Acalla el miedo, haz el trabajo

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English: Quiet the Fear, Do the Work

© Desiring God

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Por Jon Bloom sobre Fe

Traducción por Laura Coloma

La estrategia, organización y entrenamiento son fundamentales cuando un soldado es llamado a luchar en una guerra. Pero, sin duda alguna, lo más difícil es acallar el miedo y llevar a cabo la dura tarea de luchar.

Los generales de la Unión, George McClellan y Ulysses S. Grant, en los tiempos de la guerra civil de los Estados Unidos, son material para el estudio de contrastes.

McClellan fue el primer general en jefe nombrado para supervisar todas las operaciones militares. Era joven, guapo y de porte imponente. Su expresión era fuerte y segura. Poseía reconocimientos, terminando segundo de su clase en West Point. Era popular entre sus soldados y las masas. Como general, podía superar en preparación, organización, entrenamiento y estrategia a todos los líderes de la Unión.

Pero después de un año, Abraham Lincoln, retiró a McClellan del mando. ¿Por qué? Porque en el campo, McClellan era muy lento para luchar de verdad las batallas.

Ulysses S. Grant era todo lo contrario a McClellan. Era descuidado y algo desaliñado, de voz suave, siempre fumando o masticando tabaco y de comportamiento sencillo. No sobresalió en West Point, quedando en la mitad inferior de su clase. A principios de su carrera, fue obligado a renunciar al ejército por sus problemas con el alcohol. Como general, era intuitivo, podía ser impulsivo y hasta imprudente.

Pero después de un año al mando, el general confederado Robert E. Lee se rindió ante Grant en Appomattox. ¿Por qué? No fue porque Grant estaba más capacitado que McClellan. Fue porque Grant estaba dispuesto a luchar. Al decir esto no justifico las tácticas poco éticas que utilizó o permitió en ocasiones. Mi punto es simplemente este: Grant sabía que al final del día, las batallas y las guerras se ganan haciendo el trabajo duro de luchar realmente.

Una lucha llena de fe

Cuando Dios nombró a Josué sucesor de Moisés como líder de Israel, la tarea de Josué era abrumadora. Era su trabajo llevar a los israelitas a Canaán y conquistar la Tierra Prometida. Dios había "dado" esta tierra a Israel, pero allí todavía vivían personas poderosas. Esta vez Dios no iba a enviar plagas para expulsarlos, sino que iba a enviar a Israel. Eso significaba luchar. Y luchar es algo que temer.

Esa es la razón por la cual, entre el capítulo 31 de Deuteronomio y el capítulo 1 de Josué, siete veces, Dios o Moisés, ordenan a Josué ser “fuerte y valiente”. Josué sentía miedo y fue tentado a dudar de su capacidad para cumplir con su tarea. Así que Dios le dijo, “¿No te lo he ordenado yo? ¡Sé fuerte y valiente! No temas ni te acobardes, porque el Señor tu Dios estará contigo dondequiera que vayas” (Josué 1:9).

Ser fuerte y valiente no fueron cualidades que engrandecieron la auto-confianza de Josué. Fueron la confianza en las promesas de Dios más que en su propia fuerza y el actuar en base a esa confianza. El valor fue actuar lleno de fe ante el temor.

Valor ante el temor

Jesús ha llamado a cada uno de nosotros a que seamos “buenos soldados” (2 Timoteo 2:3) en la “buena batalla de la fe” (1 Timoteo 6:12), lo que significa que somos testigos fieles de su resurrección dondequiera que nos haya desplegado (Hechos 1:8, 22).

Al compartir el evangelio, existe un lugar importante para la estrategia, organización y entrenamiento. Pero en esta guerra espiritual, como en las guerras humanas, la victoria no la alcanza el brillante, talentoso, impresionante, reconocido y popular. La alcanzan quienes, cuando las cosas se ponen difíciles, están dispuestos a actuar en el campo. La gente llega a conocer a Jesucristo cuando hacemos “el trabajo de un evangelista” (2 Timoteo 4:5).

“Hacer el trabajo” requiere valor. Y el valor es hacer lo que sabemos que es necesario hacer, a pesar de tener miedo de hacerlo. El valor no permite que el miedo cubra el puesto de general en jefe en nuestras mentes y nuestros corazones, en nuestras creencias y comportamiento.

Es muy probable que existan hoy, frente a nosotros, oportunidades que buscar. No nos sorprendamos si no queremos hacerlo. Esa es la naturaleza de la lucha real en una guerra real. Seamos fuertes y valientes. Acallemos el miedo. Luchemos la buena batalla. Hagamos el trabajo. El Señor nuestro Dios estará con nosotros dondequiera que vayamos.


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