Siclag; o, David Fortaleciéndose en Dios

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English: Ziklag - or David Encouraging Himself in God

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Por Charles H. Spurgeon sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Metropolitan Tabernacle Pulpit

Traducción por Allan Aviles


"Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; mas David se fortaleció en Jehová su Dios." "Y David consultó a Jehová, diciendo: ¿Perseguiré a estos merodeadores? ¿Los podré alcanzar? Y él le dijo: Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás y de cierto librarás a los cautivos." 1 Samuel 30: 6 y 8.

Debemos estar profundamente agradecidos con Dios por la inspirada historia de la vida de Su siervo David. Fue una vida grandiosa, una vida vigorosa, una vida empleada en muchas posiciones y condiciones. Yo casi me regocijo que no haya sido una vida intachable, pues sus fallas y errores son instructivos. Es la vida de un varón conforme al corazón de Dios, pero aún así, la vida de uno que se descarrió como una oveja perdida, pero que fue recuperado por la gracia del grandioso Pastor. Por este hecho, él se identifica mucho con nosotros, varones y mujeres pobres e imperfectos. Yo me aventuraría a aplicar a David la descripción que ha sido aplicada al propio poeta del mundo:

"Un hombre tan diverso, que pareciera no ser
Uno, sino el epítome de toda la humanidad."

Cada quien puede encontrar un punto de identificación en la larga, memorable, y variada vida del hijo de Isaí. Entre otras cosas aprendemos esto, que donde hay fe, hay la seguridad que habrá pruebas; pues David, aunque confiaba en Dios de todo corazón, tenía buena necesidad de toda la fe que poseía. En sus tempranos días fue perseguido por Saúl como una perdiz por las montañas, y su vida corría grave peligro constantemente. Tenía un tesoro tan precioso de fe en él, que Satanás siempre estaba tratando de despojarlo de su tesoro. A pesar de ello, las peores pruebas que David sufrió, provinieron no tanto por cuenta de su fe, sino por su falta de fe. Eso que hizo para evitar el problema lo sumió en un conflicto más profundo que el que le hubieran causado las providencias ordinarias. Abandonó el país donde se encontraba tan incómodo, que sin embargo era Tu tierra, oh Emanuel, y se marchó lejos, a la tierra de los filisteos, esperando poder escapar de una mayor agitación. Al hacerlo transgredió, y le sobrevinieron pruebas renovadas, pruebas de una peor naturaleza que las que le habían asediado procedentes de la mano de Saúl. Hermanos, el poeta dijo:

"La senda de la aflicción, y únicamente esa senda,
Conduce a la tierra donde la aflicción es desconocida."

Y dijo la verdad, pues "En el mundo tendréis aflicción." Si tienen fe, tiene que ser probada, y si esa fe falla, tienen que ser probados aún más. No hay licencia en esta guerra: las dificultades deben ser enfrentadas. Este es el día de la batalla, y debes pelear para reinar. Ustedes son como hombres arrojados al mar, que, o nadan o se hunden. Es inútil que esperen quietud cuando su Señor no tuvo ninguna. Aunque adopten las viles evasiones sugeridas por la incredulidad, ni aun así podrán evitar la aflicción. Con toda probabilidad serán atrapados entre las espinas y serán azotados con las zarzas del desierto. Independientemente de cuán fragosa sea la calzada del rey, los atajos son sustancialmente peores; por tanto guarden la vía del mandamiento, y enfrenten valerosamente sus pruebas.

Otra lección es esta: aunque seremos probados, la fe en Dios es un recurso disponible en todo momento. La fe es un escudo que pueden usar para desviar todo tipo de flechas, sí, incluso los dardos encendidos del gran enemigo; pues este escudo no puede ser traspasado ni siquiera por los venablos de fuego. No pueden ser arrojados a una condición en la que la fe no les pueda ayudar. Hay una promesa de Dios apropiada para cada condición, y Dios tiene la sabiduría y la pericia y el amor y la fidelidad para liberarte de cualquier peligro posible; y por eso, sólo tienes que confiar en Dios, y el rescate vendrá con seguridad.

Noten principalmente esto, que aun cuando su problema haya sido suscitado por su propia culpa, la fe sigue estando disponible. A pesar de que su aflicción sea evidentemente un azote por una grave transgresión, confíen en el Señor. El Señor Jesús rogó por el descarriado Pedro, para que su fe no faltara: su esperanza de recuperación radicaba allí. La fe, bajo un sentido de culpa, es uno de esos nobles tipos de fe ante la cual algunos se sorprenden. Para mí, la fe de un santo es comparativamente fácil; la fe de un pecador es sumamente difícil. Cuando sabes que has caminado rectamente delante de Dios, y nos has manchado tus vestidos, entonces puedes confiar en Él sin dificultad: pero, oh, cuando te has desviado, y cuando el Padre celestial te conduce por fin a dolerte bajo Su vara, entonces, si te arrojas sobre Él, eso es verdadera fe. No dejes de ejercitarla, pues esta es la fe salvadora. ¿Cuál es la fe que, primero que nada, conduce a los hombres a la posesión de una buena esperanza, sino la fe de un pecador? Con frecuencia en la vida, cuando nuestra condición pecadora se nos torna más manifiesta que lo usual, seremos guiados a ese primer tipo de fe, en la que, siendo indignos, confiamos enteramente en la gracia perdonadora. Sería sabio vivir siempre por esta misma fe. Si alguno de ustedes se encuentra en este momento en medio de una gran zozobra, y está consciente que merece con creces todos sus problemas por causa de su insensatez, debe confiar en la misericordia del Señor. No tengan dudas del Señor su Salvador, pues Él invita a Sus hijos rebeldes a que regresen a Él. Aunque hayan caído por su iniquidad, tomen palabras con ustedes y regresen al Señor. Que el Espíritu Santo les dé una confianza renovada en el Señor, que perdona la iniquidad, la transgresión, y el pecado, y no retiene para siempre Su enojo, porque se deleita en misericordia.

