"El Escándalo de la Cruz"

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English: The Offense of the Cross

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Por Charles H. Spurgeon sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Metropolitan Tabernacle Pulpit

Traducción por Allan Aviles


"Pero yo, hermanos, si todavía predico la circuncisión, ¿por qué soy perseguido aún? En tal caso, el escándalo de la cruz ha sido abolido." Gálatas 5: 11. (La Biblia de las Américas)

La religión de Jesús es la religión más pacífica, benigna y benevolente que haya sido promulgada jamás. Cuando la comparamos con cualquier conjunto de dogmas inventados por los hombres, no hay uno solo de ellos que pueda resistir la menor comparación con esa religión, en términos de nobleza, benevolencia y amor.

En cuanto a la religión de Mahoma, es la religión del buitre; pero la religión de Jesús es la religión de la paloma: todo es misericordia, todo es benignidad; es, como su Fundador, una encarnación de benevolencia pura, gracia y verdad.

Y sin embargo, -resulta extraño decirlo-, aunque el Evangelio sea benigno, y aunque sus profesantes hayan demostrado ser siempre inofensivos, cuando han actuado rectamente, -no resistiendo el mal, sino sometiéndose a él, independientemente de cuál sea su forma-, no ha habido nada que haya causado más trastorno en el mundo que la religión cristiana.

No es una espada, y sin embargo ha traído guerra al mundo; no es un incendio, y, sin embargo, ha consumido muchas antiguas instituciones, y ha quemado mucho de lo que los hombres consideraron que duraría por siempre; es el Evangelio de paz, y, sin embargo, ha separado a los amigos más íntimos, y ha generado las disensiones y las confusiones más horrendas por todas partes. Aunque en sí mismo es todo benignidad, parecería como si el estandarte de la paloma fuese el estandarte de la batalla, y como si alzar la pacífica cruz hubiese sido la señal dada para la guerra, como la cruz ígnea de rojo sangre, que antiguamente ondeaba a lo largo de Escocia, para convocar a los clanes a la batalla.

Es sorprendente, y, sin embargo, es sorprendentemente cierto, que la cruz de Cristo ha sido siempre una ofensa, y que ha provocado las más fieras batallas y las contiendas más encarnizadas que los hombres hayan sostenido con sus semejantes.

Al considerar nuestro texto, primero voy a discurrir un poco en lo concerniente a lo que es "el escándalo de la cruz"; en segundo lugar, en lo concerniente a cómo muestran los hombres su aversión a la cruz; en tercer lugar, hablaré un poco a aquellos que se escandalizan por la cruz, para mostrarles su locura; y, finalmente, voy a concluir con una inferencia o dos, para beneficio especial de los ministros cristianos, y de la Iglesia en general.

I. Preguntémonos, primero, ¿EN QUÉ CONSISTE "EL ESCÁNDALO DE LA CRUZ"?

Nuestras limitaciones nos impiden que seamos detallados, por eso comenzamos por decir que "el tropiezo de la cruz" radica, primero, en la manera en que trata con toda la sabiduría humana. El filósofo se pone sus lentes, mira a la cruz, y entonces dice: "no puedo ver nada que sea muy maravilloso en él, incluso usando mis espléndidos anteojos; no puedo ver más de lo que puede ver ese pobre y humilde campesino. Un sistema religioso como ese no me interesa; cualquier simplón puede entender la cruz." Así que pasa de largo y la mira con desprecio.

El hombre que ama la controversia llega al Evangelio, y encuentra que hay en él puro dogmatismo: afirma que las cosas que asevera son verdaderas, y que los pecadores deben creerlas, pues de lo contrario serán condenados. "Yo no lo haré, -dice-, "yo no le otorgaré una fe implícita al Evangelio. Me gusta disputar sobre puntos de doctrina. Me gusta sostener controversias al respecto de la doctrina. Yo no escucharía a un predicador que afirme: 'esta es la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad'. No prestaré atención al hombre que habla de manera tan autoritaria; me agradan los hombres que me conceden el suficiente margen para la duda, que me dejan creer lo que quiero, y nada más; yo prefiero usar mi razón y mi sentido común."

