Esta Gran Salvación/Los Frutos De La Justificacion (I)
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Robin Boisvert
sobre El Evangelio
Capítulo 8 del Libro Esta Gran Salvación
Traducción por Covenant Life Church
¿Alguna vez has notado cuán pocos libros cristianos existen que tienen cubiertas interesantes? Oh, por supuesto que hay unos cuantos – como el de Franky Schaeffer A Time for Anger [Tiempo para la ira], con la pintura de Pieter Brueghel “The Blind Leading the Blind” [“El ciego guiando al ciego”]. Me intrigó a tal punto que busqué una copia de la pintura y la mandé a enmarcar para mi oficina. Y luego están las pinturas encantadoras de las cubiertas de los libros de C.S. Lewis, Chronicles of Narnia [Las Crónicas de Narnia] que casi nos transportan allí.
Una de las cubiertas de libro más fascinantes que he visto apareció en una serie de panfletos. La ilustración muestra a un hombre solitario mirando distraídamente a través de la ventana de una celda. Al observarla uno se da cuenta de que la puerta de la celda está entreabierta detrás de él. Pero él no se da cuenta. Si tan sólo se diera la vuelta vería que puede salir caminando, un hombre libre. Pero permanece encerrado por su propia ignorancia.
El punto está bastante claro. Muchos cristianos – no, la mayoría de los cristianos – son como este hombre. Lamentablemente no se dan cuenta de la libertad y los privilegios que son suyos a través del evangelio de Jesucristo. Son santos innecesariamente encarcelados.
Para cambiar la ilustración un poco, muchos esclavos siguieron viviendo como siempre habían vivido aún después de la Proclamación de Emancipación. A algunos cuantos los mantuvieron ignorantes de su nueva posición. Otros, aunque se daban cuenta de su libertad, nunca salieron de la plantación debido al temor. La libertad exige valentía y lleva consigo gran responsabilidad.
Parece que el evangelio ha hecho poca diferencia en la vida de innumerables cristianos. Aunque son verdaderamente justificados y la sentencia de condenación se les ha sido levantada, el mismo problema parece afligirlos. Los mismos temores, hábitos, y dudas que caracterizaban sus vidas antes de que confiaran en Cristo todavía los dominan. ¿Por qué? Yo creo que la razón principal es la ignorancia. Son muchos para los que la Biblia todavía es un libro cerrado. El hecho de que una tremenda herencia ha sido reservada para los que son justificados por Dios no parece habérseles ocurrido.
“Debo prestar atención a lo que digo: Pero el apóstol dice, “Al que no cometió pecado alguno, por nosotros, Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios”. Así estamos ante Dios el Padre, tal como está el mismo Hijo de Dios. Puede ser contado por locura, furor, furia, lo que sea, es nuestro consuelo y nuestra sabiduría; no nos interesa ningún conocimiento en el mundo mas que este, que el hombre ha pecado y que Dios ha sufrido; que Dios se ha hecho a sí mismo el Hijo del hombre, y que los hombres son hechos la justicia de Dios.”[2] - Richard Hooker
Es vital tener un conocimiento creciente de la Palabra de Dios. Al leer, memorizar y meditar en las Escrituras, comenzarás a experimentar la maravillosa provisión de Dios. Los últimos dos estudios de este libro explorarán los frutos de nuestra justificación, nuestra herencia en Cristo. Cualquier duda que quede en tu mente con respecto al propósito o providencia de Dios será aclarada al hacer un inventario de los beneficios de esta incomparable gran salvación.
Contenido |
El Juez Se Baja de Su Banca
La imagen que rodea la doctrina de la justificación viene directamente de las cortes jurídicas, como aprendimos en el capítulo anterior. Dios, el Dador de la ley y el Juez de toda la tierra, ha emitido una declaración que absuelve al pecador condenado de todo pecado. La justificación nos da un estado nuevo ante Dios y nos exonera de todo pecado y de los castigos asociados con él. Aunque éramos criminales condenados esperando lo inevitable en el corredor de la muerte, el Juez nos perdonó y destruyó nuestros registros criminales. Tan maravilloso como es eso, hay un aspecto de la justificación que es todavía más extraordinario.