Que esto nos sirva de prefacio, y el cuerpo del sermón tendrá el propósito de ilustrarlo.

Notamos, primero, la angustia de David: "Y David se angustió mucho"; en segundo lugar, el fortalecimiento de David: "Mas David se fortaleció en Jehová su Dios"; en tercer lugar, la consulta de David: "Y David consultó a Jehová"; y luego, en cuarto lugar, la respuesta de paz para David: el Señor le dijo: "Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y de cierto librarás a los cautivos."

I. Primero, entonces, veamos LA ANGUSTIA DE DAVID: "David se angustió mucho." Su ciudad fue incendiada, sus mujeres habían desaparecido, los hijos y las hijas de sus camaradas fueron llevados cautivos, y la pequeña Siclag, donde habían construido su hogar, humeaba delante de ellos desde ruinas ennegrecidas. Los hombres de guerra, heridos en el corazón, se amotinaron en contra de su líder y hablaban de apedrearlo. Las circunstancias de la vida de David habían alcanzado su punto más bajo. Para entender su posición, debemos regresar un poco más atrás en su historia.

David se angustió mucho pues había estado actuando sin consultar a su Dios. Era su hábito general esperar a Jehová para recibir dirección, pues aun cuando era un joven pastor, su gozo era cantar: "Me pastoreará"; pero esta vez, David había salido sin dirección, y había elegido un camino equivocado. Desgastado por la persecución de Saúl, su corazón le falló en un mal momento, y dijo: "Al fin seré muerto algún día por la mano de Saúl." Esta era una peligrosa disposición de ánimo. Siempre deben tener miedo de tener miedo. La fe menguante es señal de fortaleza menguante. No consideren el desaliento como una mera pérdida de gozo, véanlo como un desgaste en su vida espiritual. Luchen contra él, pues sucede a menudo que cuando la fe mengua, el pecado sobreabunda. Quien no confía en el Dios consolador, pronto buscará el consuelo en otra parte, y David así lo hizo: sin pedir la dirección divina, huyó a la corte del caudillo filisteo Aquis, esperando encontrar tranquilidad allí. ¡Vean cuál fue el resultado! Cuando estuvo en medio de las cenizas de Siclag, comenzó a entender cuán malo y amargo es apoyarse en nuestro entendimiento. Olvidamos que Dios nos guía, y nos convertimos en ley para nosotros mismos.

Tal vez, algunos de ustedes estén angustiados de la misma manera: han elegido su propia senda, y ahora están atrapados en los zarzas entrelazadas que rasgan sus carnes. Han tallado solos pero se han cortado sus propios dedos; han obtenido el deseo de su corazón, y cuando la carne todavía está en su boca, les ha venido con ella una maldición. Ustedes afirman que "lo hicieron con la mejor intención"; ay, pero resultó ser para lo peor. David jamás se fabricó una vara más pesada para sí mismo que cuando quiso evitar toda molestia adicional, abandonando su lugar verdadero.

Peor todavía, si es que pudiera haber algo peor, David también había seguido una estratagema en vez de seguir a la verdad. La mente oriental era, y probablemente lo sea todavía, propensa a la mentira. Los orientales no consideran malo decir una falsedad. Muchos lo hacen habitualmente. Así como un comerciante honesto en este país, no sería sospechoso de una falsedad, no habrías sospechado, en los tiempos antiguos, que el oriental promedio dijera la verdad jamás si hubiera podido evitarla, pues estaba convencido que todos los demás le engañarían, y por tanto, debía ejercitar gran astucia. La regla de oro en el día de David era, "engaña a los otros, pues los otros de cierto te engañarán." David, en sus tempranos días, no estuvo exento de la mácula de su época. Se convirtió en el comandante de la guardia personal de Aquis, rey de Gat, y vivía en la ciudad real. Como se encontró más bien desubicado en esa ciudad idólatra, le dijo al rey: "Si he hallado gracia ante tus ojos, séame dado lugar en alguna de las aldeas para que habite allí; pues ¿por qué ha de morar tu siervo contigo en la ciudad real? Da la impresión que Aquis era casi un convertido a la adoración de Jehová, y de cierto resplandece brillantemente en la narración que tenemos ante nosotros. A solicitud de David, le dio la ciudad de Siclag. David y sus hombres combatieron contra las varias tribus de los cananeos que habitaban en el sur de Palestina, y tomó de ellas gran botín; pero se equivocó grandemente cuando hizo creer a Aquis que él estaba luchando contra Judá. Leemos: "Y Aquis creía a David, y decía: Él se ha hecho abominable a su pueblo de Israel, y será siempre mi siervo." Este fue el resultado de la mentira de David, actuada y hablada, y para que la falsedad no fuese descubierta, no dejaba con vida a nadie de los que había conquistado, diciendo: "No sea que den aviso de nosotros y digan: Esto hizo David." Así que, comenzando con una estratagema, siguió adelante con otra falsedad y de una falsedad fue impelido a otra, y su curso se volvió muy diferente al que debió haber seguido un hombre de Dios. Cuán opuesta fue esa falsa conducta al carácter usual del hombre que dijo: "No habitará dentro de mi casa el que hace fraude; el que habla mentiras no se afirmará delante de mis ojos."

