¿Puede la Palabra de Dios Realmente Aliviar mi Dolor?

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English: Can the Word of God Really Ease My Pain?

© Desiring God

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Por Vaneetha Rendall Risner sobre Sufrimiento

Traducción por Javier Matus


Algunos días me levanto llorando.

Cuando lo hago, a menudo ni siquiera sé por qué. Tal vez sea el peso de los problemas no expresados que temo demasiado articular, junto con un temor indistinto de lo que podría venir después. O tal vez sea la creciente conciencia de que el dolor que siento solo se intensificará a lo largo del día.

Tuve uno de esos días recientemente. El día anterior, mi brazo se había sentido inútil. No pude tomar mi café. No pude escribir. No pude hacer lo que quería. Me sentí atrapada dentro de mi cuerpo, algo que se había convertido en un sentimiento demasiado familiar. A veces, casi se ha sentido como una muerte en vida.

Contenido

Un clamor por ayuda

Mientras estaba acostada en la cama, contemplando lo que podría deparar el día, sentí las lágrimas brotando dentro de mí.

“Alto, no hagas esto”, me dije. Pero no pude forzar las lágrimas a detenerse, y comenzaron a derramarse por mi cara. En poco tiempo, mi almohada estaba empapada y me sentí sin esperanza.

Tu vida es miserable. Eres una carga. No puedes hacer nada por ti misma, fueron las voces feas que seguí escuchando hasta que me obligué a salir de la cama.

Lentamente me puse mi bata y a tropezones entré en mi cuarto de oración. No quería entrar, pero sabía que lo necesitaba.

“Por favor, Dios, ayúdame. Muéstrame Tu verdad”, fue mi único clamor. No pude decir nada más. Me senté en la penumbra, orando, y luego abrí mi Biblia y comencé a leer.

¿Confío en Él?

Sin la Palabra de Dios, comenzaría a interpretar la vida por mi cuenta. Según mis experiencias. Mis sentimientos. Mi perspectiva finita.

Sabía que Su Palabra era el único lugar para encontrar la verdad. Si juzgo la vida según mi desesperación, mi dolor, mis circunstancias, siempre viviré la vida de manera torcida. Juzgaré todo por lo que vea. Pero la vida es mucho más de lo que puedo ver. Hay una realidad que va más allá de mi experiencia.

Pasé las páginas de las Escrituras a la primera lectura del día, preguntándome qué tenía Dios para mí. Era el Salmo 56, un pasaje amado. El resumen decía con una frase: “En Dios confío”. Me pregunté si confiaba en Él. Confiar se sintió más difícil cuando la vida oprimía. Pero al tomar las líneas familiares, una sensación de paz de Dios me envolvió. Una paz que era inexplicable. Una paz que sobrepasó el entendimiento.

Cuando temo

A veces se requiere perseverancia para entender lo que estoy leyendo, como extraer gemas. Necesito lidiar con el texto un rato antes de que descubra un diamante. Y otras veces, como ese día, Dios me alimenta libremente de Su mano. Solo necesito recibirlo.

En el día que temo, yo en Ti confío. En Dios alabaré Su Palabra; en Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre?

Dios sabía que tenía miedo. Él no me condenó. Pero me llamó para confiar en Él en medio de mi dolor. Solo Él podría echar fuera mis temores.

Mis huidas Tú has contado; pon mis lágrimas en Tu redoma.

Dios conocía mis noches de insomnio. Todas las lágrimas que he llorado. Todos mis temores, expresados y no expresados. Todo quedó expuesto ante Él.

Y estas palabras, estas palabras me dejaron sin aliento: “Esto sé, que Dios está por mí”.

Dios está por mí

Dios está por mí.

Incluso cuando la vida parece desmoronarse, Dios está por mí. Y si Dios está por mí, Él está orquestando todo en mi vida para mi bien. Puedo confiar en Él incluso cuando todo se ve oscuro. Él me dice que no tema. Él me cuidará.

Dios está por mí. Esas palabras siguieron resonando en mi mente.

Porque has librado mi alma de la muerte, y mis pies de caída, para que ande delante de Dios en la luz de los que viven.

Qué final tan apropiado para el salmo. Él ciertamente ha librado mi alma de la muerte. Él ha impedido que mis pies tropiecen. Él me ha facultado para caminar delante de Él en Su luz. Mis piernas y pies se han vuelto cada vez más frágiles, y caminar es cada vez más difícil. Pero El Que Me Creó conoce cada detalle de mi vida y evitará que caiga.

Nuevas lágrimas

Mis ojos se llenaron de lágrimas por segunda vez esa mañana. Pero estas fueron lágrimas de alegría. Y de esperanza. Esta era la verdadera realidad, no mis circunstancias. Esta Palabra de Dios, escrita hace miles de años, me recordó las verdades que tan fácilmente olvido.

Alisé las páginas con mis manos y casi abracé la Biblia. La Palabra de Dios se había convertido en vida para mí. Me sostiene. Me revive. Me consuela. Él me consuela.

Quería tomar las palabras y comerlas, y dejar que me nutrieran. Me acordé de Jeremías, que dijo: “Fueron halladas Tus palabras, y yo las comí; y Tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón.” (Jeremías 15:16). Estas palabras fueron el deleite de mi corazón. Ellas trajeron luz a mis ojos. Mi visión del mundo, mi vida y mis luchas, todas fueron cambiadas a la luz de las Escrituras. Y en esa luz, mis sombras oscuras desaparecieron.

Cuando salí de mi cuarto de oración, estaba agradecida por la forma en que mi perspectiva había cambiado. Fui llena de esperanza. Mis circunstancias no eran diferentes a cuando entré, pero mis emociones se habían transformado de forma extraña. El encuentro con Dios lo replanteó todo.

Porque Dios está por mí, en Cristo, puedo confiar en Él. Puedo confiar en Él con mi debilidad, mis temores y mi dolor. Y con ese conocimiento, puedo enfrentar el día. Con ese conocimiento, puedo enfrentar cualquier cosa.


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