¿Por qué sufrimos tanto?
De Libros y Sermones BÃblicos
Traducción por Alejandra Franco Alvarado
Por Jared Mulvihill
sobre Sufrimiento
Cinco lecciones de Richard Baxter
Dios es bueno y soberano, y aun así la vida es dura. Está llena de moretones y quebrantamientos, pruebas y adversidades, dolores y lágrimas. Aun así, en Cristo, nada de lo que pasamos es en vano ni carece de valor. Para el creyente, ninguna lágrima se derrama en vano, ningún clamor se expresa sin valor y ningún dolor se sufre inútilmente. Dios siempre está trabajando en nuestra aflicción. Siempre.
Los últimos doce años han sido una temporada extendida de pruebas y dolores para mi familia y para mí. Nunca me imaginé que mis años de universidad incluirían ayudar a cuidar de mi madre enferma, y luego sentarme en su lecho mientras Dios la llamaba a su presencia.
Nunca me imaginé que mi esposa y yo celebraríamos nuestro primer aniversario en el hospital a la cabecera de nuestro hijo que nació prematuro con síndrome de Down y una enfermedad complicada en el corazón. Nunca me imaginé cuidar de un hijo que pasó por veinte cirugías, incluyendo cinco procedimientos a corazón abierto. Nunca me imaginé poder sentir tanto dolor y sufrimiento como padre viendo a mi hijo amado luchar conectado a un ventilador, luchar con una traqueotomía, luchar por estar alrededor de la gente, luchar por comunicarse, luchar por comer, luchar por jugar, luchar por dormir, y luchar por procesar el mundo que lo rodea.
Nunca me imaginé que la vida como esposo y ahora como padre de cuatro me llevaría constantemente al límite de mis propias fuerzas y recursos. Nunca me imaginé que el Señor me traería tantas lágrimas. Sin embargo, tampoco me imaginé que la vida podía ser así de bonita, así de plena, así de llena de gozo, y así de bendecida. La gracia se desborda (Efesios 1:7-8). La esperanza abunda (Romanos 15:13). Mi refugio y salvación son seguros (Salmos 18:2), porque el mío es “el Padre de misericordias y Dios de todo consuelo” (2 Corintios 1:3). Dios es verdaderamente fiel.
¿Por qué los hijos de Dios sufren?
Cuando Job pregunta, “¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?” (Job 2:10). En definitiva, Dios ordena y trae aflicción a la vida de los creyentes (Rut 1:20-21). Él es soberano sobre todo nuestro sufrimiento, aunque use medios para lograr sus propósitos (Lucas 23:25; Gálatas 1:4). Cada aflicción siempre surge de un Dios bueno trabajando para sus buenos propósitos (Salmos 119:67–68; Romanos 8:28). Dios ordena un sufrimiento amargo para traer una dulce redención, de la misma manera en que lo hizo en la cruz (Hechos 4:27-28). A fin de cuentas, Dios provoca lo que le aflige para propósitos más grandes que glorifican su nombre y fortalecen a su pueblo (Juan 12:27-28).
Richard Baxter, un puritano del siglo XVII, escribió un gran libro titulado El Eterno Descanso de los Santos, o un Tratado del Estado Bienaventurado de los Santos, en su gozo de Dios en Gloria. En algún punto pregunta, “¿Por qué el pueblo de Dios sufre tanto en esta vida?”
No me atrevo a aparentar que conozco las profundidades de los propósitos y razones de Dios para afligir a sus hijos. Sin embargo, podemos concluir algunos propósitos de este lado de la redención final. Aquí hay cinco razones, inspiradas en Baxter, por las que Dios aflige gentilmente a sus santos.
1. Para prepararnos para disfrutar completamente el descanso. La vida es humo (Santiago 4:14). Hoy está, y hoy desaparece. El día para cada creyente llegará cuando Dios nos llame a partir de este mundo lleno de pecado a los deleites cautivadores de un paraíso con él (Salmos 16:11). Pero hasta que lo veamos cara a cara, este eterno descanso se construye sobre la base del sufrimiento y aflicción terrenal (Hechos 14:22).
Poner la cabeza en la almohada después de un día duro de trabajo, alcanzar el refugio de los estragos de la guerra, por fin sentarse después de un largo día de estar detrás de los niños—estos son anticipos del descanso celestial después del agotamiento terrenal. Será tanto en el cielo como en la tierra. Un día nuestro agotamiento abrirá camino a un refrigerio impensable precisamente porque esta vida está llena de mucho dolor y sufrimiento.
Así como ahora, nuestro agotamiento nos prepara para un gozo más profundo de eterno descanso (2 Corintios 4:17).
2. Para evitar que confundamos la tierra con el cielo.
La vida es nómada (1 Pedro 2:11). Somos residentes temporales en nuestro camino a casa —pero todavía no estamos en casa (Hebreos 13:14). Cuando un viaje terrenal se pone agotador e inestable, un viajero siente sin lugar a dudas su ausencia de casa. La adversidad siempre despierta el deseo de regresar a casa. Él lo desea, sueña con ello, y se anticipa al momento de llegada. Como dice Baxter, “El error más peligroso del que nuestras almas son capaces es el tomar a la criatura por Dios, y a la tierra por cielo.”