¡Vean el fruto de su falsedad! Siclag fue quemada por el fuego: sus mujeres están cautivas; y sus hombres hablan de apedrearlo. Si ustedes y yo nos apartamos alguna vez de vivir de acuerdo a la única verdad, nos perderemos en un laberinto del cual será muy difícil que logremos escapar. Cada uno de nosotros debería sentir que es preferible morir que mentir, que preferimos hambrear que engañar, que podemos ser reducidos a polvo pero que no podemos hacer una cosa incorrecta. Si lo hacemos así, podemos contar con la ayuda de Dios, y podemos seguir adelante valerosamente bajo cualquier dificultad. David había abandonado la calzada de la justicia, y tropezaba sobre las negras montañas del ardid y del engaño. Estaba tramando y urdiendo actividades como el peor de los mundanos, y tenía que ser conducido a ver su error, y debía ser enseñado a aborrecer el camino de la mentira; de aquí que, en un instante, el Señor arroja contra él, duelo, despojo, motín y peligro de su vida, para que sea conducido a su Dios, y llevado a odiar el camino del disimulo. ¿Acaso nos sorprende que David se angustie mucho?

Sin embargo, su angustia fue mucho más severa por otra causa, pues David se había puesto del lado de los enemigos del pueblo de Dios. Él había ido a los filisteos, y su príncipe le había dicho: "Yo te constituiré guarda de mi persona durante toda mi vida." ¡Piensen en David protegiendo la cabeza de un filisteo! Cuando Aquis reunió al ejército filisteo para combatir contra Israel, leemos avergonzados, "Y cuando los príncipes de los filisteos pasaban revista a sus compañías de a ciento y de a mil hombres, David y sus hombres iban en la retaguardia con Aquis." Cuán terriblemente turbado se habrá sentido David en esta falsa posición. ¡Piensen en David, que fue elegido para ser el rey de Israel, haciendo marchar a su grupo armado para combatir contra sus propios paisanos! Con cuánta gracia el Señor le libró de esa peligrosa posición. Los príncipes de los filisteos sospechaban de él, como bien podían hacerlo, y dijeron a Aquis: "Qué hacen aquí estos hebreos? Ellos estaban celosos de la alta posición a la que había sido promovido David, y estaban temerosos de que se volviera su enemigo durante la batalla. "Entonces los príncipes de los filisteos se enojaron contra él, y le dijeron: Despide a este hombre, para que se vuelva al lugar que le señalaste, y no venga con nosotros a la batalla, no sea que en la batalla se nos vuelva enemigo; porque ¿con qué cosa volvería de mejor manera a la gracia de su señor que con las cabezas de estos hombres? ¿No es éste David, de quien cantaban en las danzas, diciendo: Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles? Aunque el rey filisteo, como verdadero hombre que era, quiso suavizarlo, fue obligado a pedirle a David que regresara. ¡Qué descanso habrá sentido David! Muy bien podría escribir las palabras del Salmo ciento veinticuatro, "Nuestra alma escapó cual ave del lazo de los cazadores; se rompió el lazo, y escapamos nosotros." ¡Qué horror habría recaído en él si hubiera ido efectivamente con los filisteos a la batalla en la que Saúl y Jonatán murieron! Habría sido un estigma para David durante el resto de su vida. El Señor le libró, pero al mismo tiempo le hizo sentir Su vara, pues tan pronto llegó a Siclag, vio que la mano del Señor había salido en su contra, la desolación humeaba a su alrededor, y no nos maravillamos que David se haya angustiado mucho.

Visualicen la posición de David, en el centro del grupo. Él fue despedido por los príncipes de los filisteos con palabras de desprecio; sus hombres habían sido escarnecidos: "¿Qué hacen aquí estos hebreos? ¿No es éste David?" Cuando caminaba con Dios, era semejante a un príncipe, y nadie se atrevía a escarnecerlo, pero ahora se habían mofado de él los filisteos incircuncisos, y se alegraron de poder irse a hurtadillas a su pequeña ciudad, avergonzados. Es terrible cuando un hombre cae en una posición tal, que da la oportunidad al enemigo para que blasfeme a Dios, y para que desprecie a Su siervo. Es terrible cuando aun los mundanos reconocen la inconsistencia del profesante seguidor de Jesús. "¿Qué hacen aquí estos hebreos?", es la pregunta sarcástica del mundo. "¿Cómo llega un cristiano profesante a actuar como lo hacemos nosotros? ¡Miren, él está tratando de cultivar una relación con nosotros, y pasar por uno de nosotros, pero se llama a sí mismo un siervo de Dios!" Comienzan a señalar, como lo hicieron con Pedro, "Tú también estabas con Jesús el nazareno, pues tu manera de hablar es semejante a la de ellos." "¿Qué haces aquí, Elías?", es la voz que sale de la boca de Dios, y los labios de Sus adversarios la repiten. Cuando el hijo de Dios siente que está en esa condición, y en graves problemas también, no es extraño que se angustie mucho.

