¿Cómo puedes saber que la Biblia es verdad?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper sobre La Biblia
Traducción por Laura Coloma
¿Cómo pueden saber las personas comunes, sin educación académica y poco tiempo para estudios históricos, que Dios nos ha hablado en la Biblia?
Una de las respuestas que se ha dado, desde los puntos de vista histórico y bíblico es: “El testimonio interior del Espíritu”. ¿Qué es eso? Tomemos en cuenta el uso que Juan Calvino y la Confesión de Fe de Westminster dieron al término y evaluemos estos pensamientos con las propias Escrituras.
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La visión de la gloria
Juan Calvino describió su conversión a Cristo como una obra de Dios que le dio a probar la divinidad.
Dios, por medio de una conversión repentina, sometió y llevó mi mente a un estado enseñable . . . Habiendo así recibido una muestra y conocimiento de divinidad verdadera, inmediatamente fui llenado con un deseo intenso de seguir avanzando. (John Dillinger, John Calvin, Selections from his Writings [Scholars Press, 1975], 26.)[1]
Esta experiencia marcó el rumbo de su comprensión acerca de cómo una persona es persuadida a creer que Dios ha hablado a través de las Escrituras.
El testimonio del Espíritu es mucho más excelente que cualquier otra razón. Porque, aunque Dios solo es testigo suficiente de sí mismo en su Palabra, a esta Palabra nunca se le dará crédito en el corazón de los hombres mientras no sea sellada con el testimonio interior del Espíritu. (Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana, I, vii, 5)[2]
El testimonio no es contrario a la razón, sino que está por encima de la razón y expresa mayor certeza que el razonamiento humano - aun que el nuestro.
“Iluminados por su virtud, no creemos por nuestro juicio ni por el de otros, que la Escritura procede de Dios, sino que por encima de todo entendimiento humano con toda certeza concluimos (como si en ella a simple vista viésemos la misma esencia divina) que nos ha sido dada por la boca misma de Dios por ministerio de los hombres”. (Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana I, vii, 6) Esto es extraordinario: No por nuestro propio “juicio” creemos que la Escritura procede de Dios. ¿Qué significa eso? ¿Acaso no debo formular juicios sobre cosas como esas? Sí, pero debajo de un juicio espiritualmente efectivo está un Espíritu – iluminando la “misma esencia divina”. La visión de la gloria de Dios precede y es la base para la formación de juicios racionales acerca de su verdad.
El auto-testimonio de la Escritura
Cuando Calvino dice que nuestra certeza acerca de las Escrituras viene de una visión “como si” viésemos la misma esencia divina, ese “como si” simplemente intenta diferenciar entre ver “la misma esencia divina” y ver la esencia divina en la Escritura. Realmente vemos la esencia divina con los ojos del corazón (Efesios 1:18); pero la vemos en las Escrituras, no como si estuviésemos en la presencia directa de Dios.
Por lo tanto, el testimonio interior del Espíritu no es una revelación adicional a la que vemos en la Escritura. No es la voz del Espíritu diciéndole a nuestra mente distraída: “Lo que estás viendo ahora en la Biblia es la majestuosidad de Dios; así que empieza a verla”. Ver no funciona de esa manera. No podemos ver lo que no vemos. Y si lo vemos, no necesitamos que nos digan que lo veamos.
Así que, aun cuando el término “testimonio del Espíritu” puede confundir al sugerir información adicional a la que encontramos en la Escritura, Calvino quiso decir que la obra del Espíritu era abrir los ojos de nuestros corazones para ver la esencia divina en las Escrituras. Así pues, en este sentido - aunque suene paradójico- el “testimonio del Espíritu” es la obra de Dios que habilita el auto-testimonio de la Escritura. “Tengamos, pues, esto por inconcuso: que no hay hombre alguno, a no ser que el Espíritu Santo le haya instruido interiormente, que descanse de veras en la Escritura”; y ella “lleva consigo el crédito que se le debe para ser admitida sin objeción alguna y no está sujeta a pruebas o argumentos.” (Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana I, vii, 6)
La Confesión de Fe Westminster lo explica de esta manera:
Las . . . incomparables excelencias y su entera perfección [las de las Escrituras] son todos argumentos por los cuales la Biblia demuestra abundantemente que es la palabra de Dios. Sin embargo, nuestra persuasión y completa seguridad de que su verdad es infalible y su autoridad divina proviene del Espíritu Santo, quien da testimonio a nuestro corazón con la palabra divina y por medio de ella” (Capítulo 1, V)[3]
El testimonio del Espíritu es “por y con” la Palabra. No estoy seguro qué se supone que “con” añade a “por” en esta frase. Pero el enfoque, al igual que para Calvino, no es en información adicional, sino en cómo el Espíritu nos permite ver lo que revela la propia Escritura.
Él nos da vida
Pasemos ahora al texto clave de las Escrituras acerca del testimonio del Espíritu.
Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. . . . Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios [= el Espíritu]; porque este es el testimonio de Dios: que El ha dado testimonio acerca de su Hijo. . . . El testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo (1 Juan 5:6-11, LBLA)
“Es el Espíritu el que da testimonio”. Este es el “testimonio de Dios”. Y es “mayor” que el testimonio de los hombres – incluyendo, pienso yo que Juan diría en este contexto, el testimonio de nuestro propio juicio. ¿Y qué es ese testimonio de Dios? No es simplemente una palabra destinada a nuestro juicio con el fin de reflexionar, porque entonces nuestra convicción dependería de esa reflexión. ¿Qué es entonces?
El versículo 11 es la clave: “Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna”. Interpreto esto como que Dios nos da testimonio de su realidad y la realidad de su Hijo y de su Palabra, dándonos vida de entre los muertos para que resucitemos a su grandeza y lo veamos por lo que Él es en su Palabra. En ese instante no razonamos de premisas a conclusiones, vemos la luz porque estamos despiertos, y no existe juicio humano previo que nos convenza que estamos vivos, despiertos y viendo. El testimonio de Dios a su palabra es la vida que ve inmediatamente, habiendo estado muertos.
Estábamos muertos y ciegos a la grandeza espiritual. Luego el Espíritu dio “testimonio”. Nos hace vivos. Nos da vida. “El testimonio es éste: que Dios nos ha dado la vida eterna”. Cuando Lázaro despertó en su tumba por el llamado, o el testimonio, de Cristo, sabía sin un proceso racional, que estaba vivo, porque escuchó la palabra majestuosa.
Ver lo que realmente está allí
De igual manera, según Pablo, estábamos cegados a la gloria de Cristo en el evangelio. ¿Qué necesitaba ocurrir para que viéramos este auto-testimonio del “resplandor del evangelio de la gloria de Cristo” (2 Corintios 4:4)? Lo que necesitaba ocurrir era la obra de Dios descrita en el versículo 6: “Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandeciera la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo” (2 Corintios 4:6). La palabra de creación de Dios – ¡su palabra de testimonio! – trajo vida y luz a nuestras almas. Vimos – en la palabra- la “iluminación del conocimiento de la gloria de Dios”.
Este es el “testimonio interno del Espíritu”. La palabra posee su propia gloria - la gloria de Dios en Cristo con todos sus rastros. Y esa gloria nos convence, cuando, por obra del Espíritu, se nos concede ver lo que realmente está allí.
- ↑ John Dillinger, Juan Calvino, Selecciones de sus Escritos [Scholars Press, 1975], 26.
- ↑ Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana. Disponible en www.iglesiareformada.com
- ↑ Confesión de Fe de Westminster. Disponible en www.iglesiareformada.com
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