"Si Nuestro Corazón No nos Condena, Tendremos Confianza Ante Dios"

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Sobre esta Traducción
English: "If Our Hearts Do Not Condemn Us, We Have Confidence Before God"

© Desiring God

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Por Tom Steller sobre Conciencia
Una parte de la serie Let Us Walk in the Light: 1 John

Traducción por Maria del Carmen Zanassi


1 Juan 3:19-24 (LBLA)
En esto sabremos que somos de la verdad y nuestros corazones estarán tranquilos delante de Él, en cualquier cosa en que nuestro corazón nos condene; porque Dios es mayor que nuestro corazón y sabe todas las cosas. Amados, si nuestro corazón no nos condena, confianza tenemos delante de Dios; y todo lo que pidamos lo recibiremos de Él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que le son agradables a Él. Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros como Él nos ha mandado. El que guarda sus mandamientos permanece en El y Dios en él. Y en esto sabemos que Él permanece en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado.

No puedo pensar en nada más importante para un individuo que saber si él o ella son "de la verdad". Ser de la verdad significa ser nacidos de Dios, ser alguien que posee la vida eterna. El apóstol Juan escribe: "En esto sabremos que somos de la verdad y nuestros corazones estarán tranquilos delante de Él". ¿Qué significa "esto" en el versículo 19? ¿Qué nos hará saber que somos de la verdad? ¿Qué tranquilizará nuestros corazones delante de Dios?

Contenido

Dos temas recurrentes en 1 Juan

La respuesta está en el versículo previo, lo cual nos dejó bien en claro el pastor Steve la semana pasada. El versículo 18 dice: "Hijitos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. En esto sabremos que somos de la verdad". Es amándose unos a otros de hecho y en verdad que podemos tener nuestros corazones tranquilos delante de Dios. Hay dos temas que son recurrentes a lo largo de esta carta.

  1. Confianza delante de Dios
  2. Amor entre unos y otros dentro de la iglesia.

Confianza en que Dios está con nosotros y que tenemos una relación correcta con Él. Un amor real, genuino y evidente por nuestros hermanos y hermanas en Cristo.

La confianza nos libera para amar a otros

La manera en la que se relacionan estos dos temas es una preocupación seria para Juan. La confianza hacia Dios y el amor unos por otros se relacionan de dos maneras diferentes. La primera se refleja claramente más adelante en la carta, en 4:19: "Nosotros amamos porque Él nos amó primero". La única manera en la que podemos ejercer el amor cristiano - la clase de amor que sacrifica su vida por otros - es si primero estamos seguros de que Dios Todopoderoso nos ama. Que está a favor de nosotros y no contra nosotros. Esta confianza es lo más valioso, lo más liberador que alguien pueda poseer jamás. Aún en el ámbito secular, que exista alguien que demuestre amor o que nos apoye con intensidad es una fuente de confianza muy codiciada. Algunas personas harían cualquier cosa para ganar la aprobación de un jefe, de un profesor o, tal vez, de un potencial amante. Creen que una vez que ellos puedan tener confianza en que esa persona los apoya, todo estará bien. La vida será maravillosa, el futuro solamente estará lleno de un mañana feliz.

Por supuesto, aquellos que han vivido bastante en el mundo real saben que la aprobación de un simple ser humano, no importa lo cariñosa o poderosa que esa persona sea, es una fuente de confianza insuficiente. Esta persona amorosa o poderosa puede morir, o cambiar de opinión en un abrir y cerrar de ojos - y toda esa confianza se desmorona.

Pero, confiar en que Dios está a favor nuestro es una historia diferente. Tener a Dios con nosotros, que es todopoderoso, todo sabiduría y todo bondad, que esté a nuestro lado, dedicado a nuestro bienestar - bueno, no puede haber una fuente de confianza más grande en ningún lado.

El apóstol Juan hace esta conexión: "amamos porque Él nos amó primero". La confianza en el amor de Dios es el requisito previo para amar a los demás. La única manera en la que podemos rendir nuestras vidas por un hermano o hermana es que tengamos confianza en que Dios está con nosotros y está disponiendo todas las cosas para nuestro bien, aún los actos de abnegación más difíciles.