Luego vino la desgracia. Sus mujeres habían desaparecido. Él era un hombre de un corazón muy grande, afectuoso y tierno, y ¡qué dolor habrá sido para él! Además, no era un doliente solitario; sino que todos sus valerosos compañeros que se habían unido a él, también sufrían la separación. ¡Escuchen el coro unido en lamentación! Lloran hasta que les faltan las fuerzas para llorar. Debe haber sido un terrible día para su líder, sentir su propio dolor personal fusionado y ahogado en el diluvio del dolor que barrió sobre sus compañeros. En cuanto a sus posesiones mundanas, ahora era tan pobre como podría serlo; pues todo lo que poseía se lo habían llevado, y su habitación fue quemada con fuego, y los merodeadores se habían marchado no se sabía adónde. Lo peor de todo fue que ahora estaba siendo abandonado por sus seguidores. Esos que habían estado con él en sus peores momentos, ahora le echaban en cara su calamidad. ¿Por qué dejó la ciudad para ir lejos a ayudar a estos enemigos del Señor, los filisteos incircuncisos? Debería de haberlo sabido; y se indignaron, y uno de ellos dijo: "deberíamos apedrearlo"; a lo cual otros respondieron, "hagámoslo de inmediato." Evidentemente estaban enfurecidos. David estaba allí debilitado por el llanto, un hombre sin amigos y desamparado, con su propia vida en peligro por causa de los enfurecidos amotinados. ¿Se sorprenden que esté escrito, "Y David se angustió mucho"? Está rodeado de aflicción, pero no tiene necesidad de recoger cenizas como emblemas de su dolor; pues las cenizas están en todas partes a su alrededor, y el lugar entero está humeante. Él se lamenta grandemente por sus mujeres, y sus soldados se lamentan por sus hijos, pues era igual que si hubiesen sido muertos a espada. Es un caso de una angustia profunda, con este aguijón adicional: él mismo se lo había buscado.

Este cuadro está delante de ustedes: ahora veamos una escena más agradable, cuando observemos lo que hizo David bajo las circunstancias. Cuando se le veía en su peor condición, lo mejor de él se hizo visible.

II. En segundo lugar, consideremos EL FORTALECIMIENTO DE DAVID: "Mas David se fortaleció." ¡Eso está muy bien, David! Al principio no intentó fortalecer a nadie más; sino que se fortaleció. Algunas de las mejores conversaciones del mundo son aquellas que un hombre tiene consigo mismo. El que le habla a todos los demás excepto a sí mismo, es un gran necio. Pero parece que oigo a David que dice: "¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle." David se fortaleció. Pero se fortaleció "en Jehová su Dios." Esa es la forma más segura para que uno se fortalezca. David habría podido obtener, si así lo hubiera querido, un medida de fortalecimiento de parte de esos valientes hombres que se le habían unido por esas fechas; pues ocurrió, de acuerdo a 1 Crónicas 12: 19-20, que muchos se pasaron a él a esa hora. Leamos el pasaje. "También se pasaron a David algunos de Manasés, cuando vino con los filisteos a la batalla contra Saúl (pero David no les ayudó, porque los jefes de los filisteos, habido consejo, lo despidieron, diciendo: Con peligro de nuestras cabezas se pasará a su señor Saúl). Así que viniendo él a Siclag, se pasaron a él de los de Manasés, Adnas, Jozabad, Jediaiel, Micael, Jozabad, Eliú y Ziletai, príncipes de millares de los Manasés. Estos ayudaron a David contra la banda de merodeadores, pues todos ellos eran hombres valientes, y fueron capitanes en el ejército. Porque entonces todos los días venía ayuda a David, hasta hacerse un gran ejército, como ejército de Dios." Estos recién llegados no habían perdido a sus mujeres ni a sus hijos, pues no habían estado en Siclag; pero David no los miró a esos pidiéndoles que le auxiliaran, y sofocaran el motín. No, por aquel entonces, David se había hartado de los hombres, y se había cansado de confiar en sí mismo. Dios estaba comenzando a curar a Su siervo con una amarga dosis de zozobra, y la evidencia de la curación fue que no se fortaleció por medio de sus nuevos amigos, o por la esperanza que vinieran más; sino que se fortaleció en Jehová su Dios.

¿No sienten un viento procedente de las montañas? El aire sopla vigoroso y fresco desde las montañas eternas, ahora que el hombre de Dios está mirando únicamente a Dios. Antes, David estaba allá abajo en los valles, con su estratagema y su astucia, en la atmósfera estancada de la confianza en sí mismo y la mundanalidad; pero ahora está en Siclag, un hombre sin amigos, pero libre y verdadero. ¡Cuán grande es en medio de las ruinas! ¡Se levanta a su estatura completa, cuando sus circunstancias decaen! Nos recuerda de sus días de juventud cuando dijo: "Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo." Ya no es más un siervo de la astucia, sino que es, de nuevo, un hombre fuerte en la fortaleza de Dios; pues abandona todas las confianzas terrenales, y se fortalece en Dios.