He estado en unas cuantas salas de tribunal, y no son lugares muy placenteros. No puedes ser realmente tú mismo. Es indebido reírse o poner los pies en la mesa. Nadie piensa en salir con el juez después del juicio para tomar un helado o jugar baloncesto. Se debe mantener cierto decoro, formal e intimidante – y es así como tiene que ser. Esto no es menos cierto ante la presencia del Juez soberano.
❏ “Nunca te dejaré; jamás te abandonaré” (He. 13:5).
❏ “Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar” (1 Co. 10:13).
❏ “El que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre” (Jn. 14:12).
❏ “El que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús” (Fil. 1:6).
❏ “Así que ya no eres esclavo sino hijo; y como eres hijo, Dios te ha hecho también heredero” (Gá. 4:7).Pero hay una diferencia enorme entre la sala del tribunal del cielo y las terrenales; pues después de decretar que somos libres de toda acusación y condenación, Dios opta por no retirarse ceremoniosamente a sus cámaras como se esperaría. Al contrario, El viola todo precedente cuando se baja de su banca, nos toma en sus brazos, y luego nos lleva de la sala del tribunal a la sala de familia.
Tener a Dios como nuestro Padre es verdaderamente asombroso. Las Escrituras hacen muy claro que estamos legal e íntimamente relacionados con Dios. No sólo eso, sino que ser sus hijos conlleva ciertos privilegios. Pablo lo describe así: “Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria” (Ro. 8:17).
Aunque la justificación es para nosotros un regalo gratuito, al Padre le costó su Hijo. Al Hijo le costó su vida. Y a nosotros nos costará nuestro orgullo, pues la única manera de recibir este regalo es ir ante Dios en humildad y con fe de arrepentimiento.
De Lo Que Todo Se Trata
Hijos de Dios. Herederos de Dios. Coherederos con Cristo. ¿Qué quiere decir todo esto? Primero establezcamos un hecho crucial. Jesucristo, el único Hijo de Dios, es el verdadero y por derecho heredero del Padre. Cualquier herencia que tengamos es nuestra sólo porque estamos “en Cristo” (Ef. 2:7). Además, Cristo mismo personifica esta herencia. El es nuestra paz, El es nuestra justicia, nuestra esperanza, nuestra santificación y redención. En El están escondidos todos los tesoros de sabiduría y conocimiento. El es la resurrección y la vida. Lo más grande que recibiremos de Dios es Jesús mismo.
También es importante comprender que la salvación viene, no por medio de una doctrina, sino por medio de una Persona. No somos salvos por la justificación, sino por Jesús. Cuando tomamos tiempo para estudiar la Palabra de Dios corremos el riesgo de hacernos expertos en la doctrina pero ineptos en el verdadero conocimiento de nuestro Señor. Y conocerlo a El, es de lo que todo se trata.
Un amigo mío me contó la siguiente historia sobre Scott McGregor, un cristiano dedicado y sobresaliente lanzador (pitcher) zurdo de los Orioles de Baltimore durante los años 70 y 80. Una vez, en el punto decisivo de un partido, Scott se encontró frente a un bateador peligroso con hombres en posiciones de ganar puntos para el partido. Se estaba tomando bastante tiempo para evaluar la situación cuando una mujer impaciente en los asientos cercanos gritó: “¡Por Jesucristo! ¡Tira ya la pelota!”
• ¿Qué cosas dignas de alabanza lograron estos individuos?
• ¿Cuál es la evaluación que Dios hace de ellos en tres palabras?
• En una oración, ¿cómo resumirías su error fatal?
No es raro oír el nombre del Señor usado en vano en los partidos. Sin embargo, en esta ocasión, McGregor fue tan sorprendido que casi perdió la concentración. Recuperándose, logró hacer un buen tiro y se acabó el turno (inning). Luego hizo algo inusual, algo que los jugadores supuestamente no hacen. Mientras caminaba de regreso al cobertizo de espera (dugout) miró directamente a la señora y le habló. En un tono angustiado pero amable, lleno de preocupación por ella y por su propio Señor, dijo: “Señora, si usted realmente lo conociera, jamás pronunciaría su nombre de ese modo.”
