¡Ver para no creer!

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English: Seeing Is Not Believing

© Desiring God

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Por Greg Morse sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Andrea Llave Nuñez


Contenido

Por qué no encontramos a Dios en la vida diaria

Quizás tú has tenido amigos o vecinos no creyentes que te dicen que creerán cuando vean a Dios escribirles un mensaje en las nubes. Te lo puedo decir con conocimiento de causa, esto no es así.

Las letras en las nubes comenzaron a aparecer una a una mientras estábamos en un viaje familiar a un parque temático lleno de gente. Como si fuera una creación ex nihilo, decían:

ALABA A JESÚS

Y entonces unos minutos más tarde,

JESÚS PROVEE. PIDE AHORA.

Allí estaban, cartas dibujadas en el cielo por una mano invisible, exaltando al Hijo de Dios y llamándonos a pedir y recibir de la bondad de Cristo. Sin embargo, provocaron algo más que miradas furtivas. Nadie rasgó sus vestiduras en arrepentimiento o cayó de rodillas para adorar a Cristo o lloró en voz alta en agradecimiento. Algunos niños con cruces que colgaban en sus collares se detuvieron para tomar fotos, pero la mayoría de las personas continuaron impasibles, inconscientes.

¡Ver para no creer!

Moisés nos dice que Dios mismo escribió los Diez Mandamientos, con su dedo (Éxodo 31:18). Nadie creyó que estos mensajes en el cielo fueran escritos de la misma manera. Un hombre en un avión fue la explicación inmediata.

¿Cómo lo sabían? El avión era casi imperceptible a simple vista. Si entrecerrabas los ojos lo suficiente, durante el tiempo suficiente, podías captar el más mínimo destello del avión mientras trazaba las letras.

Sin embargo, las personas no se quedaron mirando las nubes. Las personas - algunas de las cuales creían en la existencia de extraterrestres y Pie Grande, o que los hombres podrían hacerse mujeres - sabían, sin requerir un segundo vistazo, que este mensaje no podría ser de parte Dios. La mayoría no vio el avión — la mayoría no necesitaba ver el avión. Ya sabían que un humano debía haberlo hecho. Si Dios concediera su petición y escribiera el mensaje él mismo, ellos "sabrían" exactamente de la misma manera.

Todo esto para ilustrar que ver no siempre es creer, como observa C.S. Lewis,

Sólo he conocido a una persona en mi vida que afirmó haber visto un fantasma. Era una mujer; y lo interesante es que ella no creía en la inmortalidad del alma antes de ver el fantasma y todavía no cree después de haberlo visto. Cree que fue una alucinación. En otras palabras, ver no siempre es creer. Esto es lo primero que hay que aclarar al hablar de milagros. Cualesquiera que sean las experiencias que podamos tener, no las consideraremos milagrosas si ya tenemos una filosofía que excluye lo sobrenatural. (Colección de ensayos C.S. Lewis y otras historias cortas, 107)

Las multitudes no podían molestarse en detenerse en el espectáculo porque toda la vida hasta ese momento se les dijo que Dios, si existe, no haría tal cosa. Él no querría andar con rodeos en sus asuntos diarios. El "dios" de muchos que lo encasillan es demasiado a menudo el dios distante de la buena moral y la vida limpia, no el Dios con una actualidad ineludible, irrumpiendo en nuestro mundo sin permiso para escribir en tablas o nubes.

Naturalista Cristiano

Pensé estas cosas mientras seguíamos caminando cuando, como un rayo, el entendimiento vino a mí de golpe. ¿Fui tan diferente? Su incredulidad era clara para mí, ¿y la mía? ¿Cómo había recibido este mensaje?

"ALABA A JESÚS"." "JESÚS DA. PIDE AHORA".

Sabía que mi Dios gobierna sobre todas las cosas. Sabía que “el corazón [del piloto] es un torrente de agua en la mano del Señor; él lo hace volver a donde quiere” (Proverbios 21:1). Sabía que mi Dios hizo posible las condiciones atmosféricas para ese día - junto con millón de otros factores que trajeron mi familia y a mi a ese punto exacto en esa hora exacta de atestiguar ese mensaje exacto. Sabía que, en un sentido real, Dios había escrito en el cielo ese día — sin embargo, allí estaba yo, preguntándome por qué otras personas no estaban recibiendo el mensaje.

¿Alguna de mis oraciones encontró su respuesta en este espectáculo predestinado? ¿Qué, de una lista de necesidades apremiantes, debo detenerme y pedirle a Jesús? Tal vez Dios tenía algo para mí, una palabra para mí, un deseo de responder a una oración específica y así liberarme de la tierra estéril de "no tienes porque no pides".

¿Por qué había asumido que Dios orquestó todo esto por el bien de las personas que no respondían y no por su hijo comprado con sangre? Si Dios garabateó su mensaje en sus nubes ante mis ojos, sonriendo, ¿por qué respondí sin pensar, sin conmoverme?

Satanás en los detalles

¿Cómo habrías respondido? ¿Cómo respondes?

