¿Por Qué los Grupos Pequeños?/La Comunión Redescubierta
De Libros y Sermones BÃblicos
Por John Loftness
sobre Grupos Pequeños
Capítulo 4 del Libro ¿Por Qué los Grupos Pequeños?
Traducción por Pamela (Pami) Ramos
En el corazón de Charleston, Carolina del Sur, se encuentra una iglesia con edificaciones antiguas. Vidrios de colores brillantes contrarrestan la solemnidad del ladrillo rojo. Adentro, imágenes de Jesús y otras figuras bíblicas grabadas en el vidrio filtran la luz del lugar de adoración. Un altar, labrado a mano, alcanza el techo abovedado. Alguien prestó mucha atención al detalle cuando diseñó y construyó ese lugar de adoración. Encima de la entrada, incrustado en el ladrillo, se encuentra una cruz – el símbolo y el corazón de la cristiandad por 2,000 años.
Pero los tiempos han cambiado, y la necesidad de tener un lugar de adoración se ha reemplazado en el distrito turístico de Charleston con la necesidad de un espacio para un restaurante excelente. Así que actualmente, lo que antes se conocía como La Iglesia del Redentor, se ha transformado en el Mesa Grill. El nombre de la iglesia, labrado en un cartel de mármol en la acera de entrada, se ve como si alguien hubiera intentado quitarlo con chorro de arena. En la vitrina que antes anunciaba los sermones y actividades, ahora se encuentra el menú del día. En donde antes se veían los bancos de madera que llenaban el espacio de adoración, ahora se ven mesas tapizadas entre las macetas de plantas. La música roquera vibra en el ambiente; el artista Sting ha reemplazado a Handel así como los nachos han reemplazado el pan de comunión. La incongruencia del lugar no parece afectar a los clientes.
Contenido |
Redescubriendo la Comunión Bíblica
Como informa el título de este capítulo, este es un ensayo acerca de la comunión, y el restaurante del Mesa Grill es una metáfora apropiada para describir lo que ha pasado en la práctica de las relaciones entre cristianos en la iglesia actual. Nos hemos quedado con el término y lo hemos transformado en algo que no representa, en lo más mínimo, lo que significaba para el que la definió.
La comunión es como esa iglesia antigua. La gente ha empezado a usar ese término para describir maneras de relacionarse que nunca se desearon para la comunión preciosa entre los santos. Y porque Dios creó la práctica, debemos asegurarnos de usarla de la manera que Él la diseñó - porque Dios no está poniendo la comunión a la venta. ¿Te acuerdas qué sucedió cuando Jesús vio que el Templo se estaba utilizando como centro de ganancias monetarias?
Lo que no es comunión. Al ser descuidada, los cristianos han redefinido la comunión como cualquier intercambio humano caluroso—especialmente cuando nos conectamos con alguien y nos damos cuenta que tenemos intereses, experiencias, y perspectivas similares. A mí me gusta el aire libre. Caminatas, piragüismo y pesca son algunas de mis actividades favoritas para pasar el tiempo. Cuando me encuentro con alguien que conoce los placeres del sendero Rose River en el Parque Nacional de Shenandoah, o que ha ido en canoa por los rápidos del Río Youghegheny, o que se emociona al primer tirón de la línea anunciando la captura de una perca, nuestra conversación es inevitablemente animada y amigable. Pero no es comunión.
Si paso tiempo con un hermano en Cristo jugando voleibol, hablando de perspectivas políticas compartidas, o siguiendo las buenas y las malas de la franquicia del fútbol americano nacional, tal vez tengamos un muy buen tiempo y profundicemos nuestra amistad. Pero en ninguna de estas tendremos comunión.
Déjame llevarte aun más allá. La comunión no es (o no necesariamente es) ir a un estudio bíblico con alguien, compartir compromisos doctrinales, o asistir a una reunión de hombres cristianos en donde las emociones son profundas y las pasiones altas. La comunión no se encuentra en sesiones de “terapia de grupo” donde los participantes revelan sus pensamientos más ocultos – aun si cada persona en el grupo es cristiano y lleva su Biblia. De hecho, dos personas cristianas pueden estar casadas y aun así no experimentar comunión.
He escuchado a cristianos quejarse de que sus relaciones parecen ser superficiales y no saben por qué. Lo que no alcanzan a ver es que, aunque todo cristiano tiene relaciones, no todas las relaciones incluyen comunión. En la comunión Dios nos ofrece un regalo precioso pero descuidado – una forma de relación humana creada exclusivamente para sus hijos. Si para Dios es tan importante, deberíamos averiguar qué es.
