Adicciones: Nuevas Perspectivas, Nuevas Formas de Liberarse de Ellas
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Edward T. Welch
sobre Consejería Bíblica
Una parte de la serie Journal of Biblical Counseling
Traducción por Ana Villoslada
La exposición de tus palabras imparte luz. Salmo 119-130.
La investigación realizada sobre adicciones necesita algo nuevo. Su visión ha sido controlada por una única óptica. A pesar de que esa óptica destaca algunas experiencias de las adicciones, cuando se trata de la única manera de verlas, puede cegar tanto como revelar. Reducir todos los debates sobre adicciones a un sólo punto de vista, significaría sacrificar perspectivas útiles que aportan significado y entendimiento.
En el caso de las adicciones, la metáfora usada de enfermedad ha sido la metáfora que ha controlado y además protegido celosamente su territorio. No se ha permitido que ninguna otra perspectiva amplíe nuestro entendimiento, y mucho menos que ofrezca una revisión conceptual a fondo. Claro que la metáfora de enfermedad es útil porque pone de manifiesto la manera en que podemos sentirnos controlados por algo que no sea nuestra propia voluntad. Lo que no destaca es que la esclavitud que experimentamos es una esclavitud voluntaria.
Esta dependencia exclusiva en una metáfora no es el único impedimento que encontramos en las discusiones sobre la adicción. Incluso más problemático es el hecho de que la metáfora de la adicción esté perdiendo su cualidad metafórica. En lugar de decir que las adicciones son como una enfermedad, cada vez más personas dicen sencillamente que las adiciones son enfermedades.
En sentido literal, una enfermedad es una condición diagnosticable con una causa física. Visto de este modo, las adicciones no encajan en la definición. Incluso Alcohólicos Anónimos (AA) declara que “el alcoholismo es en gran parte una enfermedad espiritual que requiere sanidad espiritual 1. Aunque las personas adictas pueden mostrar algún tipo de diferencia física comparadas con las que nunca han tenido que luchar contra las adicciones, no hay motivo para pensar que estas diferencias biológicas sean algo más que el resultado de un consumo abusivo de una sustancia o la influencia de la adicción. Como influencia, estas diferencias son parecidas a los efectos de los amigos, de ser padres o de la posición socioeconómica. Pueden arrastrarnos o inclinarnos en ciertas direcciones negativas hacia una dependencia química pero pueden resistirse. No son el destino inevitable de nadie como pueden atestiguar muchos adictos "en rehabilitación". Como tal, la palabra enfermedad en su sentido más técnico no es una manera precisa de definir “adicción”.
Viendo como el ejemplo de enfermedad se está haciendo patente hasta convertirse en una realidad, y que el uso metafórico de enfermedad tiene limitaciones, una de las tareas de la teología de las adicciones es considerar otros ejemplos disponibles en las Escrituras. Considere cinco ejemplos diferentes de un comportamiento adictivo: idolatría, adulterio, insensatez, ataques de una bestia y luego, enfermedad.
Idolatría
Uno de los retratos más comunes de la condición humana y que captura tanto las adicciones que controlamos como las que están fuera de control es la idolatría. Desde esta perspectiva, el verdadero origen de la adicción se encuentra en que hemos elegido salir de los límites del reino de Dios y buscar bendición en la tierra de los ídolos. Al volvernos a los ídolos, estamos diciendo que deseamos algo de la creación más que al Creador.
Esto suena extraño en los oídos occidentales pero la idolatría es quizás el ejemplo más preponderante de las Escrituras y abundan sus potenciales aplicaciones. ¿Se ha percatado alguna vez de cuántas historias bíblicas podrían resumirse con estas preguntas?: “¿A quién adorará? ¿Al Creador o a la creación? ¿Dios u hombre? ¿Al Rey Divino o a ídolos inútiles?”. El argumento esencial del Antiguo Testamento trata de personas que encuentran irresistible la idolatría. Entonces Dios, mediante Jesús finalmente, viene a liberar a Su pueblo de sus prácticas idólatras. Por consiguiente, todo pecado se resume en idolatría (Ej.: Dt. 4:23, Ef. 5:5).
Los Diez Mandamientos dan especial importancia a las prohibiciones contra la idolatría. Los dos primeros mandamientos en especial reciben una considerable elaboración. No tendrás otros dioses delante de mí. No te harás ningún ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás; porque yo, el SEÑOR tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos, y sobre la tercera y la cuarta generación de los que me aborrecen, pero que muestro misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos (Dt. 5:7-10).
¿Tenemos ídolos en nuestra sociedad? En la cultura occidental, rara vez nos hacemos ídolos visibles. Para detectar nuestros ídolos, tenemos que empezar por darnos cuenta de que los ídolos del Antiguo Testamento fueron palpables, expresiones físicas de otra lealtad y compromisos que fueron establecidos en el corazón humano. La prohibición contra la idolatría es finalmente contra los "ídolos del corazón" (Ez. 14:3).
