Las maravillas de tu palabra

De Libros y Sermones Bíblicos

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Salmo 119:18 Abre mis ojos para que contemple las maravillas de Tu ley.

Contenido

Nuestra desesperada necesidad de la iluminación de Dios

Estos son los tres puntos que vimos la semana pasada en este versículo: 1) existen maravillas en la palabra de Dios, 2) nadie puede ver estas maravillas como realmente son sin la ayuda divina de Dios, 3) por tanto, debemos pedir a Dios que nos dé la iluminación divina al leer la Biblia.

La semana pasada pusimos énfasis en la oración y en nuestra desesperada necesidad de iluminación divina de Dios para ver las cosas espirituales – para ver la gloria de Dios, la belleza y la excelencia. Podemos ver muchas cosas en la palabra de Dios sin que Él nos abra los ojos del corazón. Podemos ver las palabras y sus estructuras gramaticales. Podemos ver las conexiones lógicas. Podemos ver hechos históricos. Podemos apreciar la intención racional de un autor. Podemos ver las emociones humanas. Nada de eso requiere que Dios abra nuestros ojos para ver de una manera espiritual.

Lo que no podemos ver es la belleza espiritual de Dios, de Su Hijo y de sus trabajos en el mundo. No podemos ver que Dios es infinitamente sabio por sobre todas las cosas. Una persona ciega no puede ver el sol, sin embargo, puede saber mucho acerca del sol, tomar una prueba de astronomía y obtener un puntaje más alto que una persona vidente. Saber de algo o conocerlo de vista no es lo mismo. Saber que la miel es dulce no es lo mismo que probarla.

Permítanme leer nuevamente la descripción completa de nuestra condición aparte de la iluminación especial para la salvación según Pablo. En Efesios 4:17b-18 Pablo menciona cinco características de la condición humana que necesitan de la intervención divina para ver la realidad espiritual. Él dijo que los gentiles (en otras palabras, el mundo ordinario de las naciones, aparte de la gracia), “andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón”. Al leer esto podemos decir que en todos nosotros existe, aparte de la poderosa gracia de Dios, la dureza en el corazón que conduce a la ignorancia, la cual nos aleja de Dios y nos lleva a la oscuridad conduciéndonos a la vanidad del entendimiento y de la vida.

El punto de la semana pasada fue: si hubiera alguna esperanza en nuestra visión de ver las maravillas de la palabra de Dios, deberíamos tener la capacidad divina y sobrenatural que Dios nos dio y que no tenemos por naturaleza propia. Por lo tanto, debemos orar por esto – “Abre mis ojos”. Y si permaneciéramos en Dios y fuéramos reales y auténticos e intensos en nuestro amor por Él, deberíamos estar desesperados para que esto sucediera cada día. Así es que recen, recen, recen. Lean el Salmo 119 y vean cuántas veces Pablo ruega por la ayuda divina para el entendimiento de Dios y sus caminos.

Contemplar es lo apropiado

Hoy quiero analizar un punto diferente. Antes de mencionarlo, dejen asegurarme que comprenden por qué es importante. Es importante porque al ver la belleza y el valor, y la excelencia de Dios y su Hijo, sus palabras y sus caminos, nos vamos transformando a imagen y semejanza de Jesús. En Corintios 2 3:18 Pablo dice: “Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu”. Contemplar es lo apropiado.

Esta es la única manera Cristiana de que cambiemos el comportamiento y así honremos a Dios. Nosotros cambiamos al ver una belleza superior, un valor y una excelencia. Si miramos el rostro de Cristo y luego miramos las revistas “Sports Illustrated” y “Glamour” y no nos conmueve la belleza superior, el valor, la excelencia y la sabiduría de Cristo, aún somos insensibles, ciegos y fútiles en nuestro pensamiento. Necesitamos gritar: ”¡Abre mis ojos para que vea las maravillas que hay en tu palabra!”. Y la vida nos las mostrará. En dónde quiera que se encuentre tu tesoro, tu deseo, tu dicha, tu belleza – también estarán tu corazón, tus noches y tus sábados, y tu dinero. Nos transformamos al ver la gloria de Dios en Su palabra. Si Dios no es más glorioso o más persuasivo contigo que la distinción y la gloria del mundo, es que aún no lo has visto. Juan 3 11 dice: “Aquél que hace el mal es porque no ha visto a Dios” (ver también Juan 1 3:6).

