¿Cómo Puedo Cambiar?/Vivir Para Ese Día Final
De Libros y Sermones BÃblicos
Por C.J. Mahaney
sobre Santificación y Crecimiento
Capítulo 9 del Libro ¿Cómo Puedo Cambiar?
Traducción por Covenant Life Church
¿Cuándo fue la última vez que oíste un sermón sobre el infierno? El cielo es un tema mucho más popular, pero aún eso se ignora en estos días. La tendencia en la predicación contemporánea es enfocarse no en nuestro eterno futuro, sino en nuestras presentes “necesidades percibidas”. Y aunque pueda que esos mensajes atraigan a las multitudes, no logran desarrollar madurez ni dar formación a la Iglesia. Escucha esta excelente observación por Darius Salter de su libro What Really Matters in Ministry:
— Randy Alcorn
La falta de raíces en lo eterno puede ser el mayor defecto de la predicación evangélica que atrae a grandes números de personas...El principal propósito de predicar no debe ser acumular beneficios en esta vida para los feligreses sino preparar a los individuos para que comparezcan ante la presencia de Cristo. No hay propósito ni motivación más grande que saber que todos nosotros nos dirigimos a la eternidad, y muy en breve.[2]
Si alguien fue enraizado y motivado por lo eterno, éste fue Pablo. Sin descuidar las necesidades prácticas de aquellos a quienes servía, él constantemente llamaba la atención de ellos a la vida que estaba por venir. Y nos dice por qué en su segunda Epístola a los Corintios: “Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo” (2Co 5:10).
Este versículo revela uno de los incentivos más apremiantes de la Escritura - y el que se pasa por alto con más frecuencia - para la santificación. Habla de un día cuando seremos juzgados por la manera en que hemos vivido como respuesta a la gracia de Dios. A base de esa evaluación, Cristo dará a cada creyente “lo que se merece”. Uno no necesita meditar mucho tiempo sobre las implicaciones de ese versículo para desarrollar un apetito para llevar una vida santa. Tenemos una vida corta en la que podemos determinar nuestras recompensas eternas...o nuestra pérdida eterna. Es esta urgencia que Pablo buscaba impartir a las iglesias a las que servía.
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Vivir Según un Calendario de Dos Días
De modo que, como prisionero para el Señor, te recomiendo encarecidamente que lleves una vida digna del llamado que has recibido. (Ef 4:1)
Todo cristiano genuino ha recibido un llamado de Dios. Este llamado fue concebido en la eternidad pasada. Antes de crear el mundo, Dios ya nos había escogido para ser suyos (Ef 1:4). En el momento de nuestra regeneración experimentamos el efecto de esa decisión. Esto no es un resultado del esfuerzo humano, ni tampoco es una recompensa por las buenas obras - es totalmente una obra de gracia. Sin embargo, en respuesta al llamado de Dios tenemos la responsabilidad de vivir de cierto modo.
Este es un asunto que con frecuencia se entiende mal, así que por favor síguelo con cuidado: Nunca fuimos ni nunca seremos dignos de su llamado. Pablo no nos está exhortando a que de alguna manera cualifiquemos para nuestro llamado. Eso sería imposible y sería una negación de la gracia. Él lo describe a los efesios como un llamado “que Dios nos dio” - no algo que ellos habían logrado. “Las riquezas de la gracia que Dios nos dio en abundancia” (Ef 1:7-8) incondicional y libremente por medio de la elección, la adopción, la redención, y la regeneración.
Todo cristiano necesita cultivar una confianza de y seguridad en este llamado. No obstante es nuestro privilegio y responsabilidad construir sobre ese fundamento por medio del proceso de santificación. Como Pablo dijo de sí mismo, “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia que él me concedió no fue infructuosa” (1Co 15:10). Habiendo recibido un llamado del que no éramos dignos, ahora somos responsables de vivir como dignos de ese llamado.
Pablo vivía intensamente consciente de que todos nosotros un día apareceríamos ante Cristo para dar cuenta de la manera en que hemos respondido a su llamado. Pero para algunos esto quizás parezca una contradicción. Si Cristo nos ha perdonado y nos acepta, ¿de qué se trata esto de un juicio?
