¿Será mi cónyuge mi mejor amigo en el cielo?

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English: Will My Spouse Be My Best Friend in Heaven?

© Desiring God

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Por John Piper sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Ask Pastor John

Traducción por Bárbara


Transcripción del audio

Bienvenidos nuevamente al podcast de este viernes para cerrar la semana. Como saben, recibimos muchos correos electrónicos conmovedores sobre el matrimonio, como el que voy a leer hoy. Es de una mujer afligida, una joven anónima que vive en Filipinas. Esto es lo que escribe: «Querido pastor John, hasta hace poco estuve muy felizmente casada. Ahora soy viuda. Mi esposo murió hace solo unas semanas y estoy devastada. Creo que hay una razón por la que me han dejado atrás. Confío en Dios en eso. Creo que hay una razón por la que él tuvo que irse. Puedo confiar en Dios en eso. Creo que podemos lograrlo sin él: yo, nuestro pequeño hijo y la iglesia que mi esposo dirigía. Me encuentro experimentando alegría y anhelo, confianza y nerviosismo, paz y nostalgia por el cielo».

«Además de extrañarlo y querer recuperar la vida que teníamos, lo que no logro comprender son estas preguntas: ¿Por qué Dios permitió que mi esposo y yo compartiéramos un amor como el nuestro en la tierra si esto no significará nada en el cielo? ¿No puedo al menos tener la garantía de que mi esposo seguirá siendo mi mejor amigo en el cielo? ¿Se emocionará al verme cuando llegue allí? En el matrimonio, dos se convierten en uno. ¿Soy solo la mitad de una persona que se quedó atrás? Sé que cuando llegue al cielo y entre en la presencia de Dios, ninguna de estas preguntas importará. Pero si importan ahora. Y lucho por encontrar sabiduría y consuelo en cuanto a cómo debo afrontar mis años restantes en la tierra. Gracias».

Es una pregunta hermosa, porque está llena de fe al principio y de perplejidad al final. La pérdida sigue siendo dolorosa y las preguntas siguen siendo reales y urgentes. Permítanme sentarme, por así decirlo, con ella durante unos minutos y pensar en voz alta sobre tres de sus preguntar con la esperanza de que tal vez mis reflexiones de la Biblia y de mi experiencia le brinden algún consuelo que honre a Cristo.

Detrás de sus preguntas está la enseñanza de Jesús en Marcos 12:25: «Cuando [los casados] resuciten de entre los muertos, ni se casarán ni se darán en matrimonio, sino que serán como los ángeles en el cielo». En otras palabras, el matrimonio tal como lo conocemos no existirá en la era venidera. Eso está detrás de sus preguntas. Ese mismo hecho está suscitando numerosas perplejidades para esta joven viuda.

Contenido

Ecos en la eternidad

Entonces, primero se pregunta: «¿Por qué Dios permitió que mi esposo y yo compartiéramos un amor como el nuestro en la tierra si esto no significará nada en el cielo?»

Lo primero que hay que decir en respuesta es que, en esta vida presente, toda relación de amor, fidelidad, lealtad, sacrificio y cuidado será celebrada por toda la eternidad en homenaje a la gracia de Dios y a la fidelidad de su hijo obediente. El «bien hecho, buen siervo y fiel» con el que Jesús habla a sus fieles seguidores en la resurrección es un bien hecho en toda relación fructífera (Mateo 25:23). Bien hecho por ese hermoso amor. Bien hecho.

La aprobación misericordiosa de Dios de nuestras obras imperfectas de fe no es una burbuja de celebración que estalla en la segunda venida y se olvida por la eternidad. Todo lo bueno que se hace en la tierra tiene efectos buenos eternos. Efesios 6:8 dice: «Todo lo bueno que cada uno haga, eso recibirá del Señor». Una buena crianza que dure cinco años antes de que un niño sea arrebatado en un accidente automovilístico; una buena castidad durante el compromiso antes de que un prometido muera de un ataque cardíaco antes de la boda; una buena fidelidad y un romance intenso y mutuamente generoso en el matrimonio que ella describe, no carecerán de significado en el cielo. No lo tendrán.

Todo fruto bueno y bello del Espíritu de Dios en tu vida reverberará por siempre como tributo de su gracia y de tu fe. Eso es lo primero que hay que decir. La dulzura e intensidad del amor entre tú y tu esposo tendrá su eco en la música del cielo. No fue en vano.

Dios guarda el mejor vino

Y lo segundo que hay que decir sobre esta cuestión de por qué Dios les dio un amor tan dulce es lo siguiente: este mundo, en sus placeres más exquisitos, está diseñado por Dios para mostrar algo de sí mismo. Los cielo y todo lo demás están declarando la gloria de Dios, dice el salmo (Salmo 19:1). Y todos estos placeres tienen como fin despertar la gratitud ahora y una fuerte expectativa por la era venidera, cuando los placeres de esta era parecerán anticipos de algo mucho mayor. Lo son. Los placeres de esta era presente, incluso los más piadosos de ellos, no son el propósito del universo, pero son indicadores del propósito.