Cuando llegas al punto de hablar con él sobre la religión que dice: "cree eso o estarás perdido; cree eso o te quedarás fuera de los límites de la salvación", gira en redondo, y responde: "no voy a creer en semejante cosa." Y cuando pregunta en qué debe creer, él mismo profesa incluso ser más sabio que la Palabra de Dios. "¿¡Qué!", -pregunta- "creer en la expiación? No puedo; va en contra de mi sentido común. ¿Que yo crea en la doctrina de la elección? ¡Vamos, eso conmociona mi humanidad! ¿Qué crea en la total depravación de la naturaleza humana, y en la imposibilidad de ser salvo si no se nace de nuevo? Vamos, no puedo aceptar esa enseñanza ni por un instante. Es contrario a todo aquello que han enseñado los sabios, y diferente a lo que cualquier filósofo pudiera haber inventado jamás; así que no aceptaré eso."

Y se retira con un anatema en contra de la cruz. No puede soportar el Evangelio por su gran simplicidad. Si pudiera describirlo como algo prodigioso que no pudiera ser de ninguna manera comprendido por la gente común, y que sólo debido a su gigantesco intelecto él es capaz de entenderlo, no tendría ningún inconveniente en aceptarlo; pero como es tan sencillo y tan simple, se aparta de él con disgusto. No puede soportar el Evangelio de la cruz ya que no contiene para él la suficiente sabiduría mundana. No sabe o tal vez olvida que el conocimiento de Cristo crucificado es la más excelente de todas la ciencias, y que nunca es más glorificada la razón que cuando se sienta humildemente bajo la sombra de la cruz.

Pero hay algo en la cruz de Cristo que hiere el orgullo de los hombres todavía más que esto, y es que, se opone a todas las nociones de capacidad humana. Al hombre que descansa en su propia fortaleza para su salvación, no le gusta la doctrina de la cruz. Si alguien predicara un evangelio que le dijera al pecador que él tiene poder para salvarse, si predicara un evangelio que dijera que, puesto que Cristo murió para poner a todos los hombres en la condición de ser salvables, ellos sólo deben ejercitar el poder que tienen y serán capaces de salvarse a sí mismos; si un hombre predicara algo que exalte la habilidad y fortaleza de la criatura, no ofendería nunca a sus oyentes no regenerados.

Pero si comienza por abatir al pecador en el polvo, y a enseñar lo que el propio Cristo enseñó: "Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere"; y que las Escrituras declaran que todos los hombres están "muertos en sus delitos y pecados"; entonces, el engreído pecador se alejará, y dirá: "¡no voy a ser insultado, no voy a permitir que todos mis poderes sean arrojados al suelo! ¿Voy a permitir que me conviertan en una simple máquina, o en una pieza de arcilla para quedarme pasivo en las manos del Alfarero? No me someteré a tal indignidad."

Si el ministro le da una pequeña tarea que debe cumplir él mismo, y le permite hacer un pequeño sacrificio para su propio ídolo, beberá de la falsa doctrina como el novillo traga el agua; pero como le decimos que es impotente, igual que el pobre hombre ensangrentado que fue encontrado por el samaritano, dice: "no tengo nada que ver contigo."

Y, además, la cruz escandaliza a los hombres porque se opone diametralmente a sus ideas acerca del mérito humano. No hay una sola alma en todo el mundo que, por naturaleza, ame verse despojada de todo el mérito. ¡No!, lo último de lo que el hombre quiere separarse es de su justicia. He conocido a algunos pobres pecadores que han estado en la cumbre del Sinaí hasta que sus rodillas han entrechocado, y sin embargo se han asido a su justicia propia inclusive allí. He conocido a algunos que han estado donde los terremotos de Dios estaban sacudiendo la tierra bajo sus pies, y el trueno y el rayo retozaban sobre sus cabezas; sin embargo, ellos todavía se aferraban a su justicia propia. Es sumamente difícil despojar de eso a los hombres.