Lo que es comunión. La comunión es una experiencia relacional de cristianos que es única. Sólo los que son nacidos del Espíritu de Dios pueden tener comunión – lo cual hace su descuido aun más trágico.
La palabra “comunión”, como se encuentra en la Biblia en español, es una traducción de la palabra griega koinonia. También es la raíz de la palabra “comunidad”. Sin embargo, tristemente, los políticos y los sociólogos han redefinido efectivamente la palabra “comunidad” para que signifique “un grupo con intereses especiales”, así que necesitamos palabras adicionales para captar todo el significado. Aquí diferentes versiones de las Escrituras nos pueden ayudar. Koinonia se traduce como “comunión”, pero también como “participación” [y como "compartir" en la version RSV en ingles]. (En los siguientes versículos, estas palabras se encuentran en cursiva para énfasis).
Una llamada de último momento me informó que el músico que nos asiste en la alabanza en el grupo pequeño no iba a poder ir. Agarré un CD de canciones de adoración al salir de mi casa para ir a la reunión.
Cuando puse el CD, la música calmada llevó a algunas personas de inmediato a la adoración. Cerraron sus ojos y alzaron las manos, expresando su tierno amor hacia Dios. Algunos otros, sin embargo, estaban siendo atacados por la risa. Pensé que el Espíritu Santo había descendido. Pero el intervalo musical de la canción se había alargado demasiado. En ese momento caí en la cuenta de que en mi casa habíamos mezclado los discos y sus estuches, y por los últimos minutos habíamos estado alabando con música instrumental del concierto en Vivo de John Tesh en Red Rocks.
-Mario Stemberger (Holy Hill, FL)
Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración (Hechos 2:42 Biblia de las Américas).
Sabéis muy bien que los creyentes en Cristo deben consolarse unos a otros y animarse con amor recíproco; deben mantenerse unidos, participar del mismo Espíritu y vivir en mutuo afecto y compasión… (Fil. 2:1 Version Castellano).
…y pido para que la participación de tu fe sea eficaz en el conocimiento de todo el bien que está en vosotros por Cristo Jesús (Filemón 1:6 Reina-Valera 1995).
¿Qué es la comunión según el Nuevo Testamento? Simplemente esto: participar juntos en la vida y la verdad lo que es hecho posible por el Espíritu Santo a través de nuestra unión con Cristo. La comunión es el compartir algo en común al nivel más profundo posible en las relaciones humanas – nuestra experiencia de Dios mismo. Participar juntos…vida y verdad…compartir en común…relaciones humanas…experimentar a Dios – estas frases encapsulan la esencia de la experiencia única del cristiano en la comunión. Oportunidades de enamorarse, casarse, tener hijos, buscar una carrera, jugar béisbol, o ir a la escuela son opciones abiertas a la humanidad en general. Pero sólo los cristianos puede experimentar comunión. Por esta razón solamente, esta cualidad única de la existencia cristiana debería ser extremadamente preciosa para nosotros. Deberíamos explorar con avidez su significado para poder extraer plenamente sus tesoros. Mi esperanza sincera es que este capítulo los obligue a buscar una experiencia más profunda de la comunión.
Empieza con Dios
La comunión con Dios es el requisito indispensable para la comunión con otros. Este es el mensaje explicito de Juan en su primera carta bíblica:
Lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y en verdad nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Si decimos que tenemos comunión con El, pero andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad; mas si andamos en la luz, como El está en la luz, tenemos comunión unos con los otros, y la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado (1 Jn. 1:3, 6-7).
La fluidez del argumento de Juan tal vez no sea tan directo como preferirían los lectores modernos, pero su lógica es clara. Juan y sus maestros contemporáneos (el “nosotros” del pasaje) han llegado a conocer la verdad por medio de la vida y enseñanza de Jesús. Esto les ha permitido tener comunión con Dios Padre, y con el Cristo ascendido. Esta comunión no sólo existe con Dios sino también en medio de y entre los que “andamos en la luz”. El pecado, (”andar en tinieblas”) no sólo contamina nuestra comunión con Dios sino que también estorba nuestra comunión del uno con el otro. “Andar en la luz” – obedecer la palabra de Dios y confesar nuestro pecado al desobedecer – debe resultar en la comunión. En fin, la comunión con otros comienza con una relación honesta, abierta, y obediente con Dios, arraigada en la verdad de su Palabra. La manera en que compartimos esa relación con otros – la manera en que luchamos para entender la verdad y batallamos para aplicarla a nuestras vidas – es la esencia de la comunión.
