Si Dios no te cura

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<span class="fck_mw_template">{{info|If God Doesn’t Heal You}}</span><p>Las semanas de la quimioterapia erosionaron el tejido de su boca, destruyeron su sistema inmunol&oacute;gico y culminaron en una cirug&iacute;a larga de muchas horas para forjarse un tumor del tama&ntilde;o de un pomelo.</p>
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{{info|If God Doesn’t Heal You}}Las semanas de la quimioterapia erosionaron el tejido de su boca, destruyeron su sistema inmunológico, y culminaron en una cirugía larga de muchas horas para extraer un tumor del tamaño de un pomelo.
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<p>En todas partes, los amigos y los queridos elevaron una oraci&oacute;n sincera pero singular: <em>S&aacute;nala, Se&ntilde;or.</em> Ella se envolvi&oacute; en sus palabras como si se ci&ntilde;iera en armadura.&nbsp; Despu&eacute;s, se&ntilde;al&oacute; a una l&iacute;nea en el informe de patolog&iacute;a que describi&oacute; c&eacute;lulas muertas en el centro del tumor, y alab&oacute; a Dios por su misericordia. Razon&oacute; que la quimioterapia hab&iacute;a matado el tumor antes de que su cirujano alguna vez pusiera el cuchillo a la piel, y la curaci&oacute;n por la cual rez&oacute; estaba a mano.</p>
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<p>Pero esas c&eacute;lulas muertas no prometen cura. M&aacute;s bien, indicaron un c&aacute;ncer tan agresivo que los vasos sangu&iacute;neos no pod&iacute;an hacer un t&uacute;nel hacia su centro. El tumor estaba creciendo tan r&aacute;pidamente que no pod&iacute;a soportar su propio medio. Unos meses m&aacute;s tarde, el c&aacute;ncer no s&oacute;lo regres&oacute;, sino que se propag&oacute;, obstruyendo sus pulmones y salpicando su cerebro.</p>
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En todas partes, los amigos y seres queridos elevaron una oración sincera pero singular: ''Sánala, Señor''. Ella se envolvió en sus palabras como si se ciñiera una armadura. Después, señaló a una línea en el informe de patología que describía células muertas en el centro del tumor, y alabó a Dios por su misericordia. Razonó que la quimioterapia había matado el tumor antes de que su cirujano alguna vez pusiera el cuchillo sobre la piel, y que la curación por la cual oró estaba cercana.
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<p><strong>Enrollar la pena</strong></p>
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<p>Como el delicado equilibrio de su sistema de &oacute;rganos se desmenuzaba y se derrumbaba, las oraciones para la curaci&oacute;n se volvieron m&aacute;s ardiente, de su iglesia, as&iacute; como de sus propios labios.&nbsp; Sus m&eacute;dicos recomendaron el hospicio de casa, pero ella se aferr&oacute; a su convicci&oacute;n de que Dios debe derretir su enfermedad pero en su lugar, insisti&oacute; en la quimioterapia de &uacute;ltima hora.&nbsp; Aun as&iacute;, el c&aacute;ncer continu&oacute; su marcha mortal. El l&iacute;quido ensatu&oacute; sus extremidades y saturaba sus pulmones. Una noche horrible, con las alarmas de la UCI sonando su eleg&iacute;a, su coraz&oacute;n temblaba y se detuvo.</p>
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Pero esas células muertas no prometían cura. Más bien, indicaron un cáncer tan agresivo que los vasos sanguíneos no podían hacer un túnel hacia su centro. El tumor estaba creciendo tan rápidamente que no podía soportar su propio medio. Unos meses más tarde, el cáncer no sólo regresó, sino que se propagó, obstruyendo sus pulmones y salpicando su cerebro.
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<p>Totalmente desprevenida para perderla, su familia enroll&oacute; la pena.&nbsp;&nbsp; Estuvieron angustiados c&oacute;mo durar sin ella y se esforzaron por conciliar este parpadeo de una vida querida, fiel, contra sus peticiones continuas a Dios para la cura.&nbsp; <em>&iquest;C&oacute;mo hab&iacute;a pasado esto?</em> se lamentaban. <em>&iquest;Hab&iacute;a notado Dios sus oraciones? &iquest;Hab&iacute;a escuchado? &iquest;No rezaron lo suficiente? &iquest;Su fe era demasiado escasa? &iquest;C&oacute;mo pudo Dios ignorarla cuando le era tan fiel?</em></p>
