¿Cómo puedo ser libre de las preocupaciones?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Piper
sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Ask Pastor John
Traducción por Javier Matus
Transcripción de audio
¿Cómo podemos ser libres de nuestras preocupaciones? Una de mis respuestas favoritas a esta pregunta es del apóstol Pablo en Romanos 8:13-15. Allí escribe esto: “Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!”. Luchamos contra el pecado para ser libres de la preocupación. Y en la batalla, demostramos nuestra fe en Jesucristo y Su obra por nosotros. Aquí está el pastor John, predicando sobre este texto en 2002.
Hazte esta pregunta: ¿Por qué la Biblia simplemente no me enseñó a vencer el pecado pidiéndole al Espíritu Santo que lo hiciera? ¿Por qué la oración no es el principio y el fin de esta batalla? Así que aquí viene la tentación de sentirse desanimado por las finanzas, o sentir temor porque estás enfermo, o sentirse orgulloso porque hiciste algo bien. ¿Por qué, en ese momento, la forma de matar eso no es simplemente decir: “Espíritu Santo, te pido que vengas ahora y derrotes el pecado en mi vida. Amén.”? Y ya está hecho. Pide y recibirás, ¿correcto? Incorrecto. ¿Por qué? Jesús no obtiene la gloria si lo haces de esa manera.
Primer plano del cimiento
La razón por la que dice en Gálatas 3:5 que el Espíritu Santo es suministrado y se convierte en el que hace maravillas en poder “por el oír con fe”, es que si dejas a un lado la dimensión del oír —es decir, escuchar el evangelio de Jesucristo y las promesas que Él compró para ti por Su sangre— y si Jesús no obtiene el crédito por esas promesas a las que te estás aferrando, entonces Él no obtendrá ninguna gloria. Él solo está fuera de la ecuación.
Y podrías pensar de vez en cuando: “Bueno, teológicamente, supongo que Él es el cimiento de todo”. Bueno, ¿sabes qué? Los cimientos en tu casa no reciben atención. No pasas el día diciendo: “Estoy tan agradecido de tener un sótano de doce capas. Amo esos bloques de cemento; son tan bonitos”. Ni siquiera piensas en los cimientos de tu casa. Así que, decir de vez en cuando, “Jesús es el cimiento de todo” —¿y qué? Él no obtiene la gloria si nunca hablas de ello, nunca cantas sobre ello, nunca confías en Su sangre para que te compre las promesas.
¿Recuerdas lo que dice 2 Corintios 1:20? “Todas las promesas de Dios son en [Jesús] Sí”. Esto es lo que eso significa: cuando vives tu vida cristiana escogiendo una promesa, contando con ella, enchufándote para que la fe entre en la Palabra de Dios, ¿sabes Quién te la compró? Jesús. Somos pecadores; soy un pecador. No merezco ninguna promesa de Dios cumplida en mi vida. ¿Cómo puedo contar con las promesas de Dios cumplidas en mi vida? Una cosa: Cristo murió por mí. Cristo compró cada promesa para John Piper. Este es el nuevo pacto. Cristo derramó Su sangre para que yo pueda escoger cualquier parte de la Biblia y decir: “Tomaré esa promesa para hoy”.
- “Te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de Mi justicia” (Isaías 41:10).
- “Jehová peleará por vosotros” (Éxodo 14:14).
- “Dios, pues, suplirá todo lo que os falta” (Filipenses 4:19).
Puedo elegir esa promesa. ¿Por qué? ¿Porque la merezco? De ninguna manera. Porque Jesús se la merece, y confío en Jesús, y Él me la da.
Aférrate a la verdad de Dios
Y permíteme cerrar ahora con un par de ilustraciones. Tenemos tres familias misioneras que han salido de esta iglesia que están, en este mismo momento, caminando por las aguas más oscuras del desalojo de Tanzania que hemos tenido. Y ponte en su lugar ahora mismo. Recibieron una advertencia de treinta días: “Salgan de aquí con todas sus familias y todas sus pertenencias”. Es el único hogar que sus hijos han conocido. Denise nos escribió la Pascua pasada. Ella escribió el correo electrónico la noche antes de Pascua. Y esto es lo que ella dijo. Ella se imagina a los discípulos entre el Viernes Santo y la Pascua.