Así que, la comunión tiene una fuente y dos canales. La fuente es Dios. Los dos canales – ambos deben ser entendidos a luz de las Escrituras – son la obra del Espíritu Santo directamente en nuestros corazones, y la obra del Espíritu a través de otros creyentes.
- La Falta Técnica: Suponer que Dios nunca te hablaría a través de alguien que no ha logrado un nivel específico de madurez y santidad.
- La Excusa Más Antigua del Mundo (Véase Génesis 3:11-13): Suponer que si hay varias personas involucradas en algún pecado, entonces lo que tú hiciste es menos serio que si hubieras actuado solo.
- El Método de Jonás: Huir de la dirección que Dios tiene para tu vida porque piensas que talvez no te va a gustar el resultado.
- El Problema de Pedro (Véase Marcos 14:27-31, 66-72): Poner más fe en lo que dices tú acerca de tus fuertes que en lo que Dios dice acerca de tus debilidades.
Algunos, al escuchar esto, tal vez sean tentados a bajarse del camión que los lleva a la comunión. Las relaciones, aun entre creyentes, vienen envueltas de problemas. Buscar relaciones es abrirnos al dolor, a los malos entendidos y a inconvenientes porque nuestras relaciones son inevitablemente influenciadas por nuestro pecado.
Tal vez piensas que comunión con Dios es todo lo que necesitas. Es más, ¿acaso no enseña la Biblia que Dios y su Palabra son suficientes para suplir todas nuestras necesidades con respecto a la vida y la piedad? Sí, así lo enseña. Pero el error queda en limitar los medios que Dios usa para ayudarnos a aplicar la verdad a nuestras vidas. Solamente el Espíritu puede iluminar la Escritura a nuestra mente y darnos el poder para obedecerla. Sin embargo, el Espíritu muchas veces escoge utilizar a otras personas como medios para comunicar Su verdad a nuestros oídos y nuestros corazones.
¿Quiénes somos nosotros para discutir con Él? Claro que usará a los maestros de la Palabra a través de sermones, libros, y audio-casetes. Pero también usará al hombre habitual de tu grupo pequeño - ahí está la lija. Podemos ignorar a los maestros, cerrar los libros, apagar los audio-casetes. Cuando sí ponemos atención podemos aplicarlo erróneamente de acuerdo a nuestra conveniencia. Pero es improbable que las personas más cercanas a nosotros, si están poniendo de su parte en la comunión, nos dejen ignorar las exhortaciones de Dios tan fácilmente.
Somos como los Israelitas marchando por el desierto, como los discípulos amontonados en el cuarto superior después de la ascensión de Jesús, como los peregrinos en el Mayflower. La perspectiva negativa es que estamos atrapados los unos con los otros – recluidos por el desierto, una Jerusalén hostil, o un mar tormentoso. Pero “atrapados” no es la actitud bíblica. Más bien, somos miembros los unos de los otros, nos pertenecemos los unos a los otros. Somos peregrinos en camino a la tierra prometida, llamados a ayudarnos unos a otros durante el viaje. Dios ha escogido la comunión como canal primario de vida en su cuerpo.
Los Medios de la Comunión
¿Alguna vez has escuchado la frase “un medio de gracia”? En la teología se refiere a cosas que podemos hacer – como orar o meditar en las Escrituras – para ponernos en una posición para recibir algo de parte de Dios. La comunión es un medio de gracia también. Es una manera de llegar a un punto en donde Dios nos encuentra. Así que la pregunta que sigue es: ¿Cuáles son los medios de la comunión? ¿Qué podemos hacer para tomar una postura que nos permita experimentar comunión? La lista es larga.
Adorar a Dios juntos. La adoración es un medio para experimentar la comunión con Dios a través de meditar y declarar la verdad de quien es, darle gracias, y recibir un sentir de su presencia. Como hemos notado anteriormente en las Escrituras, la comunión con Dios – incluyendo la adoración – nos abre a la comunión los unos con los otros.
Orar unos por otros, La adoración es un medio para experimentar la comunión con Dios a través de meditar y declarar la verdad de quien es, darle gracias, y recibir un sentir de su presencia. Como hemos notado anteriormente en las Escrituras, la comunión con Dios – incluyendo la adoración – nos abre a la comunión los unos con los otros.