Ustedes saben cómo Bunyan comenta que, cuando Gran Corazón mató al Gigante Desesperación, el gigante "tenía, como dicen, más vidas que un gato"; y yo estoy seguro que la justicia propia tiene muchas más vidas todavía; es la cosa más difícil de matar en el mundo. Puedes cortar la mala hierba de la justicia propia, pero cuando piensas que has extraído la última de sus raíces, estará brotando de nuevo antes de que afiles tu cuchillo para cortarla de nuevo. Esta maldad es engendrada en la naturaleza humana. Cuando prediques en contra de ella, observa cómo los hombres rugen contra ti; no pueden soportar esa doctrina.

Ocasionalmente recibo cartas de personas que me dicen: "no nos sorprendería que toda su congregación viviera en pecado, porque usted está predicando siempre contra la justicia del hombre, e invitando a los pecadores a venir a Cristo por medio de la fe simple, y a ser salvados solamente por gracia."

Me atrevo a decir que no se sorprenderían si tal cosa sucediera; más bien me sorprendería que mi congregación, como un todo, viviera en pecado, y yo bendigo a Dios porque no tengo motivo de sorprenderme sobre ese asunto, pues no encontrarían un pueblo más santo de este lado del cielo que la gente que recibe en sus corazones la doctrina de la justicia imputada de Cristo.

Esto les diré: que la gracia ha obrado en ellos buenos frutos; que ellos, en efecto, caminan en el temor del Señor, en amor de unos para con otros, y en la práctica de la rectitud y la piedad.

Pero los hombres del mundo no pueden soportar esta enseñanza, porque convierte en nada los méritos que ellos tienen en tan alto concepto. Dile a los hombres que son un tipo muy bueno de personas; les encantará oír eso. Alimenta en la gente un alto concepto de sí mismos, y entonces querrán escucharte; pero ese engreimiento es la ruina de decenas de miles. Estoy seguro que sólo somos salvos cuando comenzamos a decir:

"Soy un pobre pecador, y me considero nada,
Pero Jesucristo es mi Todo en todo."

Pero en la medida en que estemos satisfechos con nosotros mismos en nuestra condición natural pecaminosa, no hay la menor esperanza para nosotros. Entonces, ustedes pueden ver que este es "el escándalo de la cruz", que no aprobemos que los hombres confíen en sus propios méritos.

Pero hay otro tropiezo que es muy molesto, y el mundo no le ha perdonado nunca a la cruz ese "escándalo", que no reconozca ningunas distinciones en la humanidad. La cruz hace que tanto personas morales como inmorales vayan al cielo por el mismo camino; la cruz hace que el rico y el pobre entren en el cielo por la misma puerta; la cruz hace que el filósofo y el campesino caminen por la misma calzada de santidad; la cruz logra para la pobre criatura con un talento, la misma corona que recibirá el hombre con diez talentos.

De aquí que el sabio diga: "¡Cómo!, ¿he de ser salvado por la misma cruz que salva a un hombre que no sabe ni siquiera deletrear?" Su fina dama pregunta: "¿he de ser salvada de la misma manera que mi sirvienta?" El caballero inquiere: "¿he de ser salvado de la misma manera que ese deshollinador? Y quien se jacta de su justicia propia clama: "¡cómo!, ¿he de dar empellones a la ramera y codazos al borracho en el camino al cielo? "Entonces no iré al cielo para nada." En ese caso, amigo, estarás perdido.

No hay dos caminos para ir al cielo; es el mismo camino para todos los que van allá; y por esta razón, la cruz ha sido siempre un escándalo para los hombres de eminencia y poder; pocos reyes y reinas se han inclinado humildemente delante de ella.

Los hombres han cubierto la cruz con alguna fina decoración, y han dicho que la amaban; pero no les interesaba la cruz, sino su ornamentación meretricia. Si hubiese sido la simple cruz, la hubieran arrastrado por las calles, como arrastraron los mahometanos a la cruz en Jerusalén.