Dese cuenta de la advertencia paternal al final de 1 Juan: “Queridos, manteneos alejados de los ídolos”. La carta de Juan ni siquiera menciona ídolos físicos, visibles. En su lugar, habla de “los deseos del hombre carnal, la codicia de los ojos y la vanagloria de lo que tiene y lo que hace”. Juan está preocupado por los baales invisibles e inicuos que son construidos más con el corazón que con las manos.
En otras palabras, las Escrituras nos permiten ampliar la definición de idolatría de modo que incluya cualquier cosa en la que pongamos nuestro afecto y en lo que nos deleitemos con un vínculo excesivo y pecaminoso. Por tanto, los ídolos que podemos ver como una botella, ciertamente no son todo el problema. La idolatría incluye cualquier cosa que adoremos: la codicia por el placer, el respeto, amor, poder, control o liberación del sufrimiento. Además, el problema no se encuentra fuera de nosotros localizado en una tienda de licores o en internet, el problema está dentro de nosotros. El alcohol y las drogas sirven básicamente para satisfacer a ídolos profundos. El problema no es la sustancia idolatra, es la falsa adoración del corazón.
Renunciamos vivir para la gloria de Dios y nos volvemos a los objetos de adoración que esperamos que nos ofrezcan lo que queremos. ¿La recompensa deseada? El objetivo de toda idolatría es manipular al ídolo en nuestro propio beneficio. Esto quiere decir que no queremos ser controlados por ídolos, en su lugar, queremos usarlos. Por ejemplo, cuando Elías se enfrentó a los adoradores de Baal en el monte Carmelo (1 Reyes 18), los profetas de Baal se sajaron e hicieron todo lo posible para manipular al Baal para hacer su voluntad. Los idólatras no quieren nada por encima de ellos, incluyendo a los ídolos. Sus dioses fabricados tienen el propósito de ser meros reyes marionetas, un medio para lograr un fin.
Lo mismo pasa con la idolatría moderna. No queremos ser controlados por el alcohol, las drogas, el sexo, el juego, la comida o lo que sea. No; queremos que esas sustancias o actividades nos den lo que nosotros queremos: buenas sensaciones, una mejor autoestima, una sensación de poder o cualquier cosa que nuestro corazón esté deseando.
No obstante, los ídolos no cooperan. En lugar de llegar a dominarlos, nos esclavizan y comenzamos a parecernos a ellos. Igual que los ídolos son sordos, mudos, ciegos, no sienten y son irracionales, así “se volverán como ellos, los que los hacen, y todos los que en ellos confían" (Salmo 115:8).
¿Cómo pueden estos ídolos inanimados ejercer tanto poder? Dominan mediante una silenciosa pero poderosa presencia que se esconde detrás de cada ídolo, el mismo Satán. Igual que la obediencia hacia Dios manifiesta nuestra lealtad con Él, de la misma forma demostramos nuestra afinidad con Satán cuando ponemos nuestro afecto en creaciones. Así, la Palabra de Dios nos recuerda: “Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne [alcohol o drogas], sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12).
Hasta ahora, este debate es relevante para cualquiera. Ponemos nuestro afecto en nosotros mismos y elegimos ídolos que puedan (esperamos) satisfacernos y evitamos adorar al Dios verdadero. ¿Pero qué hay sobre los diferentes tipos de adicción? ¿Podemos establecer algunas distinciones entre una persona adicta al alcohol y otra adicta al trabajo? ¿Deberíamos destacar que todos los comportamientos adictivos son iguales a expensas de las claras diferencias? Después de todo, no todo el mundo tiene un estilo de vida encubierto por el que aparentemente lo sacrificarían todo. ¿Cuál es la diferencia entre los ídolos satisfechos con un gran cheque, el respeto de los colegas o el adorable amor de una esposa y los ídolos que son satisfechos con sensaciones físicas o alteraciones de la mente?
La respuesta es importante: algunos ídolos enganchan nuestras pasiones y deseos carnales. Este grupo de adicciones incluyen drogas (legales e ilegales), alcohol, pecado sexual y comida. Estas idolatrías pueden dar placer físico, descargar la tensión física y aliviar los deseos físicos. Esas recompensas son difíciles de resistir.
Cuando las sensaciones físicas se han afianzado como una sustancia habitual para satisfacer la vida de una persona, se superpone otro círculo. El corazón se vuelve algo más que una fábrica de ídolos. Junto con la producción incesante de ídolos y demandas de satisfacción, el corazón también se vuelve un esclavo de los deseos físicos del cuerpo.
