¿Le conocerá la próxima generación?

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English: Will the Next Generation Know?

© Desiring God

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Por John Piper sobre Niños
Una parte de la serie Criando hijos que esperan el triunfo de Dios

Traducción por Carina Alejandra Rojas


Jueces 2:6-14

Después que Josué despidió al pueblo, los hijos de Israel fueron cada uno a su heredad para tomar posesión de la tierra. Y el pueblo sirvió al Señor todos los días de Josué, y todos los días de los ancianos que sobrevivieron a Josué, los cuales habían sido testigos de la gran obra que el Señor había hecho por Israel.
Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, murió a la edad de ciento diez años. Y lo sepultaron en el territorio de su heredad, en Timnat-sera, en la región montañosa de Efraín, al norte del monte Gaas. También toda aquella generación fue reunida a sus padres; y se levantó otra generación después de ellos que no conocía al Señor, ni la obra que El había hecho por Israel.
Entonces los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos del Señor y sirvieron a los baales, y abandonaron al Señor, el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y siguieron a otros dioses de entre los dioses de los pueblos que estaban a su alrededor; se postraron ante ellos y provocaron a ira al Señor.
Y dejaron al Señor y sirvieron a Baal y a Astarot. Y se encendió la ira del Señor contra Israel, y los entregó en manos de salteadores que los saquearon; y los vendió en mano de sus enemigos de alrededor, y ya no pudieron hacer frente a sus enemigos.

Contenido

Una Palabra para Todos Nosotros

Esta mañana me gustaría hablar en nombre de los niños: los niños de las familias de nuestra iglesia y aquellos que todavía no han nacido. Por cuanto ellos no pueden hablar por sí mismos, Dios ha hablado por ellos. Y yo quisiera poner en práctica en nuestra iglesia aquello que Dios ha hablado sobre ellos. Sé que algunos de ustedes no tienen hijos y que nunca los tendrán. Otros tienen hijos ya crecidos. Sin embargo, me dirijo a todos ustedes porque es sumamente importante que aquello que Dios tiene para decir acerca de los niños forme parte de nuestra concepción cristiana de la vida. Es importante que los ancianos sepan lo que Dios dice acerca de la infancia, y que los niños sepan lo que Dios dice en cuanto a la vejez; que los hombres sepan lo referente a las mujeres, y las mujeres lo dicho sobre los hombres; que el rico sepa lo dicho acerca del pobre, y el pobre acerca del rico; y así sucesivamente. Porque todo lo que Dios hable para el bien de un grupo es lo que dará forma a la manera en que todos los demás se relacionen con ese grupo. Y cada uno de los grupos debe colaborar en la preservación y transmisión de toda la revelación de Dios a la siguiente generación. Así que, a pesar de que hablo en nombre de los niños y principalmente a los padres, y a aquellos que lo serán pronto, este mensaje es necesario para todos nosotros.

Una Generación Que No Conocía al Señor

Josué murió cuando tenía 110 años, según Jueces 2:8. El introdujo al pueblo de Israel en la tierra prometida de Canaán, los guió en numerosas victorias, y les dejó un buen ejemplo de fe en Dios. Después de su muerte, otros de su misma generación vivieron un poco de tiempo más, pero ellos también murieron. Mientras vivían, el pueblo de Israel sirvió a Dios fielmente, porque se conservó viva la memoria de Su grandeza. El versículo 7 dice, “Y el pueblo sirvió al Señor todos los días de Josué, y todos los días de los ancianos que sobrevivieron a Josué, los cuales habían sido testigos de la gran obra que el Señor había hecho por Israel.” Mientras se mantuvo viva la memoria de Su grandeza y de Su obra a favor de Israel, el pueblo mantuvo su devoción a Dios.

Pero el versículo 10 declara que, después de la muerte de Josué y de todos aquellos que habían visto los actos poderosos de Dios, “se levantó otra generación después de ellos que no conocía al Señor, ni la obra que El había hecho por Israel.” Y en el verso 11 podemos ver el resultado de esta ignorancia, “Entonces los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos del Señor y sirvieron a los baales, y abandonaron al Señor, el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto.” A continuación el versículo 14 describe la respuesta divina a esta idolatría. “Y se encendió la ira del Señor contra Israel, y los entregó en manos de salteadores que los saquearon.”

