¿De qué Dependen las Respuestas a la Oración? Parte 1

De Libros y Sermones Bíblicos

Saltar anavegación, buscar

Recursos Relacionados
Leer más Por John Piper
Indice de Autores
Leer más sobre Oración
Indice de Temas
Recurso de la Semana
Cada semana enviamos un nuevo recurso bíblico de autores como John Piper, R.C. Sproul, Mark Dever, y Charles Spurgeon. Inscríbete aquí—es gratis. RSS.

Sobre esta Traducción
English: What Do Answers to Prayer Depend On? Part 1

© Desiring God

Compartir esto
Nuestra Misión
Esta traducción ha sido publicada por Traducciones Evangelio, un ministerio que existe en internet para poner a disponibilidad de todas las naciones, sin costo alguno, libros y artículos centrados en el evangelio traducidos a diferentes idiomas.

Lea más (English).
Como Puedes Ayudar
Si tú puedes hablar Inglés bien, puedes ofrecerte de voluntario en traducir

Lea más (English).

Por John Piper sobre Oración

Traducción por Manuel Bento Falcón


Parte 1: Obediencia

La oración no contestada es una experiencia Cristiana universal. Cada uno de nosotros ha pedido a Dios cosas particulares que le han sido denegadas: hemos pedido ayuda para puntuar una B y solamente hemos conseguido una C; hemos pedido por sueño y nos hemos tumbado toda la noche despiertos; hemos pedido que la actitud de ella cambie y se ha mantenido tan agria como siempre; hemos pedido que no sigan con lo del divorcio y lo han hecho de todas formas; hemos pedido que él fuese protegido en Vietnam y fue muerto; hemos pedido que le diesen a ella el trabajo y se lo dieron a otra, hemos pedido que el lugar estuviese lleno y solamente aparecieron unos pocos; hemos pedido que ella sanase pero falleció. La experiencia es tan común que hasta la hemos tejido en nuestros himnos. Uno de los antiguos himnos Suecos dice,

Gracias por las oraciones que has contestado,
¡Gracias por las que has negado!
Gracias por las tormentas por las que he resistido,
¡Gracias por todo lo que suples!

Otro himno familiar dice,

Enséñame a sentir que siempre estás cerca;
Enséñame a soportar las dificultades del alma,
A comprobar la duda que crece, el suspiro rebelde;
Enséñame la paciencia de la oración no contestada.

Es algo agonizante el clamar a Dios por la vida de alguien a quien amas y ver como decae irrevocablemente.

Así que he estado pensando mucho sobre la oración últimamente. Y en este momento tengo un plan de tres semanas. El mensaje de hoy es el primero de dos en los que trataré de dar una respuesta bíblica a la pregunta “¿De qué dependen las respuestas a las oración?” La segunda parte de esta serie llegará el 25 de Enero, si el Señor quiere. Entre estas dos, planeo predicar el próximo Domingo desde 1 Timoteo 2:2 bajo el título, “Orad por los Reyes y Todos aquellos en Posición Elevada.” Ese es el Domingo antes de la inauguración presidencial.

La pregunta que quiero comenzar a contestar hoy es, “¿De qué dependen las respuestas a la oración?” Es una pregunta enorme y tiene que ser dividida en partes. Una parte podría ser, “¿Qué ha hecho Dios para que nuestras oraciones puedan ser contestadas?” otra parte sería “¿Qué debemos hacer nosotros para que nuestras oraciones sean contestadas?” Hoy trataré de contestar la primera parte de la pregunta y comenzaré a contestar la segunda parte. Después el día 25 espero continuar con la segunda. Pero primero, ¿qué ha hecho Dios para que nuestras oraciones puedan ser contestadas?