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<p>Dios cre&oacute; el cielo y la tierra, catapult&oacute; a los planetas en movimiento, y reuni&oacute; el andamio de nuestro citoplasma. Seguramente, tambi&eacute;n podr&iacute;a erradicar nuestro c&aacute;ncer, realinear nuestros huesos o restaurar el flujo sangu&iacute;neo a las &aacute;reas que motean.</p>
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'''Enroscándose en la tristeza'''
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<p><strong>Una espina por ahora</strong></p>
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<p>Dios puede y sana. En mi propia pr&aacute;ctica cl&iacute;nica, us&oacute; la recuperaci&oacute;n improbable de un paciente para atraerme a s&iacute; mismo.&nbsp; A lo largo del ministerio de Jes&uacute;s, realiz&oacute; curaciones milagrosas que glorificaron a Dios y profundizaron la fe (Mateo 4:23; Lucas 4:40).&nbsp; La Biblia nos anima a orar en serio (Lucas 18:1&ndash;8; Filipenses 4:4&ndash;6). Si el Esp&iacute;ritu nos mueve a orar por la sanaci&oacute;n, ya sea para nosotros o para nuestros vecinos, debemos hacerlo con fervor.</p>
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Conforme el delicado equilibrio de su sistema de órganos se desmenuzaba y derrumbaba, las oraciones por una curación se volvieron más ardientes, tanto las de su iglesia como las de sus propios labios. Sus médicos recomendaron el hospicio en casa, pero ella se aferró a su convicción de que Dios ''debía'' derretir su enfermedad, e insistió en la quimioterapia de última hora. Aun así, el cáncer continuó su marcha mortal. El líquido hinchaba sus extremidades y saturaba sus pulmones. Una noche horrible, con las alarmas de la UCI haciendo sonar su elegía, su corazón tembló y se detuvo.
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<p>A&uacute;n mientras oramos, nos debemos ocupar de una distinci&oacute;n cr&iacute;tica: aunque Dios nos pueda curar, nunca debemos suponer que <em>debe.</em></p>
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<p>La muerte es la consecuencia de la ca&iacute;da (Romanos 6:23). Nos supera a todos nosotros, y m&aacute;s com&uacute;nmente recluta enfermedades como su veh&iacute;culo.&nbsp; Cuando Cristo regrese, ninguna enfermedad se mancha la creaci&oacute;n de Dios (Apocalipsis 21:4), pero por ahora, debemos esperar y gemimos como nuestros cuerpos se marchitan.&nbsp; Podemos percibir que nuestra sanaci&oacute;n es el mayor bien, pero la sabidur&iacute;a de Dios supera incluso los alcances m&aacute;s impresionantes de nuestro entendimiento (Isa&iacute;as 55:8). No podemos doblar su voluntad para parecernos a la nuestra.</p>
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Totalmente desprevenida para perderla, su familia se enroscó en la tristeza. Agonizaron pensando en cómo soportar sin ella y se esforzaron por conciliar esta pérdida de una vida querida y fiel, contra sus peticiones continuas a Dios por una cura. ''¿Cómo había pasado esto?'' se lamentaban. ''¿Había notado Dios sus oraciones? ¿Había escuchado? ¿No oraron lo suficiente? ¿Su fe era demasiado escasa? ¿Cómo pudo Dios ignorarla cuando ella le era tan fiel?''
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<p>Una y otra vez la Biblia representa casos en los que Dios no erradica inmediatamente el sufrimiento, sino que se relaciona con &eacute;l para siempre (G&eacute;nesis 50:20; Juan 11:3&ndash;4; Romanos 5:3&ndash;5).&nbsp; &lt;&lt;Me fue dada una espina en la carne,&gt;&gt; el ap&oacute;stol Pablo escribe de su propia aflicci&oacute;n f&iacute;sica. &nbsp;&nbsp;&nbsp;&lt;&lt;Tres veces he rogado al Se&ntilde;or para que lo quitara de m&iacute;. &nbsp;&nbsp;Y &Eacute;l me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad.&gt;&gt; (2 Corintios 12: 7-9) Dios respondi&oacute; a las oraciones de Pablo por sanarlo no curarlo, sino trabajar a trav&eacute;s del sufrimiento de Pablo para acercarlo m&aacute;s a su gloria. En el ejemplo m&aacute;s exquisito, a trav&eacute;s de su sufrimiento y muerte, Cristo nos redime de nuestros pecados y derrama gracia sobre nosotros (Romanos 3:23&ndash;25; Efesios 1:7).</p>
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<p><strong>Un latido del coraz&oacute;n al cielo</strong></p>
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Dios creó el cielo y la tierra, catapultó a los planetas al movimiento, y ensambló el andamio de nuestro citoplasma. Seguramente, también podría erradicar nuestro cáncer, realinear nuestros huesos o restaurar el flujo sanguíneo a las áreas que gotean.