En vista de la facilidad con la que nuestros deseos carnales pueden ser atrapados en un fuego cruzado con nuestra alma, no sorprende que el apóstol Pablo nos implorase que estuviésemos alerta. "De esta manera peleo, no como dando golpes al aire, sino que golpeo mi cuerpo y lo hago mi esclavo, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado" (1 Co. 9:26-27). Con esto, el apóstol Pablo reitera que nada que no sea una declaración de guerra, podrá desplazar a nuestros ídolos favoritos.
Ahora, haga esto más personal. Piense en alguno de los ídolos que expresa con deseos carnales. El sexo, las drogas y la comida son los más obvios. Contemple alguno que parezca menos importante, como por ejemplo el deseo por comer golosinas. Sabe que no las necesita y puede que se sienta lleno después de comer pero si están al alcance quizás experimenta un fuerte deseo por comerlas. Entonces usted racionaliza o hace tratos consigo mismo: “Me tomaré un helado ahora y me saltará el postre esta noche” o “¿qué va a significar un puñado de M&M’s? ¿Estoy bajo la ley?”. La estrategia es la misma que usa el que abusa de una sustancia. Es interesante que como en el caso de la mayoría de personas que abusan del alcohol o de las drogas, si al final las golosinas no están al alcance, los deseos se minimizan 2.
¿Alguna vez ha intentado ponerse a dieta? Es una de las disciplinas espirituales más difíciles. ¿Cuántas veces ha comenzado una dieta para dejarla sólo unos días después? Al sentirse culpable lo intenta otra y otra vez. Eso es lo que experimenta el que abusa de una sustancia.
¿Alguna vez se ha visto flirteando con tentaciones sexuales como una mirada penetrante o fantasías sexuales? ¿Alguna vez se ha visto capturado por el encanto de la pornografía? ¿Alguna vez se ha visto implicado en alguna inmoralidad sexual incluso cuando era consciente de que Dios nos llama a ser santos (1 Ts. 4:3)? Estos son más ejemplos de cómo las pasiones carnales y placenteras son objetivos favoritos de nuestros corazones idólatras. En lugar de huir de los placeres físicos temporales que son inicuos o disfrutar sencillamente de placeres que son don de Dios sin ser dominados por ellos, enseguida ponemos la visión periférica y sólo vemos “una vez más”. El autocontrol sobre los deseos carnales es un ejercicio de fe que dura toda una vida; las recaídas son comunes.
¿Puede ver cómo el tema bíblico de la idolatría encaja como guante en mano con las adicciones modernas? Los adictos creen a menudo que han encontrado la vida pero cualquier recompensa que experimenten es de corta duración y un engaño. Están ciegos ante el hecho de que están celebrando un banquete en la tumba.
Para el adicto la droga es dios. Es el ser supremo, el todo poderoso en la vida del adicto. La persona está subyugada a su voluntad, sigue sus mandamientos, la droga es la definición de felicidad y le da el sentido del amor. Cada chute de droga en sus venas es un chute de amor divino y hace que el adicto se sienta resplandeciente con la gracia de Dios 3.
Tyler comenzó a fumar marihuana a la edad de 13 años. La presión de sus colegas fue la razón principal. Poco sabía que ya había inclinado un poco la cabeza a otro ídolo. Aunque conocía a Dios, él adoraba al dios “opinión de los demás" y "mis colegas pensarán que soy guay". Las drogas parecían satisfacer estos deseos gobernantes. Incluso si ni siquiera se colocó la primera vez que fumó (ni tampoco le gustó), se sintió aceptado. Le enorgullecía que los demás supiesen que fumaba, así que continuó. Su objetivo por supuesto, no era adorar a la marihuana sino utilizarla para sus propios objetivos.
Poco a poco, la droga comenzó a representar la idolatría que había en su corazón. Su marihuana se convirtió en un objeto de adoración. Pensaba en ella, en cómo conseguirla e incluso evitaba a sus amigos para poder realizar sus rituales de culto. Para cuando tenía 15 años, Tyler estaba en una clínica de rehabilitación, esclavizado y fuera de control. Su ídolo lo había traicionado.
Los adictos han desertado del Dios vivo. En lugar de adorar en el templo del Señor, realizan rituales adictivos que les dan más sensación de poder, placer o identidad. En su adicción ven una forma de magia. No obstante, las promesas del ídolo son mentiras. Cualquier identidad, poder o paz que estos aporten es temporal y falsa. Sólo existen dos alternativas: poner su fe en un Dios afectuoso y por tanto conocer la libertad, o poner su fe en ídolos (Satán) y ser esclavizado. Curiosamente, nuestro orgullo egoísta prefiere la esclavitud.