Contenido

Jesús Murió para que las Oraciones Pudiesen ser Contestadas

Si Jesucristo no hubiese venido al mundo y hubiese muerto por nuestros pecados, entonces la ira de Dios no hubiese sido quitada de nosotros. El poder de Dios estaría dirigido hacia nuestra destrucción. En cambio, como Pablo dice, “Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:8 LBLA). Y al morir por nosotros llevando nuestros pecados en su cuerpo (1 Pedro 2:24), Cristo propició a Dios; esto es, aplacó la ira de Dios; satisfizo las exigencias de la justicia de Dios. El resultado es que para todos aquellos que se sujetan a Cristo la ira de Dios es quitada, y en su lugar hay misericordia. Dios no se opone por más tiempo al pecador que confía en Cristo; en lugar de eso está obrando por el bien del pecador. De hecho, se regocija en él para hacerle bien con todo su corazón y con toda su alma (Jeremías 32:40f.). Por tanto, no es solamente el gozo final de la salvación, sino que todo lo bueno que viene a nosotros fue comprado en el Calvario. Si no fuese por la muerte de Jesús, todo lo que tú y yo experimentamos sería un muestra de la ira de Dios. Pero ya que Jesús ha muerto y nos hemos convertido en beneficiarios de esa muerte, todo lo que nos pasa, incluso nuestros problemas, son una muestra del Amor de Dios. Pablo lo dijo en Romanos 8:32 (LBLA), “El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con El todas las cosas?” Lo cual quiere decir que la muerte de Jesús aseguro a aquellos que confían en él todas las bendiciones posibles que Dios puede dar. Por tanto, todas las respuestas a nuestras oraciones están en deuda con la muerte de Jesús. ¿Qué ha hecho Dios para que nuestras oraciones puedan ser contestadas? Ha enviado a su muy amado y único Hijo para absorber su propia ira contra el pecado y guiarnos hacia los verdes pastos de su favor donde hay misericordia y gracia para ayudar en tiempo de necesidad (Hebreos 4:14-16). Jesús murió por nuestros pecados para que nuestras oraciones pudiesen ser contestadas. (Es por eso que nuestras oraciones son “en nombre de Jesús”) Por tanto, nada de lo que diga en el resto de este sermón debe usarse para significar que alguna vez tenemos mérito o merecemos respuesta a nuestras oraciones. Merecemos el castigo del infierno, cada uno de nosotros, por el desdén que hemos amontonado sobre la gloria de Dios al rechazar el confiar en sus promesas y el deleitarnos en su voluntad. Cualquier bendición que venga sobre nosotros, incluyendo la respuesta a nuestras oraciones, es pura misericordia por parte de Dios. Así pues, cualquiera que sean las condiciones que tenemos que cumplir para tener nuestras oraciones respondidas, no deberían verse como un trabajo que hacemos para ganar el favor de Dios, sino más bien como cosas hechas en respuesta a y para el disfrute de su misericordia.

¿De Quién se Contestan las Oraciones?

Esa es la pregunta a la que quiero dirigirme ahora. ¿Qué debemos hacer nosotros para que nuestras oraciones sean contestadas? Cuando digo “nosotros,” tengo en mente a los Cristianos, es decir, gente que está confiando en Cristo - en que él compró su salvación, y que lo que él dijo es verdad y el mejor consejo del mundo. En lo que respecta a los no creyentes, sólo hay una oración que sabemos que Dios contesta para ellos, la súplica sincera a Cristo para salvación. El si Dios contesta alguna otra oración de aquellos que rechazan a Cristo es irrelevante. Es irrelevante si a las personas que desechan la vida eterna e insisten en ir al infierno se les da unos pocos placeres terrenales por el camino. Lo único que harán tales placeres por ellos, si persisten en su incredulidad, es hacer su culpa y su tormento peores porque no los utilizan como ocasión para arrepentirse. Así que no es una gran bendición incluso si Dios contesta alguna de sus oraciones.

El tema que ha estado en prensa recientemente sobre si Dios contesta las oraciones de los Judíos que rechazan a Cristo oscurece una pregunta mucho más importante: ¿Son salvos los Judíos que rechazan a Jesús? Y la respuesta del Nuevo Testamento es claramente que no lo son. Ellos, junto con los otros incrédulos, están bajo la maldición de Dios (Romanos 9:3; Gálatas 1:9), y en el día del juicio serán sentenciados a la condenación eterna, si han rechazado persistentemente el confiar en Cristo. El dijo a los Judíos de su tiempo, “Los hombres de Nínive se levantarán con esta generación en el juicio y la condenarán, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás; y mirad, algo más grande que Jonás está aquí” (Mateo 12:41 LBLA). Y Juan dijo en su primera carta,

El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, ha hecho a Dios mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado respecto a su Hijo. Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. (1 Juan 5:10-12, LBLA)

Judío, Gentil, blanco, negro, rojo, amarillo, hombre, mujer: si rechazan al Hijo no tienen vida eterna. Una manera útil de mantener la respuesta Judía en la perspectiva adecuada es esta: si un Judío rechaza al Mesías, al Señor Jesucristo, entonces se une a los Gentiles en su condenación. Y si un Gentil acepta al Mesías y confía en él, entonces se une al verdadero Israel y su salvación.

Así que mi respuesta a la cuestión en la prensa es esta: excepto por la oración de ser salvo a través de Jesucristo, la oración de los Judíos incrédulos y los gentiles tiene poco valor para ellos, porque incluso si fueran contestadas, sólo acumulará más ira para el día del juicio (Romanos 2:4.5). Para que las oraciones contestadas sean una bendición duradera para la persona que ora, debe ser un creyente en Cristo. Es por eso que hablo solamente de los Cristianos cuando pregunto, “¿Qué debemos hacer nosotros para que nuestras oraciones sean contestadas?”