❏Lo hizo sentirse mejor sobre sí mismo
❏Le ayudó a relajarse en vez de sentirse presionado
❏Lo aseguró de la aceptación de Dios
❏Le evitó esforzarse
❏Lo motivó a trabajar duro para el reinoComo cristianos, no seremos juzgados por nuestros pecados en el día del juicio. Jesucristo ya ha sido juzgado en nuestro lugar. Por su expiatorio sacrificio a favor nuestro ya hemos sido salvados de la ira de Dios. “Y ahora que hemos sido justificados por su sangre [de Cristo],¡con cuánta más razón, por medio de él, seremos salvados del castigo de Dios!” (Ro 5:9; ve también Ro 8:1).
Pero ¿seremos juzgados por las obras que hemos hecho - o que hemos dejado sin hacer - desde la conversión? Definitivamente. Todos nosotros daremos cuenta a Dios y nuestra vida será evaluada. Pablo presenta esto en términos muy vívidos:
Si alguien construye sobre este fundamento, ya sea con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y paja, su obra se mostrará tal cual es, pues el día del juicio la dejará al descubierto. El fuego la dará a conocer, y pondrá a prueba la calidad del trabajo de cada uno...pero si su obra es consumida por las llamas, él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego. (1Co 3:12-13,15)
Es crítico que captemos esta distinción. Aunque nuestra reconciliación con Dios ha sido asegurada, nuestras recompensas (o pérdida de las mismas) serán determinadas por el punto hasta el que hemos buscado la santidad en respuesta a su llamado. No es que Dios esté obligado a recompensarnos - esto, también, es un acto de pura gracia, como Jerry Bridges tan bien lo describe:
Esta es una asombrosa historia de la gracia de Dios. Dios nos salva por su gracia y por su gracia nos transforma más y más en la semejanza de su Hijo. En todas nuestras pruebas y aflicciones, Él nos alienta y nos fortalece con su gracia. También nos llama por gracia a desempeñar nuestra propia y única función dentro del Cuerpo de Cristo. Luego, de nuevo por gracia, da a cada uno de nosotros los dones espirituales necesarios para cumplir con su llamado. A medida que lo servimos, Él hace ese servicio aceptable a sí mismo por gracia, y luego nos recompensa cien veces por gracia.[3] Pero yo creo que es seguro decir que la mayoría de los cristianos tiene la actitud que dice que si tan sólo logro pasar por la taquilla ya me las he arreglado para la eternidad. Suponen que todos terminarán en los “asientos generales”. Pero eso simplemente no es bíblico. La Escritura enseña claramente que las recompensas variarán. Pasar por alto esta verdad es descuidar uno de los principales incentivos para la santificación.
J. Rodman William
Martín Lutero dijo que sólo había dos días en su calendario: “hoy” y “aquel Día”.[5] Cada día nos acerca más a ese Día. Será un día de regocijo sin paralelo cuando veamos a nuestro Señor cara a cara. Pero también será un día de intenso escrutinio y examen. Y como explica Randy Alcorn, “Somos nosotros, por virtud de las decisiones que tomamos cada hora y cada día, quienes determinaremos lo que suceda en ese día”.[6]
Dios preguntará: “En vista de lo que has recibido, en vista de la gracia que yo te extendí a pesar de tu falta de mérito, ¿dónde invertiste tu vida? ¿Cuáles fueron tus prioridades y valores? ¿Me serviste o me usaste? ¿Llevaste una vida digna de tu llamado?” De nuevo, nuestras respuestas a esas preguntas no determinarán nuestra reconciliación con Dios, pero tendrán todo que ver con si recibiremos o no las recompensas que Dios con tanta ansiedad desea darnos.
En su excelente libro Money, Possessions and Eternity, Randy Alcorn escribe sobre este tema que tan raramente se considera hoy día. Yo encuentro su perspectiva útil en extremo y muy motivadora:
El cielo será un lugar maravilloso. Pero lo que rara vez consideramos es que en el punto de entrada al cielo la Escritura claramente nos dice que hay un juicio de los creyentes que determinará por toda la eternidad nuestro lugar o estado en el cielo...la Escritura simplemente no enseña lo que la mayoría de nosotros parece dar por sentado-que el cielo nos transformará a todos en seres iguales con posesiones iguales y responsabilidades iguales y capacidades iguales. No dice que nuestra vida anterior carecerá de eterna importancia. Dice exactamente lo opuesto...