La Biblia describe la era venidera como mejor que esta vida, no solo porque se eliminarán las cosas malas, sino porque las cosas buenas serán vistas como solo anticipos de cosas mejores: un festín de placeres mejor. Jesús mostró esto cuando dijo que el matrimonio será reemplazado por algo mejor (Marcos 12:25). Pablo lo mostró cuando describió la resurrección como el reemplazo de este mundo por algo gloriosamente mejor. Escuche estas palabras de 1 Corintios 15:42:

Así sucede la resurrección con los muertos: lo que se siembra es corruptible, pero lo que resucita es incorruptible. Se siembra en deshonra, pero resucita en gloria. Se siembra en debilidad, pero resucita en poder. Se siembra un cuerpo animal, pero resucita un cuerpo espiritual. Si hay un cuerpo animal, también hay un cuerpo espiritual. (1 Corintios 15:42-44)

Ahora bien, no podemos concebir plenamente lo que es un cuerpo espiritual, pero en la mente de Pablo, superaba a este cuerpo presente, con todos sus placeres, como el brillo de la gloria de un cielo azul supera a una semilla podrida y en descomposición en la tierra.

Así pues, concluyo que el matrimonio más feliz del mundo no es más que un adelanto de las alegrías del cielo. Es el aperitivo antes del banquete. Es el cantante que telonea y que canta muy antes de que cante el gran artista. Dios reserva el mejor vino, como Jesús en Caná, para el final (Juan 2:10). Y en un matrimonio feliz, incluso el primer vino fue realmente bueno.

La gran melodía del amor

Entonces nuestra joven viuda pregunta: «¿No puedo al menos tener la garantía de que mi esposo seguirá siendo mi mejor amigo en el cielo? ¿Se emocionará al verme cuando llegue allí?». Ahora, ella sabe tan bien como yo, y lo dice al final, que Jesús es y será su mejor amigo. Ella lo sabe. «Ya no los llamaré siervos… sino que los he llamado amigos» (Juan 15:15). «Nadie tiene amor más grande que este, que uno ponga su vida por sus amigos» (Juan 15:!3).

Pero creo que lo que ella siente es que, mientras su marido vivió, le otorgó algo que nadie más en la tierra podría darle: un tipo de afecto único, un amor que le dio un sentido de pertenencia muy valioso que nadie más podría darle en esta tierra. Y ella se pregunta si tendrá esa dulce experiencia en la era venidera, que sólo él pudo darle.

Y creo que la respuesta es que simplemente no sabemos cómo será la música del amor en la tierra cuando se transponga a la gran melodía del amor del cielo, donde no hay pecado en absoluto. Esta es la gran incógnita acerca de las alegrías inconmensurables del cielo. ¿Cómo será cuando ella y su esposo estén más allá de la posibilidad del pecado, el pecado de la autocompasión, el pecado de la indiferencia? ¿Cómo será cuando no seamos capaces de estar tristes por cualquier relación que Dios haya establecido? Tu esposo, me atrevo a decir, será para ti, y tú serás para él, todo lo que necesitan que seáis el uno al otro para que vuestro gozo sea pleno en la presencia de Dios.

No menos, sino más

Y finalmente se pregunta: «Dado que en el matrimonio los dos se convierten en uno, ¿soy sólo la mitad de una persona dejada atrás?»

La respuesta es no, no eres solo la mitad de una persona que se quedó atrás. No es tan sencillo. Sí, una parte se ha ido. Lo admito. Creo que deberías asumirlo, y eso es triste. Una parte de ti se ha ido. Solo él podía sacar de ti ciertos deseos, ciertos tipos de risa, ira, paz y otras innumerables respuestas internas que ni siquiera puedes expresar con palabras. Se había integrado tanto en tu vida que, para él estar ausente, sí, para una parte de ti misma estar ausente. Eso es verdad. Las cosas nunca volverán a ser iguales. Y sería una deshora para él pensar que deberían serlo.

Pero considera esto: no todo lo que llegaste a ser por unión con él se ha perdido. Tú sabes que no es así. Te volviste una persona más sabia, más profunda y mejor gracias a la vida con él. Él no se llevó todo eso consigo cuando se fue. Tú sabes que no lo hizo. Tú sabes quién eres. Y lo que llegaste a ser a través de él no es menos, sino más de lo que eras antes de que él entrara en tu vida. Dios no te ha hecho menos, sino más.

Las cosas nunca volverán a ser las mismas. Eso es cierto. Pero el llamado de Dios para tu vida ahora es que seas la primera que llegaste a ser a través del amor con tu esposo, para la gloria de Dios.


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