“Jim, me pregunto si alguna vez se ha dado cuenta de que para usted, el alcohol es muy parecido a los ídolos de la Biblia. Estos ídolos salieron como ayudadores. Las personas pensaron que no podían confiar totalmente en que Dios pudiese proveerles de lo que necesitaban por lo que buscaron bendición en otro dioses. En el Antiguo Testamento estos falsos dioses eran la respuesta para la lluvia o la fertilidad. Hoy en día, nos preocupa menos la lluvia o la fertilidad pero estamos muy preocupados en liberarnos del dolor, en nuestra identidad o autoestima. Me pregunto si el alcohol era un camino para rellenar los vacíos de su identidad. Me pregunto si se convirtió en un modo de encontrar “bendiciones” como poder o placer fuera de Dios o junto con Dios”.
“Pero esta es la realidad asesina de la idolatría. Los ídolos acaban teniendo el dominio sobre nosotros".
“Parece que no hay escapatoria de las preguntas esenciales de la vida: ¿A quién vas a adorar? ¿Quién será el rey? ¿Quién tendrá el dominio?”.
¿Son conscientes los adictos cuando toman estas decisiones idólatras? En la mayoría de los casos, no. Recuerde, estamos mirando lo que se esconde entre bastidores. Por su propia naturaleza, el pecado está encubierto. Como personas que queremos ayudar, necesitamos algo muy poderoso para romper el lazo de los ídolos. Ruegos, lágrimas, gritos o amenazas no penetrarán. Es inútil razonar. No podemos decir sencillamente “deje de tomar drogas, tome el control de sí mismo, deje de adorar ídolos”. Ellos necesitan el poder de Dios (1 Co. 1:18), el mensaje de Cristo crucificado y resucitado. Otras terapias pueden ofrecer sensatez pero sólo estas buenas noticias son lo suficientemente poderosas para liberar el alma.
Adulterio
La idolatría es un tema especialmente destacado en las Escrituras que traen nueva luz al entendimiento de las adicciones. El adulterio es un ejemplo de acompañamiento, sobre todo porque la idolatría es finalmente una relación personal que ha ido mal. El adulterio acentúa los rasgos más íntimos de la idolatría. El sentimiento de ser controlado y ser dominado por otro, las mentiras y la obsesión están todos ahí. El objeto idólatra no obstante, es una persona (o funciona como tal).
Asista a una reunión de AA y escuche su forma de hablar. Habrá ocasiones en las que pueda pensar que las personas tuvieron aventuras, que están hablando sobre algo que amaban. Hubo una vez en la que no pensaban en nada más que en ese objeto; se sentían completos cuando lo tenían.
[Mi esposa] me dijo que yo tendría que hacer una elección: o la cocaína o ella. Antes de que terminase la frase, sabía lo que iba a pasar así que le dije que pensase mucho lo que iba a decir. Para mí estaba claro que no había elección. Amo a mi esposa pero no voy a elegir nada por encima de la cocaína. Es enfermizo pero así fueron a parar las cosas. Nada ni nadie está antes de la coca 4.
El ejemplo nos recuerda al joven insensato al que le hacen señas para que se acerque a la casa de la adúltera (Pr. 7). Esta historia de lujuria subrepticia comienza de manera bastante inocente. Un joven está deambulando por la calle pero lleva cierta intención en sus pasos. Es como si estuviese arrojando la piel del plátano para que poder caerse. Está anocheciendo y está caminando en dirección a una casa en particular, una donde sabe que vive una mujer sexualmente provocativa. Cuando la mujer lo ve, le lanza palabras seductoras y pronto le sigue la seducción. Sí, durante un momento hubo placer pero era el placer de un animal que está comiéndose el cebo de una trampa mortal. Su banquete sensual era en realidad un banquete en la tumba (Jue. 13-16). Seguramente no haya ninguna otra narrativa que represente la naturaleza irracional del pecado de manera tan clara. Para cuando Sansón encontró en Dalila su pareja, ya era un veterano de las relaciones imprudentes pero con Dalila su lujuria desafió toda razón. Una y otra vez se descubrió como una traidora pero Sansón estaba intoxicado con ella. Él era el clásico ejemplo de hombre igualmente responsable y desesperadamente fuera de control.
¿Cómo se puede aplicar esto a un adicto que lucha? El adulterio introduce un lenguaje más personal para los adictos. Se permiten llevar una vida secreta que al final saldrá a la luz. El engaño es frecuente, las personas le son infieles a sus cónyuges e inician una relación con sus amantes. ¿Por qué lo hacen? ¿Sobre todo cuando pueden ocasionar tanto dolor a ellos y a los demás? Lo hacen porque aman el placer y la atención aduladora de la otra persona, porque aman sus deseos sobre todas las cosas, porque sienten que lo necesitan. La relación se convierte en su vida.