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<p>Cuando no hacemos caso del trabajo de Dios en el sufrimiento y nos partimos sin aliento s&oacute;lo a nuestra esperanza de una cura, abandonamos oportunidades de cierre, compa&ntilde;erismo y preparaci&oacute;n espiritual al final de vida.&nbsp; La investigaci&oacute;n advierte que aquellos de nosotros dentro de una comunidad religiosa con mayor probabilidad perseguir&aacute;n medidas agresivas al final de vida, y m&aacute;s probablemente morir en un ICU.</p>
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<p>Si enfocamos s&oacute;lo en una cura, m&aacute;s que en la realidad de nuestra mortalidad f&iacute;sica, podemos perseguir tratamientos que no s&oacute;lo no nos salvan, sino que tambi&eacute;n nos privan de nuestras capacidades para pensar, comunicar y orar en nuestros &uacute;ltimos d&iacute;as.&nbsp; Nos olvidamos de que si nuestra curaci&oacute;n no est&aacute; dentro de la voluntad de Dios, tendremos la fortaleza, paz y discernimiento para perseverar. Y si la curaci&oacute;n no viene, un sencillo enfoque sobre curaci&oacute;n nos abandona y aquellos que amamos con dudas inquietantes acerca de la validez de nuestra fe.</p>
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'''Una espina por ahora'''
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<p>El Evangelio ofrece una esperanza que supera la reparaci&oacute;n de nuestros cuerpos.&nbsp; Este lado de la cruz, aunque nuestra visi&oacute;n se oscurece y el mundo se cierra, <em>no debemos temer a la muerte.</em>&nbsp; Cristo ha vencido, y por medio de su resurrecci&oacute;n la muerte ha perdido su aguij&oacute;n (1 Corintios 15:55&ndash;57). La muerte no es m&aacute;s que un aliento moment&aacute;neo, una transici&oacute;n, un latido antes de reunirnos con nuestro Se&ntilde;or resucitado (2 Corintios 4:17&ndash;18).&nbsp; Como consecuencia de la cruz, <em>la muerte no es el fin.</em> Por medio del sacrificio de Cristo por nosotros, a trav&eacute;s de la gracia desbordante y suficiente de Dios, tenemos sanaci&oacute;n espiritual para sostenernos a trav&eacute;s de la eternidad, aun cuando nuestros cuerpos actuales se deforman y se rompen.</p>
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<p><strong>Oren por m&aacute;s</strong></p>
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Dios puede sanar y lo hace. En mi propia práctica clínica, usó la recuperación improbable de un paciente para atraerme a mismo. A lo largo del ministerio de Jesús, realizó curaciones milagrosas que glorificaron a Dios y profundizaron la fe (Mateo 4:23; Lucas 4:40). La Biblia nos anima a orar fervientemente (Lucas 18:1–8; Filipenses 4:4–6). Si el Espíritu nos mueve a orar por sanidad, ya sea para nosotros o para nuestros vecinos, debemos hacerlo con fervor.
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<p>Cuando una enfermedad que pone en peligro la vida, por todos los medios ora por la sanaci&oacute;n si el Esp&iacute;ritu te conmueve.&nbsp; Pero tambi&eacute;n oran para que, si la cura no est&aacute; de acuerdo con la voluntad de Dios, &eacute;l podr&iacute;a equiparlos a ti y a tus seres queridos con fortaleza, claridad y discernimiento.&nbsp; Ora para que nos conceda a todos la paz para <em>perseverar</em>, a trav&eacute;s del dolor, a trav&eacute;s de la enfermedad, con los ojos echados hacia el cielo aun cuando el miedo nos empuje a arrodillarnos.&nbsp; Ora para que cuando las sombras invaden, y la luz dentro de nosotros marchita, que la luz del mundo ilumine nuestras mentes y corazones, nos atrae hacia s&iacute; en nuestros &uacute;ltimos momentos en esta tierra.&nbsp; Reza que supi&eacute;ramos en nuestros corazones que nuestro final en esta tierra no es de ning&uacute;n modo <em>el final</em>.</p>
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<p>No importa qu&eacute; tan oscura la muerte parece, es fugaz y transitorio, un simple aliento antes de la vida eterna.</p>
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Sin embargo, mientras oramos, debemos tener en cuenta una muy importante distinción: aunque Dios nos pueda curar, nunca hemos de suponer que ''debe'' hacerlo.