II. Esto me conduce a comentarles ahora, en segundo lugar, CÓMO MUESTRAN LAS PERSONAS SU AVERSIÓN A LA CRUZ DE CRISTO.

Antaño lo hacían quemando y torturando y atormentando a los cristianos, haciéndoles sufrir todo tipo de agonías indescriptibles. Pero como ese método no respondió, entonces el demonio adopta ahora otras medidas. Descubrió que entre más los oprimía, como Israel en Egipto, más se multiplicaban; así que ahora actúa de otra manera. ¿Cómo lo hace? No exactamente mediante una persecución abierta; pero "el tropiezo de la cruz" se manifiesta, a veces, por medio de la persecución privada.

No todos ustedes se enteran acerca de la persecución que está teniendo lugar contra el pueblo del Señor. Cada vez y cuando, cosas de este tipo llegan a mi conocimiento, aunque tal vez ustedes ni se enteren de ellas. ¡Cuántos maridos borrachos hay que persiguen a sus esposas casi incesantemente porque ellas se aferran con firmeza a Dios! ¡Cuántos jóvenes, cuántas jóvenes hay que son llamados a sufrir persecución proveniente de sus padres y de sus hermanas y hermanos, por causa de Cristo!

La persecución no ha concluido todavía; trabaja a hurtadillas y no se manifiesta abiertamente ante el mundo. No hace acto de presencia en Smithfield, como lo hizo en el pasado, aunque puede haber muchas casas en la vecindad de Smithfield que huelan a ese lugar. No sale con un traje honesto, sino que acecha a su presa de una manera encubierta. No se trata de un león, sino de un chacal que anda al acecho, aunque es tan salvaje y tan voraz como lo ha sido siempre.

Y cuando la persecución no se manifiesta en actos positivos, opera por medio de burlas y de escarnios, y por encogimiento de hombros; y, permítanme decirles que más hombres han sido arruinados por esta práctica, que por las calumnias más espantosas. Los hombres que encogen sus hombros generalmente hacen mucho daño, aunque no lo sepan. Sentado a la mesa, he mencionado el nombre de alguna persona, y alguien ha encogido sus hombres y ha dicho: "¡Oh!", y el carácter de ese hombre ya fue medio destruido. Si la persona tenía algo que decir contra el otro, ¿por qué no podía decirlo claramente, sin necesidad de dejarnos en la oscuridad para conjeturar todo tipo de iniquidades?

Otro hombre dirá: "no deseo perseguirte; puedes asistir a la capilla cuantas veces quieras"; sin embargo, hay en su rostro una despiadada risa burlona, y en sus labios una cruel insidia o una maledicencia. Circulan todo tipo de rumores vanos, y todo lo que se pueda inventar en contra del ministro del Evangelio y contra el pueblo cristiano. Todo ello muestra que hay ahora, como lo hubo en los días de los apóstoles, un "tropiezo de la cruz."

Pero les diré cuál es el plan favorito en estos días; no es oponerse a la cruz, sino rodear la cruz y tratar de que la cruz altere su forma un poquito. Los hombres que odian las doctrinas de la cruz, dicen: "nosotros también predicamos el evangelio." Ellos lo alteran. Ellos lo deforman. Ellos lo convierten en "un evangelio diferente, que en realidad no es otro evangelio". Que otros digan, si así lo quieren, que el sí y el no pueden convivir; que el fuego y el agua pueden besarse; que Cristo y Belial pueden ser gemelos: el verdadero ministro de Jesucristo no puede hacer eso.

La verdad es la verdad; y cualquier cosa que se oponga a ella no puede ser verdad. La verdad es una, y lo que se le opone tiene que ser error y falsedad. Pero ahora la moda es procurar fundir esas dos cosas.

Miren a muchas iglesias; afirman que sostienen la verdad. Analicen sus artículos de fe; allí están todos los cinco puntos del Calvinismo. ¿Y qué pasa si les preguntaran a los ministros si creen en la doctrina de la elección? "Ciertamente," replican. Si les preguntaran si creen en todas las grandiosas verdades cardinales del Evangelio, dirían: "oh, sí, ciertamente creemos; pero no creemos que deban ser predicadas a la gente común."