McGregor demostró que el cristianismo es más que una verdad que ha de creerse. Es una vida que se ha de vivir, y más que todo, es un Señor a quien se ha de amar.
Al considerar algo tan vasto y maravilloso como la herencia que tenemos en Cristo, descrita por Pablo como “la incomparable riqueza de su gracia” (Ef. 2:7), es difícil saber por dónde comenzar. Es interesante que Pablo tenía un problema similar. En su carta a los efesios, él se entusiasma con las implicaciones irresistibles de la justificación. Al tratar en el primer capítulo de relatar todo lo que Dios ha hecho y está haciendo, él comienza una oración en el versículo tres que termina once versículos después. Quizás esto no sea gramáticamente atractivo, pero su corazón desbordante da testimonio de la inimaginable gracia de Dios.
El siguiente pasaje de la epístola de Pablo a los romanos ofrece un excelente punto de partida: “En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. También por medio de él, y mediante la fe, tenemos acceso a esta gracia en la cual nos mantenemos firmes. Así que nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios” (Ro. 5:1-2). John Stott explica el significado de este pasaje:
Los primeros capítulos [de Romanos] están dedicados a la necesidad y al modo de justificación. Se interesan en hacer claro que todos los hombres son pecadores bajo el justo juicio de Dios, y que solamente pueden ser justificados por medio de la redención que es en Cristo Jesús – solamente por gracia, solamente por fe. Ahora, en este momento, habiendo establecido la necesidad y habiendo explicado el modo de justificación, Pablo pasa a describir sus frutos, los resultados de la justificación en una vida de hijos y de obediencia en la tierra y un glorioso porvenir en el cielo (énfasis nuestro).[3]
Este capítulo examinará los tres frutos de la justificación: Paz con Dios (reconciliación), el perdón de pecados, y el proceso de la santificación. En el capítulo final de este libro examinaremos nuestra adopción en Cristo así como nuestra esperanza de gloria futura.
Paz con Dios
La paz con Dios es el fundamento de todo lo demás que recibimos en Cristo. Es el regalo que pone en perspectiva todas las demás bendiciones. “El propósito principal del evangelio cristiano no es darnos bendiciones”, escribe D. Martyn Lloyd-Jones. “Su propósito principal es reconciliarnos con Dios.”[4] Tener paz con Dios quiere decir que estamos en un estado de reconciliación con El. La declaración de justificación ha quitado todos los obstáculos entre Dios y el hombre. Aunque ciertamente hay una paz subjetiva de Dios (o sea, una que se puede sentir), lo que Pablo tenía en mente en Romanos 5:1 es el hecho objetivo de que el evangelio ha quitado todo lo que nos separaba de Dios.
Reconciliar quiere decir juntar a los que habían sido separados por la hostilidad. Un ejemplo excelente de este significado se encuentra en el discurso de Esteban ante el Consejo cuando relató un incidente de la vida de Moisés: “Al día siguiente, Moisés sorprendió a dos israelitas que estaban peleando. Trató de reconciliarlos, diciéndoles: Señores, ustedes son hermanos; ¿por qué quieren hacerse daño?” (Hch. 7:26). La versión Reina Valera traduce, “reconciliar” en este contexto como “los ponía en paz.”. Es importante que nosotros recordemos que ahora, desde el punto de vista de Dios, ya no hay más hostilidad entre Dios y los que son justificados. Su enojo y su ira contra el pecado fueron expresados justamente y totalmente satisfechos en la Cruz. La batalla terminó. Se ha hecho la paz.
No sólo se ha resuelto el conflicto, sino que todo problema legal que resulta de hostilidades pasadas ha sido borrado para jamás volver a aparecer: “Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús. . . ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica” (Ro. 8:1,33). Si el tribunal mayor de todo el universo nos ha declarado justificados, no hay ninguna acusación que pueda presentarse.
Toma nota de que la frase “ninguna condenación” no quiere decir “ninguna denunciación”. Hablamos de eso en el primer capítulo. El enemigo de nuestra alma sigue con su trabajo sucio de calumniar y lanzar dardos de fuego, y con frecuencia sucede que confundimos los regalos de Dios de la convicción y corrección con la denunciación del diablo. Pero el hecho de que Jesús ha tomado nuestro lugar quiere decir que jamás tendremos que enfrentarnos con la condenación del juicio final. “¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros” (Ro. 8:34). El único que está autorizado de condenarnos por la eternidad ha actuado a nuestro favor.