Se nos ha dado justa advertencia de que a cada uno de nosotros nos espera, al final del curso, un examen final. Será administrado por el director más justo y más estricto del universo. Cuán en serio tomamos esta clara enseñanza de la Escritura se demuestra con cuán en serio nos estamos preparando para ese día.
Cuando tomamos nuestras clases en la universidad nos preguntamos a nosotros mismos y a otros sobre el profesor: “¿Cómo son sus exámenes? ¿Toma asistencia? ¿Es estricto para calificar? ¿Qué espera en las composiciones?” Si voy a salir bien en la clase, debo saber lo que el instructor espera de mí. Debemos estudiar el programa de clase, la Palabra de Dios, para saber las respuestas a estas preguntas. Y cuando las sabemos, debemos tener cuidado de trazar nuestra vida de acuerdo a ellas - en vista del largo mañana.[7]
❏No se nos calificará en una curva
❏No podremos hacer trampa
❏No podremos apelar la nota
❏No podremos estudiarlo todo a última hora
❏Todo lo anteriorEl regreso de nuestro Señor era un día que Pablo anticipaba añorante. Nosotros deberíamos hacer lo mismo. Seguros en el hecho de que estamos justificados ante Él, debemos dedicarnos a las buenas obras que Él ha preparado de antemano, cumpliendo su eterno propósito en el contexto de la iglesia local. Entonces podremos compartir la confianza de Pablo de que “me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día” (2Ti 4:8). Pero las coronas cuestan mucho. Pablo había vivido digno de su llamado. Ahora veamos a alguien que no lo hizo.
El Tonto Más Sabio
Examinar la vida privada de figuras prominentes puede hacernos reflexionar mucho. Después de estudiar cien de los líderes mejor conocidos de la Escritura, el autor Robert Clinton encontró que menos de 25% de ellos terminó el curso de la vida con su reputación y su liderazgo intactos. Quizás el más trágico de esos fracasos fue Salomón.
Salomón comenzó con tanto potencial y promesa. Pronto después de nacer, el profeta Natán anunció que Dios tenía un nombre específico y especial para él: Jedidías, que quería decir “amado por Dios” (2S 12:25). Cada vez que alguien usaba su apodo especial era un nuevo recordatorio del afecto de Dios. (Nos podemos imaginar que a los hermanos de Salomón a veces se les hacía difícil crecer a su lado.)
— Jonathan Edwards
Como el sucesor de David, Salomón heredó el trono de un próspero reino. Al principio demostró genuina humildad. Una noche después de ofrecer mil holocaustos, Dios se le apareció en un sueño y le dijo, “Pídeme lo que quieras”. Salomón, conciente de sus limitaciones como también de sus responsabilidades, respondió, “No soy más que un muchacho, y apenas sé cómo comportarme...te ruego que le des a tu siervo discernimiento para gobernar a tu pueblo y para distinguir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién podrá gobernar a este gran pueblo tuyo?” (1R 3:7-9). Dios se agradó tanto con la petición que prometió hacer a Salomón el hombre más sabio (aparte de Jesús) de la historia y prosperarlo y honrarlo sobre todos los demás reyes. Con la unción de Dios, Salomón pudo dirigir a Israel hacia una prosperidad sin antecedente ni paralelo.
Pero en el análisis final, Salomón desperdició su llamado. No estamos preparados para la evaluación final que la Escritura hace de su vida:
Entonces el SEÑOR, Dios de Israel, se enojó con Salomón porque su corazón se había apartado de él...el SEÑOR le dijo: Ya que procedes de este modo, y no has cumplido con mi pacto ni con los decretos que te he ordenado, puedes estar seguro de que te quitaré el reino y se lo daré a uno de tus siervos. (1R 11:9,11)
¿Qué sucedió? ¿Cómo podía un hombre con el singular llamado de Salomón acarrearse para sí una disciplina tan fuerte? La Biblia no nos deja especulando: “Sus mujeres le pervirtieron el corazón...y no siempre fue fiel al SEÑOR su Dios como lo había sido su padre David” (1R 11:4). Aunque amado, llamado, y singularmente dotado por Dios, Salomón desarrolló un patrón de desobediencia que lo llevó a su gradual deterioro espiritual. Faltó en obedecer su propio sabio consejo: “Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida” (Pr 4:23).