Utilizar nuestros dones espirituales para ayudar a otros a crecer en Dios. Si comunión es participar juntos en el Espíritu, ¿cuál participación más obvia puede haber que servirnos mutuamente a través de estos dones de gracia otorgados por el Espíritu?
- Estar en paz los unos con los otros (Marcos 9:50)
- Amarnos los unos a los otros (Jn. 13:34)
- Ser miembros los unos de los otros (Rom. 12:5)
- Ser afectuosos unos con otros (Rom. 12:10)
- Honrarnos los unos a los otros (Rom. 12:10)
- Gozarnos con los que se gozan (Rom. 12:15)
- Llorar con los que lloran (12:15)
- Tener el mismo sentir unos con otros (Rom. 12:16)
- Aceptarnos los unos a los otros (Rom. 15:7)
- Amonestarnos unos a otros (Rom. 15:14)
- Saludarnos unos a otros (Rom. 16:16)
- Estar de acuerdo los unos con los otros (1 Cor. 1:10)
- Esperarnos unos a otros (1 Cor. 11:33)
- Cuidar unos de los otros (1 Cor. 12:25)
- Servir unos a los otros (Gal. 5:13)
- Llevar los unos las cargas de los otros (Gal. 6:2)
- Ser amables los unos con los otros (Ef. 4:32)
- Perdonarnos los unos a los otros (Ef. 4:32)
- Someternos los unos a los otros (Ef. 5:21)
- Soportarnos unos a otros (Col. 3:13)
- Enseñar y amonestarnos unos a otros (Col. 3:16)
- Alentarnos unos a otros (1 Thes. 5:11)
- Edificarnos unos a otros (1 Thes. 5:11)
- Estimularnos unos a otros (Heb. 10:24)
- Ser hospitalarios unos con los otros (1 Ped. 4:9)
- Compartir dones los unos con los otros (1 Ped. 4:10)
- Ser humildes los unos con los otros (1 Ped. 5:5)
- Confesar nuestros pecados unos a otros (San. 5:16)
- Orar unos por otros (San. 5:16)
- Tener comunión los unos con los otros (1 Jn. 1:7)
Llevar las cargas los unos de los otros. Pablo lo dijo así: “Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Llevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gal. 6:1-2). Todos tenemos cargas y – como escuché decir a mi pastor C.J. Mahaney una vez - tenemos una responsabilidad de comunicar esas cargas sin la necesidad de que alguien reciba revelación divina a fin de saber cuales son. Pero este proceso no tiene que ser difícil.
Un día estaba sentado en la oficina de la iglesia mientras cuatro de nosotros terminábamos una junta de negocios. Al momento de levantarnos de la mesa, sencillamente dije, “Necesito contarles lo que está sucediendo en mi corazón”. Era todo lo necesario para poner el proceso en marcha.
Hacía menos de un mes que habíamos enterrado un niño de ocho años que había muerto de cáncer. Matt había sido más que un simple miembro de la iglesia; era amigo mío y de mi familia. Yo había estado sintiendo una pesadumbre – una tristeza – desde aquel entonces, y no estaba seguro de que el motivo fuera puro, o de que la estaba manejando correctamente. Aunque parece obvio ahorita, no podía entender lo que estaba pasando en mi corazón.
Mis amigos escucharon en silencio mientras yo trataba de explicarme. Pero ellos no simplemente me confortaron. Me hicieron preguntas profundas tomando en cuenta puntos de auto-lástima, preocupación, y un sentimiento soberbio de responsabilidad. Requería valor hacer ese tipo de preguntas a alguien que estaba batallando con la tristeza con la cual me enfrentaba, pero se necesitaban hacer esas preguntas, y yo no sabía lo suficiente en ese momento para hacerme esas preguntas a mí mismo.
Cuando mis amigos terminaron, sabía que alguien me entendía – y no sólo en un sentido emocional. Me habían ayudado a explorar mi alma. ¿Su consejo? Mantente atento a ciertas tentaciones, pero principalmente, estás muy apenado, John. La tristeza que sientes es una parte normal de las pérdidas dolorosas que experimentamos en la vida.
¿Se me quitó la tristeza ese día? ¿Salí de esa oficina caminando en nubes de gozo? No. Pero ahora tres hombres estaban compartiendo mi carga, y me fui con un peso mucho más ligero.