¿Cuántos momentos, grandes o pequeños, menospreciados por el naturalismo funcional, el secularismo, el materialismo? ¿Con qué frecuencia nos levantamos de nuestras rodillas por la mañana sólo para entrar en un mundo sin Dios? El mensaje escrito en las nubes, o la palabra dada por un amigo, o la "extraña" coincidencia que interpretamos como curioso y sin causa, como lo haría un incrédulo. ¿A menudo vemos el mundo como deberíamos? ¿Podemos también decir de Dios: “Me rodeas por dentro, por detrás y delante, y pones tu mano sobre mí” (Salmo 139:5)?

Satanás está ocupado en los detalles, dando explicaciones razonables para esto o aquello, asegurándonos que no hay nada de nuestro Padre celestial que ver aquí.

Y una de las estrategias empleadas para mantenernos en un mundo sin un Dios personal es darnos nombres para sus maravillas creadas. Si tenemos un nombre para explicar algo, podemos desmitificarlo, tomar algo maravilloso y hacerlo tonto.

Para ilustrar, permíteme una digresión sobre los rayos. A.W. Tozer cita a Thomas Carlyle diciendo:

Al fuego lanzado por el nubarrón tormentoso llamamos electricidad, disertando sabiamente sobre ella, produciendo una chispa semejante frotando el cristal contra la seda; pero ¿qué es? ¿de dónde proviene? ¿Adónde va? Mucho nos ha enseñando la ciencia; pero la que nos oculta la inmensa profunda y sagrada de la Nesciencia (el estado de no saber) que nunca podemos penetrar, sobre la que toda ciencia reposa como mera película superficial. El mundo, después de toda nuestra ciencia y ciencias, sigue siendo un milagro; maravilloso, inescrutable, mágico y mucho más para el que quiere meditar en él. (De los héroes, hombres representativos, 18)

Manchamos las maravillosas huellas dactilares de Dios a nuestro alrededor al pensar que, porque nombramos una cosa, sabemos sobre eso. ¿Puede alguno comprender la extensión de las nubes, o el tronar de su pabellón?" se preguntaban en el mundo antiguo (Job 36:29). "Oh, ¿ese fuego eléctrico ardiente arrojado desde los cielos? Eso solo es un rayo", responde el hombre moderno. "Las partículas", podrían decir los más sabios, "algunas cargadas negativamente y otras cargadas positivamente, se separan y se reúnen de nuevo en una corriente masiva". Maravilla desacreditada.

Olvidarse de temblar

¿Qué es el relámpago, más allá de los hechos superficiales y el nombre? Los poetas no científicos nos superan al ver la majestuosidad manifiesta e indomable.

También Él carga de humedad la densa nube,
y esparce la nube con su relámpago. (Job 37:11)
Él cubre sus manos con el relámpago
y le ordena dar en el blanco.
Su trueno anuncia su presencia. (Job 36:32–33)
Él hace subir las nubes desde los extremos de la tierra,
hace los relámpagos para la lluvia
y saca el viento de sus depósitos. (Salmo 135:7)

Que un hombre responda a su Dios si puede:

¿Puedes levantar tu voz a las nubes,
para que abundancia de agua te cubra?
¿Envías tú los relámpagos para que vayan
y te digan: "Aquí estamos"? (Job 38:34–35)

Así como afirmamos ser más sabios que nuestros antepasados precientíficos, erramos en lo que es más obvio. Nos volvemos elocuentes acerca de los protones y electrones y echamos de menos a Dios; afirmamos que lo hemos visto antes y nos olvidamos de temblar.

Vidas sin relámpagos

Al igual que al nombrar un relámpago, nos tienta echar de menos las realidades diarias de Dios por un nombre. "¿Ah, eso? Es solo un hombre en un avión". "¿Ah, eso? Es solo un texto de aliento al azar de parte de un amigo". "¿Ah, eso? Es solo un golpe de suerte, una bondad al azar, un accidente con suerte". Incluso podemos preguntarnos por las respuestas de oración: ¿De verdad puedo probar que esto es más que una coincidencia?

¿Cuándo dejó Dios su mundo? ¿Cuándo dejó de intervenir en sus asuntos y de gobernar acontecimientos con propósito? En un esfuerzo por proteger la indulgencia excesiva de la imaginación que vio a Dios “diciéndonos” que hiciéramos cosas independientemente de su palabra y sabiduría, ¿hemos sacrificado la interpretación de nuestras circunstancias (incluso las difíciles) en relación con nuestro gran Dios? ¿Miramos al relámpago solo como un relámpago, a los contratiempos como solo contratiempos, leemos las palabras escritas en el cielo y pasamos por alto su significado?

La nuestra es una existencia sobrenatural bajo un Dios soberano. Él usa causas secundarias, pero es él quien las usa — todas — para nuestro bien. Dios está actuando, hoy y todos los días. "En él vivimos, nos movemos y existimos" (Hechos 17:28); "en su mano está la vida de todo ser viviente y el aliento de toda carne de hombre" (Job 12:10). Veamos más su cuidado y su provisión personal en nuestra vida cotidiana, hecha para nosotros diariamente, de forma personal en las nubes.


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