Pero aún queremos preguntarle: “¿Por qué echaste a perder todo lo que tenías por esta aventura?” Y seguirá sin haber una respuesta satisfactoria. El pecado no es racional, no tiene sentido, no mira al futuro, no considera las consecuencias. Lo único que conoce es: “QUIERO, QUIERO MÁS”. Por ejemplo, Jim era un bebedor empedernido. ¿Cómo podrían las palabras del adulterio (la "aventura" de Jim con la botella) hablarle?
“Jim, parece que el alcohol se convirtió en su amante. Su identidad estaba envuelta en su relación con ella. Le ha dado todo tipo de cosas buenas. Ella rellenaba cualquier vacío que sintiese en su sentido de la identidad. Lo más probable es que la extrañe, intente visitarla, sueñe con ella y la recuerde con cariño. Se sorprenderá de cuántas cosas le recuerdan a ella pero no olvide que era una traicionera. En realidad era una serpiente venenosa y sus buenos tiempos eran realmente un banquete en la tumba. Su objetivo era su muerte”.
“El objeto de su amor ha sido una botella que a veces sació sus deseos. Nuestro objetivo es encontrar algo que es mucho más hermoso que ella. Por supuesto que hablaremos de en qué se equivocó pero es mucho más importante que hablemos de Jesús, el único que tiene que ser su primer amor. Y la única manera de aprender a amarlo es conociéndolo en la Biblia".
“Hay que recordar una cosa más: el adulterio es complejo. Nos movemos hacia él a causa de nuestros deseos egoístas pero al final, la adúltera nos controla. Por lo que aunque en cierta medida la botella es nuestro enemigo, el verdadero enemigo son los deseos egoístas de nuestro propio corazón. Tendremos que pelear con cosas que vemos como el alcohol, y con otras que no vemos, como los deseos de nuestro corazón".
Está claro que cuando le decimos esto a Jim, la Palabra de Dios amplía este tema hasta incluirnos a todos. Jesús dijo: “Pero yo os digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón” (Mt. 5:28). Santiago 4 indica que aquellos que combaten, experimentan el mismo problema de raíz que Jim. Nosotros decimos a nuestros deseos: “Yo quiero”. Recuerde que la adicción no es una experiencia alejada de cualquiera de nosotros.
Insensatez
La insensatez es otro tema que se solapa con la idolatría y el adulterio. El libro completo de Proverbios que examina la sabiduría y la insensatez, es de lectura obligada ya que va directo al corazón de nuestras batallas diarias. Existen dos caminos diferentes: el camino del sabio y el camino del insensato. La insensatez se caracteriza por la desconsideración y las decisiones por seguir un camino que es brevemente placentero pero finalmente doloroso. Nuestra inclinación natural es hacia este camino en particular.
El insensato, aunque se cree sabio ante sus propios ojos, actúa de manera obviamente ridícula. Algunos teólogos hablan sobre las “influencias noéticas del pecado”. Noético quiere decir que el pecado influye en la manera de pensar. Dicho directamente: el pecado nos vuelve necios, no de manera intelectual sino moral.
Ellos [los idólatras] no saben ni entienden, porque Él ha cerrado sus ojos para que no vean y su corazón para que no comprendan (…) Se alimenta de cenizas; el corazón engañado le ha extraviado (Is. 44:20).
La atención del insensato se distrae, nunca se concentra en la sabiduría. Ignora todas las consecuencias. Está persuadido de que su camino es el correcto, por lo que no hay ninguna razón para escuchar a los demás; piensa que siempre se saldrá con la suya pero será puesto en evidencia; se mueve por sus sentimientos sin pensar que pueden engañarlo. Por supuesto que a veces el insensato siente las consecuencias de su comportamiento y que incluso puede alcanzar a ver cómo ha causado dolor a otros pero las consecuencias no son disuasorias. El modelo destructivo se repite porque se disfruta con la insensatez (Prov. 17:24; 9; 14:12; 28:26; 15:3; 14:8; 17:2; 27:22; 26:11).
Como con la idolatría, las Escrituras pintan un dibujo por retocar, esperando devolvernos a nuestros sentidos. También nos promete que Dios dará la gracia a aquéllos que lo deseen para que puedan dejar los ídolos y tomar el camino de la sabiduría. La trinidad de Dios se deleita en repartir sabiduría a aquéllos que la pidan y Él la da generosamente.
Atacados por una bestia
Hasta ahora, la definición de adicción que se ha ido desarrollando es la de una esclavitud voluntaria que muestra signos tanto de falta de determinación como de victimismo. Un ejemplo que destaca especialmente la naturaleza victimista de la idolatría es la de ser capturados por una bestia salvaje. Tanto Satán como el pecado son como animales salvajes. "Sed de espíritu sobrio, estad alerta. Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar” (1 P. 5:8). De igual modo, el pecado yace a la puerta y desea dominarnos (Gn. 4:7).
