Preparándose para el Matrimonio: Ayuda para las Parejas Cristianas/Las Relaciones Sexuales en el Matrimonio

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English: Preparing for Marriage: Help for Christian Couples/Sexual Relations in Marriage

© Desiring God

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Por John Piper sobre Matrimonio
Capítulo 4 del Libro Preparándose para el Matrimonio: Ayuda para las Parejas Cristianas

Traducción por Manuel Bento Falcón


Sea el matrimonio honroso en todos, y el lecho matrimonial sin mancilla, porque a los inmorales y a los adúlteros los juzgará Dios. Sea vuestro carácter sin avaricia, contentos con lo que tenéis, porque El mismo ha dicho: “Nunca te dejaré ni te desampararé” —Hebreos 13:4–5, LBLA

Es interesante que en Hebreos se coloca al dinero y al lecho matrimonial codo con codo. Dudo que sea una coincidencia, ya que la mayoría de los asesores hoy día ponen el dinero y las relaciones sexuales cerca de lo más alto de sus listas de problemas en el matrimonio. El acuerdo en asuntos de dinero y la armonía en el lecho matrimonial no parecen llegar fácilmente. Nuestro enfoque en este capítulo va a ser las relaciones sexuales en el matrimonio, no el dinero.

“Sea el matrimonio honroso en todos, y el lecho matrimonial sin mancilla.” Es decir, que las relaciones sexuales en el matrimonio se mantengan puras, limpias, libres de mancha. Todos estos términos tales como “honroso,” “puro,” “limpio,” “sin mancilla” simplemente son metáforas visuales o tangibles para un requerimiento moral, esto es, no pequen en sus relaciones sexuales dentro del matrimonio. Pero ¿qué es el pecado? El pecado es cualquier acto o actitud que desagrada a Dios. No obstante, encuentro muy útil centrarse en la naturaleza esencial del pecado con relación a la gran fuerza positiva de la vida Cristiana, es decir, la fe. Hebreos 11:6 dice, “‘Sin fe es imposible agradar a Dios.” Esto implica dos cosas:

  1. Como el pecado es cualquier cosa que desagrada a Dios y como sin fe no se puede agradar a Dios, si no tiene fe, todo lo que hace es pecado, ya que todo lo que hace desagrada a Dios.
  2. Esto sugiere de manera muy fuerte que debe existir una conexión cercana, quizás causal, entre la ausencia de fe y el pecado. Y Romanos 14:23 confirma tal conexión. Dice, “ todo lo que no procede de fe, es pecado.” En otras palabras, la naturaleza esencial de esas acciones y actitudes que llamamos pecado es que no son solicitadas o motivadas por un corazón de fe. Lo que hace que una actitud o acto desagrade a Dios es que no crezca de la fe en Dios. El pecado es malo precisamente en su fallo en ser producto de la fe.

Fe, Pecado, y Relaciones Sexuales en el Matrimonio

Necesitamos clarificar como es que nuestras acciones proceden “de la fe” o no. Primero que todo, ¿qué es esta fe que produce actitudes y acciones que no son pecado? Hebreos 11:1 (LBLA) dice, “Fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” En otras palabras, la fe es la confianza que sentimos en las cosas buenas que Dios ha prometido hacer por nosotros mañana y en la eternidad. No podemos verlas, pero la fe tiene la certeza de que las promesas en las que esperamos se harán realidad. Hebreos 11:6, mencionado anteriormente, dice, “Y sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe, y que es remunerador de los que le buscan.”

Dicho de otra forma, la fe que agrada a Dios es ir a Él con la confianza de que, quizás en contra de todas las apariencias, Él nos recompensará con todas las cosas buenas que ha prometido.

Ahora, ¿cómo produce esta fe actitudes y actos que no son pecado? Vuelva conmigo a Hebreos 13:5. “Sea vuestro carácter sin avaricia, contentos con lo que tenéis.” El amor al dinero es un deseo que desagrada a Dios; es pecado. Primera de Timoteo 6:10 dice, “la raíz de todos los males es el amor al dinero.” El antídoto para este amor pecaminoso y todos los males que brotan de él es el contentamiento: “contentos con lo que tenéis.” Pero el autor no nos deja solos para que de alguna forma consigamos el contentamiento, sino que continúa para darnos la base del contentamiento: “porque Dios ha dicho: ‘Nunca te dejaré ni te desampararé.”’ La base para el contentamiento es la promesa de la infalible ayuda y compañía de Dios. La promesa está tomada de Deuteronomio 31:6 (LBLA),“Sed firmes y valientes, no temáis ni os aterroricéis ante ellos, porque el SEÑOR tu Dios es el que va contigo; no te dejará ni te desamparará.”