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La muerte es consecuencia de la caída (Romanos 6:23). Nos supera a todos nosotros, y lo más común es que reclute enfermedades como vehículo. Cuando Cristo regrese, ninguna enfermedad manchará la creación de Dios (Apocalipsis 21:4), pero por ahora, esperamos y gemimos conforme nuestros cuerpos se marchitan. Podemos percibir que nuestra sanación es el mayor bien, pero la sabiduría de Dios supera incluso los alcances más impresionantes de nuestro entendimiento (Isaías 55:8). No podemos torcer su voluntad para que se parezca a la nuestra.
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Una y otra vez la Biblia representa casos en los que Dios no erradica inmediatamente el sufrimiento, sino que se ''involucra'' con él para bien (Génesis 50:20; Juan 11:3–4; Romanos 5:3–5). "Me fue dada una espina en la carne", escribe el apóstol Pablo de su propia aflicción física. "Tres veces he rogado al Señor para que lo quitara de . Y Él me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad". (2 Corintios 12:7-9, LBLA) Dios respondió a las oraciones de Pablo por sanidad, no curándole, sino más bien obrando ''por medio''del sufrimiento para acercarlo más a su gloria. En el ejemplo más exquisito, a través de su sufrimiento y muerte, Cristo nos redime de nuestros pecados y derrama gracia sobre nosotros (Romanos 3:23–25; Efesios 1:7).
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'''Un latido del corazón al cielo'''
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Cuando ignoramos la obra de Dios en el sufrimiento y nos aferramos sin aliento sólo a nuestra esperanza de una cura, abandonamos oportunidades de cierre, compañerismo y preparación espiritual al final de la vida. La investigación advierte que aquellos de nosotros que estamos en una comunidad religiosa, buscamos medidas más agresivas al final de vida, con más probabilidad de morir en una UCI.
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Si nos enfocamos sólo en una cura, más que en la realidad de nuestra mortalidad física, podemos andar persiguiendo tratamientos que, no sólo no nos salvan, sino que también nos privan de nuestras capacidades para pensar, comunicar y orar en nuestros últimos días. Nos olvidamos de que si nuestra curación no está dentro de la voluntad de Dios, necesitaremos fortaleza, paz y discernimiento para perseverar. Y si la curación no viene, un enfoque único y cerrado sobre la curación nos confunde a nosotros y aquellos que amamos con dudas inquietantes acerca de la validez de nuestra fe.
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El Evangelio ofrece una esperanza que supera la reparación de nuestros cuerpos. A este lado de la cruz, aunque nuestra visión se oscurece y el mundo se cierra, ''no debemos temer a la muerte''. Cristo ha vencido, y por medio de su resurrección la muerte ha perdido su aguijón (1 Corintios 15:55–57). La muerte no es más que un aliento momentáneo, una transición, un latido antes de reunirnos con nuestro Señor resucitado (2 Corintios 4:17–18). Como consecuencia de la cruz, ''la muerte no es el fin''. A través del sacrificio de Cristo por nosotros, por medio de la gracia desbordante y suficiente de Dios, tenemos sanación espiritual para sostenernos a través de la eternidad, aun cuando nuestros cuerpos actuales se deforman y se rompen.
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'''Ora por más'''
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Cuando una enfermedad que pone en peligro la vida golpea, ciertamente ora por sanidad si el Espíritu te mueve a ello. Pero también ora para que, si la cura no está de acuerdo con la voluntad de Dios, él te prepare a ti y a tus seres queridos con fortaleza, claridad y discernimiento. Ora para que nos conceda a todos la paz ''para perseverar'', a través del dolor, a través de la enfermedad, con los ojos echados hacia el cielo aun cuando el miedo nos empuje a arrodillarnos. Ora para que cuando las sombras invadan, y la luz dentro de nosotros se marchite, la luz del mundo ilumine nuestras mentes y corazones, atrayéndonos hacia en nuestros últimos momentos en esta tierra. Ora para que sepamos en nuestros corazones que nuestro final en esta tierra no es de ningún modo ''el final''.
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No importa lo oscura que parezca la muerte, es fugaz y transitoria, un simple aliento antes de la vida eterna.