Por lo tanto, la primera manera en la que la confianza en Dios se relaciona con el amor fraternal es el camino de libertad. La confianza en que Dios nos ama nos libera de toda compulsión para usar a otra persona como un medio para nuestro fin. Solo cuando tenemos la seguridad de que Dios está con nosotros, nos volveremos libres de poner el interés de otra persona por sobre el nuestro; solo entonces podemos dar, sin esperar nada a cambio. La confianza en Dios nos libera para ser siervos incondicionales de otras personas.

La confianza se fortalece cuando amamos a otros

Pero hay otra manera en la que los dos temas, la confianza en Dios y el amor hacia los demás, combinan en 1 Juan. En realidad, es esta segunda manera la que recibe la mayor atención. La confianza en Dios se desarrolla, se fortalece, se asegura como resultado de amar a nuestro prójimo cristiano. Déjenme decirle esto otra vez - tanto positivamente como negativamente.

Positivamente: amar a otra persona de hecho y en verdad es algo concreto, es evidencia visible de que somos de la verdad. Esta evidencia tranquiliza nuestro corazón ante Dios, de que en realidad lo conocemos. Negativamente: cuando, consistentemente, fracasamos en amar a nuestro hermano o hermana, se pone en duda cualquier certeza que tuviésemos de que actuábamos correctamente con Dios.

El objetivo de Juan para fortalecer nuestra confianza

Precisamente, nuestro texto de esta mañana trata este tema. La semana pasada, aprendimos que el amor por nuestros compañeros cristianos es una piedra basal esencial de nuestra certeza de poseer la vida eterna. Versículo 14: "Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos". El amor fraternal es la evidencia de que hemos recibido la vida eterna. Juan nos advierte que sin amor fraternal puede que aún permanezcamos en la muerte. El amor entre unos y otros es la evidencia eterna y visible de que una persona es de la verdad, que ha nacido de Dios y conoce a Dios. Por otra parte, si una persona que asiste regularmente a la iglesia, en tiempo de examen de conciencia, se da cuenta que no está amando a sus hermanos y hermanas genuinamente, entonces su seguridad de que actúa correctamente con Dios disminuye y su corazón comienza a condenarlo. O, al menos, esto es lo que Juan dice que debería pasar. Pero, es muy duro para nosotros, en la iglesia norteamericana evangélica del siglo 20 , oír lo que Juan está diciendo en estos versículos porque, de alguna manera, muchos evangelistas han llegado a ver que el factor humano esencial para tener confianza de vida eterna es la decisión de aceptar a Jesús como nuestro salvador. Entonces, el corolario de la enseñanza tiene como resultado que la manera en la que vivimos nuestras vidas no tiene nada que ver con nuestra seguridad de salvación - podría tener que ver con la cantidad de joyas que tenemos en nuestra corona, pero no con nuestra seguridad de salvación. Mucha gente está asociando su seguridad en esa tarjeta de decisión amarillenta, guardada en algún lugar del álbum de recortes. Pero, no me malinterpreten. La mayor preocupación de Juan en su carta la explica de forma explícita en 5:13: "Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna". Juan quiere que los verdaderos creyentes experimenten una confianza de salvación auténtica y profunda. Quiere que aquellos de nosotros en esta sala que realmente creen en Jesús puedan responder un humilde, pero resonante "sí" a la muy importante pregunta: "Si tuvieran que morir esta noche, ¿confían en que irían al Cielo?".

Juan quiere que nuestra confianza sea tan profunda, verdadera y sólida que pasa la mayor parte de su tiempo en esta carta debilitando la confianza falsa. El más grande enemigo de la verdadera seguridad de salvación es una seguridad de salvación falsa, erróneamente fundada. Porque muchos de los que asisten regularmente a la iglesia se sorprenderán el día del juicio cuando digan: "Señor, ¿no hicimos esto y aquello en tu nombre?" y Jesús les responda: "Apartaos de mí, jamás os conocí".

¿Qué pasa si falta amor?

