¿En verdad la Gracia de Dios es gratis, o Me cuesta todo?

De Libros y Sermones Bíblicos

Revisión a fecha de 19:32 31 ago 2017; Pcain (Discusión | contribuciones)
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La gracia de Dios es absolutamente gratis, y les cuesta todo. Equilibrar esto es un truco, como lo escuchamos en la pregunta de hoy de un joven predicador llamado Ryan, un líder que escucha la emisión. Ryan escribe: “¡Hola, Pastor John! Estoy abrumado sobre cómo predicar dos verdades. (1) Las personas no pueden trabajar para ser salvadas. Cristo hizo todo el trabajo por ellos y ahora deben confiar en él. (2) Quiero que ellos se den cuenta que seguir a Jesús es costoso y no un sendero fácil de autoindulgencia. ¿Puede darme alguna ayuda para explciar que Cristo es tanto gratuito, como dice Isaías 55:1, y también nos costará todo, como el tesoro en un campo en Mateo 13:44?”

He disfrutado mucho pensando sobre esta pregunta. Tengo deseos de decir que he estado pensando porque ésto vierte mucha luz en la naturaleza de la salvación. Acá está lo que necesito hacer. Solo para hacer las cosas más precisas, voy a replantear la pregunta (y verán por qué).

Cuando Ryan dice que Cristo es gratuito y aun así cuesta todo, la palabra Cristo allí es una taquigrafía para “disfrutar a Dios a través de Cristo como nuestro amigo eterno siempre grato. Eso es lo que obtenemos cuando obtenemos a Cristo. Eso es lo que Cristo ofrece. Para decir, “Ustedes obtienen a Cristo, o ustedes vienen a Cristo” — a eso es a lo que vienen. Vienen a Dios a través de Cristo y encontrar a su amigo eterno siempre saciante.

La paradoja por la cual Ryan está preocupado se diría así: “Disfrutar a Dios a través de Cristo como nuestro amigo eterno siempre saciante es gratuito y les cuesta todo”. Ahora, con esa paráfrasis, podemos explicar la paradoja.

Contenido

Dos impedimentos

Existen dos inmensos obstáculos que deben superarse antes que pueda disfrutar de Dios a través de Cristo como mi amigo eterno siempre saciante. El primer obstáculo es legal — es decir, ese Dios, fuera de Cristo, no es mi amigo. Él es mi enemigo. Dios es un juez sagrado, justo y correcto que me ve como un culpable pecador.

Ese es el principal obstáculo que tiene que superarse — La ira justa y sagrada de Dios. Él no es mi amigo. Si llego ante su presencia, seré incinerado. No seré feliz.

Al segundo obstáculo lo pudiéramos llamar emocional o moral. El primero es legal. Éste es emocional; es decir, no encuentro a Dios siempre saciante, muchas gracias. No lo veo como hermoso o supremamente deseable en mi estado natural. De hecho, prefiero otras cosas para mi satisfacción. He intercambiado la gloria de Dios por imágenes y otras cosas.

Esos son los dos obstáculos que deben superarse si voy a disfrutar de Dios a través de Cristo como mi amigo eterno siempre saciante. Superar uno lo hará mi amigo. Superar el otro lo hará siempre saciante.

Quizás puedan ver ahora a dónde lleva esto. Dios toma la iniciativa para superar ambos obstáculos de modo que podamos disfrutarlo a través de Cristo como un amigo eterno siempre saciante. Lo hace primero por la obra de justificación y segundo por la obra de santificación.

Quitando la ira

En la justificación, Dios paga la deuda de nuestro pecado a través de la sangre de Cristo, cancela nuestra culpa, satisface su ira sagrada contra el pecado, y no impone la justicia de Cristo. Ahora, Dios está totalmente para nosotros. Totalmente misericordioso hacia nosotros. Él es nuestro amigo eterno.

Pueden verlo en el texto como en Gálatas 3:13 el cual dice, “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición”. La maldición de Dios arribó sobre Jesús y no sobre nosotros. Isaías 53:5 establece, “Él fue herido por nuestras rebeliones; él fue molido por nuestros pecados”. El impacto de la ira justa y castigadora de Dios cayó sobre Jesús de modo que no cayera sobre nosotros.

