¿Ves tu alma?
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Scott Hubbard sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Alejandra Franco Alvarado
Imagínate enfrentando una de tus tentaciones habituales. Un vecino te da la oportunidad para que digas algo sobre Jesús, y tu parte más temerosa ruega guardar silencio. Un hermano o hermana te hace daño, y la amargura parece una venganza justa. La belleza de un extraño te atrapa, y tus ojos no quieren dejar de mirar.
Pero ahora imagina decirte a ti mismo, justo en medio de la tentación “tengo un alma.” ¿Algo cambia? ¿Encuentras nuevas fuerzas para hablar, perdonar, y apartar tu mirada? ¿O decir “tengo un alma” tiene tanto poder sobre la tentación comparado con “tengo dos piernas” o “tengo cabello castaño”?
Cuando nuestro Señor Jesús caminó entre nosotros, conoció a muchas personas desatentas de sus almas. Claro, si les preguntaras, habrían admitido, “tengo un alma.” Pero sus vidas dirían generalmente lo opuesto. Porque si supieran, si realmente supieran que tienen un alma — un alma preciosa, inmortal y en peligro — no se entregarían al pecado tan fácilmente. Se cortarían una mano o se sacarían un ojo primero, antes que poner en peligro sus almas (Mateo 5:29-30).
Así que Jesús les dice reiteradamente a ellos y ahora a nosotros, “Tienen un alma. Tienen un alma. ¿Lo saben? ¿La ven? ¿Sienten el peso y valor de eso? Oh tú, que eres tentado, déjame decirte algo sobre tu alma.”
Tu alma inmortal
No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. (Mateo 10:28; NBLA)
Lo primero y más esencial que necesitamos saber sobre nuestra alma es que nuestra alma vivirá por siempre. Espadas y balas, enfermedades y desastres podrían matar el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Es, por el diseño de Dios, inmortal.
La tentación tiene una manera de oscurecer este futuro inmortal. Déjame sólo decir esta palabra, permítete este deseo, evita esta responsabilidad, complace a esta persona sin pensar en el mañana, mucho menos en la eternidad. Pero Jesús, aquí y en otros lugares, nos trae insistentemente el “ahora” en el contexto del “entonces”. Resiste a la lujuria ahora, vence el miedo ahora, lucha contra la amargura ahora porque estos amenazan tu eternidad. (Mateo 5:29–30; 10:28; 16:26).
Una valoración adecuada del cuerpo nos llevará a sacrificar muchos deseos pasajeros. Nos negaremos un postre o nos forzaremos a salir de la cama para ir al gimnasio para así cuidar del cuerpo que Dios nos dio. Pero luego de setenta años o más, cuando este cuerpo vuelva al polvo, nuestra alma apenas habrá comenzado. Y cuando Dios levante nuestro cuerpo para que asimismo viva para siempre, su destino eterno descansará en el estado de nuestra alma (Juan 5:28-29). ¿No deberíamos entonces preocuparnos mucho más por su bienestar? ¿No deberíamos vivir primero por el yo que nunca morirá?
Nuestra vida actual es como la primera parte del océano, el primer centímetro de las galaxias, la primera fracción de segundo de la historia de todo el mundo— pero en mucha menor medida. Por lo tanto, lidia con tus tentaciones pensando en la eternidad. “Tengo un alma que no morirá.”
Tu alma en peligro
¿Qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma? (Mateo 16:26)
La mortalidad del alma llega a ser algo muy serio cuando entendemos un segundo hecho: Aunque nuestra alma nunca muera, puede perderse, desecharse o destruirse (Mateo 10:28). Algún día, quizá en el momento menos esperado, Dios nos demandará nuestra alma. (Lucas 12:20). Y al otro lado de la muerte, nuestra porción será o un eterno deleite o una eterna destrucción (Mateo 25:46).
Jesús, el gran amante de las almas, ha ido a las más grandes profundidades para que el deleite sea nuestro y no la destrucción. Él mismo adoptó un alma humana y padeció la máxima aflicción de ésta para salvar nuestras almas (Mateo 26:38). Ahora él vive y reina por siempre para mantener a salvo las almas que vienen a él.
Pero este mismo Jesús, movido por ese mismo gran amor, nos advierte de manera severa a no tratar esa seguridad a la ligera. Cuando habló de la destrucción potencial del alma, se dirigió a sus discípulos (Mateo 10:1,28). Después, advertiría a esos mismos doce hombres sobre el peligro de abandonar el alma. (Mateo 16:26) — y con justa razón, ya que uno de ellos pronto lo haría. (Mateo 26:47).
Nosotros los discípulos modernos no pasamos por alto esas advertencias. Las mismas tentaciones que él les advirtió —lujuria, temor al hombre, amor al dinero, amargura— también atrapan a nuestras almas. La carne todavía implora el ser complacida. El mundo todavía nos atrae. El diablo todavía engaña. Por lo tanto, enfrenta tus tentaciones con temor. “Tengo un alma que puede ser destruida.”
Tu alma espaciosa:
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (Mateo 22:37)
Jesús nos advierte sobre descuidar nuestra alma no sólo porque no quiere que la perdamos, sino porque él sabe, más profundo que nadie, que nuestra alma se hizo para más. Cuando habló de amar al Señor nuestro Dios con toda el alma, estaba citando un mandamiento que todos hemos fallado en cumplir. Sí, pero también es uno que vino a reclamar. Dios nos hizo para amarlo con toda nuestra alma— y en Cristo, gracias a su Espíritu que mora en nosotros, podemos hacerlo cada vez más.
Dios está en la tarea de cambiar las almas humanas. Limpia las almas sucias, ensancha las almas estrechas, ennoblece las almas rudas, redime todo tipo de alma. Si nosotros le pertenecemos, entonces de una forma u otra, él tendrá toda nuestra alma, no sólo una parte, y cada vez que pisamos la tentación, le decimos, “¡Más! Toma más de mi alma para que tenga más de ti”
“Dios limpia las almas sucias, ensancha las almas estrechas, ennoblece las almas rudas, redime todo tipo de alma.” Aquel que convirtió a los recaudadores de impuesto en dadores alegres, prostitutas en evangelistas, ladrones crucificados en sujetos del Reino, e incluso a algunos fariseos en humildes seguidores— Él puede restaurar plenamente las enormes capacidades de tu alma para amar y volverlas del pecado hacia él. No te destina a una vida de afecciones frustradas, una que todavía ama al pecado pero que cuidadosamente se niega. Te destina a un amor con todo el corazón y con toda el alma que desprecia el pecado por él.
Tú, un ser finito, fuiste creado para el Infinito y para nada menos. Así que, enfrenta la tentación con un mejor amor: “Tengo un alma que fue hecha para más.”
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