¿Debemos decir los cristianos que es propósito nuestro convertir a los demás a la fe en Cristo?

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English: Should Christians Say That Their Aim Is to Convert Others to Faith in Christ?

© Desiring God

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Por John Piper sobre el Evangelismo
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Traducción por Juan Pablo Molina Ruiz


Antes de empezar, ¿por qué hago esta pregunta? Por tres razones:

  1. Porque en nuestro delicado y peligroso escenario de pluralismo religioso mundial, la forma como hablemos de nuestros propósitos puede ocasionarnos la expulsión de un país o algo peor.
  2. Porque queremos seguir el modelo de Pablo de honestidad: "Sino que hemos renunciado a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino que, mediante la manifestación de la verdad, nos recomendamos a la conciencia de todo hombre en la presencia de Dios” (2 Corintios 4:2).
  3. Porque necesitamos claridad bíblica sobre nuestra función en la conversión de los demás hacia Cristo, para no abandonar el propósito de la conversión por razones equivocadas.

Comencemos con una definición.

La conversión cristiana es la acción o proceso de transformarnos (no con coacción, sino por voluntad propia) en una persona que crea y valore a Jesucristo, a su obra salvadora y sus promesas por sobre todas las cosas, inclusive por sobre todo aquello que creíamos y valorábamos antes de la conversión.

Teniendo en cuenta esta definición, mi respuesta a la pregunta es: Sí, todos los cristianos debemos proponernos convertir a las personas a la fe en Jesucristo. Este es uno de nuestros propósitos en todo lo que hacemos y decimos. Esperamos y rogamos que todo lo que hagamos y digamos tenga este efecto. En otras palabras, nuestro propósito no es hacer y decir cosas inefectivas. Deseamos –esperamos, anhelamos, rogamos– que lo que hagamos y digamos tenga este efecto: que las personas valoren a Cristo por sobre todo. No desear esto es o falta de fe o falta de amor.

Pero decir que la conversión cristiana es propósito nuestro no define aún cuál es nuestra función en el proceso de conversión. Eso es lo que necesitamos aclarar en La Biblia.

Por ahora, quiero aclarar algo: El hecho de que Dios sea la causa primordial y decisiva en la conversión no significa que no seamos agentes causales en la conversión. Lo somos, y como agentes de Dios en la conversión ese es propósito nuestro –decidimos lo que hacemos y decimos con la esperanza de que sea usado por Dios para la conversión.

Que Jesús haya dicho: “Nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre” (Juan 6:65) no significa que no seamos instrumentos para guiar a las personas hacia Cristo. “Y el Espíritu y la esposa [la iglesia] dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven” (Apocalipsis 22:17).

La Biblia no deduce que no debamos decir: “Ven” porque sea un propósito de Dios que las personas vengan. Nuestro propósito y esfuerzo es que ellos vengan, y Dios es fundamental para que vengan. Decir que no queremos que vengan contradice el mandato de Jesús (Lucas 14:23), contradice la instrumentalidad humana del evangelio (Romanos 10:13–15) y contradice el amor.

Analicemos otros cinco acontecimientos expresados en La Biblia sobre nuestra función en la conversión de los demás.

1. La conversión cristiana significa que los ciegos de espíritu puedan ver la gloria de Cristo. Aunque Dios abre los ojos de los ciegos de espíritu (2 Corintios 4:6), Jesús envía a Pablo a abrir sus ojos:

“Librándote del pueblo judío y de los gentiles, a los cuales yo te envío, para que abras sus ojos a fin de que se vuelvan de la oscuridad a la luz, y del dominio de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe en mí, el perdón de pecados” (Hechos 26:17-18).

Si Pablo hubiera dicho que su propósito no era abrir los ojos de aquellos, hubiera desobedecido la misión que Jesús le encomendó.

2. La conversión cristiana significa rescatar a las personas de la adoración de algo por sobre Cristo y ganarlas para la devoción total a Cristo. Aunque Dios es fundamental en el cambio de los sentimientos de las personas (Jeremías 24:7), Pablo dice que su propósito es ganar personas:

“A los débiles me hice débil, para ganar a los débiles” (1 Corintios 9:22).

Si Pablo hubiera dicho que su propósito no era ganar personas para Cristo, hubiera contradicho su misión.

3. La conversión cristiana significa rescatar a las personas del camino del pecado y de la destrucción. Aunque Dios es quien nos rescata y nos lleva hacia Él (Jeremías 31:18; Isaías 57:18), La Biblia dice que rescatemos a personas del pecado y de la muerte:

“El que hace volver a un pecador del error de su camino salvará su alma de muerte, y cubrirá una multitud de pecados” (Santiago 5:20).

Decir que no queremos rescatar a personas del pecado y de la muerte sería no estar en sintonía con este texto y significaría que no nos importa la muerte de los no creyentes.

4. La conversión cristiana significa entregar nuestro corazón al Dios verdadero y apartarlo de malas ideas sobre Dios y de malos sentimientos hacia lo que no es Dios. Aunque Dios dirija el corazón humano hacia Él (2 Tesalonicenses 3:5), a Juan el Bautista le fue encargado entregar los corazones de Israel a Dios:

“Y él hará volver a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios. E irá delante de El en el espíritu y poder de Elías PARA HACER VOLVER LOS CORAZONES DE LOS PADRES A LOS HIJOS, y a los desobedientes a la actitud de los justos” (Lucas 1:16–17).

Si Juan el Bautista hubiera dicho que no quería llevar los corazones de las personas a Dios, hubiera sido desobediente a Su llamado.

5. La conversión cristiana significa renacer. Aunque el Espíritu de Dios es la causa soberana del nuevo nacimiento, soplando donde desea (Juan 3:8), Pedro explica, sin embargo, que esto sucede mediante la predicación de los seres humanos del evangelio:

Pues habéis nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece… Y esta es la palabra que os fue predicada” (1 Pedro 1:23–25).

Si el predicador del evangelio hubiera dicho que no se proponía el renacer mediante su predicación, no hubiera estado en sintonía con el Espíritu y hubiera contradicho el diseño de Dios del modo en que las personas vuelven a nacer.

Por lo tanto, concluyo que sería contradecir La Biblia decir que no nos proponemos la conversión porque Dios es la causa primordial y decisiva de ella. Pero nosotros somos sus agentes, y Él nos llama a acompañarlo en este objetivo. No proponérnoslo es no estar en sintonía con su mandato ni con su Espíritu.

Por la causa de Dios y la verdad,

Pastor John


Citas bíblicas tomadas de LBLA.


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