No se sumió en una tétrica desesperación, ni pensó, como lo hizo Saúl, en recurrir a medios equivocados para recibir ayuda; sino que, pecador como era, fue directo a Dios, confesando todas sus fechorías, y pidió que viniera el sacerdote para que pudiera hablar con él en el nombre del Altísimo.

Hermanos y hermanas, si tienen problemas, y su problema está mezclado con el pecado, si ustedes mismos se han afligido por sus rebeldías y perversidades, a pesar de ello, les ruego que no miren a ninguna otra parte en busca de ayuda, sino miren al Dios que han ofendido. Cuando levanta Su brazo, por decirlo así, para ejecutar venganza, aférrense a ese brazo y les perdonará. ¿Acaso no ha dicho Él mismo: "¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz." Recuerdo que el viejo maestro Quarles tiene un extraño cuadro de uno tratando de golpear a otro con un garrote, y ¿cómo escapa el otro? Bien, se acerca lo más que puede a su atacante y se queda allí junto, y así no le puede pegar. Eso es exactamente lo que hay que hacer. Acercarse a Dios. Aferrarse a Él por fe; asirlo en esperanza. Digan: "He aquí, aunque él me matare, en él esperaré." Resuelvan: "No te dejaré, si no me bendices." Culpables como son, es muy bueno que se acerquen a Dios.

Procuremos entender la forma en que David se fortaleció en Jehová su Dios. Estando en medio de esas ruinas, diría: "sin embargo, el Señor en verdad me ama, y yo le amo. Aunque me he descarriado, mi corazón no puede descansar sin Él. Aunque he tenido muy poca comunión con Él últimamente, Él no se ha olvidado de Su gracia, ni cierra contra mí Su corazón." Recordaría aquellos días felices cuando cuidaba ovejas, y cantaba salmos a Jehová su Dios entre los pastos del desierto. Recordaría aquella horas llenas de paz y de la comunión más feliz, y anhelaría que regresaran. Sus propios salmos tenderían a consolarlo, al ver cómo su corazón había sido feliz un día. Se diría: "mi experiencia del amor divino no es un sueño. Yo sé que no es un mito ni un engaño. He conocido al Señor, y he tenido una relación tierna y cercana con Él, y yo sé que Él no cambia, y por eso, Él me ayudará. Su misericordia permanece para siempre. Él quitará mi transgresión." Así se fortaleció en Jehová su Dios.

Luego fue más allá, y argumentó: "¿No me ha elegido el Señor? ¿No ha ordenado que yo reine en Israel? ¿No envió a su profeta Samuel, que derramó aceite sobre mi cabeza, diciendo: 'Él es'? Ciertamente el Señor no cambiará Su designación, ni permitirá que Su palabra falle. He estado separado de mis paisanos, y he sido perseguido por Saúl, y he huido de la roca a la cueva y de la cueva al desierto, y no he conocido el descanso, y todo porque fui elegido como rey en lugar de Saúl; de cierto, el Señor cumplirá Su propósito, y me pondrá en el trono. Él no me ha elegido, ni me ha constituido, ni me ha ungido en son de burla."

Hermanos, ¿necesitan una interpretación de esta parábola? ¿Acaso no pueden ver su aplicación para ustedes? ¿Acaso no dicen: "el Señor me llamó por su gracia, me sacó de mi amor al mundo, y me hizo un sacerdote y un rey para Sí, y me podría abandonar? ¿Acaso no está el aceite de Su Espíritu sobre mí? ¿Me echaría fuera? Él me separó para Sí, y me dio a conocer que mi destino no era como el del mundo impío, sino que me había constituido y elegido para ser Su siervo para siempre. ¿Me dejará para que perezca? ¿Se regocijará Su enemigo por mi causa?" Así te puedes fortalecer en Dios.

Luego, David repasaría todas las pasadas liberaciones que había experimentado. Veo el cuadro que pasó como un panorama delante de los ojos de David. Se vio a sí mismo cuando mató al león y al oso. ¿Lo libró Dios entonces, y no lo librará ahora? Se vio a sí mismo cuando salía a enfrentar al gigante Goliat, sin nada excepto con una honda y con una piedra, y cuando regresaba con la cabeza del monstruo en su mano; y argumentó: "¿no habría de rescatarme ahora?" Se vio en la corte de Saúl, cuando el rey loco procuró enclavarlo con la lanza a la pared, y a duras penas pudo escapar. Se vio siendo descolgado por una ventana por la gentileza de Mical, cuando su padre procuraba matarlo en su cama. Se vio en la cueva de En-gadi, y en los pasos de las cabras salvajes, perseguido por su adversario inescrupuloso, pero siempre extrañamente protegido de su cruel mano. Se da ánimos, como alguien lo había hecho antes de él, con la inferencia, "si el Señor me quisiera destruir, no me hubiera mostrado todas estas cosas."

Vamos, ahora, queridos hijos de Dios, tomen sus diarios y busquen en ellos todos los días en los que el Señor les ha ayudado una y otra vez. ¿Cuántas veces los ha bendecido? No podrían contarlas, pues Dios ha sido tan lleno de gracia y tierno que ya les ha ayudado diez mil veces. ¿Acaso ha cambiado en amor, en fidelidad, en poder? Dios no quiera que nos entreguemos a esos pensamientos perversos. Él es siempre el mismo, y por eso debemos fortalecernos en Él.