¡Ah, señores! Ustedes tienen un excelente concepto de sí mismos, si no creen que "la gente común" no pueda ser tan buena como ustedes, y que no puedan recibir las doctrinas de la gracia tan bien como pueden hacerlo ustedes.

"¡Oh!, pero esas doctrinas son peligrosas; conducen a la gente al antinomianismo." Afirman esto; pero cuando les escribimos, responden: "¡oh, tenemos tan buena doctrina como la tuya!" Sí; pero una cosa es tener sana doctrina, y otra cosa muy diferente es predicar la sana doctrina. No voy a creer nunca que un hombre sea mejor que lo que predica; si un hombre no proclama "la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad", no nos agrada más, sino diez veces menos, porque dice que cree en ellas. Preferiríamos que no creyera en las doctrinas de la gracia, en vez de que ocultara sus sentimientos reales. Tales hombres, que ocultan la verdad, demuestran que son tan escandalizados por la cruz como si intentaran abiertamente refutar sus doctrinas.

¡Que Dios nos conceda ver el día cuando las puras doctrinas de la gracia de Dios, que es en Cristo Jesús, sean proclamadas sin adulteración en cada capilla, y sean escuchadas en cada calle, y recibidas por cada cristiano profesante!

III. Ahora procedo, en tercer lugar, A DECIR ALGO A AQUELLOS QUE SON ESCANDALIZADOS POR LA CRUZ.

Primero, permítanme decirles que es muy insensato que un hombre que no cree en el Evangelio, se oponga a quienes sí creen en él. Si un hombre no ama el Evangelio, podría dejar en paz a las otras personas que sí lo aman. Ustedes han oído a menudo la vieja fábula del perro del hortelano, pero aquí tenemos algo peor, pues el perro está fuera de la huerta; ni siquiera está echado sobre el heno, y sin embargo ladra a los que vienen a tomar cosas del huerto. El hombre que hemos mencionado no ama el Evangelio; y porque otros lo hacen, los odia.

¡Vamos, en verdad, lo que ustedes no quieran, podrían permitir que otros lo alcanzaran tranquilamente! No necesitan oponerse a ellos por llevarse aquello que ustedes consideran basura despreciable. ¿Por qué habrían de sentirse ofendidos, y por qué habrían de oponerse a la verdad, cuando no pueden, en su condición actual, beneficiarse de ella, y hasta podrían quemarse los dedos al querer jugar con fuego?

Además, ¡cuán insensato es que se escandalicen por la cruz, viendo que no pueden detener su progreso! Quien se coloca delante de un gigante destructor sería tan sabio como aquellos que se oponen al Evangelio. Si es verdad, recuerden que "la verdad es poderosa y prevalecerá." ¿Quiénes son ustedes para que intenten oponerse a la verdad? Serán aplastados; pero déjenme decirles que, cuando el carruaje pase sobre ustedes, la rueda no se alzará ni una pulgada por encima del tamaño de ustedes. ¿Pues, quiénes son ustedes? Un diminuto mosquito, un gusano que se arrastra, que esa rueda aplastará hasta convertirlo en menos que nada, y ni siquiera les dejará un nombre como opositores del Evangelio.

Ha habido hombres que se han alzado y han dicho: "detendremos el carruaje del Evangelio." Miles los han mirado y han sentido miedo. Sus trompetas han sonado con potencia y largamente, y algunos pobres cristianos han dicho: "¡apártense!, pues aquí viene un hombre que detendrá el carruaje del Señor Jesús."

Una vez fue Tom Paine; luego fue Robert Owen; pero, ¿qué fue de ellos? ¿Se detuvo el carruaje por causa de ellos? No; siguió su camino como si no hubiesen existido nunca sobre la tierra ni Tom Paine ni Robert Owen. Que todos los infieles del mundo sepan de cierto que el Evangelio se abrirá paso, sin importar lo que ellos hagan. ¡Pobres criaturas! Sus esfuerzos para oponerse al Evangelio no son dignos de nuestra atención; y no debemos temer que puedan detener a la verdad. Sería como si un mosquito pensara en apagar al sol. Anda, diminuto insecto, y hazlo, si puedes. Te quemarás las alas y morirás. Sería como si una mosca pensara tragarse todo el océano hasta secarlo. Bébete el océano, si puedes; muy probablemente, te hundirás en él, y él te tragará a ti.