❏ Desterrarlo para siempre de tu reino
❏ Asarlo lentamente sobre un fuego al aire libre
❏ Ahorcarlo en el árbol más alto de la ciudad
❏ Sentenciarlo para toda la vida a encierro solitario
❏ Darlo de comer a la opresiva boa real
❏ Perdonarlo, abrazarlo, y adoptarlo como hijo tuyoSaber que tenemos paz con Dios trae paz a nuestras mentes. Nos permite vencer las preocupaciones y los temores. Aunque el mundo entero se nos oponga, estamos seguros en Cristo. “A ustedes, mis amigos, les digo que no teman a los que matan el cuerpo pero después no pueden hacer más”, explicó Jesús a sus discípulos, los cuales estaban destinados a enfrentar gran oposición. “Les voy a enseñar más bien a quién deben temer: teman al que, después de dar muerte, tiene poder para echarlos al infierno” (Lc. 12:4,5). Dios, el único digno de nuestro temor, ha iniciado un pacto eterno de paz con nosotros. Para el cristiano que está establecido en esta verdad, aun el temor a la muerte está vencido porque ya no existe la amenaza de juicio.
El Perdón de Los Pecados
El perdón de los pecados está relacionado íntimamente con la reconciliación y la paz con Dios. Puede ser que esté exagerando, pero a mí me parece que esta preciosa verdad está en peligro de ser detestada. Cuando la gente se lamenta: “Yo sé que estoy perdonado, pero. . .”, no puedo evitar pensar: ¡No sabes que estás perdonado! Si en realidad comprendieras lo que es el perdón, tu problema no te parecería tan malo. Como Lloyd-Jones denota en su declaración en la página 63, la mayor necesidad del hombre es el perdón. Y si Dios nos ha perdonado, cualquier otro problema que tengamos debe ser menor en comparación.
Hoy es raro oír que los cristianos se regocijen por haber sido perdonados por Dios. Esto es entendible en una cultura que considera la baja auto-estima como un problema más grande que la separación de Dios. Sin embargo, nuestra consciencia del perdón afecta directamente a nuestra afección hacia Dios. Ese fue el punto de la respuesta de nuestro Señor a Simón, el fariseo santurrón. “A quien poco se le perdona, poco ama” (Lc. 7:47). A la inversa, a los que se les ha perdonado mucho, o por lo menos se dan cuenta de cuánto han sido perdonados, aman mucho. Todos nosotros debemos estar en esa categoría.
❏ Dios no puede seguir perdonándome una y otra vez por el mismo pecado.
❏ Quizás esté perdonado, pero Dios no se ha olvidado.
❏ Nada en la vida es gratis – Dios debe esperar alguna forma de pago.
❏ Soy culpable del pecado imperdonable.
❏ Después del pecado #491 Dios me rechazará (vea Mt. 18:22).Considera lo siguiente:
• Recibimos perdón del pecado sólo por medio de la sangre derramada de Jesucristo. “En él tenemos la redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados, conforme a las riquezas de la gracia” (Ef. 1:7).
• El motivo de Dios para perdonar es su gran amor. Su perdón es una obra gratuita y de misericordia. “Por su poder, Dios lo exaltó como Príncipe y Salvador, para que diera a Israel arrepentimiento y perdón de pecados” (Hch. 5:31) – y también a los gentiles.
• El perdón de pecados lleva a un conocimiento de la salvación. Jesús vino para dar “a conocer a su pueblo la salvación mediante el perdón de sus pecados” (Lc. 1:77).
• Comprender lo que es el perdón lleva a un temor correcto a Dios. “Si tú, Señor, tomaras en cuenta los pecados, ¿quién, Señor, sería declarado inocente? Pero en ti se halla perdón, y por eso debes ser temido” (Sal. 130:3-4).
• El perdón de Dios es completo. “Yo soy él que por amor a mí mismo borra tus transgresiones y no se acuerda más de tus pecados” (Is. 43:25).
