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¡Oh, qué experiencia refrescante, liberadora y vigorizante al vivir por varios días con los santos de otro siglo! Al preparar la Conferencia de Pastores me sumergí de lleno en los diarios y crónicas de David Brainerd. El fue un misionero de los Indios Americanos en Nueva York, Pennsylvania y Nueva Jersey. Por varios días viví la mayor parte de mi vida en los años 1718 a 1747 - los años en los cuales este hombre joven vivió. Fue una corta vida. ¡Pero oh qué vida! Qué agonizante, problemática y dolorosa vida. Pero con un testimonio de largo sufrimiento, intensa misericordia de Dios.

Su padre murió cuando tenía 9 años. El tenía 14 años cuando su madre falleció. El murió a los 29 años con tuberculosis. Prácticamente toda su vida misionera padeció de tos sangrante con dolorosos espasmos. No había cura. Y Dios no lo sanó. Sufrió incesantes ataques de depresión, que en aquellos días lo llamaban “melancolía”. Era como un muerto, y cuando descansó en paz, fue glorioso: martes, 6 de mayo de 1746, “Disfruta del espíritu y valor en mi trabajo; que en gran medida está libre de melancolía: Bendito sea Dios por la liberación de esta muerte”.

El fue expulsado de Yale un año antes de la graduación y nunca más le fue permitido obtener su título. Se expresó de uno de sus profesores como que él “no tenía más gracia que una silla”. Esa era razón para expulsión en esos días. Por ello fue desviado del camino normal del ministerio, se convirtió en misionero y cambió la faz de la historia.

Nunca se casó. No era fácil. Y sintió intensamente la soledad de la tierra virgen. Miércoles, 18 de mayo de 1743, “No tengo compañero Cristiano con quien pueda desahogarme y contarle mis penas espirituales, y quien pueda darme dulce consejo en conversaciones sobre asuntos celestiales y se una en oración social”. Martes, 8 de mayo de 1744, “Mi corazón algunas veces estuvo listo para hundirse en el pensamiento de mi trabajo e ir solo en el monte que no conocía”.

La vida en la tierra virgen era difícil. “La mayor parte de mi alimentación consiste en maíz cocido, budín, etc. Duermo en un fardo de paja, y mi trabajo es extremadamente duro; tengo poca satisfacción que me conforte… He realizado muchos viajes… y aunque Dios no ha permitido que me rompa mis huesos… he sufrido frecuentemente de frío y hambre en el monte…; me he perdido frecuentemente en el bosque … Bendito sea Dios que me ha cuidado”.

Pero sobre todo estaba la incesante búsqueda de Dios y de la santidad. “Cuando realmente disfruto de Dios, siento un insaciable deseo y por la santidad una sed inextinguible;… ¡Oh, la santidad! ¡Oh más de Dios en mi alma! ¡Oh, este agradable dolor! Hace que mi espíritu busque a Dios… ¡Oh, no debo perder el tiempo en mi viaje al cielo!

¿Por qué es David Brainers tan inspirador para mí? Porque Dios tomó a este adolorido, temperamental, solitario, compulsivo y luchador joven amante de Dios y lo utilizó para guiar a varios cientos de indígenas a la gloria eterna, para iniciar la fundación de las Universidades de Princeton y Dartmouth y avivar doscientos años de misiones con sus cuatro años de dedicada vida misionera. En la India Carey tuvo con él la Vida de Brainerd ; Martyn en Persia; McCheyne en Escocia; Livingston en África; y Jim Elliot en Ecuador.

Y me aventuro a decir que nada de esto hubiera sucedido sin la expulsión de la Universidad. Oh cantemos, hermanos y hermanas: “No juzguemos al Señor con poco sentido / Pero confía en él o en su gracia / Tras una severa providencia / él esconde en un rostro sonriente”.

Apreciando las misericordias severas,

Pastor John


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