"Ay," dirá alguien, "he hecho lo malo." Sé que es así; pero ÉL no. Si tu confianza fuera en ti mismo, ese mal que has hecho podría aplastar tu esperanza; pero puesto que tu confianza es en Dios, y Él no ha cambiado, ¿por qué habrías de temer? "Oh, pero yo estoy tan lleno de pecado." Sí; sé que lo estás, y así estabas cuando Él te vio por primera vez con amor. Si Su amor hubiera buscado venir a ti por la vía del mérito, nunca te habría alcanzado; pero llega a ti por la vía de la gracia soberana, inmerecida, rica, y por tanto, vendrá a ti siempre. ¿Acaso no te sientes reanimado esta mañana cuando piensas en lo que el Señor ha hecho? Y, ¿después de haberlo hecho, no sientes que sería muy malo que desconfiaras de Él? ¿No te fortalecerás en tu Dios ni siquiera ahora?

Tal vez David percibió en ese momento que este golpe aplastante fue enviado con infinita ternura para sacarlo por completo de la condición en la que estaba sumido. El Señor parece decir a David, "todo lo que has recibido de Aquis es esta aldea de Siclag, y Yo he hecho que se queme, así que no te queda nada que sea una atadura entre tú y los filisteos. Los príncipes dijeron: 'Despide a este hombre', y te despidieron; y ahora, el pueblo que Aquis te dio, está completamente destruido; ya no queda ningún vínculo entre tú y los filisteos, y has regresado a tu lugar natural." El golpe más duro que nuestro Dios asesta jamás, si nos endereza y nos separa del yo y del pecado y de la estratagema carnal, es un coup de grace (un golpe de gracia), un golpe de amor. Si pone fin a nuestra vida de egoísmo, y nos lleva otra vez a la vida de confianza, es un golpe bendito. Cuando Dios bendice mayormente a Su pueblo, es a través de cosas terribles en justicia. Él golpeó a David para sanarle. Lo arrebató de la trampa del cazador filisteo, y lo libró de la fétida pestilencia de la asociación con los paganos, por un medio que provocó lágrimas en sus ojos hasta que le faltaron las fuerzas para llorar. Ahora el siervo de Dios comienza a ver la mano maravillosa de Dios, y dirá: "Antes de que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu palabra."

Yo, el predicador de esta hora, doy mi pequeño testimonio que los peores días que he tenido jamás, han resultado ser mis mejores días, y cuando Dios me ha parecido más cruel, es cuando ha sido más amable. Si hay algo en este mundo por lo cual le bendeciría más que por cualquier otra cosa, es por el dolor y la aflicción. Yo estoy seguro que en estas cosas se ha manifestado Su amor más rico y más tierno hacia mí. Yo les ruego, queridos amigos, que si en este momento están muy abatidos y grandemente angustiados, fortalézcanse en la abundante fidelidad del Dios que se oculta. Las carretas de nuestro Padre avanzan con mayor estruendo, cuando nos están trayendo la carga más pesada de las barras de oro de Su gracia. Las cartas de amor del cielo son enviadas con frecuencia en sobres de bordes negros. La nube negra de horror está llena de misericordia. No debemos buscar los problemas, pero si fuésemos sabios, los miraríamos como la sombra de una bendición inusualmente grande. Teman la calma, pues con frecuencia es traicionera, y bajo su ala acecha la pestilencia. No tengan miedo de la tormenta, pues trae salud en sus alas, y cuando Jesús está en el barco con ustedes, la tempestad sólo apresura al barco a su deseado abrigo. Bendito sea el Señor, que marcha en la tempestad y en el torbellino, y las nubes son el polvo de Sus pies.

III. Y ahora, en tercer lugar, vemos a DAVID CONSULTANDO A DIOS. "Y David consultó a Jehová, diciendo: ¿Perseguiré a estos merodeadores? ¿Los podré alcanzar?"

Noten bien que tan pronto David hizo lo recto delante de Dios, anheló conocer la mente de Dios en relación a su siguiente acción. Ustedes y yo habríamos dicho: "apresurémonos tras estos merodeadores; no nos detengamos ni un instante, podemos orar conforme avancemos, o en algún otro momento. ¡Dense prisa! ¡Dense prisa!, pues están en juego la vida de nuestras mujeres y de nuestros hijos." Si acaso había un tiempo para darse prisa, era ese; pero como reza el buen proverbio, "la oración y el alimento no obstaculizan el camino de nadie." David se detiene sabiamente. "Yo te ruego que me acerques el efod," clama, y espera hasta que el oráculo responde a sus preguntas. Él no marchará hasta que el Señor dé la voz de mando. Eso está bien. Es un dulce marco mental para que seas conducido a sentir que debes esperar la orden del Señor, que tu fortaleza es quedarte quieto hasta que Dios te ordene seguir adelante. ¡Oh, que siempre pudiéramos mantener esta sumisión de corazón! ¡Oh, que nunca nos apoyáramos en nuestro propio entendimiento, sino que confiáramos exclusivamente en Dios!