La siguiente historia, que relata Becky Pippert en su libro Hope Has Its Reasons [La Esperanza Tiene Sus Razones], muestra el poder del perdón en la vida de una mujer. Vale la pena citarla en su totalidad:
“Hace varios años, después de haber terminado mi discurso en una conferencia, una encantadora mujer subió a la plataforma. Era obvio que quería hablar conmigo y en el momento en que me volví a ella brotaron las lágrimas de sus ojos. Nos dirigimos a un salón donde pudiéramos hablar en privado. Fue evidente al verla que era una persona sensible pero torturada. Sollozaba mientras me relató la siguiente historia.
“Años atrás, ella y su prometido (con quien ahora estaba casada) habían trabajado con los jóvenes en una iglesia conservadora muy grande. Eran una pareja muy bien conocida y tenían una extraordinaria influencia en los jóvenes. Todos los respetaban y los admiraban muchísimo. Pocos meses antes de casarse comenzaron a tener relaciones sexuales. Eso los dejó suficientemente cargados con un sentido de culpa e hipocresía. Pero luego descubrió que estaba embarazada. ‘No te puedes imaginar cuáles hubieran sido las implicaciones de admitir esto ante nuestra iglesia’, dijo. ‘Confesar que predicábamos una cosa y practicábamos otra hubiera sido intolerable. La congregación era muy conservadora y nunca antes había sido afectada por ningún escándalo. Creíamos que no podrían manejar el conocimiento de nuestra situación. Ni tampoco nosotros podíamos soportar la humillación.
‘Así que tomamos la decisión más dolorosa que jamás hemos tomado. Tuve un aborto. El día de mi boda fue el peor día de toda mi vida. Todos los presentes en la iglesia me sonreían, creyendo que yo era una novia radiando en inocencia. Pero, ¿sabes lo que pasaba por mi mente mientras me dirigía al altar? Lo único que podía pensar era: ‘Eres una asesina. Te sentías tan orgullosa que no pudiste soportar la vergüenza y la humillación de verte expuesta por lo que eres. Pero yo sé lo que eres y también lo sabe Dios. Has asesinado a un bebé inocente.’
“Ella sollozaba tan profundamente que no podía hablar. Al rodearla con mis brazos me vino a la mente un pensamiento muy fuerte. Pero sentí temor de decirlo. Sabía que si no era de Dios sería muy destructivo. Así que oré en silencio pidiendo sabiduría para ayudarla.
“Ella continuó: ‘Simplemente no puedo creer que fui capaz de hacer algo tan horrible. ¿Cómo pude haber asesinado a una vida inocente? ¿Cómo es posible que yo pudiera haber hecho una cosa semejante? Yo amo a mi esposo, tenemos cuatro hijos hermosos. Yo sé que la Biblia dice que Dios perdona todos nuestros pecados. ¡Pero yo no me puedo perdonar! He confesado este pecado mil veces y todavía siento mucha vergüenza y dolor. El pensamiento que me persigue más es ¿cómo pude yo haber asesinado a una vida inocente?’
“Respiré hondo y dije lo que había estado pensando. ‘Yo no sé por qué te sorprendes tanto. Esta no es la primera vez que tu pecado ha causado la muerte, es la segunda.’ Ella me miró totalmente asombrada. ‘Mi querida amiga’, seguí yo, ‘al contemplar la Cruz, todos nosotros aparecemos como crucificadores. Religiosos o no religiosos, buenos o malos, abortadoras o no abortadotas – todos nosotros somos responsables de la muerte del único inocente que ha vivido jamás. Jesús murió por todos nuestros pecados – pasados, presentes y futuros. ¿Crees que hay algún pecado tuyo por el que Jesús no tuvo que morir? El mismo pecado del orgullo que te hizo destruir a tu hijo es el que mató a Cristo también. No importa que no estuvieras presente hace dos mil años. Todos nosotros lo mandamos ahí. Lutero dijo que llevamos sus clavos mismos en nuestros bolsillos. De modo que si lo has hecho antes, entonces ¿por qué no podrías hacerlo de nuevo?’