Están sentados en silencio y aturdidos en la casa de alguien… y no saben acerca de la resurrección que está por venir. Eso es lo que este tiempo nos parece de muchas maneras: oscuridad y un futuro desconocido. De la nada, estamos empacando y saliendo del país, nuestro hogar durante los últimos siete años, el único hogar que nuestros hijos han conocido.
Ahora pregúntate, ¿cuáles son los pecados que amenazan aquí? Estos son los que pensé: ira, desesperación, autocompasión, temor, impaciencia, irritabilidad. Esos son algunos pecados que amenazarían con levantarse en estos misioneros ahora mismo. Ahora escucha a uno de estos guerreros —Denise— en su correo electrónico, como una encarnación de este sermón. Ella comienza diciendo: “Nos aferramos a estas verdades”. ¿La oyes? “Nos aferramos a la verdad”. No una vaga noción de un Dios allá afuera. Nos aferramos a verdades particulares.
Nos aferramos a estas verdades: Dios es bueno; Él tiene el control; nos ama más de lo que podemos comprender; y Él tiene planes para darnos una esperanza y un futuro, planes para prosperarnos (Jeremías 29:11). Nuestros espíritus están comprensiblemente bajos. Estamos emocional y físicamente agotados. Pero “por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron Sus misericordias. Nuevas son cada mañana” (Lamentaciones 3:22-23).
Y así, ella hace morir las obras de la carne.
Cómo la fe habla al miedo
Una ilustración más: Rich y Tricia estuvieron aquí durante varios años hasta que se fueron el año pasado para ir a África con tres niños pequeños. Trabajaron con refugiados en la comunidad, aprendiendo el idioma, etc. Van a un país que es tan frágil, tan hostil, que no pueden nombrarlo. E imagina tres niños pequeños y una pareja joven yendo a una tierra desamparada sin infraestructura. La religión es hostil al cristianismo. ¿Qué tipo de cosas surgirían en tu mente al hacer un plan tan obediente? Permíteme citar su carta. Este es el boletín de febrero que recibí. Es una de las aplicaciones más poderosas de este mensaje en una carta misionera —y he leído muchas. Todos nuestros misioneros entienden esto, creo, y lo tejen en sus cartas, pero este fue notable:
Mientras que la constitución de este país puede declarar una cosa, la Palabra de Dios dice: “mayor es El Que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4). Donde el temor dice: “¿Qué si ocurre tal cosa?” la fe dice: “No temas, porque Yo estoy contigo; no desmayes, porque Yo Soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de Mi justicia” (Isaías 41:10). Cuando surge la preocupación, la fe responde: “La paz os dejo, Mi paz os doy; Yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). Cuando la duda y la frustración se burlan, diciendo: “Nunca cambiarán; ¡esto es una pérdida de tiempo!”, Jesús nos mira a los ojos y responde: “Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible” (Mateo 19:26).
Promesas específicas habladas por Cristo
Necesitamos convertirnos en el tipo de personas que, cuando estamos cruzando un puente o caminando entre oficinas o entrando en un salón de clases —jóvenes, tal vez estén nerviosos por algún examen o algo, o están caminando por el pasillo, y se preguntan, “Caramba, ¿me puse el color incorrecto hoy?” o lo que sea— “¿Me van a ver como alguien raro?”. Si crees lo que Dios dice aquí —“No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5), y Él dice: “Todas las cosas son posibles conmigo. Confía en Mí. Yo te amo. Yo te cuidaré. Yo supliré todas sus necesidades. Me gustas. Yo morí por ti. Yo te he contado como justo”— ¿no te convertirías en una persona libre? Es fallar al escuchar promesas específicas, habladas por Cristo, momento a momento a lo largo del día, lo que causa que nos hundamos tanto.
Aprende de nuestros misioneros. Aprende del apóstol Pablo. Haz morir las obras de la carne, haz morir a la carne, haz morir el pecado por el Espíritu —es decir, poniendo tu mente en las cosas del Espíritu, en la Palabra de Dios (“oír con fe”), y confía en ellos. Y de esta manera, la paz vendrá, el Espíritu Santo fluirá, el poder será dado, los pecados serán matados, Satanás será empujado hacia atrás, y Jesucristo, Quien compró todas esas promesas, será magnificado.
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