Dios es el evangelio
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Revisión de 14:42 3 mar 2011
Dios es el evangelio
Por John Piper.
Fragmento de una serie.
¿Alguna vez se ha preguntado qué valor tiene el perdón de Dios? ¿Se ha preguntado por qué alguien querría tener la vida eterna? ¿Por qué querríamos vivir para siempre? Estas preguntas son importantes porque puede ser que tenga el perdón y la vida eterna por razones que demuestran lo contrario.
Empecemos, por ejemplo, con el perdón. Puede que usted quiera el perdón de Dios porque los sentimientos de culpabilidad lo tienen amargado y solo quiere sentirse aliviado. Si puede creer que Él lo perdona, tendrá algo de alivio pero no necesariamente salvación. Si solo quiere el perdón para sentirse emocionalmente aliviado, no recibirá el perdón de Dios; Él no lo da a los que solo lo usan para recibir lo que anhelan y no a Él.
Puede que usted quiera recibir sanidad, conseguir un buen trabajo o encontrar esposa. Entonces oye que Dios puede ayudarlo a conseguirlo pero que primero sus pecados tendrán que ser perdonados. Alguien le dice que tiene que creer que Jesucristo murió por sus pecados y, que si lo hace, sus pecados le serán perdonados. Por tanto, usted lo cree para quitar de en medio el estorbo a su salud, trabajo o esposa. ¿Eso es el evangelio de salvación? Yo creo que no.
Dicho de otro modo, lo importante es lo que usted quiere conseguir a través del perdón; es el porqué lo quiere. Si solo quiere recibir perdón para poder disfrutar de la creación, en ese caso el Creador no está siendo glorificado y usted no es salvo. El perdón es un tesoro por una única razón: le permite disfrutar de una relación con Dios. Si esa no es la razón por la que usted quiere ser perdonado, no lo será nunca. Dios no será utilizado como moneda de cambio para la compra de ídolos.
Del mismo modo, podemos preguntarnos: ¿por qué queremos la vida eterna? Algunos pueden decir: “porque si no, la alternativa es el infierno y eso es horrible”. Otros: “porque allí no habrá tristeza”; o también: “porque mis seres queridos están allí y yo quiero irme con ellos”; o porque algunos quizás sueñan con comida y sexo sin fin o más riquezas y títulos nobiliarios. En todas estas razones falta una cosa: Dios.
La razón para desear la vida eterna que salva está en Juan 17:3: "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado". Si no queremos la vida eterna por el gozo en el Señor, entonces no tendremos vida eterna. Si utilizamos el glorioso evangelio de Jesucristo para conseguir aquello que amamos más que a Cristo, solo estamos jugando a ser cristianos. Las “buenas noticias” no serán reales para nadie que no tenga a Dios como su bien más importante.
Así lo dijo Jonathan Edwards en un sermón a su congregación en 1731. Léalo tranquilamente y deje que lo despierte a la verdadera bondad del perdón y la vida:
"El objetivo de todos los redimidos es que su bien principal sea Dios. Dios mismo es el mayor bien que son llevados a poseer y a disfrutar con la redención. Él es el mayor bien y el conjunto de todos esos bienes que Cristo compró. Dios es la herencia de los santos, la porción de sus almas. Dios es su tesoro y su riqueza, su alimento, su vida, su morada, sus adornos y diademas, y su honor y gloria eterna. No tienen a nadie en el cielo, solo a Dios; Él es el gran bien que los redimidos reciben en la muerte y por el cual van a resucitar cuando llegue el fin del mundo. El Señor Dios, Él es la luz de la Jerusalén celestial y es el “río de agua de vida” que corre y el árbol de vida que crece “en medio del paraíso de Dios”. En las gloriosas excelencias y la belleza de Dios se entretendrán los santos para siempre, y el amor de Dios será su banquete eterno. Los redimidos también disfrutarán de otras cosas; disfrutarán de los ángeles y disfrutarán los unos de los otros: “pero la razón por la que disfrutarán de los ángeles, los unos de los otros o de cualquier otra cosa, es lo que en ellos se podrá ver de Dios, y eso producirá gozo y alegría”. (Sermones de Jonathan Edwards: A Reader [New Haven: Yale University Press, 1999], pp. 74-75).
Atentamente, disfrutando de Dios a través del evangelio:
Pastor John
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