“Ella dejó de llorar. Me miró fijamente a los ojos y dijo: ‘Tienes toda la razón. He cometido algo peor que matar a mi bebé. Mi pecado es lo que llevó a Jesús a la Cruz. No importa si yo no estuve ahí golpeando los clavos, sigo siendo responsable por su muerte. ¿Te das cuenta del significado de lo que me estás diciendo, Becky? Yo vine a ti diciendo que había cometido la peor cosa que uno puede imaginar. Y tú me dices que he cometido algo peor que eso.’
“Creyendo que Dios quiere quitarme toda culpabilidad, hablaré con ___________sobre este pecado antes del ______________________.”
“Yo hice una mueca porque sabía que esto era cierto. (¡No estoy segura de que mi método calificaría como una de las mejores técnicas de asesoramiento!) Luego ella dijo: ‘Pero, Becky, si la Cruz me muestra que soy peor de lo que jamás me había imaginado, también me muestra que mi maldad ha sido absorbida y perdonada. Si lo peor que un ser humano puede hacer es matar al Hijo de Dios, y eso puede ser perdonado entonces, ¿cómo puede cualquier otra cosa – hasta mi aborto – no ser perdonada?’
“Jamás olvidaré la mirada en sus ojos cuando se recostó en el asiento admirada y dijo suavemente: ‘Qué gracia tan asombrosa’. Esta vez ella lloraba no de dolor sino de alivio y gratitud. Vi a una mujer literalmente transformada por un entendimiento correcto de lo que es la Cruz.”[7]
El perdón de pecados es un asunto crítico. El más renombrado de los teólogos puritanos ingleses, John Owen, escribió un tratado sobre ese tema, que todavía se considera una obra clásica. Esta exposición del Salmo 130 tiene más de cien páginas, aunque el salmo en sí sólo tiene ocho versículos. El prefacio del editor rinde cierto discernimiento sobre las circunstancias que rodean la obra. Parece que de joven, Owen sólo tenía una consciencia superficial de lo que es el perdón de Dios, “hasta que el Señor se complació en visitarme con una dolorosa aflicción, por la que fui llevado al borde del sepulcro, y bajo la cual mi alma fue oprimida por el horror y la oscuridad; pero Dios en su gracia alivió mi espíritu por medio de una poderosa aplicación del Salmo 130:4 de la que recibí instrucción especial, paz y consuelo, al acercarme a Dios por medio del Mediador, y sobre la que prediqué inmediatamente después de mi recuperación.”[9]
El Salmo 130:4, como vimos, muestra que temer al Señor es el producto natural de aceptar su perdón. Cuando estamos jóvenes y saludables, otros problemas pueden parecer mucho más importantes. Pero cuando nuestros ojos se abren a los asuntos de la eternidad, saber si de verdad somos perdonados o no hará que todo lo demás se desvanezca en la insignificancia.
Santificación por medio de Cristo
La justificación pone en movimiento el proceso llamado santificación, por el cual somos hechos más y más como Jesús. Aunque la justificación nos deja perdonados y amados, no hace nada por nuestro carácter. Todavía somos los mismos villanos que éramos antes que Dios nos salvara. Sería trágico si Dios nos dejara a nuestro propio cuidado. Jamás creceríamos, jamás cambiaríamos, jamás mejoraríamos. Afortunadamente, aunque Dios nos ama tal como somos, El nos ama demasiado como para dejarnos ahí.
El centro de la doctrina de la santificación es la verdad que dice que estamos unidos con Jesucristo. En su libro Men Made New [Hombres Hechos Nuevos], John Stott hace la siguiente observación:
El gran tema de Romanos 6, y en particular de los versículos 1-11, es que la muerte y resurrección de Jesucristo no son sólo hechos históricos y doctrinas significativas, sino experiencias personales del cristiano creyente. Son eventos de los cuales nosotros mismos hemos llegado a compartir. Todos los cristianos han sido unidos a Cristo en su muerte y resurrección. Además, si esto es cierto, si nosotros hemos muerto con Cristo y resucitado con Cristo, es inconcebible que sigamos viviendo en pecado.”[10]
Quizás te sorprendió el ver la palabra “inconcebible”. ¡La mayoría de nosotros encontramos inconcebible que sea posible vivir fuera de pecado! ¿Es en realidad posible tener victoria sobre el pecado?