Necesitamos comunicar las cargas de nuestras tribulaciones. No solamente las pruebas externas de perder un trabajo o padecer una enfermedad, sino los conflictos internos también. Asimismo necesitamos comunicar las cargas de nuestros temores, que muchas veces son vergonzosos pero pueden gobernar nuestra alma. ¡Qué tragedia es cuando las cargas de los cristianos los oprimen porque han sido negligentes en recibir ayuda a través de la comunión!
Compartir nuestras experiencias espirituales. Desde que estaba en la secundaria, mi esposa Nancy ha mantenido un diario de sus tiempos a solas buscando de Dios. No es inusual que ella me lea partes de este, y yo comparto el mismo tipo de cosas con ella. Muchas veces nos toma nada más cinco minutos, pero es una comunión rica de todas maneras.
Confesar nuestros pecados unos a otros – antes de que alguien venga a confrontarnos. Muchas veces esta fuente obvia de ayuda para conquistar el pecado se descuida por causa de nuestro orgullo insensato. “Por tanto, confesaos vuestros pecados unos a otros”, escribe Santiago, “y orad unos por otros para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho” (San. 5:16).
Un Testimonio
Cuando recién llegamos a esta iglesia, nos dimos cuenta de cuán abiertos eran los pastores acerca de sus vidas. Empezamos a visitar un grupo pequeño y descubrimos que los líderes, Tom y Julie, eran igual de honestos. También lo era el resto del grupo. En una discusión acerca del sufrimiento y la soberanía de Dios, nos informamos de la muerte del hijo de una pareja presente. Se nos había enseñado a Bruce y a mí a pedirle a Dios que supliera para nuestras necesidades, pero nunca habíamos escuchado de cómo “el sufrimiento” cabía en la vida cristiana. Estábamos viendo verdades bíblicas aplicadas en las vidas de estas personas, y eso nos impulso a querer ver más.
En otra ocasión, me impactó la forma humilde en que Julie pidió oración al grupo por las luchas que estaba teniendo en un área específico.
La humildad de los miembros del grupo nos ayuda a recibir sus observaciones acerca de nuestros defectos. Cuando Julie (en privado y con mucha gracia) me informó que mi hija mayor le había faltado el respeto, yo estaba avergonzada. Luego Bruce y yo nos dimos cuenta que el Señor nos estaba revelando un área en la cual habíamos estado aflojando, entonces comenzamos a ser más fieles en entrenar y disciplinar a nuestros hijos.
La humildad, el deseo de cambiar, y la disposición sincera de nuestro grupo para ayudarnos nos capacita para bajar la guardia y compartir nuestras necesidades, heridas, deseos y pecados. Recientemente, debido a presiones financieras y de tiempo, además de un día difícil de dar escuela en casa, llamé a Julie en lágrimas. ¡Me animó tanto! ¡Antes de llegar a esta iglesia, no hubiera tenido el valor de pedirle a una compañera de la iglesia por oración y ayuda en medio de una lucha! Hemos aprendido que es imposible crecer en el Señor sin una iglesia sólida y amigos cristianos sólidos. ¡Cuando las verdades de Dios son reveladas, necesitamos a gente de carne y hueso que las aplique y las viva junto con nosotros!
- Laura Grabow (Darnestown, MD)
Corregirnos los unos a los otros cuando vemos que alguno de nosotros ha fallado en reconocer y tomar responsabilidad por su pecado. Pablo escribe que cuando vemos a un hermano en pecado, debemos señalárselo con el fin de restaurarlo (Gal. 6:1). Tan incómodo como es, así es la comunión bíblica. Y si al principio no logramos ganar el corazón del hermano errante, Jesús nos enseña que debemos involucrar a más hermanos para asegurarnos de que la corrección es correcta y de que el hermano reciba cada oportunidad para ser ganado (Mat. 18:15ff).
La corrección (véase el capítulo 5) es uno de los aspectos más desafiantes de la comunión porque muchas veces involucra desacuerdo y conflicto. Además, el que está trayendo la corrección puede terminar con sus propios motivos siendo evaluados – y haber estado equivocado. Sin embargo, sin esta dinámica de la comunión, encerramos partes de nuestras vidas, bloqueándonos de otras oportunidades para tener comunión.
Servirnos los unos a los otros en maneras prácticas. El servicio eficaz requiere conocer las necesidades de la otra persona. Descubrir esas necesidades es frecuentemente el resultado de la comunión. Imagina que una pareja de tu grupo da a conocer que está experimentando un conflicto inusual a causa de haber descuidado su matrimonio. Comunión puede significar llevarse a sus hijos por un fin de semana para que los padres puedan salir y trabajar para solucionar los problemas de su relación.