Revisión de 18:49 16 dic 2019

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Sobre esta Traducción
English: If God Doesn’t Heal You

© Desiring God

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Por Kathryn Butler sobre Sufrimiento

Traducción por Harrington Lackey

Las semanas de la quimioterapia erosionaron el tejido de su boca, destruyeron su sistema inmunológico, y culminaron en una cirugía larga de muchas horas para extraer un tumor del tamaño de un pomelo.

En todas partes, los amigos y seres queridos elevaron una oración sincera pero singular: Sánala, Señor. Ella se envolvió en sus palabras como si se ciñiera una armadura. Después, señaló a una línea en el informe de patología que describía células muertas en el centro del tumor, y alabó a Dios por su misericordia. Razonó que la quimioterapia había matado el tumor antes de que su cirujano alguna vez pusiera el cuchillo sobre la piel, y que la curación por la cual oró estaba cercana.

Pero esas células muertas no prometían cura. Más bien, indicaron un cáncer tan agresivo que los vasos sanguíneos no podían hacer un túnel hacia su centro. El tumor estaba creciendo tan rápidamente que no podía soportar su propio medio. Unos meses más tarde, el cáncer no sólo regresó, sino que se propagó, obstruyendo sus pulmones y salpicando su cerebro.

Enroscándose en la tristeza

Conforme el delicado equilibrio de su sistema de órganos se desmenuzaba y derrumbaba, las oraciones por una curación se volvieron más ardientes, tanto las de su iglesia como las de sus propios labios. Sus médicos recomendaron el hospicio en casa, pero ella se aferró a su convicción de que Dios debía derretir su enfermedad, e insistió en la quimioterapia de última hora. Aun así, el cáncer continuó su marcha mortal. El líquido hinchaba sus extremidades y saturaba sus pulmones. Una noche horrible, con las alarmas de la UCI haciendo sonar su elegía, su corazón tembló y se detuvo.

Totalmente desprevenida para perderla, su familia se enroscó en la tristeza. Agonizaron pensando en cómo soportar sin ella y se esforzaron por conciliar esta pérdida de una vida querida y fiel, contra sus peticiones continuas a Dios por una cura. ¿Cómo había pasado esto? se lamentaban. ¿Había notado Dios sus oraciones? ¿Había escuchado? ¿No oraron lo suficiente? ¿Su fe era demasiado escasa? ¿Cómo pudo Dios ignorarla cuando ella le era tan fiel?

Dios creó el cielo y la tierra, catapultó a los planetas al movimiento, y ensambló el andamio de nuestro citoplasma. Seguramente, también podría erradicar nuestro cáncer, realinear nuestros huesos o restaurar el flujo sanguíneo a las áreas que gotean.

Una espina por ahora

Dios puede sanar y lo hace. En mi propia práctica clínica, usó la recuperación improbable de un paciente para atraerme a sí mismo. A lo largo del ministerio de Jesús, realizó curaciones milagrosas que glorificaron a Dios y profundizaron la fe (Mateo 4:23; Lucas 4:40). La Biblia nos anima a orar fervientemente (Lucas 18:1–8; Filipenses 4:4–6). Si el Espíritu nos mueve a orar por sanidad, ya sea para nosotros o para nuestros vecinos, debemos hacerlo con fervor.