En nuestro texto de esta mañana hay dos fundamentos interrelacionados acerca de la seguridad cristiana de que actuamos correctamente con Dios. Lo primero es la presencia de amor genuino por nuestros compañeros cristianos. Lo segundo es el don del Espíritu Santo. Hoy solo vamos a hablar del primero. El don del Espíritu Santo lo analizaremos la semana próxima, cuando el Pastor John predique sobre los versículos 1-6, del capítulo 4. Como ya he mencionado: los versículos 18 y 19 enseñan que ese amor genuino de unos a otros es una evidencia clara de que somos de la verdad, que hemos nacido de Dios, y que estamos en una relación correcta con Él.

Pero, ¿qué pasa si falta esa evidencia? En el v.20, Juan nos dice que nuestro corazón nos condenará. La palabra para condenar significa literalmente "contradicción". En otras palabras, nuestro corazón, o nuestra conciencia sabe que hay una contradicción entre lo que decimos que creemos acerca de Dios y como tratamos a sus hijos, los cuales se suponen son nuestros hermanos y hermanas. El conocimiento de esta contradicción trae una ansiedad, una sensación de tristeza que nos rodea, una punzada en el centro de nuestro ser. Es un sentimiento humillante - la mayoría de nosotros lo ha sentido y algunos, probablemente, estén moviéndose bajo él ahora mismo.

¿Cuál es la mejor traducción de estos versículos?

Las traducciones de los versículos 19 y 20 difieren. La traducción más moderna, creo que está equivocada al comenzar el v. 20 con "cuando". Interpretan que los versículos 19 y 20 quieren decir algo así: Aunque nuestro corazón nos condene por el fracaso de amar en obra y en verdad, aún Dios es más grande que nuestros corazones y conoce todas las cosas. Es decir, Dios sabe más que nuestro corazón. Aunque nuestro corazón esté agobiado por nuestro fracaso, Dios conoce los resultados positivos también. Las cosas no son tan malas como parecen, por consiguiente, tranquilícense.

La versión King James se acerca a lo que yo creo es la mejor traducción del lenguaje original del v.20. Las razones por las cuales creo que es una mejor traducción son que hace menos malabares gramaticales con el texto y se adecua mejor al pensamiento de Juan. Pero llevaría toda una lección de seminario desarrollar estas razones, así que permítanme ahora darles simplemente la traducción que yo creo es la mejor. Quizás esto los estimule para investigar mas por su cuenta, lo que me resultaría muy gratificante.¡Todos deberíamos ser bereanos! Creo que la mejor traducción de los versículos 19 y 20 es así: "Por esto sabremos que somos de la verdad y nuestros corazones estarán tranquilos ante Él, pues si nuestro corazón nos condena (es) porque Dios es más grande que nuestro corazón y conoce todas las cosas". La razón por la que nos debemos amar unos a otros de hecho y en verdad, y de esa manera tranquilizar nuestros corazones ante Dios, ya que nosotros somos de la verdad, es esta: si nuestro corazón nos condena por falta de amor, es porque Dios es más grande que nuestro corazón y conoce todas las cosas. En otras palabras, nuestro corazón, o nuestra conciencia, es un eco de la opinión de Dios sobre nosotros. Si nuestra conciencia, imperfecta como es, siente una contradicción entre lo que profesamos y lo que practicamos, cuánto más Dios, que conoce todas las cosas.

Esclareciendo la conciencia condenatoria

Este problema de la conciencia que nos condena necesita esclarecerse. Primero de todo, ¿cómo sé cuando mi conciencia hace eco de la voz de Dios y cuándo hace eco de la voz de Satanás? ¿Cómo sé que el sentimiento intranquilo y sombrío en el foso de mi alma es la convicción del Espíritu Santo y no la acusación de nuestro adversario el diablo? Esta es una pregunta importante, porque las Escrituras nos enseñan, en Apocalipsis 12:10, que Satanás es el acusador de los hermanos que nos acusa ante Dios día y noche.