Todo esto es importante porque el verdadero cambio en la vida que honra a Dios y que tiene un valor espiritual, viene de ver la gloria de Dios, no de escribir listas de comportamientos religiosos para tratar de copiarlos.

Dios revela la belleza de Cristo a través de Su palabra

La observación del texto que tenemos para hoy es la siguiente: Dios muestra la belleza y la excelencia de Cristo sólo a aquellos que buscan la palabra de Dios. Es por esto que la verdadera transformación espiritual nos llega a través de la lectura, la memorización y la reflexión de la Biblia. No es porque debamos aprender reglas para luego obedecerlas. La Biblia es donde el Señor nos revela la belleza y la excelencia de Cristo.

Permítanme hacer énfasis en este punto. Supongamos que ustedes escucharon el mensaje de la semana pasada donde dice que debemos ver la gloria de Dios para cambiar, pero no podemos verla debido a nuestra falta de vida, insensibilidad y ceguera, y por tanto, debemos pedir a Dios para que nos salve, nos ayude a ser menos intransigentes y nos abra los ojos. Supongamos que finalizamos diciendo: debo dedicarme a la oración y no a estudiar, o leer, o memorizar la Biblia porque la mera visión humana y la razón no permiten ver lo que se necesita ver. Sería una conclusión terrible para este texto.

El punto es que Dios abre los ojos a ciegos que buscan Su palabra para que vean la gloria de Dios. Supongamos que quieres ver la gloria del Gran Cañón, pero estás ciego. Y Dios te dice: invócame, ven a mí y reza y te abriré los ojos para que veas la gloria del Gran Cañón. ¿Te mudarías de Arizona a Florida para rezar? O ¿Usarías cada músculo y cada sentido que Dios te dio para ir al Gran Cañón y ver lo que Dios te ha prometido? Mi observación es que Él no te mostrará la gloria del Gran Cañón si tú insistes en vivir en los Everglades, sin importar cuánto reces.

Dicho de otra manera, Dios ha ordenado que la obra de Su Espíritu, que abre nuestros ojos, vaya siempre unida al intelecto de la obra de Su palabra. Dios quiere que veamos la gloria de Su Hijo (y nos transformemos). Así Él puede abrir nuestros ojos al ver a su Hijo – no como en telenovelas o en liquidaciones de venta. La obra del Espíritu y de la palabra en el camino hacia la verdadera autorrevelación espiritual, van siempre unidos. La obra del Espíritu revela la gloria, la belleza y el valor de lo que el intelecto ve en la palabra.

No debemos cometer el error de pensar que lo que necesitamos del Espíritu es información nueva. Tenemos mil veces más información de Dios de la que podamos disfrutar y comprender en la Biblia. ¡Necesitamos ver con los ojos de nuestro corazón! Cualquier otra información del Espíritu para que podamos ver a Cristo en la palabra, no nos haría ni una pizca más espiritual o complaciente con Dios.

Supongamos que el Espíritu nos revela que una amiga, que es estéril, quedará embarazada. Le comunicas la noticia y cuando esto sucede, se emocionan por el milagro de la profecía y del embarazo. ¿Qué has ganado espiritualmente? Nada, a menos que te conviertas hacia la palabra y veas - con los ojos del corazón - la gloria y la belleza de Cristo retratado en la Biblia – Jesús de Nazaret, que fue crucificado y resucitó para salvar a los pecadores y para glorificar a Dios, quién de este modo te ha bendecido. La emoción religiosa ante la presencia de milagros es una cosa natural y no tiene necesariamente una dimensión espiritual o divina. Los dones del Espíritu son valiosísimos, pero es mucho más importante abrir los ojos a la iluminación del Espíritu Santo para poder ver la gloria de Cristo en la palabra.

No es información nueva lo que necesitamos, sino nuevos ojos para ver lo que nos revela la palabra de Dios. ¡Abre mis ojos para que vea las maravillas de tu Palabra!

No reces y te quedes a la deriva

Permítanme explicar las consecuencias de esto.

