3:16
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Max Lucado
sobre El Evangelio
Una parte de la serie Crossway Tracts
Traducción por Crossway
Este texto es un desfile de esperanza de veintiocho palabras: Comienza con Dios, termina con vida, y nos insta a hacer lo mismo. Es tan breve que puede escribirse sobre una servilleta o memorizarse en un momento, pero al mismo tiempo es tan firme que ha aguantado dos mil años de ataques y cuestionamientos. Si no sabes nada acerca de la Biblia, comienza aquí. Si sabes todo de la Biblia, regresa acá. Todos necesitamos el recordatorio. El corazón del problema humano es el corazón del humano. Y el Señor prescribe el tratamiento en Juan 3:16.
Él ama.
Él dio.
Nosotros creemos.
Nosotros vivimos.
Él ama.
Dios te ama porque escoge hacerlo. “El SEÑOR se encariñó contigo y te eligió, aunque no eras el pueblo más numeroso .... Lo hizo porque te ama” (Deuteronomio 7:7-8). El amor de Dios hacia ti depende de la bondad de él, no de la tuya. Y puesto que él es absolutamente bondadoso, tú eres amado absolutamente. No necesitas ganar su amor, porque ya lo tienes. Y puesto que no puedes ganarlo, tampoco puedes perderlo. Él te ama con un amor eterno. Puede que des algún paso fuera de su voluntad, pero nunca puedes separarte de su amor. ¡Apúntalo! Él te ama. De hecho, te ama tanto que …
Él dio.
Él dio a su Hijo unigénito. Jesús es el “unigénito” de Dios. Es distinto a cualquier otra persona en la historia. Toda cualidad que atribuimos a Dios, podemos asignársela a Jesús. Jesús posee una vida que dura eternamente, sabiduría sin fin y energía incansable. Más que todo, Jesús es exento de pecado. Mientras vivió sobre la tierra, jamás pecó. “Él no cometió ningún pecado, ni hubo engaño en su boca” (1 Pedro 2:22).
Por otro lado, nosotros a diario hacemos cosas reprensibles. Exageramos la verdad. Herimos a la gente. Nos aprovechamos de los débiles y faltamos al respeto en nuestras familias. ¿Qué debe hacer Dios? Su postura es muy evidente. “Busquen … la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14). ¿Dónde nos deja esto?
Nos deja dependiendo de la promesa 3:16. “Dios ... dio a su Hijo unigénito...”. Aunque no pecó, Jesús llevó sobre sí el pecado nuestro. El Señor cargó nuestro pecado sobre su Hijo y castigó ese pecado. Cuando Jesús murió en la cruz, murió por nosotros, en nuestro lugar, y resucitó de entre los muertos. Nuestra respuesta a este regalo tan grande es muy sencilla.
Nosotros creemos.
Confiamos que Jesús hará lo que nosotros no podemos hacer. No confiamos en nuestros propios esfuerzos para salvarnos. No podemos salvarnos a nosotros mismos. No depositamos nuestra confianza en otras personas para que nos salven. Creemos en él.
A diario, y aun cada hora, damos pasos de confianza similares. Creemos que la silla nos sostendrá, y sentamos todo nuestro peso en ella. Creemos que el agua hidrata, y la bebemos. Confiamos en la obra que debe realizar el interruptor de la luz, y lo accionamos. Tenemos fe en la manija de la puerta, y le damos vuelta. Confiamos en poderes que no alcanzamos a ver para realizar cosas que nosotros no podemos lograr. Jesús nos invita a hacer lo mismo con él. Y cuando lo hacemos, cuando creemos—
Nosotros vivimos.
El Señor nos regala una vida completamente nueva. Nos da gozo en esta vida y la promesa de la vida eterna con él. Tenemos gozo porque tenemos al Espíritu viviendo dentro de nosotros. Poco a poco su Espíritu nos cambia para que seamos más semejantes a Jesús. Nada de culpabilidad en esta vida, nada de temor a la muerte, él nos da la vida, ¡ahora!
Y vida para la eternidad. En el cielo serás lo mejor que puedes ser. Nada de enojo ni tristeza, lágrimas ni aflicciones. Nunca cansado, egoísta, ni derrotado. Mente despejada, músculos incansables, gozo sin estorbos. Y, más que todo, ¡Dios! “¡Qué profundas son las riquezas de la sabiduría y del conocimiento de Dios!” (Romanos 11:33). El cielo es un lugar perfecto poblado por gente perfecta viviendo con el Señor perfecto.
Él ama.
Él dio.
Nosotros creemos.
Nosotros vivimos.
¿Te gustaría aceptar la promesa 3:16? Lo puedes hacer. Dile a Dios que lo aceptas.
“Padre, creo que me amas. Diste a tu Hijo unigénito para que yo pudiera vivir para siempre contigo. Separado de ti, muero. Contigo, vivo. Elijo la vida. Te elijo a ti”.
Jesús espera para que hagas tu oración. Cree en él y ...
no…
perecerás….
Tendrás la vida, la vida eterna, para siempre jamás.
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