Satanás puede apagar nuestra conciencia

A Satanás le encanta distorsionar nuestra conciencia. Lo hace de dos maneras: primeramente, le encanta silenciarla, apagarla para que esté callada, no importa lo que hagamos (1 Timoteo 4:2). ¿Ha llegado tu conciencia al punto de hacerte sentir indiferente con respecto a hacer el mal? Llegué a ese punto cuando tenía dieciséis años, justo antes de mi conversión a Cristo. Crecí con una conciencia muy sensible, que me destruía cuando la deshonraba voluntariamente. Luego, aprendí a engañar a mi conciencia, o eso creía. Por ejemplo, había momentos en que quería ir a una fiesta a la cual sabía que mis padres no me dejarían ir. Sabía que no podía mentir abiertamente y decir que realmente iba a otro lugar, porque entonces cuando fuera a la fiesta me iba a sentir tan culpable que no iba a divertirme en absoluto. Así que encontré una escapatoria en mi conciencia. Le diría a mis padres que iría a la casa de mi amigo Richard. Eso es exactamente lo que haría. Manejaría hasta la casa de Richard, bajaría, caminaría alrededor del jardín, subiría al auto e iría a la fiesta con mi conciencia tranquila. Al día siguiente, cuando mi mamá me preguntó si lo pasé bien en lo de Richard, pude mirarla a los ojos y decirle: "Sí, estuvo bueno", con una conciencia clara, pero engañada. Pero, cuanto más hacía esas cosas, menos necesitaba mi conciencia ese engaño tan elaborado. Finalmente llegué a un punto en el que no solo podía mentir, sino también robar sin ningún ataque de conciencia.

Era aterrador como había cambiado. Una vez, cuando era un niño pequeño, accidentalmente salí de Ben Franklin con una goma de mascar sin pagarla. En la mitad del camino a casa me di cuenta que me había olvidado de pagar. Estaba horrorizado. Sentía remordimientos de conciencia. Entonces, volví a la tienda y secretamente deslicé un centavo debajo de la caja registradora. Luego volví saltando a mi casa como un niño libre. Pero, varios años después, el 18 de marzo de 1971, la noche de la pelea del gran Joe Frazier- Muhammad Alí, a mi amigo y a mí nos descubrieron hurtando. El policía encubierto llamó a mis padres y les dijo: "Su hijo ha sido arrestado por hurto". Del otro lado de la línea, pude oír a mi padre diciendo la clásica frase: "Lo siento, pero usted debe estar en un error. Mi hijo jamás robaría". Cuando volví a casa, entré al salón donde mis padres estaban sentados: mi madre estaba llorando suavemente, mi padre estaba mirando fijo sin dirección. ¿Se pueden imaginar lo que dije cuando mi padre me preguntó si lo que dijo el policía era verdad? Le dije: "Papá, ¡no hice nada malo! Compro en esas tiendas y ellos me cobran más de lo que ellos mismos pagan. No está mal que me lleve algo ocasionalmente". El hecho de que haya robado fue demasiado duro para mis padres, pero el hecho de que dijera que no estaba mal debió haber sido devastador para ellos.

En ese momento, honestamente yo creía que no estaba mal robar, aunque mis padres, mi iglesia, y mi escuela me habían enseñado y habían modelado una vida de honestidad e integridad para mí. Pero, ¡mi conciencia estaba callada! Dios usó ese episodio para despertarme. Los día siguientes, mientras reflexionaba, comencé a aprender lo malo que era todo eso. Por primera vez, me di cuenta cómo alguien puede ser un ladrón o un asesino - que, incluso para mí, el pequeño Tommy Steller, ninguna maldad estaba lejos de mi alcance. Oh, qué agradecido estoy de que Dios haya usado ese evento diabólico para que yo intensificara el ir en su búsqueda. En cuestión de meses eliminó mi corazón de piedra y lo reemplazó por uno de carne. ¡Alabado sea Dios por su misericordia!