Observen que David da por sentado que su Dios le va a ayudar. Sólo quiere saber cómo debe hacerse. "¿Perseguiré? ¿Podré alcanzarlos?" Cuando tú, hermano mío, estés consultando al Señor, no te acerques a Él como si no te fuera a ayudar, o como si difícilmente se pudiera esperar que te ayude. A ti no te gustaría que tus hijos te pidieran un favor como si temieran por sus vidas cuando te hablan. Estoy seguro que no te gustaría que tu amado hijo, independientemente de lo malo que hubiera hecho, dudara de tu amor, y dudara de tu disposición a ayudarle; pues, prescindiendo de lo que haya hecho, es aun así, tu hijo. David se ha fortalecido en su Dios, y está seguro que Dios está dispuesto a salvarle; todo lo que quiere saber es cómo debe actuar en este asunto.

Debe notarse, sin embargo, que David no espera que Dios le ayude sin que él mismo haga lo mejor posible. Él consulta: "¿Perseguiré? ¿Podré alcanzarlos?" Él sabe que tiene que estar listo y seguir adelante. Triste como está, y desfallecido como está, está listo para la acción. Muchos de los que se meten en problemas, esperan que venga un ángel y los alce por los cabellos de su cabeza; pero los ángeles traen otros asuntos entre manos. El Señor nos ayuda habilitándonos generalmente para que nos ayudemos a nosotros mismos, lo cual es una manera de beneficiarnos doblemente. Era para el mayor beneficio de David que él mismo abatiera a los amalecitas, en vez de que Dios arrojara desde el cielo piedras de granizo sobre ellos y los destruyera. David tendrá su botín como la paga por la batalla, y será recompensado por la marcha forzada y la lucha.

Hermano, tendrás que trabajar y esforzarte por desenredarte de deudas y dificultades, y así el Señor escuchará tu oración. La regla es confiar que Dios acabará con los amalecitas, y luego marchar tras ellos, como si todo dependiera de ustedes. Hay una confianza en Dios que despierta nuestra confianza en nosotros y la enyuga al carruaje de la providencia, preparando al hombre para la acción porque Dios está con él.

Es instructivo notar que, aunque David estaba listo de esta manera para la acción, confiando en Dios, desconfiaba grandemente de su propia sabiduría; pues preguntó: "¿los perseguiré?" El hombre que considera su propia sabiduría como insensatez, es sabio. Y aquel que pone su criterio a los pies de Jesús, es un hombre que posee el más recto criterio. El que espera hasta que la sabiduría divina le guíe, será experto y prudente en todas las cosas.

David desconfiaba también de su propia fuerza aunque estuviera muy presto a usar la que tenía; pues preguntó: "¿podré alcanzar?" ¿Pueden mis hombres marchar lo suficientemente rápido para alcanzar a estos ladrones? Y ¡qué bendito estado de corazón es aquel cuando no tenemos ninguna fuerza propia, mas la buscamos en Dios! Es bueno que seamos insuficientes y que encontremos al Dios todo suficiente. Hago aquí una pausa de un minuto y le pido a Dios que siempre nos conserve a ustedes y a mí, en la condición precisa en la que puso a Su siervo David. No me interesa tanto que alcanzara a los ladrones y todo eso: la gloria fue haber alcanzado a su Dios, y estar esperando a Sus pies. No podría haber sido conducido a esto sin que su ciudad se hubiera incendiado, sin que hubiera sufrido la separación, el robo, y que hubiera estado a punto de morir a manos de sus propios guerreros; pero todo ese costo valió la pena, para ser conducido a descansar en el brazo desnudo de Dios, y esperar con la dependencia semejante a la de un niño, a la puerta del grandioso Padre.

Que los orgullosos yergan sus cabezas si quieren, mas yo pondré la mía en el pecho de Jesús. Que los poderosos alcen en alto sus escudos; en cuanto a mí, el Señor es mi escudo y mi defensa, y sólo Él. Cuando soy débil, entonces soy fuerte. "Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas." El antiguo cántico de María sigue siendo verdadero: "Hizo proezas con su brazo; esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones. Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes."

IV. Concluimos nuestro sermón con la cuarta nota, que es una nota de júbilo y alabanza a Dios, que ayudó a Su siervo: LA RESPUESTA DE PAZ PARA DAVID. El Señor escuchó su súplica. Dice: "A Jehová clamé estando en angustia, y él me respondió." Pero fíjense en esto: no fue liberado sin tribulación adicional. David marchó con sus seiscientos hombres de a pie siguiendo al enemigo, con toda rapidez, y el grupo se cansó tanto y se debilitó, que un tercio de ellos no pudo pasar el torrente de Besor, que, aunque estaba seco usualmente, probablemente en esa época fluía con una fuerte corriente. Muchos líderes habrían abandonado la persecución teniendo a uno de cada tres de sus soldados en el hospital, pero David continuó la persecución con su reducida fuerza.

Cuando Dios tiene el propósito de bendecirnos, a menudo quita una parte de la poca fuerza que pensábamos que teníamos. No considerábamos que nuestra fuerza era la adecuada para la tarea, y el Señor quita incluso una porción del poco poder que teníamos. Nuestro Dios no llena hasta no haber vaciado. Doscientos hombres tuvieron que ser separados del lado de David antes de que Dios le diera la victoria, pues Él tenía la intención que las fuerzas totales de David fueran exactamente iguales a los cuatrocientos amalecitas que huyeron, para hacer que la victoria fuera más memorable y renombrada. Esperen entonces, oh atribulados, que serán liberados, pero sepan que su aflicción todavía puede agravarse, para que así puedan tener un mayor gozo muy pronto.

