“Para Ustedes Que Creen, Él es Precioso”

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English: "To You Who Believe He is Precious"

© Desiring God

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Por John Piper sobre Jesucristo
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Traducción por Javier Matus


Permítanme ampliar un punto del mensaje del domingo por la mañana. Sostuve que “para ustedes que creen, Él es precioso” (1 Pedro 2:7). La marca de un hijo de Dios no es la perfección, sino el hambre de Cristo. Si hemos probado la bondad del Señor, vamos a desearlo a Él (1 Pedro 2:2,3). La razón de esto es que un niño tiene la naturaleza de su padre. Somos partícipes de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4) si hemos nacido de Dios y tenemos su simiente morando en nosotros (1 Juan 3:9). Somos, por así decirlo, astillas del mismo palo. Porque 1 Pedro 2:4 dice que Cristo es precioso para Dios, y 1 Pedro 2:7 dice, por lo tanto, que Él es precioso para los creyentes. Entonces insistí que ese “creer” que salva no es sólo estar de acuerdo que la Biblia es verdad. El “creer” que salva significa una nueva naturaleza que valora lo que Dios valora.

Ahora, un texto al que no me referí el domingo es Juan 17:26. ¡Qué promesa es ésta! Jesús, ya sabe, está orando por sus discípulos y por todos los que creerían en Él por la palabra de ellos (Juan 17:20). Él concluye su oración con la más grande petición de todas: “Padre, les he dado a conocer Tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que Me has amado, esté en ellos, y Yo en ellos.

Mire cuidadosamente. La petición de Jesús a Dios es que el amor de Dios por el Hijo esté en nosotros. ¿Alguna vez ha pensado que Jesús quiere que lo ame, no sólo con su amor, sino con el amor que Dios Padre tiene para Él? ¿Cómo es posible esto? Es posible gracias al nuevo nacimiento. El convertirse en cristiano significa obtener una nueva naturaleza que es dada por Dios. En términos prácticos, esto significa que Dios entra en nuestras vidas por el Espíritu Santo y comienza a darnos nuevos afectos, nuevas emociones, es decir, las emociones de Dios. Es la presencia de Dios Espíritu en nuestras vidas la que nos lleva a amar a Jesús con el amor de Dios Padre. Creo que el Espíritu Santo es el amor de Dios personificado. El ser regido por el Espíritu es ser regido por un amor divino a Jesús. Jesús simplemente está orando para que seamos llenos del Espíritu, quien es la personificación del amor que el Padre tiene por el Hijo. Por lo tanto, vamos a estar llenos con el mismo amor con el que el Padre ama al Hijo.

¡Y qué amor es! No hay amor más grande en todo el universo que el amor que fluye entre el Padre y el Hijo en la Santa Trinidad. Ningún amor es más fuerte, más intenso, más continuo, más puro, más lleno de deleite en el Amado, que el amor que Dios Padre tiene por el Hijo. Es una energía de gozo que hace que las bombas atómicas parezcan petardos. ¡Oh, cómo se deleita el Padre en el Hijo! ¡Oh, qué precioso es el Hijo para el Padre! “Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia”, dijo Dios en el bautismo de Jesús. “Este es mi Hijo amado, a Él oíd”, dijo Dios en la transfiguración.

¡Cómo deberíamos nosotros entonces amar a Jesús! Si usted es nacido de Dios, vea a Jesús con los ojos de Dios. “Para ustedes que creen, Él es precioso.”

Adorándolo,

El Pastor John


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