La primera, es que cuando rezamos solamente para ver, no debemos cambiar a una posición neutral. No asuman que lo imprescindible de la oración significa lo prescindible del pensamiento enfocado en la palabra. Al rezar para ver la gloria de Cristo no se distancien o se queden a la deriva. No se queden esperando sin hacer nada. Esto es un gran error que viene de la espiritualidad Occidental, no de la Biblia. Lo que es único del Cristianismo es que es histórico y especial. Jesús vivió en un lugar y en un tiempo. La intención de Dios es que abran sus ojos para que vean la belleza espiritual y el valor de este hombre en particular justo como Él es revelado en la palabra. Si rezamos para ver esto, pero nuestra mente se aparta, entonces no podremos verlo. Reza y no te apartes.

¿Entonces qué?

1. Reza y lee

¡Lee la palabra! ¡Qué privilegio! Y ¡Qué obligación! Y ¡Qué posibilidad para poder ver a Dios¡ En Efesios 3:34b-4 Pablo dice: “Que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente. Leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo”. ¡Cuando leas! Verás que Dios deseó que el más grande de los misterios de la vida fuera revelado a través de la lectura de la Biblia.

Comparemos el capítulo 1:18 en donde Pablo nos dice: “Mi oración es que los ojos de vuestro corazón sean iluminados, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamamiento“. Así, en Efesios 3:4 nos dice que leyendo podremos comprender el misterio de Cristo. Y en Efesios 1:18 nos dice que para poder comprender lo que necesitamos saber, Dios debe abrir nuestros ojos en respuesta a nuestras plegarias. Sí, debemos rezar. Sí, estamos ciegos sin la ayuda de Dios. La observación para esta semana es que debemos leer.

“Al leer pueden comprender mejor el misterio de Cristo”. La oración no puede reemplazar a la lectura. Rezar puede ayudarnos a ver, pero si no leemos no podremos ver. El Espíritu Santo fue enviado para glorificar a Jesús y su gloria está retratada en la palabra. Lean. Regocíjense al leer.

2. Reza y estudia

En Timoteo 2 2:15 dice: “Procura (o puedes leer el estudio bíblico: “study” KJV) con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”. Dios nos entregó un libro acerca de Él no para que nosotros lo leamos de una manera descuidada como nosotros quisiéramos. Pablo dice: “Procura con diligencia….que usa bien la palabra de verdad”. Esto significa que debes trabajar en la palabra si quieres obtener lo mejor de ella.

El péndulo se balancea de atrás hacia delante. Algunos dicen recen y recen, no se apoyen en el trabajo humano de estudio no espiritual. Otros dirán, estudia y estudia porque Dios no te dirá el significado de la palabra en la oración. Pero la Biblia no tiene nada que ver con esta dicotomía. Debemos estudiar y usar bien la palabra de Dios, y debemos rezar o no podremos ver en la palabra la única cosa necesaria, la gloria de Dios en el rostro de Cristo (2 Corintios 4:4, 6).

En 1911, Benjamín Warfield, un gran estudioso de la Biblia, escribió: “Algunas veces escuchamos que diez minutos de rodillas nos da un entendimiento más verdadero, más práctico y más profundo de Dios, que 10 horas de estudio. ¡Qué! Esa es la respuesta apropiada, ¿Permanecer de rodillas valen más que 10 horas de estudio?” (“La vida religiosa de los estudiantes de teología”, de Mark Noll, ed., Teología de Princeton,[Grand Rapids: Baker Book House, 1983], p. 263). Esta obra captura el espíritu bíblico. Sí, debemos rezar. No podremos ver las maravillas de la palabra de Dios, si Él no abre nuestros ojos. El hecho de rezar no puede reemplazar al estudio, Pablo dice: “Procura con diligencia – estudia – para usar bien la palabra”.

3. Reza y procura

Nuestro acceso a la Biblia debe ser como un miserable que busca oro durante la fiebre de oro, o como una novia que perdió su anillo de compromiso en algún lugar de la casa y registra toda la casa para encontrarlo. Esta es la forma como debemos buscar a Dios en la Biblia.