En la misericordia de Dios, Salomón se arrepintió antes de morir. Pero el perdón de Dios no pudo aliviar la agonía de remordimiento cuando meditaba en lo que su vida pudo y debió haber sido.
Sus reflexiones se encuentran en el libro de Eclesiastés, las dolorosas memorias de un viejo que se dio cuenta que había pasado mucha de su vida en vano. Antes que vivir digno de su llamado, Salomón fue tras toda forma de placer personal (Ec 2:10) y encontró que no ofrecía lo que anunciaba. Hay mucho que podemos aprender de sus palabras finales:
El fin de este asunto es que ya se ha escuchado todo. Teme, pues, a Dios y cumple sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre. Pues Dios juzgará toda obra, buena o mala, aun la realizada en secreto. (Ec 12:13-14)
Mientras Salomón se preparaba para morir, yo creo que estaba dolorosamente conciente de que no oiría las palabras “Hiciste bien” del capítulo 19 de Lucas. Sólo los que han hecho bien las oirán. Pero su vida ha sido preservada como una advertencia para que podamos evitar una experiencia similar. No hay razón para que nosotros terminemos nuestra vida con remordimiento. Al dedicar nuestra vida al proceso de la santificación, podemos probar ser más sabios que Salomón.
Cómo Hacer las Preguntas Correctas
Un día estaremos ante Dios - no en grupo, sino solos. Entonces Él evaluará todo lo que ha sucedido en nuestra vida desde la conversión. La Escritura nos da una imagen de ese momento: “Él sacará a la luz lo que está oculto en la oscuridad y pondrá al descubierto las intenciones de cada corazón. Entonces cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda” (1Co 4:5).
— David Powlison
Dios anhela presentar recompensas eternas a cada uno de nosotros. Para hacer esto posible, Él nos ha llamado y nos ha regenerado, ha preparado buenas obras para que nosotros andemos en ellas, y nos ha puesto en la iglesia local donde podemos aplicar y obedecer la enseñanza bíblica. Sin embargo, debemos estar concientes de que Él es un Dios justo...y que califica objetivamente. Cuando venga ese día, no habrá una segunda oportunidad.
La historia nos habla de un individuo que recibió una segunda oportunidad, más o menos. Randy Alcorn relata la historia:
Alfred Nobel era un químico suizo que hizo su fortuna al inventar la dinamita y otros poderosos explosivos, que fueron comprados por los gobiernos para producir armas. Cuando murió el hermano de Nobel, un periódico accidentalmente imprimió el obituario de Nobel por equivocación. Fue descrito como un hombre que se hizo rico al hacer posible que la gente se matara unos a otros en cantidades sin precedente. Desconcertado por este juicio, Nobel resolvió usar su fortuna para recompensar los logros que beneficiaran a la humanidad, incluso lo que ahora conocemos como el Premio Nobel de la Paz.
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Nobel tuvo una rara oportunidad - ver el juicio de su vida al final, cuando todavía estaba vivo y tenía la oportunidad de cambiar ese juicio.
Pongámonos en el lugar de Nobel. Leamos nuestro propio obituario, no como lo escribirían hombres no informados o con prejuicios, sino como lo escribiría un ángel desde el punto de vista del cielo. Mirémoslo detenidamente. Luego usemos el resto de nuestra vida para editar ese obituario hasta que llegue a ser lo que en realidad queremos que sea.[10]
Editar nuestro obituario comienza con estar dispuestos a hacer ciertas preguntas penetrantes. De hecho, todos los días de nuestra vida deben estar marcados por un escrutiñador juicio bíblico:
“¿Está aumentando mi conocimiento de y pasión por Dios?”
