyente ejerce y expresa su verdadera fe en Dios — es decir, “el fruto de labios que confiesan su nombre” — Dios lo recibe como “adoración aceptable,” como un “sacrificio de alabanza” (Hebreos 13:15).

Es interesante recalcar que tanto en la estructura de la mayoría de estos salmos más oscuros como en la estructura general del libro, hay una progresión del miedo a la fe, de la duda y desánimo a la esperanza en Dios, del pecado al arrepentimiento y perdón, de la tristeza a la alegría. Se escribieron los Salmos para ayudarnos a pasar de centrarnos en nosotros y nuestras circunstancias a hacerlo en el Dios de la esperanza, que nos llena de gozo y paz si creemos en él (Romanos 15:13).

¿Nuestra Adoración Suena como los Salmos?

Ahora podemos completar nuestra descripción de una frase:

El libro de los Salmos es una colección de 150 antiguas canciones de alabanza hebreas compuestas por numerosos autores a lo largo de cientos de años para ayudar al pueblo de Dios a recordar en todas las circunstancias que Dios es la única fuente de la salvación que tanto necesitan y de la alegría y paz que tanto anhelan, para que siempre tengan esperanza en él.

Cuanto más sea una realidad para nosotros esa dimensión añadida, más podremos dedicar una“adoración aceptable.”

No puedo evitar pensar que los cristianos occidentales deberíamos examinar cuánto se acercan nuestras definiciones de “adoración aceptable” a lo que vemos en los Salmos. En especial, ¿el rango temático de las canciones que estamos dispuestos a cantar (o en el caso de los líderes, que permiten que la gente cante) durante la adoración colectiva toca los mismos temas que los salmos?

Una peligrosa tentación a la que nos enfrentamos, en especial en Estados Unidos, es la de dejarnos influenciar demasiado por nuestra cultura de consumo en el diseño de nuestros eventos de adoración colectiva y en qué canciones animamos a escribir a los compositores modernos de canciones de alabanza. La de la música de adoración cristiana es una gran industria, y rentable. Lo que implica que, en muchos casos (aunque desde luego no en todos) se anima a nuestros salmistas modernos a componer canciones para un consumo de masas rápido (para crear un éxito), más que inspiradas en experiencias espirituales reales, profundas y complejas. El resultado predecible es un rango temático muy reducido y un contenido de las letras relativamente superficial.

A menudo lo mejor para el pueblo de Dios no es lo que más vende y lo más atractivo. Es lo que proporciona expresiones de adoración nuevas para el amplio rango de experiencias complejas, y a veces muy dolorosas, que vive el pueblo de Dios con el fin de ayudarles a recordar en toda circunstancia que Dios es la única fuente salvación que tanto necesitan y la alegría y paz que tanto anhelan, y así siempre tendrán toda su esperanza puesta en él.

Gracias a Dios que preservó para nosotros el libro de los Salmos todos estos años. Pues siguen con su fructífera misión de darnos canciones sagradas de alabanza cuando intentamos ofrecer “ a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia ” (Hebreos 12:28). Y siguen con su fructífera misión de darnos un ejemplo de adoración cuando perdemos el rumbo.


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