¿Debería la iglesia desligarse del asunto matrimonial?

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Con frecuencia, los cristianos son tentados a excusarse por el escándalo sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, insistiendo en que la iglesia debe salir de los asuntos del matrimonio en su totalidad. Muchos sugieren que debemos separar la concepción del matrimonio entre lo "sagrado" y lo "secular". Estos evangélicos no están cuestionando la enseñanza de la Escritura sobre la homosexualidad. Es solo que algunos cristianos quieren evitar el debate y centrarse en asuntos más importantes dentro de las paredes de la iglesia, como el proteger la teología matrimonial de ser corrompida por un decreto democrático.

Este argumento asume que los cristianos pueden mantener y defender su propia definición del matrimonio al negarse a imponer un punto de vista particular en la plaza pública. Bien intencionados, algunos cristianos desearían privatizar el matrimonio y convertirlo en una práctica estrictamente eclesiástica, al igual que la Santa Cena o el Bautismo.

Aquí yace el problema: la teología de la Iglesia sobre el matrimonio, si bien es eclesial, no es sectaria. El matrimonio nos dirige fuera de los muros de la iglesia a la plaza pública, ya que por diseño nos revela una cierta cosmología sobre nuestra esencia de ser creados varón y hembra. El matrimonio tiene un propósito innatamente público al reunir las dos mitades de la humanidad. Si usted ve al hombre como hombre y a la mujer como mujer, es posible que se encuentre del lado perdedor de una guerra cultural sobre el matrimonio, pero sin duda usted estará del lado de la verdad sobre la naturaleza humana.


Un tipo de matrimonio

El gobierno no está en el negocio de levantar posiciones teológicas o propagar las éticas sectarias. El gobierno prohíbe el robo, por ejemplo, no solo porque el Decálogo lo prohíbe, sino porque el robo viola la confianza pública. Debido a que el robo socava la cooperación y desorienta el compás de una sociedad civil bien organizada, la creencia general del robo como algo dañino lo lleva a su prohibición. Por supuesto, como evangélicos, creemos que Dios es autor de todo, y vemos el robar como romper el mandamiento de Dios. Pero ese no es el interés del gobierno al hacer al robo ilegal.

Aunque el matrimonio puede ser una institución cristiana en última instancia, no es exclusivamente cristiano. Los argumentos que confunden el significado teológico con la aplicación directa pública ignoran esta división, y tratan a la teología del matrimonio como algo similar a la teología del bautismo. La manera en que una iglesia celebra el bautismo es una ordenanza eclesial donde la iglesia delimita sus miembros. Lo mismo no puede decirse del matrimonio. Es perfectamente admisible que el gobierno, para defender su visión del matrimonio, concuerde con la verdad teológica, pero no se sostiene ni es promovido por razones teológicas.

Cuando hablamos del matrimonio como solo una teología, hacemos un daño a la trascendencia pública de la institución. No hay dos tipos de matrimonio, uno secular y uno sagrado. Sólo hay un matrimonio con un propósito, independientemente de cómo las diferentes tradiciones religiosas manejen o interpreten la institución. El gobierno no se abstiene a una interpretación teológica del matrimonio, sino que defiende una visión del matrimonio que los diferentes sistemas teológicos y no teológicos acomodan. Es por esta razón que las diversas civilizaciones a lo largo de la historia humana, algunas de las cuales son no religiosas, han reconocido el matrimonio.

Como cristianos, entendemos que el matrimonio refleja las verdades más profundas del evangelio. Como cristianos en América, también entendemos que el gobierno tiene interés en promover el matrimonio como una política social al margen de cualquier contexto teológico.

Matrimonio por el bien común

Si la política matrimonial realmente le importa a todas las personas, no solo a los cristianos, ¿cómo debemos entender el propósito social del matrimonio?

El gobierno garantiza y facilita el acceso a las instituciones que beneficien el bien común. Como cuestión de política social, tenemos que preguntarnos qué es el matrimonio y por qué el matrimonio es importante para el bien común. El matrimonio es una institución natural y pública cuya finalidad, al menos en el interés del Estado, es hacer a un hombre y a una mujer los padres de los hijos que su unión pueda producir. El gobierno reconoce el matrimonio porque esta función de la institución beneficia al bien común. El matrimonio, por ejemplo, es el arma más poderosa contra la pobreza infantil.

Mientras que el matrimonio une físicamente a un hombre y una mujer, también tiene por objeto garantizar el bienestar y la protección de los niños. Sabemos por numerosos estudios, que utilizan las mejores metodologías de investigación, que los niños se desarrollan mejor cuando son criados en un hogar con ambos padres. Simplemente, no hay sustituto.

Ninguno de estos argumentos es teológico en naturaleza, o está basados en las Escrituras. En lugar de ello, apelan a nuestra gramática moral compartida como americanos. Pero tampoco ninguno de estos argumentos contradice las afirmaciones de la verdad cristiana sobre el matrimonio.

Cuando la iglesia se rehusa a hablar las verdades sobre el matrimonio, estará invitando a los otros puntos de vista errados a robar el propósito del matrimonio. Cuando la iglesia ceda para "salir del negocio del matrimonio", como algunos se ven tentados a hacer, dos errores seguirán. En primer lugar, la iglesia permitirá que una falsa comprensión del matrimonio domine la palestra pública. En segundo lugar, la iglesia se convertirá en una versión secularizada de sí misma. Los cristianos desde hace mucho tiempo insistieron en que una cultura de divorcio sin culpa no afectaría a los matrimonios cristianos. Pero hoy en día, todos estamos muy familiarizados con los testimonios de cristianos llenos de cicatrices que han sufrido el divorcio. La realidad del divorcio dentro de la iglesia muestra esta verdad: si la iglesia no está sosteniendo firmemente la verdad del matrimonio, se moldeará y se acomodará a la ideología del matrimonio dominante en la plaza pública.

En verdad, si el matrimonio pierde, no son solo los cristianos los que perderán, sino la sociedad completa. Ella se verá privada de las normas que conducen a culturas más saludables y de una política social sana, de la cual el matrimonio es la primera y más fundamental.


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