He aquí dos respuestas comunes. Algunos dicen que los cristianos pueden esperar una vida de victoria en el mas allá, pero deben fijar su vista baja aquí en esta vida. Otros han tenido liberaciones tan dramáticas del pecado inmoral, que se consideran prácticamente inmunes a él. Ambos extremos están muy lejos de lo cierto. A pesar de que aplicar la lección exigirá cierto esfuerzo espiritual, tenemos en el capítulo seis de Romanos toda la enseñanza que necesitamos para corregirnos.
“¿Qué concluiremos?” pregunta Pablo (v. 1). “¿Vamos a persistir en el pecado, para que la gracia abunde?” El anticipa esta pregunta porque unos versículos antes dijo: “Pero allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Ro. 5:20). El sabía que esa declaración haría que algunos razonaran lo siguiente: “Si Dios se glorifica en perdonar el pecado, y si la gracia aumenta en proporción al pecado, ¿por qué no pecar más? ¡Así habrá más gracia y Dios recibirá más gloria!” Qué conclusión tan egoísta y torcida. El hecho de que Pablo declarara el asunto de esta manera indica que su evangelio había sido sujeto al abuso. Sin embargo, vale la pena notar que Pablo no retrajo ni expresó de una forma diferente la doctrina. Si el evangelio se predica correctamente, siempre será vulnerable a esta mala interpretación.
Pablo reprende enérgicamente su propia sugerencia de que la gracia lleva a más pecado: “¡De ninguna manera! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él?” (Ro. 6:2). Nuestra muerte al pecado, como explica Pablo en los siguientes versículos, está atada a nuestra unión con un Cristo crucificado. Cuando creímos en Jesús, fuimos unidos con El. Sucedió una transacción de fe en la que fuimos contados para siempre como “en Cristo”, eso es, espiritualmente unidos a El. Esta unión está simbolizada por el bautismo. Así como Jesús murió, fue sepultado, y resucitó a una vida nueva de poder, así nosotros también morimos con El, somos sepultados con El por el bautismo, y somos levantados para vivir una vida nueva de una forma nueva.
❏ “Debes tener un demonio, ¡echémoslo fuera!”
❏ “Creo que no fuiste salva de verdad después de todo.”
❏ “Hermana, ¿dónde está tu fe?”
❏ “Quizás tu viejo hombre sólo estaba en un estado de coma temporal.”
❏ “Veamos lo que dicen los capítulos seis y siete de Romanos. . .”La analogía natural más cercana de esta unión es el matrimonio. Mi esposa Clara y yo tenemos una identidad compartida (los dos tenemos el mismo apellido) y estamos unidos de corazón, mente, y cuerpo. Compartimos nuestros recursos – todo lo que yo tengo es de ella, y viceversa. Como resultado ambos nos enriquecemos (aunque aquí es donde la analogía es débil – en nuestra unión con Cristo obtenemos un beneficio unilateral). Clara y yo llevamos anillos que simbolizan la más profunda verdad de nuestra unión. Pero así como mi anillo no me hace casado, el bautismo no me hace cristiano tampoco. Viene después del hecho de la transacción de fe.
¿Qué exactamente quiere decir estar muerto al pecado? Estoy muerto al pecado en el sentido de que la culpa y la paga que esta ligada al pecado (la muerte), ya no están sobre mí. Pero más allá de eso, mi relación con el pecado ha sido cambiada radicalmente. Antes de ser justificado, yo no podía evitar pecar. Ahora ya no estoy bajo el dominio del pecado. La relación de esclavo y amo que una vez existió ha sido terminada para siempre. Toma nota del lenguaje que se usa en Romanos 6:12-14: “Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal. . . no ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado. . . Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes.” Este es el lenguaje de esclavitud y Pablo dice que ya no tiene validez. Nuestra obligación de pecar ha sido terminada – por la muerte.
Nuestra muerte al pecado por medio de nuestra unión con Cristo tiene implicaciones de largo alcance. Todo problema, hábito, recuerdo o depresión que actualmente afectan tus pensamientos y tu comportamiento, no tienen que hacerlo más. Pueden ser resistidos exitosamente. La persona que una vez estaba dominada por ellos – tu viejo hombre – ha muerto. Estos impulsos pecaminosos ya no son tu amo.