Satanás puede cambiar nuestra conciencia a una opinión distorsionada de Dios

Sí, Satanás puede apagar una conciencia, pero hay otra manera en la que puede destruirla. En Apocalipsis 10:12, las Escrituras lo llaman el acusador de los hermanos, que nos acusa ante nuestro Dios día y noche. Si no puede apagar nuestra conciencia, él va a buscar ajustarla a una perspectiva pervertida de Dios. Hará una caricatura distorsionada de Dios - un Dios que es impaciente y que no está realmente a favor nuestro, sino en contra. Un Dios que solo está buscando una equivocación para lanzarse sobre nosotros. Un Dios que se enoja enseguida, que no abunda en bondad amorosa, sino más bien un supervisor perfeccionista que nos persigue, nos ridiculiza y nos atormenta hasta que hagamos todo perfecto.

Tres experiencias de conciencia entre la gente

Supongo que hay tres tipos de personas representadas en esta sala ahora. Algunos cuya conciencia ha estado apagada por un largo tiempo o está en el proceso de estar reprimida en silencio. Luego están aquellos cuyas conciencias son vivaces, pero están en sintonía con un Dios supervisor que es impaciente. Obran bajo un manto de culpa, que nunca se termina. Se sienten deprimidos, quebrantados y derrotados. Confiesan sus pecados pero nunca sienten que lo hicieron lo suficientemente bien como para ser perdonados realmente; ven la manera en la que aman a sus hermanos y hermanas y sienten que nunca es lo suficientemente perfecta como para agradar a Dios. Y el tercer tipo de personas cuya conciencia es vivaz, pero está en sintonía con un Dios que es santo, compasivo, misericordioso, lento en enojarse y que abunda en amorosa bondad. Cuando se fracasa en amar como se debe, la conciencia condena, informando que Dios está contra el pecado. Pero, uno le agradece a Dios por esa conciencia. Es como esas terminaciones nerviosas que, misericordiosamente, claman de dolor cuando algo anda mal en el cuerpo y necesita atención. Cuando la conciencia los condena, recurren a Dios en confesión y confían en la promesa de que Dios los perdonará y purificará de toda injusticia. Si el daño que hicieron es algo que puede ser reparado mediante una palabra o hecho, confían en la ayuda de Dios para reconciliarse con la persona que hirieron. Y entonces la conciencia se aquietará y se sentirán libres para amar y orar otra vez.

Para aquellos de ustedes que saben que sus conciencias han estado inapropiadamente calladas durante demasiado tiempo, o que han sido inapropiadamente condenatorias durante bastante tiempo, y se sienten atascados independientemente de cuánto oren o lean las Escrituras, mi consejo para ustedes es buscar la ayuda de un amigo confiable, un pastor o un consejero cristiano profesional. Porque Dios está listo para recuperar y rehabilitar nuestra conciencia. No hay nada más valioso que una conciencia que nos condena cuando estamos equivocados, y no hay nada más dulce que estar en paz cuando nos arrepentimos. Dios quiere que tengamos corazones que sean libres y sensibles. "Amados, si nuestro corazón no nos condena, confianza tenemos delante de Dios".

Los versículos 21 y 22 nos enseñan lo que es verdadero para aquellos cuyos corazones son libres en Dios: "Amados si nuestro corazón no nos condena, tendremos confianza ante Dios; recibimos de Él todo lo que pedimos, porque guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que le son agradables a Él". Estos versículos, como tales, son una mina de oro. Pero, como prácticamente se repiten más adelante en 5:14-15, vamos a esperar para extraer la mayor parte del oro hasta mitad de junio, cuando nos centraremos en ese pasaje.