Ustedes que desprecian y se oponen al Evangelio, ¿qué pueden hacer? Viene "venciendo y para vencer." Siempre he creído que entre más enemigos tenga el Evangelio, más avanzará. Como dijo el viejo guerrero, "entre más enemigos haya, podremos matar a un mayor número, podremos tomar más prisioneros, y podremos obligar a huir a un mayor número."

¡Dupliquen sus huestes, ustedes opositores! ¡Vengan en contra de nosotros con un poder todavía mayor! ¡Encolerícense más audiblemente! ¡Calúmniennos más suciamente! Hagan lo que puedan, la victoria es nuestra, pues está predestinada. La sólida columna de la Divina Predestinación está firme, y en su extremo superior hay alas de águila representando la victoria para cada creyente, y para la Iglesia entera de Cristo. La verdad de Dios debe vencer y lo hará; ¿por qué, entonces, esperas tú, insensata criatura, oponerte al Evangelio porque te ofende? La piedra, cortada sin participación de manos, no puede ser quebrada por ti; pero si cae sobre ti, te destrozará hasta convertirte en polvo.

Un pensamiento más, y habré terminado con esta parte de mi tema. ¡Oh, hombre, si tú odias el Evangelio, déjame decirte solemnemente cuán doblemente insensato eres al sentirte escandalizado con Cristo, quien es el único que puede salvarte! Sería como si un hombre que estuviese ahogándose se sintiese ofendido por la cuerda que le es arrojada, aunque sea el único instrumento posible para su salvación; sería como si el paciente moribundo se sintiera ofendido por la copa de medicina que es puesta a sus labios, sabiendo que es la única que puede salvar su cuerpo de la muerte; sería como si el hombre cuya casa se está incendiando se sintiera ofendido con el bombero que apoya bruscamente la escalera en su ventana. Lo mismo es que te sientas ofendido con Cristo. ¿Te sientes ofendido con quien es el único que puede arrebatarte como "un tizón del incendio"? ¿Te sientes ofendido con aquel que es el único que puede apagar para ti el fuego del infierno? ¿Te sientes ofendido con aquel cuya sangre únicamente puede lavarte y blanquearte, y darte un lugar con Él en la eterna gloria? ¿Estás escandalizado por Él? Entonces estás verdaderamente loco. Ni siquiera Bedlam (un hospital siquiátrico) podría producir un maníaco más loco que tú.

¡Ah, ustedes, despreciadores, ustedes serán sorprendidos y perecerán! Ustedes se escandalizan con el Evangelio porque les dice que no tienen ningún mérito; pero si no tienen ninguno, entonces, ¿por qué se escandalizan? Ustedes se escandalizan con el Evangelio porque no les pide nada para que sean salvos; sin embargo, si en verdad demandara algo de ustedes como una condición para su salvación, estarían perdidos. Es el Evangelio adecuado para ustedes; está hecho a propósito, se adapta a su condición; se adecua a su caso. ¡Y sin embargo los escandaliza! Oh, ¿cómo pueden ser tan insensatos?

¿Escucharon alguna vez de algún hombre que se hubiera escandalizado con el carruaje que lo transportaba porque tuviera ruedas? ¿Por qué habrían de ofenderse con el carruaje del Evangelio porque no podría avanzar si no tuviera las ruedas de la gracia inmerecida? ¡Cómo!, ¿estás escandalizado con el Evangelio porque te abate? ¿Acaso no sabes que es precisamente el mejor lugar para ti? El diablo te mantendría muy en alto, si pudiese; pero eso sólo sería para poder arruinarte.

Mis queridos amigos, les imploro, en el nombre del propio Señor Jesucristo, que reflexionen por qué razón están escandalizados con el Evangelio. Sé que va en contra de sus prejuicios; cuando lo oyen por primera vez, no lo aman; pero, recuerden que es su única esperanza de salvación. ¿Están ofendidos con lo único que puede salvarlos? ¿Están ofendidos con lo que puede poner una corona sobre su cabeza, y una palma en su mano, y darles la bienaventuranza para siempre?