En Proverbios 2:1-6 dice:

Hijo mío, si recibes mis palabras, y atesoras mis mandamientos dentro de ti, 2 da oído a la sabiduría, inclina tu corazón al entendimiento, 3 porque si clamas a la inteligencia, y alzas tu voz al entendimiento, 4 si la buscas como a la plata, y la procuras como a los tesoros escondidos, 5 entonces entenderás el temor del SEÑOR, y descubrirás el conocimiento de Dios, 6 porque el SEÑOR da sabiduría, de su boca vienen el conocimiento y la inteligencia.

Recibe, guarda, está atento, inclina tu corazón, clama, alza tu voz, busca como a la plata, y busca como a los tesoros escondidos. Vale la pena saquear la Biblia. Si encuentras tesoros escondidos y si encuentras plata, actúa como tal. Por supuesto que debemos rezar (como dice el versículo 3), no sustituyas la oración por la búsqueda en la Biblia. Dios dice que aquellos que lo busquen de todo corazón, lo encontrarán. (Jeremías 29:13).

4. Reza y reflexiona

En 2 Timoteo 2:7 La Biblia de las Américas (LBLA) dice: “considera lo que digo, pues el Señor te dará entendimiento en todo”. Así es, literalmente, “piensa (noei) lo que dije”.¿Significa que las enseñanzas de Pablo son simplemente el ejercicio humano, natural del intelecto? No. Al final del versículo dice: “El Señor te da el conocimiento”. No lo puedes ver por ti mismo. El temor espiritual es un don de Dios.

Dios da el don de la luz divina a través del pensamiento. “Piensa muy bien lo que dije, por que el Señor da entendimiento en todo”. Reza y pide a Dios que te de la luz que necesitas, pero no reemplaces la reflexión con la oración. Reflexiona y reza. Esto es como Dios lo ha establecido. Un Cristo histórico. Un libro de que ha sido conservado y que ha sido una revelación. Todo esto dice: lean y estudien, procuren y reflexionen, todo será en vano si no hay oración. Ambos y no lo uno o lo otro.

5. Reza y dialoga

Dios quiere que la palabra escrita se convierta en la palabra hablada en la predicación y en la exhortación mutua y que ésta sirva para amonestar, advertir, alentar y aconsejar a su gente. Colosenses 3:16: “Que la palabra de Cristo habite en abundancia en vosotros [o entre vosotros], con toda sabiduría enseñándonos y amonestándonos unos a otros …” La palabra de Cristo para nosotros se convierte en nuestra palabra mutua.

Yo predico. La palabra de Dios debe ser anunciada de nuevo, una y otra vez. Esta es la voluntad de Dios sobre Su palabra. Hablen el uno al otro de la palabra de Dios. Esta es una de las principales razones por la que se forman grupos pequeños en las iglesias – para hacer que la palabra de Dios esté en nosotros. Hablen el uno al otro.

Esto significa que ¿Podemos eliminar la oración en los momentos en que de alguna manera abrimos los ojos del corazón para ver las maravillas de la palabra de Dios al hablar de ella con convicción, con un argumento convincente o con una expresión original? Esto no es lo que Pablo nos enseña. En el mismo libro (Colosenses 1:9-10) él reza, ¡reza!: “Por esta razón, también nosotros, desde el día que lo supimos, no hemos cesado de orar por vosotros y de rogar que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual…creciendo en el conocimiento de Dios”.

Si el conocer a Dios y el tener la sabiduría y comprensión espiritual fueran automáticos cuando Cristo habita en abundancia en nosotros, Pablo no necesitaría rogar a Dios tan encarecidamente para que nos dé la sabiduría y la comprensión espiritual.

La palabra de Dios y el orar unidos

Hemos visto en repetidas oportunidades que la oración es indispensable si queremos ver la gloria de Dios en la palabra. También hemos visto que la lectura, el estudio, el procurar, el pensar y decir la palabra son necesarios. Dios dice que la obra del Espíritu Santo, abrir los ojos, va siempre unido a la obra de su palabra, el ejercicio del intelecto. Su objetivo es que veamos y reflejemos la gloria de Dios en la palabra y así Él abre nuestros ojos cuando vemos la gloria de Dios en la palabra.

Lean, estudien, procuren, reflexionen, escuchen y recen, “Abre mis ojos para que vea las maravillas de tu palabra”.

(Para más reflexiones, ver Lucas 24:45; Números 16:14; Reyes 6:17; Mateo 16:17 11:2-6; 11:27)


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