En resumen, hay una secuencia como ésta: Primero, el pueblo reverenció y sirvió al Dios verdadero debido a que Josué y su generación mantuvieron viva la memoria de los actos poderosos de Dios entre el pueblo. Segundo, se levantó una nueva generación que por alguna razón, no conocía al Señor ni Su obra a favor de Israel. Tercero, esta nueva generación abandonó la verdadera adoración y se volvió a otros dioses. Y por último, Dios trajo el juicio de Su ira sobre ellos. Las tres lecciones que quiero sacar de este texto para nosotros son sencillas, pero a la vez muy necesarias. Primero, cuando en una comunidad el conocimiento de Dios es preservado, especialmente por aquellos que han experimentado personalmente el poder de Dios, la fe es alimentada y florece la obediencia. Segundo, si nosotros los padres, permitimos que nuestros hijos crezcan sin recibir este conocimiento sobre Dios, no sólo colaboramos en su ignorancia e incredulidad, sino también en su destrucción. En tercer lugar, es, por lo tanto, el gran deber de todos los padres enseñar a sus hijos acerca de Dios y de Su obra de salvación, para que la próxima generación le conozca y se salve. Ya que las primeras dos lecciones nos conducen a la última, esto es lo que principalmente quiero decirles. La voluntad de Dios es que los padres asuman la responsabilidad de enseñar a sus hijos lo que Dios ha revelado de sí mismo. Somos nosotros los padres, los que tenemos la primera y principal responsabilidad de ver que nuestros hijos piensen correctamente sobre Dios. La escuela más importante a la que un niño debe asistir es su propio hogar. Y los maestros de teología más influyentes que ellos jamás deberían dejar de tener son mamá y papá.

El testimonio Bíblico para los Padres

Primeramente quiero brindarles mas evidencia bíblica respecto a esta advertencia referida a los padres, y luego trataré de responder algunas objeciones comunes. El texto más importante del Antiguo Testamento es Deuteronomio 6:4-9. El mandamiento más importante de toda la Escritura judía es el siguiente: “Escucha, oh Israel, el SEÑOR es nuestro Dios, el SEÑOR uno es. Amarás al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.” Jesús dijo que éste era el primer y más grande mandamiento. Y cada judío sabía, de la misma manera que quiero que ustedes lo sepan, lo que viene después en este gran texto. “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y diligentemente las enseñarás a tus hijos.” La primera tarea que los padres tienen, después de amar a Dios, es guardar la Palabra de Dios en su corazón y enseñarla a sus hijos.

Estas mismas prioridades (en referencia al propio corazón y a los hijos) también son ordenadas en Deuteronomio 4:9: “Por tanto, cuídate y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, y no se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; sino que las hagas saber a tus hijos y a tus nietos.” (¡También va dirigido a los abuelos!) Nuevamente en Deuteronomio 11:18,19: “Grabad, pues, estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma…Y enseñadlas a vuestros hijos.” La familia es lo que Dios diseñó para preservar la revelación histórica. Dentro de la comunidad cristiana, el principal vínculo entre lo que ésta generación conoce y lo que llegará a conocer la próxima generación es el vínculo entre padres e hijos. Joel 1:3 lo muestra como algo muy valioso: “Contadlo a vuestros hijos, y vuestros hijos a sus hijos, y sus hijos a la siguiente generación.”

Cuando entramos al Nuevo Testamento, vemos que no se habla mucho en cuanto a padres e hijos. Pero en todo éste resalta la importancia de la instrucción paternal sobre Dios. Jesús reprendió a Sus discípulos en Mateo 19:14 cuando ellos trataron de alejar a los niños de El. Y en vez de eso, El los recibió y los bendijo, y al hacerlo, encomendó a los padres su cuidado. Una de las lecciones implícitas en este texto es: Padres, traigan sus niños a Jesús. Hoy en día, el camino hacia Jesús es a través de Su Palabra. Por lo tanto: Padres, den a conocer a Jesús a sus hijos por medio de Su Palabra.

Luego, cuando el apóstol Pablo instruyó a padres e hijos sobre cómo debían relacionarse entre sí dentro de un hogar cristiano, en Efesios 6:1-4 y Colosenses 3:20,21, el simplemente reafirma el patrón del Antiguo Testamento: Niños obedezcan a sus padres; padres críen a sus hijos en la disciplina y amonestación del Señor.

Así que, por medio de estas Escrituras concluyo que la voluntad de Dios es que la familia sea preservada y que los padres asuman la principal responsabilidad de parte de Dios colocando el conocimiento bíblico y doctrinal en las mentes y corazones de sus hijos. Evidentemente cuando en Jueces 2:10 se dice que surgió otra generación que no conocía al Señor, se debe a que muchos padres habían descuidado esta responsabilidad dada por Dios. El resultado fue que la nueva generación abandonó al Señor y atrajo el juicio de Dios sobre sí misma. Queda claro entonces, que, si nosotros los padres descuidamos este deber para con nuestros hijos, no sólo colaboramos en su ignorancia e incredulidad, sino también en su destrucción.

