¿Y Qué Si No Quiero Orar?

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English: What If I Don’t Want to Pray?

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Por Mark Jones sobre Oración

Traducción por Javier Matus


Pocos aspectos de la vida cristiana pueden causar más culpa al pueblo de Dios que la falta de oración personal y privada. Pocas disciplinas en la vida cristiana son tan difíciles como la oración privada. Y esta lucha no solo existe para cristianos inmaduros o aquellos muy débiles en la fe. Los testimonios de incluso algunos grandes cristianos verifican que la oración es difícil.

Considera estas palabras de John Bunyan, autor de El progreso del peregrino, cuya piedad, conocimiento de las Escrituras y predicación poderosa eran bien conocidos por todos los que lo conocieron.

Permítanme hablar de mi propia experiencia, y de eso contarles acerca de la dificultad de orar a Dios como debería; es suficiente para hacerlos… hospedar pensamientos extraños de mí. Porque, en cuanto a mi corazón, cuando voy a orar, me resulta tan reacio ir a Dios, y cuando se está con Él, tan reacio a permanecer con Él, que muchas veces me veo obligado, en mis oraciones; primero para rogarle a Dios que tome mi corazón y lo ponga sobre Sí Mismo en Cristo, y cuando está allí, que lo mantenga allí. De hecho, muchas veces no sé por qué orar, estoy tan ciego, ni sé cómo orar, soy tan ignorante; solo (bendita sea la gracia) el Espíritu ayuda a nuestras debilidades (Romanos 8:26).

Esto es una honestidad asombrosa, pero ¿quién no puede relacionarse con Bunyan? De hecho, como pastor, desearía que más personas, incluyéndome a mí, pudieran relacionarse con esta lucha —lamentablemente, algunas ni siquiera llegan a la lucha. Otros cristianos entran en lo que podría llamarse una “rutina de oración” donde les resulta difícil salir de su patrón que no tiene oración.

La conversación de un alma amorosa con Dios

A veces nos metemos en una rutina y desarrollamos malos hábitos y necesitamos un nuevo despertar para que nuestras vidas de oración regresen al camino correcto. En 1710, Matthew Henry publicó Un método para la oración, que trata este mismo problema y proporciona valiosos consejos para el pueblo de Dios con respecto a la oración diaria.

Las Escrituras nos ordenan a “orar sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17) y a estar “orando en todo tiempo” (Efesios 6:18), “cada día” (Mateo 6:11), y a menudo solo en secreto, como Cristo mismo nos enseñó (Mateo 6:6), pero también junto con otros creyentes (Mateo 6:9-13). La Biblia dice mucho sobre la oración —¿por qué será esto?

No deberíamos considerarlo una mera actuación religiosa, preguntando: “¿Con qué frecuencia tengo que hacerlo?”. En cambio, como dijo Thomas Manton, la oración es la conversación de “un alma amorosa con Dios”, y “los actos de amistad y comunión no deben ser escasos ni poco frecuentes, sino constantes y frecuentes”. Él escribió: “Si tenemos un amor hacia Dios, no podemos mantenernos fuera de la compañía de Dios por mucho tiempo, sino que estaremos con Él derramando nuestros corazones hacia Él”.

Entonces, ¿cómo podemos reencender nuestras vidas de oración para recuperar la consistencia que todos deseamos mientras luchamos en la Tierra? Tres recordatorios útiles nos permitirán cultivar nuestros espíritus para que podamos encontrar el tiempo para ir a nuestro clóset y disfrutar, no temer, nuestra comunión secreta con Dios.

1. Comienza todos los días con Dios.

“Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de Ti, y esperaré” (Salmo 5:3).

La gente se levanta temprano para hacer ejercicio, comer, ir a trabajar, etc. Pero con demasiada facilidad comenzamos estas actividades sin decir una palabra a nuestro Padre en el cielo. Henry escribe: “Es nuestra sabiduría y deber comenzar cada día con Dios”. Siempre tenemos algo de qué hablar con Dios. Siempre tenemos algo para alabarlo o pedirle.

¿Por qué deberías dedicar una parte de la mañana a Dios? Porque no puedes permitirte no hablar con tu Padre por la mañana. Como dice Henry: “Por la mañana… deberíamos darle nuevas acciones de gracias y nuevas meditaciones sobre Sus bellezas. Por la mañana, mientras nos preparamos para el trabajo del día, comprometámoslo todo a Dios”.

2. Pasa todos los días con Dios.

Debes comenzar el día con Dios, pero también debes pasar el día con Dios. Pablo ordena a los Tesalonicenses: “Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:17-18).

La dependencia constante es la actitud de un niño hacia su padre en quien confía y en quien deposita todas sus preocupaciones. Como padre de cuatro hijos, sería extremadamente extraño, y también muy decepcionante, si mis hijos me ignoraran durante todo el día. Nuestro Padre no es indiferente a nuestro silencio. Cristo experimentó el silencio de Su Padre para que nosotros siempre tengamos la oportunidad de nunca estar callados ante Dios nuestro Padre.

Donde quiera que vayas o lo que sea que hagas cada día, busca razones para orar y alabar. Como escribió Santiago, si estás afligido, ora a Dios; si estás alegre, entonces canta alabanzas a Dios (Santiago 5:13). Eso cubre toda la vida.

3. Cierra todos los días con Dios.

“En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo Tú, Jehová, me haces vivir confiado” (Salmo 4:8).

Tal como comienzas tus días con Dios y pasas tus días con Dios, también debes cerrar tus días con Dios. Nuevamente, Henry escribe: “Deja que esto calme cada tormenta, que ordene y cree una calma en tu alma”.

Acuéstate con acción de gracias a Dios. En la adoración familiar, mi familia cubre los eventos del día por los que estamos agradecidos. Este es un énfasis particular que pongo sobre mis hijos cuando oran. Deben recordar lo que Dios ha hecho por ellos cada día. Quiero que estén conscientes, como todos deberíamos estarlo, de que “cada pedazo que comemos y cada gota que bebemos es misericordia; cada paso que damos y cada respiración que tomamos es misericordia”.

Deberíamos estar agradecidos por el final del día como la provisión de descanso de Dios, por un lugar donde recostar la cabeza y por la salud del cuerpo y la paz mental que te permite dormir.

La oración produce oración

¿Cuál es, entonces, la solución a nuestra falta de oración? La oración.

Hay otras cosas que podemos hacer para ayudar a solucionar las deficiencias de nuestra vida de oración. Pero a través de la simple rutina de comenzar el día con Dios, comunicándome con Él frecuentemente durante el día y recordándolo antes de dormir, descubrí que esos momentos secretos con el Señor son más frecuentes y más bendecidos.

La oración habitual tiende a dar lugar a la oración habitual, mientras nuestra dependencia y deseo de comunión con nuestro Padre crece a medida que nos acercamos a Su presencia.


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