Sin embargo, debemos tener cuidado de pensar que el simple hecho de hacer algunas de estas cosas va a producir comunión automáticamente. Recuerda que estos son “medios de la comunión”, simplemente te ponen en una posición en donde la comunión se hace posible, no garantizada. La comunión verdadera es una obra del Espíritu por gracia. Así como el tango: se necesitan dos personas para la comunión, y no todo el mundo quiere bailar. Con todo, fracasar en practicar estos medios de comunión nos niega la oportunidad de ver la comunión como un medio de gracia.
Impedimentos para la Comunión
En un ensayo acerca de la comunión J.I. Packer identifica cuatro impedimentos para disfrutar de esta dinámica particular de vida en el Espíritu: la auto-suficiencia, la formalidad, la amargura, y el elitismo.[3]
La auto-suficiencia. Este pecado comunica a Dios y a los demás que somos adecuados en nosotros mismos. Se da a conocer en la falta de oración (demostrando nuestra vana ilusión de que no necesitamos de Dios) y la falta de comunión (demostrando nuestra vana ilusión de que no nos necesitamos los unos a los otros).
Por los últimos 30 años los cristianos se han fascinado con 1 Corintios 12 y otros pasajes en el Nuevo Testamento que hablan acerca de los dones espirituales. A menudo la pregunta subyacente ha sido “¿Cuáles son mis dones?” Si nuestro interés es servir, esta es una buena pregunta. Pero tener un punto de vista más amplio del capítulo revela otro punto: Nos necesitamos los unos a los otros, esto debido a que diferentes personas tienen diferentes dones. Decir que podemos llegar a ser quien Dios quiere que seamos sin el beneficio de la comunión es tan equivocado como decir que un cuerpo puede funcionar completamente bien sin ojos, manos, u oídos.
En nuestra auto-suficiencia tendemos a ignorar la comunión – sólo para darnos cuenta de cuánto la necesitamos al momento de enfrentar una crisis. Luego tratamos de construir relaciones desesperadamente cuando menos tiempo tenemos para ellos y cuando las personas – con buena razón, dada nuestra historia – han concluido que no tenemos interés en la comunión.
La Formalidad. La palabra misma puede evocar imágenes de bailes debutantes y el esfuerzo por recordar cual tenedor usar. Pero aquí solamente significa todas esas reglas y estándares que inconcientemente utilizamos cuando estamos en situaciones sociales. A veces estas reglas son neutrales, pero a veces impiden la comunión. Considera el código implícito de algunas familias: “No se habla acerca de la vida ‘privada’ con otra gente”. ¡No vas a producir mucha comunión entrando a la iglesia con esa creencia!
- A causa de mi herencia, soy por naturaleza estoico y reservado, tiendo a no socializar mucho.
- Intenté ese tipo de comunión una vez, y di mucho más de lo que recibí, así que tiendo a no socializar mucho.
- Fui hijo único, así que tiendo a no socializar mucho.
- Mis hermanos y hermanas siempre eran los que demandaban atención, así que tiendo a no socializar mucho.
- Quizás intente esta cosa de la comunión, siempre y cuando alguna otra persona vaya primero.
También podemos caer en la formalidad dentro de nuestros grupos pequeños – justo el lugar donde la comunión exige espontaneidad y transparencia. De hecho, he visto que las reuniones de algunos grupos pequeños son tan predecibles como cualquier liturgia (y lo digo sin intención de denigrar congregaciones que utilizan una liturgia). El líder sigue un modelo estándar. La misma gente ora, lee la Escritura, habla de sus problemas. Cada vez.
Sin embargo la comunión es espiritual – “del Espíritu” – y así deben de ser nuestras reuniones. La necesidades y temas de la vida cambian, y así debe de cambiar el contenido y el tema de nuestras reuniones, porque el Espíritu siempre esta obrando en nuestras vidas para conformarnos a la imagen de Cristo en áreas específicas. Debemos adaptarnos a su obra, e invitar a otros para que nos ayuden. No estoy proponiendo que no haya un plan o formato para las reuniones, más bien, que los planes incluyan oportunidades para que cada persona comparta la obra del Espíritu en su vida.
La amargura. Amargura en el contexto de la comunión es, en pocas palabras, una reacción pecaminosa a algo que salió mal en una relación. Considera estas áreas:
- Expectativas incumplidas. “Lo he invitado a comer, y no aceptó; he abierto mi vida a él, y no tuvo atención conmigo; pensé que podríamos ser buenos amigos, pero pasa todo su tiempo con alguien más”.