¿Estamos perjudicando a nuestros hijos por error?

Cuánto deseo que las madres y los padres de nuestra iglesia se conviertan en maestros de la Palabra de Dios dentro de sus hogares. Así que voy a tratar de responder a tres objeciones que pueden venir a su mente. En primer lugar, algunos podrían decir que los padres no tienen derecho a llenar de prejuicios a un niño con respecto a lo que él va a aceptar como verdad. Es mejor dejar abiertas todas las alternativas religiosas, y luego, cuando escoja una de ellas será debido a un compromiso auténtico y no a la autoridad paternal. Existen cuatro problemas relacionados con esta objeción.

1) Va en contra de todas las enseñanzas de las Escrituras que nos muestran que los padres deben enseñar la verdad sobre de Dios.

2) Es imposible no enseñar a los niños sobre Dios, porque no hacerlo es no enseñarles lo suficiente. Esto les muestra a ellos que a Jesús no le importa demasiado, que mamá y papá no lo consideran tan importante o emocionante como tener un mueble nuevo, o como pasar los fines de semana en el lago, o como el trabajo de papá, o todas aquellas cosas de las que siempre hablan. Guardar silencio acerca de Cristo es un dogma. No enseñar sobre el infinito valor de Cristo es enseñar que El es insignificante.

3) No es verdad que enseñar sobre Dios a los niños les va a crear una mente cerrada y los llenará de prejuicios irracionales. Esto podría llegar a pasar si los padres están inseguros y han edificado su propia fe sobre la arena. Pero si los padres tienen razones convincentes para ser cristianos, ellos las impartirán a sus hijos también. Nadie acusa a un padre por llenar de prejuicios la concepción que un niño tiene sobre la cosmología porque le enseñe que el mundo es redondo, y por enseñarle que las pequeñas estrellas que vemos de noche son más grandes que la Tierra o que es la Tierra la que gira alrededor del sol mientras éste permanece inmóvil. ¿Porqué? Porque sabemos que estas cosas son así y porque podemos darle evidencias al niño que, con el tiempo, apoyen estas verdades. Y lo mismo sucede con aquellos que están convencidos por buenas razones que la fe cristiana es verdadera.

4) En cuarto lugar, es simplemente frío y cruel no darle a un niño lo que más necesita. Ya que creemos que sólo por seguir a Cristo en obediencia a la fe un niño puede ser salvado por la eternidad, escapar de los tormentos del infierno, y disfrutar de los deleites del cielo, es una falta de amor y crueldad no enseñarle esto. Cuando miro a mis tres hijos con amor, digo, “Oh Cristo, no permitas que sea un delincuente al no preocuparme por llevarlos conmigo a la gloria.”

¿Qué hago si no sé lo suficiente?

La segunda objeción que algunos padres pueden llegar a plantear es: No sé demasiado sobre la Biblia y la doctrina como para enseñar a mi hijo y responder a sus difíciles preguntas. Existen dos razones por las que esto no debe detenerlo. Primero, nunca es demasiado tarde para comenzar a estudiar y a crecer en el conocimiento de la verdad Bíblica. Usted puede ser mejor maestro que uno ya experimentado porque está aprendiendo esto de una manera fresca por sí mismo. Le voy a contar un secreto alentador de los trabajos menores de la vida universitaria. La mayoría de los estudiantes universitarios no se dan cuenta que cuando toman un curso de un profesor que está enseñando por primera vez, casi siempre este profesor sabe muy poco más que ellos y está sólo a un paso más por encima de sus alumnos. Él tiene dos ventajas: sabe lo que viene y puede planear con un día de anticipación, y tiene un poco más de experiencia en cómo resolver los problemas. Si ésta es su situación con respecto a sus hijos y la Biblia, entonces haga como los maestros universitarios: manténgase con un día de anticipación. Recuerde que el deber que Dios ha encargado a los padres de que enseñen a sus hijos es mucho mayor que el deber de un maestro universitario de enseñar a sus estudiantes.