Romanos 8:3–4 nos recuerda, “Porque Dios ha hecho lo que la ley, por cuanto era débil por la carne, era imposible de hacer. Enviando a su propio hijo en semejanza de carne de pecado y la causa del pecado” — palabras clave aquí — “condenó al pecado en la carne”. Nuestro pecado está condenado en la carne de Jesús por lo que no hay condena para aquellos quienes están en Jesucristo. Dios está para nosotros por siempre. Él es nuestro amigo y nuestro Padre, nuestro protector y nuestro abastecedor. Él es todo desde ahora y trabajará por nuestro bien. Así que el primer obstáculo está retirado para disfrutar a Dios a través de Cristo como nuestro amigo eterno siempre saciante. Él es nuestro amigo eterno dado a lo que Cristo logró por su elección. Eso es lo que Jesús adquirió.

Ayuda para encontrar el tesoro

Ahora bien, ¿qué hay del segundo obstáculo? La mente natural es hostil para Dios. Él puede haber superado su hostilidad hacia nosotros en la cruz, ¿pero qué hay sobre nuestra hostilidad hacia él? “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios. Porque no se sujetan a la ley de Dios; ni tampoco pueden.” (Romanos 8:7).

Hemos intercambiado la gloria de Dios por otras cosas. Por naturaleza, no disfrutamos de Dios. Disfrutamos de sus dones, no de Él. Así que, si vamos a disfrutar a Dios a través de Cristo como nuestro amigo eterno siempre saciante, Dios va a tener que hacer una segunda obra estupenda, milagrosa y redentora. Él tendrá que sacarnos el corazón de piedra que odia a Dios y poner dentro de nosotros el corazón de la carne que ama a Dios, se deleita en Dios, está saciado en Dios, y atesora a Dios por sobre toda las cosas.

Va a tener que cambiar radicalmente nuestras emociones y nuestras preferencias morales, lo cual es precisamente lo que Él promete hacer en el nuevo pacto. Ezequiel 11, Ezequiel 36, y Jeremías 31 hablan acerca de este nuevo pacto de sacar el corazón de piedra, colocar el corazón de carne, y que nos cause que tengamos nuevos afectos por Dios. Jesús compró eso cuando derramó su sangre, de acuerdo a Lucas 22:20: “Esta copa . . . es el nuevo pacto en mi sangre.”

Una vez Cristo ha muerto por nosotros, Dios entra mediante su Espíritu, yace retenido en nosotros, ocasionándonos que renazcamos para creer. Él saca el corazón de piedra; Él coloca el corazón de carne. Él abre nuestros ojos para contemplar la belleza de Dios en Cristo como más deseable que cualquier cosa en el mundo.

Él supera este segundo obstáculo — es decir, nuestras preferencias por otras cosas en la dureza de nuestro corazón. Ahora, ustedes obtuvieron justificación, haciéndonos amigos con Dios por siempre quitando su enemistad, su ira y justicia. Obtuvimos justificación, sacando el corazón de piedra y encontrarlo eterno siempre saciante.

Lo que el dinero no puede comprar

¿Cómo resuelve eso la contradicción o paradoja percibida de Ryan? El tesoro de tener a Dios como nuestro amigo, no como nuestro enemigo, y de tenerlo como siempre saciante en vez de aburrido — ese tesoro es totalmente gratuito. Ese tesoro, la amistad siempre saciante de Dios en Cristo eternamente, es totalmente gratuito. Comprado para nosotros por la sangre de Cristo. Nadie puede comprar la amistad de Dios, nadie puede comprar un nuevo corazón que se deleite en Dios.

No puedes comprarla. Ha sido comprada por la sangre de Jesús. ¿Es gratuita para el qué? Es gratuita para poseerla. Más específicamente, es gratuita para disfrutarla, lo cual sencillamente significa que para ser salvos — es decir, disfrutar de Dios a través de Cristo como mi amigo siempre saciante — tengo que disfrutarlo por sobre todas las cosas. Más que la comida, o el sexo, o la familia, o la fama. No es igual con ellas. Tengo que disfrutarlo por encima de esas cosas. Tiene que ser así de dulce y precioso; tiene que ser mi tesoro. Si no lo disfruto, él no será siempre saciante para mí.

Eso es lo que Jesús quería decir cuando dijo en Mateo 13:44, “El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo” — y un tesoro siempre saciante el cual un hombre halló, cubrió y luego — acá está la frase clave — “Luego gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo”.

En su gozo, ahora halla este tesoro extremadamente saciante. En su gozo, va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo. El tema de esa parábola no es que pagamos por lo que Jesús ya ha pagado. El tema de esa parábola es que ahora preferimos al reino sobre todas las cosas en este mundo, y porque lo hacemos, Él dio su vida como un rescate para nosotros. Ahora nosotros disfrutaremos a Dios a través de Cristo como nuestro eterno amigo siempre saciante.



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