Entonces pienso que cuando se hundan en el infierno, mirarán hacia el cielo y dirán: "¡ah, Cristo! Yo me escandalicé contigo, y ahora compruebo que Tú eras el único Salvador. Yo odiaba Tu nombre, del cual está escrito, 'en el nombre de Jesús se doble toda rodilla'. Yo odiaba a ese Salvador que era el único Salvador para redimir a los pecadores del pecado."

IV. Por último, voy a EXTRAER UNA O DOS INFERENCIAS.

La primera es esta: si la cruz de Cristo es un escándalo, y siempre fue un escándalo, ¿cuál es la razón de que tantos cristianos profesantes continúen tan fácilmente de Enero a Diciembre sin encontrar nunca ningún problema? El viejo John Berridge decía: "si no predicas el Evangelio, puedes dormir profundamente; pero si lo predicaras fielmente, difícilmente tendrías un lugar sano en tu piel, pues pronto tendrías suficientes enemigos asediándote."

¿Cómo es que no escuchamos nunca ninguna calumnia contra una gran cantidad de ministros? Tienen una vida fácil y confortable; nadie se escandaliza nunca con su predicación, sino que la gente sale por las puertas de sus capillas, y dicen; "¡qué bonito sermón! Fue precisamente un sermón adecuado para todo el mundo, y nadie podría escandalizarse." Ellos no predican completamente el Evangelio, pues de lo contrario escandalizarían a algunas personas.

Supongan que alguien me dijera: "¿sabes que el señor Fulano de Tal estaba terriblemente escandalizado por tu último sermón?" Eso no es un problema para mí, si sé que prediqué la verdad. A un celebrado predicador le comentaron una vez que había agradado a todos sus oyentes. "¡Ah!", -dijo- "otro sermón desperdiciado."

Los sermones más eficaces son aquellos que hacen que los opositores del Evangelio se muerdan sus labios, y crujan sus dientes. Rowland Hill solía decir: "la predicación que no haga rugir al diablo, vale muy poco. El que no provoca al diablo a rugir en su contra, predica escasamente la verdad." Tengan la seguridad de que a Satanás no le gusta más el Evangelio ahora que antes, y al mundo no le gusta el Evangelio más de lo que le gustaba antes, y si en nuestros días no hay tanta persecución como solía haberla, es porque los hombres no proclaman la verdad sencilla y simple como lo hicieron sus ancestros.

La gente va a escuchar a predicadores de lengua aterciopelada; les gusta que el ministro profetice cosas plácidas para ellos. "Yo no iré a escuchar a Fulano de Tal," -dice uno- "pues con seguridad me escandalizará." Ahora, ¿cuál es la razón de esto? Es porque predica el Evangelio completo, la pura verdad de Dios.

Pero, ¿acaso se imaginan los hombres que queremos escandalizarlos? No, Dios sabe que las cosas duras que decimos con frecuencia, nos causan más dolor a nosotros que el que causan a nuestros oyentes. Pero es bueno cuando no nos preocupa mucho la opinión de los hombres, y cuando hemos aprendido a vivir por encima del mundo. Cuando los ministros proclamen fielmente el Evangelio sencillo y simple, pronto oirán las risas, y el escarnio y las burlas.

Fue un día trágico cuando los hijos de Dios sintieron afinidad con las hijas de los hombres; y será un día malo para la Iglesia de Cristo cuando el mundo hable bien de ella, y todo mundo la ensalce. El grupo del que se habla mayormente en contra es usualmente el grupo en el que mora más Cristo; pero el grupo que está arropado en la abundancia y es sostenido sobre las rodillas de la honra, es usualmente el más corrupto. Prediquen el Evangelio con valor, con constancia, con firmeza, con vigor, con franqueza, y muy pronto escucharán algo relativo a "el escándalo de la cruz."