Así que el escritor a los Hebreos está diciendo: Dios ha dado promesas tan reconfortantes, esperanzadoras y reafirmantes en su Palabra que, si tenemos fe en esas promesas, estaremos contentos. Y el contentamiento es el antídoto al amor al dinero que es la raíz de todo tipo de males.

Ahora podemos ver de manera más clara cómo es que una acción o actitud procede “de la fe” o no. Si no tenemos fe, si no confiamos en la promesa de Dios, “Nunca te dejaré ni te desampararé,” entonces nos sentiremos ansiosos e inseguros, y el engañoso poder del dinero para comprar seguridad y paz será tan atractivo, que comenzará a producir otros males en nosotros. Nos sentiremos inclinados a robar, o a mentir en nuestra declaración de impuestos, o a racionalizar el por qué no debemos dar generosamente a la iglesia, o convenientemente nos olvidaremos de la deuda que tenemos con un amigo, o nos negaremos a gastar dinero para hacer que nuestra casa en alquiler sea mejor para vivir, etc., etc. Los males que vienen del amor al dinero no tienen fin. Y la razón por la que estos males son pecado es porque no vienen de la fe.

Si tenemos fe en la promesa, “Nunca te dejaré ni te desampararé,” seremos libres de la ansiedad e inseguridad que anhela más dinero, y tendremos victoria sobre los pecados que resultaban del amor al dinero. Si estás contento en Cristo, descansando en la promesa de Dios de siempre para ayudarte y permanecer a tu lado, entonces la compulsión a robar y mentir en tu declaración de impuestos, de escatimar en tu ofrenda, de ser negligente con tus deudas, y de oprimir a los pobres arrendatarios se esfumará. En lugar de eso habrá un día honesto de trabajo, una precisión completa en la declaración de impuestos, generosidad hacia la iglesia, fidelidad en el pago de deudas, y hacerles a tus arrendatarios tal y como te gustaría que ellos hicieran contigo. Y todo este nuevo comportamiento no será pecado sino justicia, porque procede de fe en la promesa de Dios que da esperanza.

Bien, sólo por si ha perdido la conexión entre todo esto y las relaciones sexuales en el matrimonio, volvamos a tomar el hilo. Hebreos 13:4 (LBLA) dice, “Sea el matrimonio honroso en todos, y el lecho matrimonial sin mancilla.” Esto significa, “Que el lecho matrimonial no tenga pecado; no pequen en sus relaciones sexuales.” Hemos visto que pecado es cualquier cosa que no viene de la fe. El pecado es lo que siente y piensa y hace cuando no está confiando en la palabra de Dios y descansando en sus promesas. Así que el mandato de Hebreos 13:4 podría ser expresado así: Haced que vuestras relaciones sexuales estén libres de cualquier acto o actitud que no venga de la fe en la palabra de Dios. O, para ponerlo de manera afirmativa: Tengan actitudes y hagan cosas en sus relaciones sexuales maritales que nazcan del contentamiento que produce la confianza en las promesas de Dios.

¿Por Qué Buscar la Gratificación Sexual en el Matrimonio?

Inmediatamente surge un problema. Alguien podría preguntar, “Si estoy contento por fe en las promesas de Dios, ¿por qué debería buscar la gratificación sexual en absoluto?” Es una buena pregunta. Y la primera respuesta es, “Quizás no debería buscar ninguna gratificación sexual; quizás debería mantenerse soltero.” A esto es a lo que Pablo llama en 1 Corintios 7:6-7. Él dice, “En ninguna manera estoy ordenando que todos se casen y gratifiquen los deseos sexuales. Lo que estoy diciendo es que el deseo sexual está bien, y que si alguien tiene un deseo irresistible, el matrimonio es el lugar para satisfacerlo.” Pero (versículo 7), “yo desearía que todos los hombres fueran como yo. No obstante, cada cual ha recibido de Dios su propio don, uno de esta manera y otro de aquélla.” Este versículo realmente destacable. Pablo podía desear que todos fueran solteros como él: Libres de los enredos de la vida familiar y del fuerte deseo de casarse. Pero sabe que no es la voluntad de Dios: “cada cual ha recibido de Dios su propio don.” Dios desea que algunos estén casados y otros sean solteros. Él no dota a todo el mundo como a Pablo; a algunos los dota como a Pedro, que llevaba a su esposa con él en los viajes misioneros (1 Corintios 9:5). Así que la primera respuesta a la pregunta, “Si tengo contentamiento por la fe en las promesas de Dios ¿por qué debería buscar la gratificación sexual?” es, “Quizás no debería. Puede que Dios quiera que sea usted soltero.”  Pero hay una segunda respuesta a esta pregunta, esto es, que el contentamiento que dan las promesas de Dios no significa el fin de todos los deseos, especialmente de los deseos corporales. Incluso Jesús, cuya fe era perfecta, tuvo hambre y deseo comida y se cansó y deseo el descanso. El apetito sexual está en esta misma categoría. El contentamiento de la fe no lo elimina más allá de lo que elimina el hambre y el cansancio. ¿Qué significa pues el contentamiento en lo que respecta al deseo sexual continuado? Creo que significa dos cosas.