- Orgullo ofendido: “Tu corrección es incorrecta, y me insulta que aun pensaras que yo sea capaz de hacer tal cosa. Nunca más te abriré mi vida”.
- Celos: “¿Por qué lo escogieron a él como líder? ¿Qué no ve el pastor que tengo mucho más talento que él?"
- Chisme y difamación. Contarle a alguien información confidencial y negativa acerca de otro cuando el receptor no es ni parte del problema ni de la solución – esto es chisme. La difamación, la cual es difundir información falsa acerca de alguien con la intención de dañarle, tienta a los difamados a tener amargura. Si no son confrontados, el chisme y la difamación crean una falta de confianza y amargura, construyendo una pared de hostilidad que la comunión no puede escalar. Aun peor, estos pecados tienden a crear facciones dentro del grupo, las cuales sólo sirven para distanciar a los creyentes aun más.
El elitismo. Esta actitud de hacer menos a aquellos quienes consideramos menos maduros que nosotros aplaca la comunión—o la convierte en un callejón de un sentido. Se ve el elitismo en esta forma de pensar: “Yo le puedo ayudar, pero él no es lo suficientemente maduro como para contribuir a mi crecimiento. Solamente comparto mi vida con gente suficientemente madura para tratar con mis problemas”. O podemos formar círculos exclusivos arraigados en un orgullo de haber tenido mucho tiempo en la iglesia: “Yo he estado aquí mucho tiempo y mis relaciones ya están establecidas. Esa gente probablemente se sienta más cómoda con algunos de los miembros más nuevos”.
Yendo de Aquí a Allá
Pregunta. Una vez que nos comprometamos al valor de la comunión, es fácil crear oportunidades para ella. Haz preguntas que vayan más allá de lo superficial. Convierte el “¿Cómo estás?” a “¿Cómo está obrando Dios en tu vida en este momento?” “¿Cómo te afectó ese evento?” "¿Qué crees que puedes aprender de esto?”
Al parecer nos es mucho más difícil hacer esas preguntas que contestarlas. La mayoría de nosotros deseamos compartir nuestras luchas, cargas, éxitos e intereses con los demás—lo único que nos falta es un hermano o hermana que preste oído.
Ofrécete Voluntariamente. La comunión fluye cuando ofrecemos información voluntariamente acerca de nuestro estado interno a los demás no solamente para aliviar el problema de sentirnos solos, sino para ganar su evaluación honesta de cómo estamos tratando con un asunto y cómo podemos cambiar. La corrección raramente se da a menos que la pidamos. Hace poco un amigo me pidió que si podía hablar conmigo en privado. Estaba batallando con un pecado en cual caía regularmente, y su súplica fue algo memorable: “Aprecio tu apoyo cuando confieso mi lucha y reacción pecaminosa, pero necesito más que tu comprensión y apoyo. Necesito que me repruebes con términos fuertes. Por favor llámame la atención corrigiéndome fuertemente”. Este hombre goza de una comunión profunda, y su crecimiento en Dios ha sido consistente, en parte porque reconoce su necesidad de ayuda, y sabe que el Espíritu usa a otros para proveer revelación.
Aprovecha las Oportunidades Pre-meditadas. Yo me preparo para mi grupo pequeño con dos cosas en mente: primero, pienso qué está destacando Dios en mi vida - un pecado o tentación, una prueba, una oportunidad o decisión, confusión acerca de algo. Llego listo y dispuesto a abrir mi vida y recibir consejo acerca de este asunto. Por razones prácticas, no siempre le toca a todo mundo compartir, entonces talvez no tratemos mi problema esa noche, pero estoy listo para hacerlo si hay oportunidad. (Y si no la hay, busco otras oportunidades). En segundo lugar, llego a la reunión recordando temas pasados que otros han dado a conocer para poder expresar mi cuidado y alentar la comunión al darle seguimiento.
Mi grupo se reune de dos maneras: como parejas (todos somos casados), y separados en grupos de hombres y mujeres. Usamos el discerinimiento para elegir cuales temas son apropiados para el grupo mixto, y cuales exigen discreción.
Se creativo. Abundan otras oportunidades para la comunión. La hospitalidad es una práctica bíblica que fomenta la comunión. La conversación fluye libremente durante una comida, ya sea en la cocina de alguien o en un restaurante. Las fiestas también pueden ayudar a crear comunión – si sacamos tiempo para ella.