Aquí no hay sutilezas. No hay mujeres atractivas cortejándolo; no hay ídolos haciendo promesas que no pueden cumplir. Es simplemente la vieja historia de siempre en su cara, una guerra para apartarlo. Satán y el pecado persiguen, esclavizan y cuánto antes veamos la intención, más oportunidades tendremos de estar preparados.
“Jim, ¿alguna vez se ha visto volviéndose espiritualmente vago? ¿Yendo en punto muerto? Puede que algunas personas sean capaces, al menos superficialmente, de salirse con la suya pero parte de la benignidad de Dios con usted es que usted tiene que estar permanentemente alerta. Es como si hubiese una bestia esperando solamente a que usted baje la guardia. Puede golpearlo en cualquier parte y en cualquier lugar, vence cuando creemos que se ha marchado.
“A primera vista, la bestia es el alcohol pero cuando miramos más de cerca: "hemos visto al enemigo y somos nosotros”. Es el momento de prepararse para la batalla. Incluso si no se siente capaz de vencer al enemigo ahora mismo (a veces pienso que ni siquiera quiere), el plan de Dios para usted es estar sobrio. Si Él le ha llamado para que esté sobrio, Él le dará todo lo que necesita para pelear. Y aunque no parezca suficiente, voy a seguir luchando con usted”.
Enfermedad
Como es lógico, las Escrituras utilizan la enfermedad como metáfora para nuestro estado espiritual. De hecho, uno de los pasajes más conocidos de las Escrituras utiliza el ejemplo de la enfermedad y la sanidad.
“Toda su cabeza está malherida, todo su corazón está afligido. De la planta del pie a la cabeza no hay en él nada sano, sino golpes, verdugones y heridas recientes; no han sido curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite” (Is. 1:5-7).
“Mas Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, y por sus heridas hemos sido sanados” (Is. 53:5-6).
¿Conoce a alguien o ha sido usted seducido por un tipo de enfermedad? Aquí está el punto de contacto. Las Escrituras, enfatizan claramente que el pecado tiene muchas cosas en común con una enfermedad. Por ejemplo, afecta a todo nuestro ser, es doloroso, lleva a la muerte y es completamente trágico. No obstante, también hay modos en los que el pecado no es una enfermedad. Se trata más bien de algo que hacemos en lugar de atraparlo, lo confesamos en lugar de tratarlo, la enfermedad está en nuestros corazones más que en nuestro cuerpo y solamente con el perdón y la limpieza encontrada en la sangre del Gran Doctor basta para traer sanidad profunda.
Rasgos comunes de todos los ejemplos bíblicos
Hemos destacado algunos ejemplos útiles de la Biblia pero ya hay un mensaje claro. Dado que las adicciones son ejemplos de idolatría que afectan a cualquiera, deberíamos suponer que los principios de cambio para las adicciones serán muy similares a los de cualquier otro tipo de problema pecaminoso.
•No lo disculpe. Eso sólo fomentaría las consecuencias de auto-engaño traídas por el pecado.
•Confiéselo como un pecado hacia Dios.
•Mire a Jesús como al Único que muestra la gracia y la misericordia para con los idólatras.
•Crezca en fe conociendo a su Dios ya que Él se revela a sí Mismo en las Escrituras.
•Aprenda a deleitarse en la obediencia. Intente descubrir las Escrituras para encontrar modos de obedecer.
•No dependa sólo de usted sino reúnase con otras personas y déjese aconsejar por personas sabias.
•Persiga la sabiduría, la capacidad o la vida en santidad que viene de la alabanza al Señor. Y persígala con agresividad. No se contente con evitar el pecado, ódielo.
•Dese cuenta de que la adicción, como todo pecado, no se impone sobre nosotros a menos que hayamos estado dispuestos a cuidar las semillas del pecado en nuestra imaginación. Por tanto, el cambio debe ser más profundo que una declaración de cambio de actitud. Nuestro objetivo es el corazón.
¿Le parece duro o sin afecto? Si es así, el problema puede ser una respuesta refleja a cualquier discusión sobre el pecado. La palabra “pecado” puede usarse como un club pero no obstante, lo que estamos examinando es lo que llamamos buenas noticias: el reino de Dios ha venido en la persona de Jesucristo y Él ha liberado a los cautivos. Esto es motivo de celebración, es hermoso, es el mismísimo camino hacia la vida. Es el camino en el cual Dios nunca se cansa de extender Su gracia y Su misericordia: "el SEÑOR espera para tener piedad de vosotros, y por eso se levantará para tener compasión de vosotros” (Is. 30:18). Los adictos deben saber que van a recibir un don y los que ayudan a los adictos deben saber cómo dar este don de manera apropiada a su coste y belleza. Hay que presentar los dones preciosos de la manera más atractiva posible. Estos bellos dones dan lugar a una respuesta muy activa, una nueva manera de caminar libre. ¡La verdadera paz y libertad proceden de ir a luchar con usted mismo!
