'El que Se Avergüence de Mí'

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English: ‘Whoever Is Ashamed of Me’

© Desiring God

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Por Greg Morse sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Paola Montano


Contenido

Un Llamado al Cristiano Tranquilo

¿Alguna vez te has preguntado sobre el poder de una mejilla enrojecida, el sonrojo de la vergüenza? Cuando todo esté dicho y hecho, nuestras vidas se podrán resumir en lo que nos mantuvimos firmes hasta el final, y lo que dejamos escapar por miedo o vergüenza.

La maravilla no puede ser más pronunciada que en las palabras de Jesús: "Porque el que se avergüence de mí y de mis palabras, de este se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y la del Padre, y la de los santos ángeles" (Lucas 9:26, LBLA).

Intenta imaginarlo.

El día ha llegado de repente, como un ladrón en la noche. Los ángeles, demasiados para contar, demasiado maravillosos para anticipar, tan "distintos" para sentirse a gusto entre ellos, ahora abarcan la tierra. Algunos rodean a Cristo, ardiendo como incendios forestales. Otros gritan fuertes alabanzas a Dios y al Cordero. Otros destellan como relámpagos, tocando trompetas y llamando al mundo a rendir cuentas.

Y luego lo ves a él. El Rey de reyes, el Señor de señores envuelto en la gloria de su Padre. En un carruaje sobre las nubes, se acerca al mundo de los hombres. Adornado con una luz enceguecedora, vestido para la guerra, con una espada que sobresale de su boca. El gran Espectáculo, el gran Baremo, aquel por quien y para quien todo existe atraca su barco en la orilla. Los párpados de este mundo se retraerán. Cada ojo lo verá, incluso aquellos que lo traspasaron. Toda actividad aparte de él se detendrá. El ateísmo, el paganismo y la religión falsa dejarán de existir. Él ha venido.

Avergonzados Ante Dios

En este escenario lleno de ángeles, Dios y hombres, caídos entre los verdaderos santos y los descarados no arrepentidos, estarán aquellos que sabían lo suficiente para seguirlo de verdad, pero nunca lo hicieron: los avergonzados.

Sabían que Jesús era quien decía ser, pero no le pertenecían. Solo lo visitaban de noche, pero no aparecían con él a la luz del día. Cuando se les hizo la pregunta ante hombres, demonios y aquellos a quienes admiraban o temían, no pudieron hablar con Lutero, "Aquí Estoy; no puedo hacer otra cosa. Que Dios me ayude!” Mantuvieron lo que consideraban sus convicciones personales y no lo confesaron.

Y allí están, junto a la gran reunión de todos los que han vivido. El Rey los mira como ellos lo miraban a él, con vergüenza santa y pena piadosa. Vivían avergonzados de él, y ahora Jesús se avergüenza de ellos delante de su Padre y de esta Asamblea Celestial. Ellos lo negaron, y ahora son negados (2 Timoteo 2:11-13). "Apartaos de mí, malditos", dirá, "al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles" (Mateo 25:41, LBLA).

Aunque Todos Se Aparten

Algunos no pueden imaginar avergonzarse de nuestro Señor o negarlo. Pero no sea que pensemos que estamos lejos de esta tentación, diciendo en nuestro corazón a Cristo: "Aunque todos se aparten, yo, sin embargo, no lo haré" (Marcos 14:29), recordemos que la roca, Pedro, casi se quiebra sin remedio con este temblor.

Después de huir de su Pastor en Getsemaní, Pedro ahora siguió a Jesús a la distancia “para ver el fin” (Mateo 26:58). Mientras estaba sentado afuera en el jardín, una de las criadas de Caifás lo vio calentándose alrededor del fuego. "También este estaba con Él" (Lucas 22:56). Una, dos, tres veces: "¡Yo no conozco a este hombre de quien habláis!"- incluso invocando una maldición sobre sí mismo para probarlo (Marcos 14:71). Después de la tercera negación, "el Señor se volvió y miró a Pedro" (Lucas 22:61).

Esa mirada, con cualquier lástima, decepción o vergüenza que contenía, hizo que Pedro se fuera llorando. Apenas sobrevivió a esta oscura negación, escapando por poco del zarandeo de Satanás y del juicio de Judas, porque Jesús había orado por Pedro, para que su fe no fallara (Lucas 22:32). Tengamos cuidado con las afirmaciones autocomplacientes de fidelidad no probada. Un gallo todavía puede cantar, incluso para el más fuerte de nosotros. Tal vez especialmente para el "más fuerte”.

Pendientes de Compromisos Tranquilizantes

Además, esta tentación de avergonzarse de Jesús parece precocida en nuestra cultura aparentemente poscristiana.

