Memorizar la mente de Dios
De Libros y Sermones BÃblicos
Por David Mathis sobre La Biblia
Traducción por Laura Coloma
Hemos escuchado miles de veces el discurso de memorizar las Escrituras. Nos convencen de que los beneficios son incalculables y que no hay mejor manera de utilizar el tiempo que guardar la palabra de Dios en nuestros corazones y almacenarla para utilizarla en un futuro. Pero lo intentamos una y otra vez y la magia pareciera no funcionar nunca.
Tal vez nos trajo algunos recuerdos imposibles de eliminar de cuando memorizábamos repetidamente en la escuela, o cuando eventualmente nos rendíamos y culpábamos a la mala memoria. Sabíamos que sería maravilloso contar con un almacén atesorado de Escrituras, o un arsenal de armas almacenadas para uso por el Espíritu. Pero todo estaba dirigido a guardar para un futuro incierto, que no tenía nada que ver con el presente, y no sentíamos mucha urgencia al respecto.
Pero quizás el descubrimiento pudiera venir con un simple cambio de perspectiva. ¿Qué tal si memorizar las Escrituras se tratara del presente? Al menos por un minuto, olvidémonos de las décadas a partir de hoy; dejemos a un lado la letanía de revisiones diarias de textos memorizados anteriormente; olvidemos la mentalidad de construir el almacén y acumular un montón, al menos como motivación principal. Por el contrario, concentrémonos en el presente. La memorización de las Escrituras, en su mejor expresión, consiste en alimentar el alma hoy y en estructurar nuestras vidas y mentes en la mismísima vida y mente de Dios
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Amoldemos nuestra mente para hoy
Está bien y es bueno almacenar tesoros brillantes y armas afiladas para uso futuro, pero si están cortados con las mismas tijeras que yo, encontraremos muy fácil dejarlos a un lado cuando cada día pareciera traer sus propios problemas (Mateo 6:34). Tal vez el descubrimiento que necesitábamos para finalmente dejar huella es simplemente aplicar esta frase del Padre Nuestro a la memorización de la Biblia: Danos hoy el pan nuestro de cada día (Mateo 6:11).
Cuando aprendemos las Escrituras de memoria, no sólo memorizamos textos antiguos, duraderos e importantes, sino que escuchamos y aprendemos la voz del mismo Creador y Redentor. Cuando memorizamos frases de la Biblia, amoldamos nuestras mentes en el momento para imitar la estructura y la forma de pensar de Dios.
La buena teología amolda nuestras mentes de manera general para pensar los pensamientos de Dios. Pero las Escrituras memorizadas amoldan nuestras mentes con tanta especificidad como es humanamente posible, para imitar los dobleces y pliegues de la mente de Dios. La teología nos lleva al campo de béisbol, las Escrituras memorizadas a la sede del club.
Por lo tanto, la memorización de la Biblia no sólo nos prepara para ese día en que quizás utilizaremos un verso memorizado para aconsejar, dar testimonio, o luchar contra el pecado, sino que contribuye de forma poderosa con el presente para convertirnos en el tipo de persona que camina en el Espíritu hoy. Contribuye ahora mismo a que “seamos renovados en el espíritu de nuestra mente” (Efesios 4:23) y seamos transformados "mediante la renovación de nuestra mente, para que verifiquémos cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto” (Romanos 12:2). No sólo estará disponible para que podamos tomar decisiones en el futuro o luchemos contra la tentación en distintos contextos, sino que el sólo hecho de memorizar las Escrituras, mientras entendemos y nos involucramos con el significado del texto, cambia nuestras mentes hoy para convertirnos en la clase de persona que verifica “cuál es la voluntad de Dios.”
Entonces, memorizar la palabra de Dios ahora, no es sólo un depósito en una cuenta a futuro, es un activo que funciona para nosotros hoy.
Algunos lo llaman “Meditación”
Veamos la declaración anterior: “mientras entendemos y nos involucramos con el significado del texto”. Eso quiere decir, mientras inundamos el proceso de memorización con la disciplina espiritual y ese arte perdido que algunos llaman “meditación”.