  1. Si la gratificación de ese deseo se niega a través de la soltería, esa negación será compensada con una abundante porción de ayuda y compañía por parte Dios a través de la fe. En Filipenses 4:11-13 Pablo dijo, “No que hable porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación. ... he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Si Pablo pudo aprender a estar contento en medio del hambre, nosotros podemos aprender a contentarnos si Dios elige no darnos gratificación sexual.
  2. La otra cosa que el contentamiento significa en relación con el deseo sexual que continúa es esta: si la gratificación no nos es negada sino que se nos ofrece en el matrimonio, la buscaremos y disfrutaremos solamente en formas que reflejen nuestra fe. Expresándolo de otro modo, aunque el contentamiento de la fe no elimina nuestra hambre, cansancio o apetito sexual, si que transforma la forma en que satisfacemos esos deseos. La fe no nos impide comer, pero impide la glotonería; no impide el sueño, pero nos guarda de ser unos perezosos. No detiene el apetito sexual pero ... ¿qué? En eso es en lo que pasaremos el resto de este capítulo tratando de contestar, aunque el espacio sólo nos permite una respuesta muy parcial.

La Fe Cree Que el Sexo Es un Regalo Bueno de Dios

Primeramente, cuando el oído de la fe escucha la palabra de 1 Timoteo 4:4 que dice (LBLA) “Porque todo lo creado por Dios es bueno y nada se debe rechazar si se recibe con acción de gracias; porque es santificado mediante la palabra de Dios y la oración.”-cuando el oído de la fe escucha eso, lo cree. Por tanto la fe honra al cuerpo y sus apetitos como regalos de Dios. La fe no permite a una pareja de casados estar tumbados en la cama y decir, “Lo que estamos haciendo es sucio; esto es lo que se hace en las películas pornográficas.” En vez de eso, la fe dice, “Dios creo este acto, y es bueno, y es ‘para aquellos que creen y han conocido la verdad’ (1 Timoteo 4:3).” Es el mundo el que ha saqueado los dones de Dios y los ha corrompido usándolos mal. Pero pertenecen de pleno derecho a los hijos de Dios, y la fe no nos permite verlos como mundanos o sucios. “Sea el matrimonio honroso en todos, y el lecho matrimonial sin mancilla.”

La Fe Libera de la Culpa del Pasado

En segundo lugar, la fe aumenta el gozo de las relaciones sexuales en el matrimonio porque libera de la culpa del pasado. Tengo en mente, principalmente, a aquellos de nosotros que están casados pero tienen que mirar atrás a algún acto de fornicación, adulterio, incesto, aventura homosexual, años de masturbación, preocupación con la pornografía, tocamientos promiscuos o divorcio. Y lo que tengo que decir es esto: Si genuinamente está en ustedes, por la gracia de Dios, el lanzarse a la misericordia de Dios para recibir perdón, entonces serán libres de toda la culpa del pasado.

“no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1,LBLA).

“mas al que no trabaja, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justicia” (Romanos 4:5,LBLA).

“¡Cuán bienaventurado es aquel cuya trasgresión es perdonada, cuyo pecado es cubierto! ¡Cuán bienaventurado es el hombre a quien el SEÑOR no culpa de iniquidad!” (Salmos 32:1–2,LBLA).

“No nos ha tratado según nuestros pecados, ni nos ha pagado conforme a nuestras iniquidades. Porque como están de altos los cielos sobre la tierra, así es de grande su misericordia para los que le temen; Como está de lejos el oriente del occidente, así alejó de nosotros nuestras transgresiones” (Salmos 103:10–12).

“Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

No hay necesidad de llevar ninguna culpa al lecho matrimonial para un hijo de Dios. Sin embargo se necesita una fe sólida porque a Satanás le encanta hacernos sentir no perdonados por la podredumbre de nuestra vida pasada. “Resistidle firmes en la fe” (1 Pedro 5:9). “Apagar todos sus dardos encendidos con el escudo de la fe” (Efesios 6:16)-la fe en el Hijo de Dios que les amó y entregó su vida por ustedes (Gálatas 2:20), Al que por nosotros fue hecho pecado, para que fuéramos hechos justicia de Dios (2 Corintios 5:21), quien llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz (1 Pedro 2:24). Eche mano de su perdón, y llévelo al lecho matrimonial.

Cristo murió por su pecado para que en Él pudiese tener relaciones sexuales en el matrimonio libres de culpa. Déjeme clarificar algo que he dicho antes, esto es, que aunque la culpa de nuestro pecado puede ser limpiada, algunas cicatrices permanecen, puedo imaginar a una pareja justo antes de su compromiso sentados en el parque. Él se gira hacia ella y le dice, “Hay algo que tengo que contarte. Hace dos años tuve relaciones sexuales con otra chica. Estaba apartado del Señor, y sólo fue una noche. He llorado por aquella noche muchas veces. Creo que Dios me ha perdonado y espero que tú puedas hacerlo también.” En las semanas siguientes, no sin lágrimas, ella le perdona, y se casan. En su primera luna de miel están acostados juntos, y cuando él la mira, las lágrimas inundan el rostro de ella y él dice, “¿Qué sucede?” y ella dice, “No puedo evitar pensar en aquella otra chica, que estuvo tumbada justo donde yo estoy ahora.” Y años después, cuando la novedad del cuerpo de su esposa ha pasado, él se encuentra a sí mismo volviendo con la imaginación, sin darse cuenta, a la emoción de aquella aventura de una noche. Eso es lo que quiero decir con cicatrices. Todos nosotros tenemos esas cicatrices. Todos nosotros hemos cometido pecados que, aún siendo perdonados, hacen que nuestra vida actual sea más problemática que si no los hubiésemos cometido.

Pero no quiero dar la impresión de que Cristo no tiene poder contra las cicatrices. Puede que él no quite todos los problemas que esas cicatrices causan, pero nos ha prometido obrar incluso en todos esos problemas para nuestro bien si le amamos y somos llamados de acuerdo a su propósito.

Pensemos en la pareja imaginaria a la que acabo de referirme. Prefiero pensar que hubo un final feliz. Eventualmente llegaron a una relación sexual satisfactoria porque lo trabajaron abiertamente en oración constante y confianza en la gracia de Dios. Hablaron acerca de todos sus sentimientos. No escondieron nada. Confiaron el uno en el otro y se ayudaron el uno al otro, y encontraron su camino hacia la paz y la armonía sexual y, sobre todo, hacia nuevas dimensiones de la gracia de Dios.

Cristo no sólo murió para que tuviésemos en Él relaciones sexuales libres de culpa en el matrimonio, sino para que Él pudiese transmitirnos algún don espiritual incluso a través de las cicatrices.

La Fe Usa el Sexo como Arma contra Satanás

La tercera cosa que podemos decir acerca de la fe en las relaciones sexuales matrimoniales es que la fe utiliza el sexo contra Satanás. Véalo en 1 Corintios 7:3-5 (LBLA).

Que el marido cumpla su deber para con su mujer, e igualmente la mujer lo cumpla con el marido. La mujer no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino el marido. Y asimismo el marido no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os privéis el uno del otro, excepto de común acuerdo y por cierto tiempo, para dedicaros a la oración; volved después a juntaros a fin de que Satanás no os tiente por causa de vuestra falta de dominio propio.

En Efesios 6:16, Pablo dice que debemos mantener lejos a Satanás con el escudo de la fe. Aquí dice a la gente casada, “Mantengan alejado a Satanás con suficientes relaciones sexuales. No se abstengan demasiado tiempo, sino únanse pronto, para que Satanás no gane apoyo.” Bien, ¿Cuál entonces? ¿Nos guardamos de Satanás con el escudo de la fe o el escudo del sexo?