La segunda razón por la que su sentido de incapacidad no debería detenerlo es que se pueden enseñar cosas sumamente valiosas cuando no sabe responder a las preguntas difíciles de los niños. Puedo pensar en dos de ellas. Puede enseñarle humildad a su hijo. Si usted está lo suficientemente confiado en Dios como para mostrar su ignorancia en vez de alardear y ser hipócrita, entonces su hijo aprenderá la belleza de la humildad. En segundo lugar, puede enseñar a su hijo a tomar la iniciativa para resolver problemas. Si usted está leyendo 1 Samuel (como lo hacemos ahora) y no sabe que significa en 7:12 el nombre Ebenezer, puede decirle, “Vayamos a la biblioteca de la iglesia y busquemos en el diccionario Bíblico,” y de esa forma le enseña a su hijo cómo usar la biblioteca y le comunica lo importante que es para usted responder a sus preguntas. No permita que esa sensación de ignorancia e incapacidad lo detengan. Dios desea que usted crezca, y El le ayudará a hacer lo correcto.

¿Qué sucede si mis hijos no se comportan?

Una última objeción que plantean a menudo los padres es: Mis hijos no permanecen sentados y quietos el tiempo suficiente como para escuchar un pasaje Bíblico o recibir instrucción. Hoy en día este es un serio problema en la iglesia. Al visitar otros lugares, Noel y yo lo hemos visto una y otra vez. Muchos padres parecen haber perdido el rumbo cuando llega el momento de tratar con la desobediencia de sus hijos. Es una extraña ironía que padres inteligentes y que poseen buenas y firmes convicciones en la mayoría de las áreas a menudo parecen estar perplejos en cuanto a qué hacer cuando sus hijos desobedecen. Parece ser que muchos padres cristianos han asimilado la idea de que realmente no se puede (o no se debe) esperar la obediencia en un niño. Así que, si los niños no hacen lo que usted dice, usted trata de complacerlos, sobornarlos o acorralarlos.

Creo que la Palabra de Dios respecto a esta situación es que nosotros los padres necesitamos recuperar la esperanza de que nuestros hijos nos obedezcan, y que, en todo el amor y la humildad administremos una firme y justa disciplina para asegurar esa obediencia. Nada ha cambiado en la naturaleza de los niños como para hacer insensato el consejo de Proverbios en la Palabra de Dios. Proverbios 13:24: “El que escatima la vara odia a su hijo, mas el que lo ama lo disciplina con diligencia.” Proverbios 19:18: “Corrige a tu hijo mientras hay esperanza, pero no desee tu alma causarle la muerte.” Proverbios 22:15: “La necedad está ligada al corazón del niño; la vara de la disciplina la alejará de él.” Proverbios 23:13,14: “No escatimes la disciplina del niño; aunque lo castigues con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol.” Proverbios 29:15,17: “La vara y la reprensión dan sabiduría, pero el niño consentido avergüenza a su madre…Corrige a tu hijo y te dará descanso, y dará alegría a tu alma.”

Tan pronto como el niño alcance una edad suficiente como para entender sus órdenes y tenga la capacidad física para llevarlas a cabo, se le debe enseñar lo que es correcto hacer y luego castigarlo por no hacerlo hasta lograr que obedezca en el hogar y en público. Si yo pensara que me estoy dirigiendo a un grupo de abusadores de niños, diría muchas otras cosas. Abrazarlos y besarlos, jugar con ellos, amarlos, perdonarlos y gastar tiempo con ellos son tan importantes como castigarlos. Quizá esté equivocado, pero en mi juicio pastoral veo que la tendencia en los padres cristianos de 20 y 30 años es a tener muy pocas expectativas respecto a la obediencia, y la disciplina que administran carece de firmeza, rigor y consistencia. No soy experto en psicología infantil. Hablo de mi propia comprensión de las Escrituras, de mi experiencia con tres hijos, y mi observación de otros.

Cierro con dos advertencias y una promesa. Primeramente, los padres, deben reflexionar seriamente sobre lo estrecha que es la relación entre enseñar a sus hijos sobre Dios y enseñarles a obedecerle a usted como representante de Dios sobre ellos. En segundo lugar, y punto principal del mensaje, está el solemne deber de los padres de enseñar a sus hijos acerca de Dios y la grandeza de su obra salvadora. La salvación de ellos pende de un hilo, pero también lo hace su gozo. Y también cierro con esta promesa de Proverbios 23:24, 25. “El padre del justo se regocijará en gran manera, y el que engendra un sabio se alegrará en él. Alégrense tu padre y tu madre, y regocíjese la que te dio a luz.”

Que Dios colme a nuestras familias con este gozo en los años venideros.


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