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English: Our Children for Our Joy

© Desiring God

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Por Trillia Newbell sobre Crianza de los Hijos

Traducción por Mariana Ramirez

Dejé a mi hijo en la escuela y como de costumbre le grité a través de la ventana, “Te amo. Toma buenas decisiones. Obedece a tu maestra”. Mientras subía la ventana del carro y me alejaba, mi pequeño niño de primer año tomó su manita, la puso sobre su boca y me mandó un beso.

Fue como si por un momento todo se detuviera.

Me di cuenta de lo poco duraría esta temporada. ¿Me mandará un beso cuando tenga 16 años? No lo sé. Le mandé un beso de regreso y él me saludó con la mano, pronunciando las palabras “Adiós mamá”. Estaba abrumada. Desee poder congelar ese momento.

Dulces Ragamuffins

Me gusta llamar a mis hijos mis dulces ragamuffins. La maternidad es un desafío. Mis hijos no me obedecen todas las veces que les pido que hagan algo. Son bulliciosos, ruidosos y desordenados. También son dulces. Son regalos. Como muchas madres, no los cambiaría por nada. Siento que a veces olvidamos que la maternidad no es solo una tarea que tachamos de una lista, como las tareas del hogar. Es un llamado.

Tal vez la palabra “llamado” hace que quieras correr y esconderte. Para muchos, un “llamado” puede sonar como si la maternidad fuera toda tu identidad, que lo abarca todo y nunca tienes un descanso de las responsabilidades sin fin. Esto no es cierto. Es posible que seas llamada a ser esposa, miembro de la iglesia y también amiga (y la lista podría seguir). Entonces, la maternidad no es tu única identidad; es parte de tu identidad. Esto tiene un peso. Las mamás son más que madres, pero nunca menos. La palabra de Dios dice enseñemos a los niños en el camino que deben andar (Proverbios 22:6 LBLA). No puedo pensar en un desafío más grande que este para nosotros como padres. Como alguien en la agonía de criar y enseñar a niños pequeños, estoy desesperada por Jesús.

Regalos para disfrutar

No creo que recordar la responsabilidad de enseñar a nuestros niños sea la mejor manera de abrazar y saborear los días tan cortos que tenemos con ellos. Recuerda que “Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces…” (Santiago 1:17). Nuestros hijos no son tareas por completar, sino que son regalos para disfrutar. Hacemos esto recordando que son verdaderos regalos de Dios. Si, incluso cuando se paran en el pasillo rehusándose a guardar los calcetines, cuando tiran el cereal en el piso, o cuando hacen casi imposible el viaje al supermercado. Esas son las pruebas a las que una madre se tiene que enfrentar cada semana, y si, también son regalos.

Pablo, instruyendo a Timoteo en desafiar a los ricos a que pongan su esperanza en Dios y no en sus riquezas, nos recuerda de que es Dios quien provee todas las cosas para que las disfrutemos (1 Timoteo 6:17). Nuestros hijos no están destinados a ser tachados de una lista. Son para disfrutarlos. Como con todo regalo que recibimos , debemos tener cuidado de convertir a nuestros hijos en ídolos. Solo Dios debe ser adorado. Pero qué tal si comenzamos a pensar en nuestros hijos como verdaderos regalos de Dios destinados a nuestro disfrute, tanto en nuestros hijos como en Dios a través de ellos.

Un llamado a atesorar

Pienso en lo mucho que disfruto ver pájaros coloridos en el zoológico. Son criaturas exóticas, cada una con sus picos únicos y un hermoso mosaico de plumas. Son una maravilla de la creación de Dios, y él se preocupa por ellas. Pero no más de lo que se preocupa por nosotros: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas? (Mateo 6:26).

De manera similar, puedo pensar en muchas cosas que disfruto, pero valoro a mis hijos mucho más. Amo ver a mis hijos a los ojos. Quiero entrar al mundo de las personalidades que Dios les dio, apreciar sus risas y responder sus preguntas. Quiero disfrutarlos.

Tal vez de eso se trata precisamente lo principal de este llamado de ser mamá. Tal vez nos es tanto un llamado para enseñar a tus hijos como un llamado para atesorarlos.

Nuestros hijos no serán nuestros niños pequeños por siempre. Disfrutemos estos días que Dios nos ha dado. Son sus regalos, destellos de su bondad, que nos llevan a decir con C.S. Lewis, “¡Cúal debe ser la cualidad de ese Ser cuyos destellos lejanos y momentáneos son así!”.


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