Sin embargo, mientras oramos, debemos tener en cuenta una muy importante distinción: aunque Dios nos pueda curar, nunca hemos de suponer que debe hacerlo.

La muerte es consecuencia de la caída (Romanos 6:23). Nos supera a todos nosotros, y lo más común es que reclute enfermedades como vehículo. Cuando Cristo regrese, ninguna enfermedad manchará la creación de Dios (Apocalipsis 21:4), pero por ahora, esperamos y gemimos conforme nuestros cuerpos se marchitan. Podemos percibir que nuestra sanación es el mayor bien, pero la sabiduría de Dios supera incluso los alcances más impresionantes de nuestro entendimiento (Isaías 55:8). No podemos torcer su voluntad para que se parezca a la nuestra.

Una y otra vez la Biblia representa casos en los que Dios no erradica inmediatamente el sufrimiento, sino que se involucra con él para bien (Génesis 50:20; Juan 11:3–4; Romanos 5:3–5). "Me fue dada una espina en la carne", escribe el apóstol Pablo de su propia aflicción física. "Tres veces he rogado al Señor para que lo quitara de mí. Y Él me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad". (2 Corintios 12:7-9, LBLA) Dios respondió a las oraciones de Pablo por sanidad, no curándole, sino más bien obrando por mediodel sufrimiento para acercarlo más a su gloria. En el ejemplo más exquisito, a través de su sufrimiento y muerte, Cristo nos redime de nuestros pecados y derrama gracia sobre nosotros (Romanos 3:23–25; Efesios 1:7).

Un latido del corazón al cielo

Cuando ignoramos la obra de Dios en el sufrimiento y nos aferramos sin aliento sólo a nuestra esperanza de una cura, abandonamos oportunidades de cierre, compañerismo y preparación espiritual al final de la vida. La investigación advierte que aquellos de nosotros que estamos en una comunidad religiosa, buscamos medidas más agresivas al final de vida, con más probabilidad de morir en una UCI.

Si nos enfocamos sólo en una cura, más que en la realidad de nuestra mortalidad física, podemos andar persiguiendo tratamientos que, no sólo no nos salvan, sino que también nos privan de nuestras capacidades para pensar, comunicar y orar en nuestros últimos días. Nos olvidamos de que si nuestra curación no está dentro de la voluntad de Dios, necesitaremos fortaleza, paz y discernimiento para perseverar. Y si la curación no viene, un enfoque único y cerrado sobre la curación nos confunde a nosotros y aquellos que amamos con dudas inquietantes acerca de la validez de nuestra fe.

El Evangelio ofrece una esperanza que supera la reparación de nuestros cuerpos. A este lado de la cruz, aunque nuestra visión se oscurece y el mundo se cierra, no debemos temer a la muerte. Cristo ha vencido, y por medio de su resurrección la muerte ha perdido su aguijón (1 Corintios 15:55–57). La muerte no es más que un aliento momentáneo, una transición, un latido antes de reunirnos con nuestro Señor resucitado (2 Corintios 4:17–18). Como consecuencia de la cruz, la muerte no es el fin. A través del sacrificio de Cristo por nosotros, por medio de la gracia desbordante y suficiente de Dios, tenemos sanación espiritual para sostenernos a través de la eternidad, aun cuando nuestros cuerpos actuales se deforman y se rompen.

Ora por más

Cuando una enfermedad que pone en peligro la vida golpea, ciertamente ora por sanidad si el Espíritu te mueve a ello. Pero también ora para que, si la cura no está de acuerdo con la voluntad de Dios, él te prepare a ti y a tus seres queridos con fortaleza, claridad y discernimiento. Ora para que nos conceda a todos la paz para perseverar, a través del dolor, a través de la enfermedad, con los ojos echados hacia el cielo aun cuando el miedo nos empuje a arrodillarnos. Ora para que cuando las sombras invadan, y la luz dentro de nosotros se marchite, la luz del mundo ilumine nuestras mentes y corazones, atrayéndonos hacia sí en nuestros últimos momentos en esta tierra. Ora para que sepamos en nuestros corazones que nuestro final en esta tierra no es de ningún modo el final.

No importa lo oscura que parezca la muerte, es fugaz y transitoria, un simple aliento antes de la vida eterna.


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