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Cada uno de nosotros nació con una imaginación. Desde la creación, hemos poseído la habilidad de formar imágenes nunca vistas y originales ideas en nuestras mentes. Asimismo, podemos formar personajes nunca antes vistos y crear temas intricadamente entretejidos y nunca experimentados por ser alguno en ningún momento de la Historia. Con nuestras imaginaciones, creamos historias y con ellas mundos imaginarios con héroes y villanos, pequeños y valientes hobbits, y grandes ballenas blancas. Algunas historias pueden ser históricas y otras ficticias; unas son contadas para enseñar lecciones, mientras que otras son sencillamente para divertir. A lo largo de la Historia, algunos de estas historias se han pasado de generación en generación por vía de la tradición oral, mientras que otras han sido plasmadas en el papel y así han pasado a ser parte de la biblioteca literaria del mundo.  
Cada uno de nosotros nació con una imaginación. Desde la creación, hemos poseído la habilidad de formar imágenes nunca vistas y originales ideas en nuestras mentes. Asimismo, podemos formar personajes nunca antes vistos y crear temas intricadamente entretejidos y nunca experimentados por ser alguno en ningún momento de la Historia. Con nuestras imaginaciones, creamos historias y con ellas mundos imaginarios con héroes y villanos, pequeños y valientes hobbits, y grandes ballenas blancas. Algunas historias pueden ser históricas y otras ficticias; unas son contadas para enseñar lecciones, mientras que otras son sencillamente para divertir. A lo largo de la Historia, algunos de estas historias se han pasado de generación en generación por vía de la tradición oral, mientras que otras han sido plasmadas en el papel y así han pasado a ser parte de la biblioteca literaria del mundo.  

Revisión de 19:35 11 mar 2012

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Cada uno de nosotros nació con una imaginación. Desde la creación, hemos poseído la habilidad de formar imágenes nunca vistas y originales ideas en nuestras mentes. Asimismo, podemos formar personajes nunca antes vistos y crear temas intricadamente entretejidos y nunca experimentados por ser alguno en ningún momento de la Historia. Con nuestras imaginaciones, creamos historias y con ellas mundos imaginarios con héroes y villanos, pequeños y valientes hobbits, y grandes ballenas blancas. Algunas historias pueden ser históricas y otras ficticias; unas son contadas para enseñar lecciones, mientras que otras son sencillamente para divertir. A lo largo de la Historia, algunos de estas historias se han pasado de generación en generación por vía de la tradición oral, mientras que otras han sido plasmadas en el papel y así han pasado a ser parte de la biblioteca literaria del mundo.

Si bien todo lo que está escrito es un tipo de literatura, no todo lo que está escrito vale la pena ser leído, y mucho menos duplicado, impreso y distribuido. De igual manera, si bien cada historia tendrá una audiencia, muchas de ellas han sido olvidadas y nunca han ganado una audiencia más allá de la generación y el contexto inmediatamente posteriores al de cuando fue contada. Sin embargo, pocas historias han resistido el paso del tiempo, han pasado de generación en generación o han sido traducidas de una lengua a otra. Pocas historias tocan nuestra alma al punto de hacernos llorar y nos hacen dar gritos de triunfo. Pocas historias nos llenan de tanta pasión que nos llevan a cambiar nuestro modo de pensar, hablar y vivir. Pocas historias son verdaderas historias clásicas. Y sin embargo, en la biblioteca del mundo, hemos llegado al acuerdo universal de que hay un pequeño puñado de historias a las que podemos definir como clásicas.

Al final, en toda cultura, en cualquier país, en toda generación, haremos todo lo que esté a nuestro alcance por preservar nuestra literatura clásica contra la apatía juvenil, la tiranía dictatorial, el orgullo generacional y el prejuicio injustificado. Nuestro esmero por preservar la literatura clásica es nuestro esmero por preservar quién somos, nuestra manera de pensar y de vivir como seres humanos.

Si bien no toda la literatura es cristiana en lo más mínimo, cada obra literaria sí tiene su propia teología. La única pregunta será si una teología específica es bíblica. A través de la historia, ciertas obras literarias no sólo han sido alabadas como clásicas, sino que también han mostrado temas bíblicos tales como el bien y el mal, la soberanía y la gracia, el pecado y la redención, el arrepentimiento y la fe, el amor y el sacrificio. Como cristianos, estamos llamados a estudiar las Escrituras con diligencia y conocer a Dios como Dios, para que así, en cualquier cosa que hagamos, sea que leamos o escribamos historias, lo haremos para el dios de las Escrituras, y no para el de nuestras imaginaciones.


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