Vayan a acampar juntos. Quédense en cuartos cercanos en un retiro de la iglesia. Cualquier contacto entre cristianos—especialmente los de tu porpia iglesia, y aun más particularmente en tu grupo pequeño—deben ser vistos como oportunidades de comunión.
Todos en la Familia
Una de las metáforas que usa la Biblia para describir a la iglesia es la familia. Hoy en día hay mucha preocupación acerca de la familia. La sociedad entera se ha alarmado al descubrir que la familia individual, y hasta la misma institución de la familia, se debilita si no se cuida (el término de moda es “desestructurada” o "disfuncional"). Con toda la discusión acerca de tal tipo de familias, uno pudiera concluir que son el único tipo que queda. Pero eso está lejos de la verdad. Hay muchas familias sanas y “funcionales”. Estoy convencido que las mejores de éstas se encuentran en hogares cristianos basados en la Biblia y que están profundamente arraigadas en la tierra de la iglesia local.
El término bíblico se traduce usualmente como "familia" o tambíen, "casa de Dios". Cuando nos convertimos al cristianismo, nos volvemos parte de la familia de Dios, Su familia. Mira tres pasajes de Pablo:
Así que entonces, hagamos bien a todos según tengamos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe (Gal. 6:10).
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¿Hay verdades aquí que se pueden aplicar a tu iglesia?
Así pues, ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino que sois conciudadanos de los santos y sois de la familia de Dios (Ef. 2:19).
Pero en caso que me tarde, te escribo para que sepas cómo debe conducirse uno en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y sostén de la verdad (1 Tim. 3:15).
Cada uno de nosotros tiene obligaciones familiares en la iglesia. La comunión abarca una gran responsabilidad de cuidar el alma de otro y de recibir ayuda para la nuestra, a fin de que juntos podamos ser todo lo que Dios quiere que seamos.
Una iglesia local buena – y un grupo pequeño bueno – es como lo mejor de las familias. En una buena familia toman responsabilidad los unos por los otros. En una buena familia son honestos los unos con los otros. En una buena familia velan los unos por los otros. En una buena familia tratan con sus problemas. En una buena familia se aman mutuamente – nadie se siente solo. En una buena familia aman y respetan a la cabeza del hogar – en nuestro caso al que llamamos Padre y Señor.
La comunión hace que la vida familiar sea posible en la iglesia. Pero la comunión no sucede sola. Tenemos que definirla, tenemos que buscarla, tenemos que amarla. Si lo hacemos, vamos a prevenir que alguien convierta nuestro hogar espiritual en un restaurante.
Discusión en Grupo
- Lee la definición que escribiste como respuesta a la primera pregunta. ¿Crees que todavía es la mejor definición? ¿Por qué? ¿Por qué no?
- ¿Puedes nombrar una actividad que antes creías que era comunión, pero que realmente no lo es?
- ¿Cuáles dones espirituales piensas que talvez posees? (Véase Romanos 12) ¿Cómo se pueden usar para fomentar la comunión en tu grupo pequeño?
- ¿Saben los miembros de tu grupo pequeño cualquiera de las experiencias espirituales que han tenido un mayor impacto en tu vida?
- La auto-suficiencia, la formalidad, la amargura, y el elitismo: ¿Insinúan estas categorías algún área de pecado que talvez necesitas confesar? Invita la evaluación de otros.
- Realiza una votación. ¿A la mayoría de las personas de tu grupo pequeño les es más fácil contestar preguntas acerca de su vida espiritual que hacer ese tipo de preguntas a alguien más?
- Si contestan sí en la pregunta 6, entonces prosigue y pregúntale a alguien acerca de su vida espiritual—¡por que a la mayoría de la gente le es fácil contestar!
- Ora para que Dios te ayude a tener la humildad y la pasión para aprovechar oportunidades futuras de comunión.
Lectura Recomendada
The Crisis of Caring por Jerry Bridges (Phillipsburg, NJ: Presbiteriano y Reformado, 1985)
Referencias
- ↑ J.I. Packer, God’s Words (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1981)
- ↑ Jerry Bridges, True Fellowship (Colorado Springs: NavPress, 1985), p. 16-17.
- ↑ J.I. Packer, God’s Words, p. 198-199.
- ↑ George Swinnock, The Golden Treasury of Puritan Quotations (Carlisle, PA: The Banner of Truth Trust, 1989) p. 245.
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