A veces me he preguntado si muchos de los cobardes, aquellos que se avergonzaban de Cristo y se negaban a tomar sus cruces para seguirlo, alguna vez se consideraron así. Ciertamente, si llega el gran momento de la decisión, cuando el arma apunta a la cabeza o la criada levanta la voz en acusación pública, el compromiso es obvio. Pero, ¿cuántos de "los cobardes" (Apocalipsis 21:8) van a la muerte segunda sin darse cuenta porque no sintieron el ruido sordo en el fondo del acantilado, sino que caminaron por la pintoresca y suave pendiente de un compromiso tranquilo y más habitual?

La mayoría de nosotros no nos enfrentamos un acantilado, sino esta suave pendiente de pequeñas negaciones. En cambio, lo negamos en conversaciones pacíficas alrededor de muchos incendios. Nuestra vergüenza es el enrojecimiento fijo en la mejilla, la acumulación de pequeños momentos en los que inofensivamente elegimos el amor por la reputación, el amor por la estima, el amor por la comodidad, por el dinero y por nuestra propia vida, por sobre el amor a Cristo y el amor por las almas. No hablamos mucho de Jesús. Tomamos el camino menos incómodo, en donde encajamos cada vez más con amigos y compañeros de trabajo incrédulos. No "vamos allí" con nuestra familia incrédula como lo hacíamos antes. Nuestros vecinos no saben que somos cristianos, y nuestra propia familia a menudo se lo pregunta.

Este camino suave no es nuevo. En los días de Jesús, se decía que muchos, incluyendo muchas de las autoridades, afirmaban "creer" en él, pero amaban sus asientos en la sinagoga y su gloria delante de los hombres por encima de la gloria que viene de Cristo (Juan 12:42-43). Creían cosas verdaderas sobre Jesús, pero no que valiera la pena seguirlo a cualquier precio.

Él no era su tesoro escondido en un campo por el que, en su alegría, fueron y vendieron todo para poder tenerlo (Mateo 13:44). No valía la pena seguirlo cuando habían cruces involucradas (Lucas 9:23).

¿Estamos Medio Dormidos?

No se trataba de que a los avergonzados no les importara nada Jesús ni que no creyeran en lo que decía. Es solo que cuando otros amores se vieron amenazados, pensaron que era mejor guardar las cosas para sí mismos y no ir demasiado lejos.

¿Este espíritu de negación se disfraza hoy con traje y corbata? ¿Qué tanto hemos creído que Jesús no es para una conversación amable, ni para una plaza pública, ni para una cena familiar? ¿Qué tanto de nuestra vida normal se trata de mantener el estatus quo de la incredulidad mientras todos los que nos rodean caminan por el tambaleante puente hacia el día del juicio?

¿Hemos silenciado la comisión intrusiva de ir (a lugares a los que no somos invitados) y hacer discípulos de todas las naciones (llenas de personas que no nos quieren allí), bautizándolos en el trinitario nombre de Dios (a quien han rechazado en su pecado), y enseñándoles a obedecer todo lo que Cristo nos enseñó (Mateo 28:18-20)? ¿Se avergonzará el Hijo de nosotros ante su padre porque hemos vivido vidas lujuriosas y negligentes avergonzados de él?

¿Cuántos de nosotros vivimos, incluso ahora, ocultando instintivamente los colores de nuestro uniforme, demasiado propensos a mantener secreta la vida de discípulo, como si realmente existiera tal cosa?

Cojeando Entre Dioses

El "cristianismo" indistinto y mundano no vale nada. La sal que ya no es salada, "para nada sirve, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres" (Mateo 5:13). Los caminos deben separarse, y se debe tomar una decisión: ¿Cristo o este mundo?

El camino angosto se aleja del ancho, Lot no puede permanecer siempre en Sodoma, los amos celosos compiten por la lealtad total. La pregunta ineludible del profeta nos descubre a todos eventualmente: "¿hasta cuándo vacilaréis entre dos opiniones? Si el Señor es Dios, seguidle" (1 Reyes 18:21).

Abandona la indecisión espiritual, renuncia a este cristianismo sin sal, huye de este centro intermedio de compromiso entre Cristo y el mundo. Confiando en el Espíritu, termina con lo que James Stewart llama una "existencia de anfibios que carece de coraje para decidir”. Vive como si conocieras a Cristo, como si amaras a Cristo, como si estuvieras esperando sin vergüenza alguna que Cristo regrese — esto si has probado y visto lo precioso que es.

Decide ahora, con la ayuda de Dios, vivir para Cristo y nada más que Cristo, sin importar el costo. No te avergüences de pronunciar su nombre o de mantenerte firme en cada palabra que ha dicho. Porque ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero — fama, admiración, una esposa soñada, una carrera emocionante, seguridad ante la persecución — si, habiendo tenido todo, Cristo se avergüenza de él?


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