Dejando atrás a los doscientos hombres, David se lanza al frente, y mediante marchas forzadas, alcanza al enemigo; lo encuentra haciendo fiesta; lo ataca sin piedad, y lo destruye, y toma el botín, pero, de tal manera, que fue manifiestamente el don de Dios. Él habla del botín como: "De lo que nos ha dado Jehová, quien nos ha guardado, y ha entregado en nuestra mano a los merodeadores que vinieron contra nosotros." Dios ayudará a Sus siervos que confían en Él, pero Él se lleva todo el honor de la victoria. Los librará de tal manera que alcen únicamente a Dios sus salmos e himnos, y esta será la melodía: "Cantad a Jehová, porque en extremo se ha engrandecido. Éramos indignos, éramos débiles, estábamos angustiados, pero Dios nos ha hecho más que vencedores por medio de Su gran amor."

La victoria de David fue perfecta. Se nos dice una y otra vez que "todo lo recuperó David." No se perdió nada: ni una pieza de dinero, ni un vestido, ni un buey ni una oveja, ni mucho menos un hijo, o alguna de las mujeres: "todo lo recuperó David." Cuán bien obra el Señor una vez que pone Sus manos en algo. "Jehová cumplirá su propósito en mí." La salvación es del Señor, y es una salvación eternamente completa. Confíen en el Señor por siempre, pues en el Señor Jehová hay fortaleza eterna. Él obrará y obrará perfectamente, hasta que diga, "¡Consumado es!" La batalla es del Señor, y Sus santos serán más que vencedores.

No solamente Dios le brindó a David un rescate completo, sino que le concedió gran botín. "Decían: Este es el botín de David." David se volvió rico y capaz de enviar regalos a sus amigos; pero también se volvió un hombre mejor, más santo, más fuerte, más idóneo para llevar esa corona que pronto adornaría sus sienes.

Oh, hermanos y hermanas, entre más grave sea su problema, más entusiasta será su canción, si simplemente confían en Dios y caminan en comunión con Jesús. Las barquitas que se mantienen cerca de la costa sólo pueden llevar pequeños cargamentos, y sus capitanes ven muy poco, excepto la costa; pero los que se adentran en el mar en grandes barcos, que hacen transacciones comerciales en aguas profundas, ellos ven las obras de Jehová, y Sus maravillas en las profundidades. Es algo tremendo estar en alta mar en una terrible tormenta, cuando el barco es sacudido de un lado al otro como una pelota, cuando los cielos se mezclan con el océano, y todo es tumulto. Entonces el gran trueno contiende con el rugir de los mares, y las llamas del relámpago son apagadas por el hervor de las poderosas olas. Cuando alcanzas otra vez la costa, conoces una alegría que los hombres en tierra no pueden sentir, y tienes una historia que contar a tus hijos, y a los hijos de tus hijos, de lo que has visto en las profundidades, cosas que los ignorantes habitantes de la tierra difícilmente pueden entender. En cuanto a los que viven descansadamente, ¿qué pueden ver? Ustedes que han estado en la batalla pueden cantar sobre la victoria, y, señalando a su experiencia, pueden exclamar: "Este es el botín de David."

Confíen en el Señor su Dios. Crean también en Su Hijo Jesús. Desháganse de la fe fingida, y crean realmente. Libérense de la fe profesional, y confíen en el Señor en todo momento, acerca de todo. "¿Cómo, confiar en Él en lo relativo a libras esterlinas, peniques y chelines?" Ciertamente. La fe que no puede confiar en Dios acerca del pan y del vestido, me produce espanto, pues es una fe mentirosa. Pueden estar convencidos de que esa no es la fe práctica y sólida de Abraham, que confió en Dios en cuanto a su tienda y su ganado, y en cuanto a su esposa y su hijo. Esa fe que condujo a David a confiar en Dios acerca de los hijos y las hijas y el botín, ese es el tipo de fe para ustedes y para mí. Si no se puede confiar en Dios acerca de los panes y los peces, ¿cómo podremos confiar en Él acerca de las cosas de la eternidad y las glorias que todavía habrán de ser reveladas? Apóyense en Dios con una fe diaria. La fe en Dios es el ejercicio del sentido común santificado. Alguien me llamó "supersticioso" por confiar en que Dios responde a la oración, pero yo repliqué que el supersticioso es aquel que no confía en el Dios vivo. El que cree en el poder de la mayor de todas fuerzas, y confía en la más cierta de todas las verdades, no está sino actuando racionalmente. La razón más pura aprueba la confianza en Dios. El fin declarará la sabiduría de creer en Dios. Al final, cuando con todos los creyentes entonemos el grandioso aleluya al Señor Dios de Israel que reina sobre todas las cosas para Su pueblo, será conocido por todos que la fe es honorable y la incredulidad es despreciable.

Que Dios les bendiga, hermanos, y si alguno de ustedes no ha confiado nunca en Dios para nada, ni ha descansado en Su amado Hijo, que sea conducido a hacerlo de inmediato. Que puedan ver arder su propia justicia, como Siclag, y todas sus esperanzas carnales sean llevadas cautivas, y que entonces se fortalezcan en Cristo, pues Él recuperará todo para ustedes, y además les dé botín, y habrá gozo y regocijo. Que el Señor sea con ustedes. Amén.

Porciones de la Escritura leídas antes del sermón: 1 Samuel 30: 1-25; Salmo 124.



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