Permanecer en guerra
Y desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo conquistan por la fuerza (Mt. 11:12).
Y si tu mano o tu pie te es ocasión de pecar, córtatelo y échalo de ti; te es mejor entrar en la vida manco o cojo, que teniendo dos manos y dos pies, ser echado en el fuego eterno (Mt. 18:8).
Hay una montaña rusa hacia el verdadero autocontrol. Bajo lo que parece ser una conducta apacible de los que no son dirigidos por sus deseos, se encuentra el corazón de un guerrero. El autocontrol no es para los tímidos. Cuando queremos crecer en él, no sólo cultivamos una exuberancia por Jesucristo, también nos estamos exigiendo a nosotros mismo odiar el pecado.
Por eso reflexione de nuevo. ¿Cuándo fue la última vez que dijo "no" a algo por obediencia a Cristo cuando en realidad era difícil decir que no? Quizás pueda decir "no" a la cocaína con mucha facilidad pero se queda mirando comerciales provocativos. Quizás pueda decir “no” a la segunda o tercera bebida pero nunca se perderá un postre (aunque usted se promete todas las semanas cambiar sus hábitos alimenticios). Cualquier deseo terrenal que no obtiene un “no” por respuesta es codicia que traspasa su deseo por el mismo Jesús. Teniendo esto en mente, nos damos cuenta rápido de que el autocontrol no es solamente un ejercicio de auto-mejora. Es una disciplina básica de una batalla espiritual que apuesta alto. La única actitud posible frente a deseos fuera de control es una completa declaración de guerra.
En realidad, se ha declarado la guerra. El enemigo ya ha realizado un ataque preventivo, las pasiones carnales ya “combaten contra el alma" (1 P. 2:11). Sólo tenemos que estar despiertos por fe para ocuparnos del contraataque.
“Tened cuidado cómo andáis” (Ef. 5:15)
“Revestíos con toda la armadura de Dios” (Ef. 6:11)
“Ceñid vuestro entendimiento para la acción” (1 P. 1:13)
“Obrando con toda diligencia" (2 P. 1:5)
“Sed de espíritu sobrio, estad alerta” (1 P. 5:8)
Estos son gritos de guerra y las Escrituras están llenas de ellos. Pero a diferencia del antiguo concepto de guerra en la que las líneas de batalla están claras y casi se puede predecir el tiempo de lucha, esta es una guerra moderna en la que usted no siempre está usted seguro de por donde merodea el enemigo. Es una guerra de guerrillas. Hay francotiradores situados estratégicamente. Baje la guardia por un momento y en el lugar que creía seguro se abre de repente fuego contra usted.
Declare la guerra
Hay algo sobre la guerra que afina los sentidos, sobre todo cuando el enemigo se esconde constantemente. Asuntos de vida o muerte lo harán. Escucha el chasquido de una ramita o el crujido de las hojas y ya está en posición de ataque. Alguien tose y ya está preparado para disparar el gatillo. Incluso después de días sin apenas dormir, la batalla nos mantiene alerta.
El problema es que a menudo olvidamos que nos encontramos en una guerra. O peor incluso, no sabemos que existe una guerra. A diferencia de muchas guerras donde los soldados al menos saben que el enemigo está en alguna parte, la guerra espiritual tiende a ser especialmente encubierta. A nadie le disparan y muchas personas, incluso los adictos, parecen ser capaces de controlar sus vidas bastante bien. Todo parecen los asuntos de siempre. Añadamos a este hecho que en realidad nos gusta el enemigo y que es fácil comprender por qué muchos de nosotros nos comportamos como si pensásemos que estamos de vacaciones.
Las vacaciones son incluso más tranquilas que las épocas de paz universal. Durante tiempo de paz, las personas siguen trabajando y continúan con sus tareas habituales pero en vacaciones es puro descanso y diversión, nada exigente. La idea de hacer algo hasta que no quede más remedio es totalmente tabú. El lema es: "reduce el estrés en tu vida".
Las Escrituras entienden que la vida es dura y ocupada. De hecho, Dios mismo es el autor del Sabbath y el tiempo de descanso (La diferencia entre el Sabbath y el fin de semana es que el Sabbath nos recuerda que sólo encontramos descanso finalmente en Dios). El mismo Dios es también el Único que anuncia “descanso” (Is. 40) y “paz” y Él nos invita a un lugar de descanso. De hecho, Su paz es aún más profunda de lo que podamos imaginar (Fil. 4:7). Pero cuando usted examina las Escrituras como un todo, dicen más que "paz". Es como si la paz viniese a plazos. Si nos hemos vuelto en fe a Cristo, tenemos paz con Dios y una conciencia que ya no nos atormenta. Aún así también sabemos que en este momento no tendremos paz completa en todas nuestras relaciones (Mt. 10:34), y de seguro no tenemos paz en la lucha contra nosotros o contra Satán. Al contrario, cuando nos volvemos a Cristo en fe, somos liberados de la esclavitud del pecado e investidos de poder para luchar.