Mucho antes de que se haga popular la declaración de que sólo hay dos clases de personas en el mundo (por ejemplo, los que viven en Oshkosh, Wisconsin, y los que quisieran vivir ahí), John Owen hizo su propia clasificación. El distinguió entre los que estaban bajo el dominio del pecado y los que creían estar bajo su dominio. Por lo tanto, un pastor tiene dos responsabilidades principales, como lo expresó Owen en el lenguaje de sus tiempos:
1. Convencer a aquellos en los que el pecado evidentemente tiene dominio, de que ese es en realidad su estado y condición.
2. Apaciguar a algunos en los que el pecado no tiene dominio, a pesar de su incansable manifestación en ellos y su ataque contra su alma; pero a menos que se pueda hacer esto, es imposible que gocen de sólida paz y consuelo en esta vida.[12]
Ha sido mi privilegio más de una vez, ver a las personas vencer viejos problemas y hábitos profanos por medio del estudio diligente y aplicación de Romanos 6. No es necesario que sigamos siendo santos encarcelados. Cuando nos demos cuenta de que hemos sido unidos a Cristo en su muerte y resurrección, veremos que El ha abierto completamente la puerta de nuestra liberación.
Discusión en Grupo
1. Piensa en la ilustración del santo encarcelado al comienzo del capítulo. ¿Qué simboliza la cárcel? ¿Cuál es la llave?
2. ¿Qué conflicto interior pudo haber detenido a un esclavo de responder a la Proclamación de Emancipación de Lincoln? ¿Qué podría detener a un cristiano de aferrarse a su libertad en Cristo?
3. ¿Qué es lo más grande que recibiremos de Dios jamás? (Página 61)
4. ¿Qué emociones crees que experimentaron los americanos cuando se anunció la paz al final de la Segunda Guerra Mundial? ¿Tu paz con Dios despierta emociones similares en ti?
5. Según el autor, ¿cuál es la necesidad más grande del hombre?
6. Lee la historia de Simón el fariseo y de la mujer pecadora en Lucas 7:36-50. ¿Cuál es la diferencia principal entre estos dos? ¿Con cuál de ellos te identificas más en tu actitud hacia Jesús?
7. ¿Te sentiste afectado por la historia de la mujer que tuvo un aborto? ¿Cómo?
8. ¿Qué actitudes o comportamiento podrían indicar que alguien tiene una consciencia superficial del perdón?
9. ¿Qué significa estar unido con Cristo en su muerte? ¿Cuáles son las implicaciones?
Lectura Recomendada
Men Made New por John R.W. Stott (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1966)
The Atonement por Leon Morris (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1984)
The Glory of Christ por Peter Lewis (Chicago, IL: Moody Press, 1997)
Referencias
- ↑ William S. Plumer, The Grace of Christ (Philadelphia, PA: Presbyterian Board of Publication, 1853), pp. 201–02.
- ↑ Ibid., p. 230.
- ↑ John R.W.Stott, Men Made New (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1966, 1991), pp. 9–10.
- ↑ D. Martyn Lloyd-Jones, Romans: Assurance, Chapter Five (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1971), p. 10.
- ↑ R.C. Sproul, The Holiness of God (Wheaton, IL: Tyndale House Publishers, 1985), p. 193.
- ↑ Sinclair Ferguson, Christian Spirituality (Reformed View), Donald Alexander, ed. (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1988), p. 57.
- ↑ Rebecca Pippert, Hope Has Its Reasons (New York: HarperCollins Publishers, Inc., 1989), pp. 102–104.
- ↑ Oswald Chambers, My Utmost for His Highest (New York: Dodd, Mead & Company, 1963), p. 325.
- ↑ John Owen, Works, Vol. VI (Carlisle, PA: The Banner of Truth Trust, 1967), p. 324.
- ↑ John R.W. Stott, Men Made New, p. 30.
- ↑ J.C. Ryle, Holiness (Hertfordshire, England: Evangelical Press, 1879, 1979), p. 29.
- ↑ Sinclair Ferguson, Christian Spirituality (Reformed View), p. 58.
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