Mi último comentario es este. ¡Oh, hermanos míos, cuánta mayor razón tenemos para bendecir y exaltar a nuestro Dios lleno de gracia, si la cruz de Cristo no es motivo de escándalo para nosotros! Espero que muchos aquí se unan conmigo para decir que no hay nada en la Biblia que nos escandalice, y que no hay nada en el Evangelio que nos escandalice. Si hay algo que no entienden, no lo odian; si algo parece oscuro y misterioso, no lo rechazan, sino que están dispuestos a aprender todo lo que puedan acerca de ello.

¡Ah, Dios mío!, si todo lo que he predicado fuera falso, estoy preparado para repudiarlo cuando Tú me enseñes la verdad; y si todo lo que he aprendido es un error, y no lo he aprendido de Ti, no me sentiré avergonzado de retractarme en aquella hora en la que Tú me enseñes, y me muestres mi error. No nos avergonzamos de someternos enteramente al molde de la Escritura, de aceptarla tal cual es, de creer en ella, y de recibirla; y si ustedes se encuentran en ese estado, fíjense, son salvos, pues nadie puede decir que acepta plenamente el Evangelio, y que lo ama por completo, y que lo recibe en su corazón, siendo un extraño para el Evangelio.

He escuchado a algunos predicadores que hablan ignorantemente acerca del amor "natural" al Evangelio; tal cosa no puede existir. Oí que alguien decía que había un amor "natural" a Cristo; todo eso es un desatino. La naturaleza no puede engendrar un amor a Cristo, ni amor a nada bueno; eso debe venir de Dios, pues todo amor procede de Él. No hay nada bueno en nosotros por naturaleza. Toda convicción, de una manera o de otra, debe venir del Espíritu Santo. Aunque sea temporal, debe proceder de Él, si es algo bueno.

¡Oh, adoremos, y exaltemos, y engrandezcamos a la gracia poderosa que nos ha hecho amar al Evangelio! Pues estoy seguro que en cuanto a algunos de nosotros, hubo un tiempo en que lo odiábamos igual que lo han hecho las otras personas del mundo. El viejo John Newton solía decir: "ustedes que son llamados calvinistas, -aunque no son simplemente calvinistas, sino los antiguos y legítimos sucesores de Cristo-, deben ser, por encima de todos los hombres, muy amables con sus oponentes, pues, recuerden, de acuerdo a sus propios principios, ellos no pueden aprender la verdad a menos que sean enseñados por Dios; y si ustedes han sido enseñados por Dios, deben bendecir Su nombre; y si ellos no han sido enseñados, no deben enojarse con ellos, sino que deben pedirle a Dios que les dé una mejor educación."

No propiciemos un "escándalo de la cruz" extra por causa de nuestro malhumor, sino que mostremos más bien nuestro amor a la cruz amando y procurando bendecir a aquellos que se han escandalizado con ella.

¡Ah!, pobre pecador, ¿qué dices tú? ¿Estás escandalizado con la cruz? No, no lo estás, pues es allí donde quieres deshacerte de tus pecados. ¿Deseas en este momento venir a Cristo? Tú dices: "no me escandalizo por causa de Cristo. ¡Oh, quién me diera el saber dónde hallarlo! Yo iría hasta su silla." Bien, si tú necesitas a Cristo, Cristo te necesita a ti; si tú deseas a Cristo, Cristo te desea a ti.

Sí, es más; sí tú tienes una chispa de deseo de Cristo, Cristo tiene una montaña ardiente de deseo por ti. Él te ama a ti mucho más de lo que puedas amarlo jamás. Ten la seguridad de tú no has hecho el primer movimiento en cuanto a Dios. Si estás buscando a Jesús, Él te buscó primero.

¡Ven, entonces, tú que eres un pecador desamparado, cansado, perdido, desvalido, arruinado, el primero de los pecadores; ven, pon tu confianza en Su sangre y en Su perfecta justicia, y proseguirás tu camino gozándote en Cristo, liberado del pecado, librado de la iniquidad, hecho salvo, aunque no tan feliz como los propios ángeles que ahora cantan sublimes hosannas delante del trono del Altísimo!


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