Por el amor de Dios, volumen 1/9 de octubre

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Sobre esta Traducción
English: For the Love of God, Volume 1/October 9

© The Gospel Coalition

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Por D.A. Carson sobre Vida Devocional
Capítulo 284 del Libro Por el amor de Dios, volumen 1

Traducción por Arturo Valbuena M.


9 DE OCTUBRE

1Reyes 1, Filipenses 3, Ezequiel 42, Salmo 94

LA DIVISIÓN DEL reino unificado en dos partes desiguales, el reino de Israel, con sus diez tribus al norte y el reino de Judá con dos tribus al sur (1 Reyes 12), una vez más nos presenta una dinámica notable entre la soberanía de Dios y la responsabilidad humana.

Dios había predicho ya, por medio de Ahías el profeta, que Jeroboam les quitaría las diez tribus del norte al sucesor de Salomón (11:26-40). Jeroboam le explícitamente dicho que si él entonces se mantenía fiel al Señor, que el Señor establecería una dinastía para él. Sin embargo, lo primero que Jeroboam hace, una vez que asegura las tribus del norte, es erigir becerros de oro en Betel y Dan, y consagra sacerdotes no levitas, porque él no quiere que su pueblo haga el viaje hacia el templo en Jerusalén (12:25 -33). ¿No se da cuenta de que si Dios tiene el poder para darle las diez tribus, y el deseo de advertirle acerca de la deslealtad, ciertamente tiene el poder de preservar la integridad del reino del norte, aunque la gente suba a Jerusalén para los festivales sagrados? Pero Jeroboam hace sus juicios políticos, se niega a obedecer a Dios, y muestra la ingratitud de lo que ha salido al paso. Su único legado es que en todo el resto del Antiguo Testamento se le designa como “Jeroboam, hijo de Nabat, el que hizo pecar a Israel”, por ejemplo 2 Reyes 14:24.

Más inexplicable aún es Roboam, hijo de Salomón. Salomón pudo haber sido un administrador experto en la justicia, pero al final de su vida sus proyectos enormemente costosos fueron desgastando su pueblo. Sus representantes aseguran Roboam que sean leales a él, si sólo les aligere su carga un poco. Los líderes aseguran Roboam que su petición es razonable, que debería adoptar la posición de ser “siervo de este pueblo y servirles”, porque entonces él descubrirá que “siempre van a ser sus siervos” (12:7). Con enorme insensibilidad e hiriente estupidez, Roboam adopta en su lugar el consejo de “jóvenes” desdichados llenos de sí mismos y de sus opiniones, sin ninguna comprensión de las personas en general, y de esta nación en particular (12:8). Entonces Roboam responde con dureza, no sólo rechaza la solicitud de las personas, sino promete más demandas y la brutalidad creciente. Y de pronto la rebelión está en marcha.

Sin embargo, el escritor comenta, “Así que el rey no escuchó al pueblo, porque este cambio de los acontecimientos era del SEÑOR, para que cumplir la palabra que el SEÑOR le había dicho a Jeroboam, hijo de Nabat por medio de Ahías, el silonita” (12:15). La soberanía de Dios, véase por ejemplo la meditación del 3 de junio, no excusa o mitiga la estupidez de Roboam y la rebelión de Jeroboam. Su estupidez y pecado no significa que Dios ha perdido el control. Tales misterios de la providencia hacen difícil el “leer” la historia. Ellos también prueban ser inmensamente reconfortantes y hacen posible que podamos aceptar a Romanos 8:28.


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