Hubiera sido ridículo para un israelita reclamar su derecho a una porción de tierra en medio del desierto por donde vagaban. De igual manera es necio construir graneros más grandes- para poner nuestros afectos fundamentalmente en cosas de esta tierra (Lucas 12:18). Es un traspié para nuestros afectos, atenciones, y energías. Esta tierra terrenal no es nuestra morada celestial. La aflicción se enfoca en nuestra mirada más allá de este horizonte terrenal y nos ayuda a ver que esta tierra no es nuestro destino principal.
3. Para traernos más cerca a Dios.
La vida es una batalla (Efesios 6:10-18; Romanos 8:13). El sufrimiento de un creyente puede revelar a veces los ídolos del corazón. Nos obliga a ver el destello opaco de las prioridades y posesiones que nos amarramos a las espaldas mientras intentamos viajar por esta vida. Las preocupaciones nos frenan en vez de impulsarnos a avanzar hacia Él.
“Dios decreta sufrimiento amargo para producir redención dulce, justo como lo hizo en la cruz.” No obstante, como una descarga de adrenalina que sacude al soldado en el frente al oír el crujido de una rama mientras empieza a dormirse, así el sufrimiento se apodera de nuestros corazones con tanto efecto que nos sobresaltamos y despertamos para ver a Dios y luego volar hacia él. Baxter afirma, “si Dios no pusiera esas espinas en nuestra cama, pasaríamos dormidos toda la vida y perderíamos nuestra gloria.” (156).
Mientras el diablo y el mundo nos arrulla lejos de Cristo, la aflicción fluye a través de nuestra alma, haciéndonos sentir más vivos que nunca, y luego nos empuja de vuelta al camino estrecho para encontrar vida en la fuente de la vida misma.
4. Para apresurar nuestro paso hacia Dios.
La vida es trabajo (Colosenses 3:1-2). Tan cierto es que tenemos una tendencia a volvernos apáticos con nuestras responsabilidades. llamados, y propósitos celestiales. Aquello que empezamos con prisa y entusiasmo pronto se convierte en un arrastre lento y, muchas veces, en un abandono completo. Incluso los cristianos, a quienes Dios les promete ser sus hijos y traerlos a salvo a su reino celestial, pueden bajar la velocidad de sus pasos en busca de Dios.
Muchos regalos buenos de Dios en la vida pueden convertirse en impedimentos que retrasan la búsqueda y golpean nuestra energía y entusiasmo. Pero hay algunas realidades que simplemente te hacen correr más rápido al final de una carrera extenuante. A veces es un perro a tus talones; otras veces es una visión clara del premio más allá de la meta final.
Todos estamos necesitados de ráfagas supernaturales en los vientos de nuestras aflicciones, deseos y esfuerzos (2 Tesalonicenses 3:5). La aflicción nos empuja hacia adelante más rápido al nosotros desear estar libres de nuestras muletas y salir de un brinco ante la perfeccionada novedad de la vida.
5. Para darnos bocados dulces de él.
La vida es un banquete (Salmos 34:8). El agua fría es más refrescante después de largas horas de trabajo duro en el calor abrasador. La comida deliciosa sabe mucho mejor después de un tiempo sin probarla. Cuando gran parte de la vida deja un sabor amargo en nuestra boca, la aflicción nos calienta la lengua y nos prepara las papilas gustativas para encontrar la satisfacción verdadera en Dios solamente (2 Corintios 1:5-10).
“Entre más profunda tu aflicción, más desesperado el anhelo y más satisfactoria tu comunión con Dios.” Como dice Baxter, “Guarda sus consuelos más valiosos para cuando estamos más débiles y en mayor peligro.”
Aunque no puede ser probado, lo he visto entre los santos y lo he experimentado yo mismo: Entre más profunda la aflicción, más desesperado el anhelo y más satisfactoria la comunión con Dios (Salmos 119:67).
Es un patrón del corazón y de la vida del ser humano. Dios tiene una forma de deleitar nuestra alma cuando todo lo demás se derrumba y la luz solar de la cima de la montaña se convierte en el valle de sombra de muerte. Son los momentos de más profunda necesidad y desesperación en los que Dios se ofrece a sí mismo como bálsamo sanador. La aflicción es el trasfondo oscuro desde el cual los santos ven más claro y saborean la gloria resplandeciente de Dios la cual satisface el corazón y calienta el alma.
La aflicción vendrá. El diablo es realmente malo. Nuestro mundo está roto en verdad. Aun así, Dios es soberano, sabio y bueno de verdad. Y en la providencia clemente de Dios las aflicciones de los santos no son un recurso de la muerte sino un camino a una mayor satisfacción en Dios mismo. Confía en el dador de las aflicciones para atraerte más cerca de él en medio de tus sufrimientos (1 Pedro 4:19).
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