La respuesta para los casados es que la fe usa las relaciones sexuales como un medio de gracia. Para la gente que Dios lleva al matrimonio, las relaciones sexuales son un medio ordenado por Dios para vencer la tentación a pecar (el pecado de adulterio, el pecado de las fantasías sexuales, el pecado de las lecturas pornográficas, etc.). La fe acepta tales regalos humildemente y los agradece.

Ahora notemos algo más en 1 Corintios 7:3-5. Es muy importante. En el versículo 4 Pablo dice que el hombre y la mujer tienen derechos sobre el cuerpo del otro. Cuando los dos se convierten en una sola carne, sus cuerpos están a disposición el uno del otro. Cada uno tiene derecho a pedir el cuerpo del otro para la gratificación sexual. Pero lo que en realidad necesitamos ver es lo que Pablo ordena en los versículos 3 y 5 en vista a estos derechos mutuos. No dice “Por tanto ¡reclame! ¡Tomen sus derechos!” Él dice, “Esposo, ¡dale sus derechos! Esposa, ¡dale sus derechos!” (V. 3). Y en el versículo 5,“No os privéis el uno del otro.” En otras palabras, no motiva a que el esposo o la esposa que quiera gratificación sexual la tome sin importar las necesidades de la otra persona. En lugar de eso apremia a ambos esposo y esposa a siempre estar preparados para dar su cuerpo cuando el otro lo quiera.

De esto y de la enseñanza de Jesús en general infiero que las relaciones sexuales matrimoniales felices y plenas dependen de que cada compañero tenga como objetivo dar satisfacción al otro. Si es la alegría de cada uno el hacer feliz al otro, cientos de problemas quedarán resueltos.

Maridos, si es vuestra alegría darle a ella satisfacción, serán sensibles a lo que ella quiere y necesita. Aprenderán que la preparación para un encuentro sexual satisfactorio a las 10 p.m. comienza con palabras tiernas a las 7 a.m. y continúa a lo largo del día en la forma de amabilidad y respeto. Y cuando llega la hora, no se vendrá como si fuese un tanque Sherman, sino que conocerá el ritmo de ella y la llevará con habilidad. A menos que ella le dé una señal, dirá, “Su clímax, y no el mío, es el objetivo.” Y encontrará que a la larga es más bendecido el dar que el recibir.

Esposas, no se da el caso siempre, pero con frecuencia, el esposo querrá más relaciones sexuales que ustedes. Martín Lutero dijo que había visto que dos veces a la semana daban amplia protección contra el tentador. No sé si Katie estaba dispuesta todas las veces o no. Pero si no lo estás, dalo de todas formas. No estoy diciendo a los esposos, “Tomadlo de todas formas.” De hecho, puedes pasar sin ello por ella. El objetivo es sobrepasarse el uno al otro en dar lo que el otro quiere. Ambos, conviertan en su objetivo el satisfacer al otro tan plenamente como sea posible.

“Sea el matrimonio honroso en todos, y el lecho matrimonial sin mancilla.” Es decir, no pequen en sus relaciones sexuales. Y eso significa, tengan solamente esas actitudes y hagan solamente esas cosas que procedan de la fe en las promesas de Dios, que dan esperanza. Todos debemos preguntarnos regularmente: “¿Lo que estoy sintiendo o haciendo tiene su raíz en el contentamiento de la fe o en la ansiosa inseguridad de la incredulidad?” Eso nos proporcionará ayuda en cientos de decisiones éticas, pequeñas y grandes.

He tratado simplemente de mostrar el impacto de la fe en tres aspectos de las relaciones sexuales en el matrimonio. Primero, la fe cree en Dios cuando él dice que las relaciones sexuales en el matrimonio son buenas y limpias y deben ser recibidas con acción de gracias por aquellos que creen y conocen la verdad. Segundo, la fe aumenta el gozo de las relaciones sexuales en el matrimonio porque libera de la culpa del pasado. La fe cree en la promesa de que Cristo murió por todos nuestros pecados, que en él podemos tener relaciones sexuales matrimoniales libres de culpa. Y finalmente, la fe empuña el arma de las relaciones sexuales contra Satanás. Cuando una pareja casada pone como objetivo dar el uno al otro tanta satisfacción sexual como sea posible dan un golpe fuerte a la cabeza de esa serpiente antigua. Me hace querer alabar al Señor cuando pienso que además de todo el gozo que la parte sexual del matrimonio trae, también prueba ser un arma temible contra nuestro antiguo enemigo.


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