Vivir como Niños Amantes y Obedientes

Comienzo mi respuesta a esto centrándome en nuestra peculiar relación con Dios como Cristianos, a saber, la relación entre Padre e hijos. Jesús dijo,

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O qué hombre hay entre vosotros que si su hijo le pide pan, le dará una piedra, o si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden? (Mateo 7:7-11, LBLA)

Convertirse en Cristiano significa ser adoptado en la familia de Dios, de forma que todas nuestras oraciones son la conversación de un niño con su padre. “Te amo, papá.” “Gracias, papá.” “Eres un buen papá.” “Papá, necesito ayuda.”

Eso nos lleva a la siguiente observación: Si un niño tiene ciertas actitudes malas y malos comportamientos, un buen padre no le dará todo lo que pide. De forma similar, la Biblia enseña que para que nuestras oraciones sean contestadas, debemos hacer la voluntad de nuestro Padre. Jesús dijo en Juan 15:7 (LBLA), “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será hecho.” Un niño que no tiene en cuenta las palabras de su padre (las palabras de Jesús son las palabras del Padre) no está apto para que sus peticiones sean concedidas. No aprobaríamos el comportamiento de un padre que hiciese todo lo que desease un niño rebelde. No sólo porque el niño no se lo merezca, sino porque sería malo para el niño y un deshonor para la palabra del padre. No es bueno reafirmar a un niño en su capricho dándole cualquier cosa que pida. No, si mis palabras permanecen en ti, hijo, entonces pide lo que quieras y lo haré.

Hay muchos otros lugares en la Escritura donde se enseña lo mismo. Juan dice en su primera carta (3:21-23, LBLA),

Amados, si nuestro corazón no nos condena, confianza tenemos delante de Dios; y todo lo que pidamos lo recibimos de El, porque guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de El. Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros como El nos ha mandado.

Si somos odiosos, irritables, guardamos rencor, impacientes, desagradables, celosos, resentidos no deberíamos pensar que sea probable que Dios conteste nuestras oraciones. Su voluntad para nosotros es que nos amemos unos a otros; por tanto, será lento a la hora de prosperar nuestra causa cuando nuestras actitudes sean sin amor.

Pedro escribió en su primera carta (3:7, LBLA),

Y vosotros, maridos, igualmente, convivid de manera comprensiva con vuestras mujeres, como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor como a coheredera de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas.

Después, cuatro versículos más tarde dice,

Apártese del mal y haga el bien; busque la paz y sígala. porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del señor esta contra los que hacen el mal.

De manera segura, la palabra dirigida a los esposos se aplica a ambos cónyuges: si no sois considerados el uno con el otro, si no sois perdonadores y amables y respetuosos en casa, vuestras oraciones van a ser estorbadas, y no sólo al ser realizadas sino en su respuesta. “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones.” Y con “justos” Pedro quiere decir aquellos que hacen lo que está bien y que son amorosos en sus familias.

Y eso también es lo que enseñaba Santiago ¿no es así? Santiago 5:16

Por tanto, confesaos vuestros pecados unos a otros, y orad unos por otros para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho

¿Por qué? Bien, esa es la forma en que es entre un padre y su hijo. Un hijo que guarda las palabras de su padre y hace lo que está bien y humildemente confiesa sus pecados tiene influencia con su padre. Honra tanto la sabiduría de su padre y su bondad siguiendo sus caminos, que el padre se siente obligado por su propio honor a conceder las peticiones de su hijo. Y además de eso, sabe que cualquier cosa que de a su niño será una inversión en justicia y amor.

En el primer capítulo de Isaías, en los versículos 15-18, Dios habla a su descarriado pueblo de Israel y les dice,

Y cuando extendáis vuestras manos, esconderé mis ojos de vosotros; sí, aunque multipliquéis las oraciones, no escucharé. Vuestras manos están llenas de sangre. Lavaos, limpiaos, quitad la maldad de vuestras obras de delante de mis ojos; cesad de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad la justicia, reprended al opresor, defended al huérfano, abogad por la viuda.

¿Hay alguno aquí que dirija su negocio de forma que tome ventaja de la gente, que engañe y explote a otros? ¿Hay alguno aquí cuyas inversiones o procedimientos oprima y violente al huérfano, la viuda, el pobre o cualquier persona desaventajada? Si lo hay, la Palabra de Dios para ti es, “aunque multipliques tus oraciones, no escucharé.” Cristiano, la respuesta a tus oraciones puede depender de donde está invertido tu dinero y como haces tus negocios.