No hay nada necesariamente de la nueva era o transcendental acerca de la meditación. La versión de la vieja escuela, recomendada en la Biblia, es pensar profundamente acerca de una verdad que venga de la boca de Dios, darle vueltas en nuestra mente hasta que sintamos su significado en nuestro corazón, y luego empezar a imaginar su aplicación en nuestras vidas. Hacer que la meditación trabaje conjuntamente con la memorización de las Escrituras es de gran importancia en la forma en que enfrentamos este arduo proceso. Por un lado, nos hace ir más lento. Podemos memorizar cosas mucho más rápido si no tenemos que detenernos para entender y reflexionar. Cuando tomamos en serio la meditación, no sólo buscamos entender lo que memorizamos, sino también lo repasamos, lo sentimos, y hasta comenzamos a aplicarlo mientras lo memorizamos.
Cuando intentamos memorizar las Escrituras con meditación, no sólo estamos almacenando para producir una transformación más adelante, sino que estamos disfrutando del alimento para el alma y experimentando la transformación hoy. Y cuando el enfoque es más en alimentar y moldear, la revisión constante es menos importante. Textos una vez memorizados y ahora olvidados no son una tragedia, sino una oportunidad para meditar y amoldar la mente aún más.
Reiniciemos la mente en las cosas del Espíritu
Otro beneficio importante de hoy, no del futuro, es la forma en la cual la memorización de la Biblia con meditación enfoca nuevamente nuestras almas para los asuntos del día. Es una manera de reiniciar nuestra mente “en las cosas del Espíritu” y luego vivir “conforme al Espíritu” (Romanos 8:5) lo que significa “vida y paz” (Romanos 8:6).
La relación entre meditación y memorización nos ayuda a obedecer los mandamientos de Colosenses 3:2: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”. Nos prepara para el día “combinando pensamientos espirituales con palabras espirituales” en vez de caminar como el “hombre natural” quien “no acepta las cosas del Espíritu de Dios” (1 Corintios 2:13-14). Cuando nos reiniciamos en las cosas del espíritu amoldando nuestra mente con las palabras de Dios, el resultado es simplemente extraordinario. Pablo pregunta con Isaías, “¿Quién ha conocido la mente del Señor para que le instruya?” y responde con esta increíble revelación: “nosotros tenemos la mente de Cristo”. (1 Corintios 2:16; Isaías 40:13).
La mente de Cristo es nuestra
En otras palabras, el apóstol tiene dos respuestas a la pregunta, ¿Quién ha conocido la mente del Señor? La primera está implícita en la pregunta retórica de Romanos 11:34: “¿Quién ha conocido la mente del Señor? ¿O quién llegó a ser su consejero?” La respuesta es: Nadie. Su mente está infinitamente más allá de la nuestra. “¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!” (Romanos 11:33). Ningún ser humano puede conocer completamente la mente de Dios.
Aun así Pablo responde a la segunda pregunta en 1 Corintios 2:16: “nosotros tenemos la mente de Cristo”. Ya que nosotros no sólo leemos y estudiamos las Escrituras, sino que las entendemos, y luego las meditamos y las memorizamos, cada vez más “tenemos la mente de Cristo” pues somos conformados a su imagen. No podemos conocer la mente de Dios exhaustivamente, pero podemos progresar realmente en ciertos grados. Pocas cosas, si es que existen algunas, marcan la mente de Dios en las nuestras como la memorización, con meditación, de lo que Él ha dicho tan claramente en las Escrituras.
Dos efectos importantes
Otro texto menciona “la mente de Cristo” y señala dos efectos importantes de memorizar la mente de Dios.
Filipenses 2:5, como introducción al famoso “himno a Cristo” de Filipenses 2:6-11, dice, “Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús”. ¿Qué significa eso? Dos elementos muy claros en el contexto inmediato son la unidad (Filipenses 1:27-2:22) y la humildad (Filipenses 2:3-4).
No existe mejor diapasón para la armonía del cuerpo de Cristo que la unión de un grupo esforzándose para amoldar sus mentes a la mente de Cristo, no sólo con conceptos cristianos, sino con las propias palabras de Dios. Tener la mente de Cristo nos hará catalizadores de una comunidad “firmes en un mismo espíritu, luchando unánimes por la fe del evangelio”. (Filipenses 1:27) y “siendo del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito” (Filipenses 2:2).
Esa “unidad de espíritu” va de la mano con el “espíritu humilde” en 1 Pedro 3:8. Pocas cosas cultivan la humildad del espíritu como entregar nuestra mente a las palabras de Dios a través de la memorización. Así nos convertimos en personas listas para
Nada hacer por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de nosotros considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás (Filipenses 2:3-4)
Guardemos sus palabras en el corazón; construyamos un arsenal para luchar contra la tentación, pero no perdamos hoy el poder transformador de vidas de memorizar la mente de Dios.
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