Obediencia a un mandamiento

Lo que se necesita enfatizar aquí es, nuevamente, que nuestra confianza en Dios está determinada en gran medida por nuestra obediencia a sus mandamientos. La razón por la cual podemos tener confianza ante Dios en la oración según el versículo 22 es porque "guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que le son agradables a Él". Y, ¿cuáles son sus mandamientos? Juan pudo haberlos enumerado: "No tendrás otros dioses delante de mí; no tomarás el nombre del Señor en vano; honra a tu padre y a tu madre; no hurtarás; no matarás; no codiciarás" y así sucesivamente. En cambio, él resume todos los mandamientos de Dios en uno. ¿Cuál es ese mandamiento? El versículo 23 nos lo dice: "Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, como Él nos ha mandado". Juan dice que el mandamiento es creer en Jesús y amarnos unos a otros. Pero, ustedes dirán: "Esos son dos mandamientos" No en la mente de Dios - confiar en Él y amarse unos a otros están tan necesariamente conectados que uno no puede existir por mucho tiempo sin el otro, lo cual es el punto principal que Juan está tratando de enfatizar, párrafo tras párrafo, en su carta. El apóstol Pablo lo expresa de esta manera en Gálatas 5:6, cuando dice que lo único que significa algo para Dios es "la fe que obra por amor". Creer en Jesús y amarse unos a otros es el gran resumen de la Biblia. Y deben permanecer unidos.

Eso es lo que me incentivó y a la vez me preocupó, de una afirmación hecha por un antiguo miembro de Bethlehem, quien nos visitó hace unas semanas. Dijo que nunca había estado en una iglesia que cumpliera con el primer mandamiento - amar a Dios con todo el corazón, alma y mente - mejor que Bethlehem. Eso fue alentador. Luego dijo: "Pero, nunca he estado en una iglesia que cumpliera el segundo mandamiento - amar al prójimo como a uno mismo - mejor que la iglesia a la que asisto ahora" . Eso fue alarmante. No estaba alarmado porque había otra iglesia mejor que Bethlehem - estoy seguro que hay muchas iglesias mejores que Bethlehem, y toda comparación entre iglesias puede ser una verdadera trampa - sino que lo que me preocupó fue que el amor a Dios y el amor al prójimo no eran percibidos como fuerzas iguales en Bethlehem. La medida de la genuinidad de nuestra veneración es el fervor de nuestro amor entre unos y otros. En la medida en que nuestro amor entre unos y otros es poco profundo o superficial, nuestra veneración es poco profunda y superficial - no importa la forma que tome o el nivel de energía invertido, pues Juan dice en 4:20: "Si alguno dice: 'Yo amo a Dios y aborrece a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto". Es tan simple como eso. Mi plegaria para Bethlehem es que nuestra veneración a Dios se vuelva cada vez más práctica y más visible. Jesús dijo: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros" (Juan 13:35).

¿Obtenemos respuestas a las oraciones a través de la obediencia?

No debemos tratar por encima lo que, a primera vista, aparece como un enorme problema teológico en el versículo 22. Dios nos dará todo lo que pidamos en oración, con la condición de que guardemos sus mandamientos y hagamos lo que le es agradable a Él. ¿No nos otorga Dios las cosas libremente? ¿Este versículo no nos enseña que tenemos que ganar la misericordia de las plegarias respondidas a través de la obediencia? ¿La misericordia no es incondicional?

Es importante que aprendamos la diferencia entre lo incondicional y lo inmerecido. La misericordia de la respuesta a la oración, como cualquier otra misericordia, es totalmente inmerecida - pero, según este versículo, no es incondicional. La condición para que recibamos de Dios lo que sea que pidamos en oración es que guardemos sus mandamientos. Nuestra obediencia no gana respuestas a la plegaria; simplemente, nos pone en la posición de recibir su misericordia mediante la respuesta a la oración. El versículo 24 dice que aquellos que guardan sus mandamientos permanecen en Él y Dios en ellos. Recuerden que los mandamientos que precisamente debemos obedecer, realmente son un solo mandamiento. "Crean en Jesús y ámense unos a otros". Generalmente no tenemos problema en ver la fe como un requisito previo para que nuestra oración sea respondida. Pero, sí tenemos problema en considerar al amor entre unos y otros como un requisito previo. Pero, este problema debe desaparecer una vez que nos demos cuenta que la fe genuina se expresa necesariamente en actos de amor. Por consiguiente Dios puede decir ambas cosas: "Responderé las plegarias de aquellos que confían en mí" y " responderé las plegarias de aquellos que aman a su hermano o hermana".

Por lo tanto, en resumen, la confianza en Dios nos libera para amarnos unos a otros. Y esto es la evidencia tranquilizadora de que somos de la verdad.



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