Doscientos años antes de los tiempos de Isaías Dios dijo a Salomón “y se humilla mi pueblo sobre el cual es invocado mi nombre, y oran, buscan mi rostro y se vuelven de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra.” (2 Crónicas 7:14, LBLA). Y el salmista confirmó en su experiencia personal (Salmos 66:17-19, LBLA): “Con mi boca clamé a El, y ensalzado fue con mi lengua. Si observo iniquidad en mi corazón, el Señor no me escuchará. Pero ciertamente Dios me ha oído; El atendió a la voz de mi oración.”

Por tanto, encontramos que se enseña en el Antiguo y Nuevo Testamentos que si un hijo tiene una cierta mala actitud y se comporta mal, un buen padre no le dará todo lo que pide. Para tener contestación a nuestras oraciones, debemos ser hijos obedientes.

Dos Malentendidos

Ahora, hay dos posibles malentendidos de esta enseñanza que pueden ser perjudiciales para el gozo de nuestra fe y que minimizan la misericordia de Dios. Primero que todo, sería un error concluir que uno debe ser perfectamente sin pecado para conseguir que se contesten sus oraciones. Hay una diferencia entre ser un hijo obediente y ser un hijo perfecto. En el corazón de la oración que Jesús nos enseñó a orar está la petición, “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.” (Mateo 6:12, LBLA). Y ya que Jesús espera que nosotros digamos cada día, “Danos hoy el pan nuestro de cada día,” entonces seguramente también tiene la intención de que oremos la frase siguiente también cada día, “Y perdónanos nuestras deudas.” En otras palabras, Jesús no esperaba que sus discípulos alguna vez estuviesen más allá de la necesidad de hacer esta petición en esta vida. Y como él enseñó a orar por el perdón de nuestros pecados, sería una contradicción decir que nuestras oraciones solamente pueden ser contestadas si no cometemos ningún pecado.

La persona justa cuyas oraciones tienen gran poder no es una persona sin pecado sino una persona arrepentida. No es la persona que cae en el pecado, sino la persona que se mantiene allí la que el Señor es lento para responder. No es la persona que lucha contra la tentación y de vez en cuando pierde, sino la persona que está contenta con su mediocridad espiritual y no guerrea contra su propio letargo. Así que nunca digas que Dios quiere la perfección antes de contestar a tus oraciones.

El segundo malentendido de esta enseñanza sería que ya que Dios se inclina a contestar las oraciones de los hijos obedientes, entonces esta obediencia amerita o merece la bendición de la oración contestada. Pero eso iría en contra de todo lo que dije al principio acerca de cómo la muerte de Cristo compró todas nuestras respuestas a la oración de forma que las pudiésemos tener libremente. La forma de retratar la importancia de la obediencia es algo como esto. Ninguno de nosotros es un hijo de Dios por naturaleza. Por naturaleza somos hijos de ira (Efesios 2:3). Pero por su gran misericordia y no debido a ningún mérito en nosotros, Dios nos ha adoptado en su familia eterna y puso la semilla de su propia naturaleza dentro de nosotros. Por tanto, todo buen comportamiento en la familia de Dios es una respuesta a esta misericordia. Toda obediencia verdadera crece de la fe en el poder, la bondad y sabiduría del Padre. La única razón para desobedecer es que no confiemos en su consejo como el mejor para nosotros. Toda desobediencia sale de nuestra desconfianza en Dios, y toda la obediencia sigue de la confianza en Dios. Pero confiar en la misericordia no es lo mismo que ameritar o merecer. El mérito se mira a sí mismo y el valor que trae a Dios. La confianza mira a Dios y al valor de su misericordia. Como toda verdadera obediencia viene de este tipo de confianza en Dios, no puede decirse que se ameritan o se merecen las respuestas de Dios a la oración. Dios contesta las oraciones de los obedientes porque se deleita mucho en ser honrado por la fe de la cual mana esa obediencia. Entonces, nunca digamos, “Mi obediencia me ha hecho merecedor de una respuesta a la oración.”

Si evitamos esos dos errores, perfeccionismo y legalismo, entonces la enseñanza se sostiene, en las palabras de Juan 9:31,

Sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguien teme a Dios y hace su voluntad, a éste oye.

Me parece que la aplicación de esta enseñanza es clara: cuando Jesús nos ordena pedir y recibir, buscar y hallar, llamar y la puerta se os abrirá, está ordenando no sólo orar, sino también vivir como los hijos de un padre misericordioso deben vivir. Deja que las palabras de Dios permanezcan en ti; no guardes iniquidad en tu corazón; ama a tus compañeros creyentes y haz bien a todos; desecha la opresión; confiesa tus pecados. Si caminas en la luz, como él está en la luz, habrá una confiada comunión y grandes respuestas a la oración. ¿Cuál es esta confianza?¿Cómo de confiado tienes que ser para que tu oración sea respondida? De eso es de lo que hablaré alrededor de dos semanas después de hoy.


Vota esta traducción

Puntúa utilizando las estrellas