Qué Hacer Cuando el Pecado Comienza a Levantarse

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English: What to Do When Sin Starts Rising

© Desiring God

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Por John Piper sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Message Excerpt

Traducción por Javier Matus


Transcripción de audio

Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por Su buena voluntad (Filipenses 2:12-13).

¿Por qué temor y temblor? ¿Por qué debo atacar el egoísmo y atacar la ira y atacar la culpa y el mal humor y la autolástima con temor y temblor? Y si solo dejas que tu mente se desvíe sin ningún contexto, dirías: “Porque tu vida está en juego. Podrías ir al infierno si no lo haces”.

Eso es cierto, pero no es lo que dice Pablo. El motivo de mi temblor aquí no es la amenaza, sino el regalo. Tiembla porque Dios Todopoderoso, el Creador del universo, tu Padre, tu Redentor, tu Sustentador, está en ti, dispuesto y obrando. Tiembla, porque tu actuar es Su actuar.

Eso es lo que quiero decir con “no espero un milagro; yo actúo el milagro”. Mi ataque a mi pecado, confiando en el Espíritu Santo, enraizado en el evangelio, es un acto de Dios, no mío. “He trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Corintios 15:10). Cuando eso te toca —si pudieras sentirlo— temblarías. Mi voluntad es la voluntad del Dios omnipotente. Mi actuar, mi oposición, es el actuar y la oposición del Creador infinito, omnipotente y soberano del universo. Él está así de cerca de mí. Él está así de involucrado conmigo. Él está tanto así de mi lado. Él está tanto así morando y moldeando y formando todo mi ataque.

Déjame darte un ejemplo personal: la noche del domingo pasado estaba nevando. Me encanta encerrarme. No puedes ir a ningún lado, así que te sientes bien. La familia estaba en casa y yo estaba sentado en el sofá. La cena había terminado. Noël [su esposa] estaba trabajando en su estudio y Talitha, mi hija, estaba limpiando un poco en la cocina. Esperaba con ansias hacer algo con Noël y Talitha —ver algo, hacer algo o lo que fuera.

Y Talitha entra y dice: “Mamá y yo vamos a ver a Super Nanny en la computadora”. Y de repente estoy en guerra. Este no es el plan. Ella entra, se van y ponen la computadora en el taburete. Están en el canapé, yo estoy en el sofá, la encienden y comienzan a ver.

Ahora, alabado sea Dios que algunos de ustedes no tendrían ningún problema con eso en absoluto. Todo dentro de mí decía: “Esto está muy mal. Yo soy el papá aquí. Por lo menos debería ser consultado. Quiero decir, también quiero ver algo —pero eso no”.

En el pasado, antes de tomar esto en serio, creo que simplemente me habría hundido. Me habría enfadado. Habría sentido lástima por mí mismo y habría dicho: “Me dejaron fuera”. Habría culpado y habría subido las escaleras enfadado, pensando en algo para decir que las lastimaría y les haría sentir pena por mí. Pero no hice eso. Lo vi surgir. Lo odiaba. Dije: “Voy a matar esto”.

Así que, sin ningún tipo de rechazo, dije algo simple y no ofensivo, fui a mi estudio e hice la guerra durante aproximadamente media hora. Trabajé para matarlo. Estaba recordando cada tipo de promesa, cada tipo de herencia preciosa comprada con la sangre, y cada cosa buena en mi vida.

“Poned la mira en las cosas de arriba” (Colosenses 3:2), y se me recordó que pensara en las cosas que son puras, y santas, y justas, y encomiables y buenas (Filipenses 4:8). Hice la guerra durante treinta minutos hasta que lo maté. Y aquí está la prueba de si podía matarlo. Puede que no sea la forma en la que tú lo compruebes, sino que la prueba de si podía matarlo no es si podría olvidarlo en ese momento, sino precisamente mencionarle algo a Noël de una manera totalmente no condenatoria. Ese era el gran desafío para mí. ¿Podría lidiar con ese momento de una manera que no culpara ni condene indirecta ni sutilmente?

Creo que ella sintió la libertad, no la culpa. Le dije: “Sabes, me sorprendió un poco que eso sucediera”. Y ella mencionó lo que le había dicho a Talitha y solo había sido una falla en la comunicación. Y se acabó. Y en el pasado, no habría acabado por una o dos semanas.

Sí, hermanos y hermanas, hubiera sido mil veces mejor si, en ese sofá, ese pecado nunca surgiera en mi corazón. Sería mil veces mejor si este predicador de 65 años nunca hubiera tenido esos sentimientos. Así es la manera que será en el cielo. Yo quiero eso. Me gustaría eso.

Ese día llegará. Puede venir en esta vida, pero puede que no. Y mi punto aquí es: hasta que llegue ese día, parte de la voluntad de Dios para tu y mi estrategia de santificación es un querer fortalecido y formado por el Espíritu Santo, comprado con sangre, contra un pecado particular hasta que lo matemos en ese momento. Mañana puede regresar de nuevo, pero en ese momento lo vamos a matar. Y nos mantendremos sobre él hasta que esté muerto. Pondremos nuestro pie en su cuello y le diremos: “No te vas a levantar. Estás muerto. No te voy a dejar ir”.

Eso ha sido nuevo para mí. Así que ora por mí, y yo oraré por ti. Actuamos un milagro. Es el querer de Dios en tu querer mata-pecado.


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