“¿Está aumentando mi conocimiento de y pasión por Dios?”
“¿Pueden los demás confirmar que estoy creciendo en carácter?”
“¿Estoy comprometido con y estoy sirviendo en la iglesia local?”
“¿Esta actividad es digna del llamado que he recibido?”
“¿Qué es lo que estoy haciendo que hace una diferencia eterna?”
Ninguna decisión ni actividad debe estar libre de esta clase de cuestionamiento. “La realidad de nuestro futuro eterno debe dominar y determinar el carácter de nuestra vida presente, hasta nuestras palabras y nuestro comportamiento”, escribe Alcorn.[11] 11 Si Dios va a evaluar todos los aspectos de nuestra vida, así debemos hacerlo nosotros. Esto transformará la manera en que vemos el trabajo, la diversión, la participación en la iglesia, y las relaciones. Y asegurará que mucho menos arda en llamas en aquel día final.
El escritor de Hebreos nos exhorta diciéndonos “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca” (Heb 10:24-25). Confío en que este capítulo te haya permitido ver el Día que inevitablemente se acerca. Y oramos que este libro te haya animado y provocado en el proceso de la santificación.
No es un camino fácil el que has escogido. La santificación será difícil, desafiante, y dolorosa - aunque nada como el dolor de la desaprobación de Dios. Pero cuando venga el Día y oigas a Dios decir, “Hiciste bien”, todo sacrificio palidecerá ante tu eterna recompensa. Comparado con eso, no hay nada más que en realidad sea importante.
Nada.
Discusión en Grupo
- Darius Salter escribe, “El predicador que mejor prepara a sus oyentes para hacer frente a las presiones de la sociedad norteamericana quizás no sea el predicador que mejor prepara a su gente para el cielo”.[13] Divide al grupo en dos partes: los de “mente terrenal” y los de “mente celestial”. Permite que cada grupo piense en tres títulos relevantes para un sermón que refleje su perspectiva, y luego comparen notas.
- ¿Cómo podemos demostrar que somos dignos de su llamado? (Advertencia: Esta es una pregunta engañosa.)
- ¿Debemos temer aparecer ante el Trono del juicio de Cristo?
- Antes de leer este capítulo, ¿creías que en el cielo todos terminaríamos en los “asientos generales”? Explica.
- ¿Cuál es la diferencia entre ir tras las recompensas y tratar de ganarnos la salvación?
- ¿Es algo subespiritual ser motivado por las recompensas?
- ¿Cuáles fueron los puntos salientes de tu obituario? (Página 90)
- ¿Cómo vas a responder a este capítulo?
Lectura Recomendada
Money, Possessions and Eternity by Randy Alcorn (Wheaton, IL: Tyndale House, 1989)
Referencias
- ↑ Randy Alcorn, Money, Possessions and Eternity (Wheaton, IL: Tyndale House, 1989), pp. 138, 139.
- ↑ Darius Salter, What Really Matters in Ministry (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1990), pp. 123, 124.
- ↑ Jerry Bridges, Transforming Grace (Colorado Springs, CO: NavPress,1991), pp. 169-170.
- ↑ J. Rodman Williams, Renewal Theology, Volume 3: The Church, the Kingdom, and Last Things (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1992), p. 457.
- ↑ Randy Alcorn, Money, Possessions and Eternity, p. 151.
- ↑ Idem.
- ↑ Randy Alcorn, Money, Possessions and Eternity, pp. 144, 149, 150-51.
- ↑ Jonathan Edwards—Representative Selections, with Introduction, Bibliography, and Notes, Clarence H. Faust y Thomas H. Johnson, ed. (New York, NY: Hill and Wang, revised edition, 1962), p. 38.
- ↑ David Powlison, “Crucial Issues in Contemporary Biblical Counseling” in Journal of Pastoral Practice, Vol. IX, No. 3, 1988, p. 61.
- ↑ Randy Alcorn, Money, Possessions and Eternity, p. 151.
- ↑ Idem., p. 139.
- ↑ Idem., p. 137.
- ↑ Darius Salter, What Really Matters in Ministry, p. 121.
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