La versión en la Biblia de las Américas dice: “los violentos lo conquistan por la fuerza” (Mt. 11:12). Así es como avanza el reino de Dios. Con persecución en el exterior, Satán luchando contra nosotros por medio de las tentaciones y con nuestra propia codicia, cada discípulo de Cristo está en una batalla que solicita fuerza espiritual y vigilancia continua.
No muestre misericordia con sus pasiones carnales
El apóstol Pablo usó ejemplos deportivos para exhortarnos a luchar.
¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero sólo uno obtiene el premio? Corred de tal modo que ganéis. Y todo el que compite en los juegos se abstiene de todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Por tanto, yo de esta manera corro, no como sin tener meta; de esta manera peleo, no como dando golpes al aire, sino que golpeo mi cuerpo y lo hago mi esclavo, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado (1 Co. 9:24-27).
Pablo no nos está enseñando que nuestros cuerpos sean malos y nuestras almas o espíritus sean buenos. Está empleando el cuerpo para hablar de nuestros gustos, deseos naturales del cuerpo que nos dominan cuando no son examinados. Está hablando de la comida, la bebida y los deseos sexuales. No está sugiriendo que estos deseos sean necesariamente malos por sí mismos sino que tienen que ser atentamente vigilados. O incluso con mayor precisión, como nuestra tendencia pecaminosa es consentir descuidadamente estos deseos, nos está implorando que llevemos un estilo de vida en el que luchemos, que sea agresivo, riguroso y sin capturar prisioneros. Cuando sus deseos comiencen a crecer en proporciones impías, vénzalos con sometimiento.
Aquí es donde el ejemplo de enfermedad es flojo. No se presta a sí mismo a la violencia, quizás sí a la vigilancia pero a la violencia, no. Cuando está manteniendo una batalla contra el pecado, requiere una preparación y un deseo absoluto de erradicar el pecado en su vida. Una tregua o coexistencia pacífica es un compromiso poco en cubierto para volver a enamorarse de la substancia del deseo.
Luche contra las tentaciones que surgen en usted
Todas las tentaciones son un tipo de cebo colgando delante de nosotros esperando a que caigamos en la trampa. Somos exhortados a luchar contra todos ellos. Sin embargo, no todas las tentaciones son iguales. Algunas surgen de nosotros mismos y otras de fuentes externas. Cuando batallamos necesitamos conocer la fuente, de lo contrario, pasaremos fácilmente por alto la manera en la que participamos en el ciclo de tentación y pecado.
Un famoso ejemplo bíblico de la tentación es el de José y la esposa de Potifar. Se trata del ejemplo de la mujer atractiva esperando seducir. Esta narrativa es un ejemplo excelente de la tentación que se presenta ante nosotros. No obstante, hay otras tentaciones que surgen de nuestros propios corazones e imaginación.
Que nadie diga cuando es tentado: Soy tentado por Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal y El mismo no tienta a nadie. Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte (Santiago 1:13-15).
Desear algo que las Escrituras prohíben es un deseo maligno que surge de nuestro propio corazón. Podemos identificar rápidamente estas tentaciones si nos preguntamos a nosotros qué deseos prefieren permanecer en la oscuridad. ¿Qué deseos queremos esconder de ciertas personas? ¿Drogas ilegales? ¿”Sólo un trago” cuando sabemos que “sólo uno” abrirá la puerta a “sólo uno más”? ¿Pornografía? ¿Más medicación contra el dolor de la que necesitamos? ¿Comer más helado de lo que nos gustaría que supiesen? No podemos culpar a nada aparte de nosotros por estas tentaciones, por eso “huir de las tentaciones” no es la única respuesta. Si alguien huye de algo que desea profundamente, una vez que se aparte de la tentación externa seguirá poniendo su alma a trabajar. La razón por la que somos atraídos por tentaciones fuera de nosotros se debe a las pasiones carnales que albergamos en nuestro interior.
Santificación progresiva
El proceso de mantener una lucha contra las tentaciones internas, de poner a trabajar a nuestras almas se llama santificación progresiva. La batalla contra nuestras pasiones carnales y los pecados que producen irá ganándose poco a poco. En el plan soberano de Dios, Él ha determinado que la conversión no traerá una perfección moral instantánea. En su lugar, la santidad esperará a la venida de Cristo. Mientras tanto, el plan de Dios es que peleemos contra el pecado en nuestro interior. Ya que la declaración de guerra la hace Dios mismo, hay algo digno de alabanza respecto a la batalla en la que participamos. La propia batalla le da la gloria a Él.
Este es un punto muy importante: la batalla es buena. Es signo de que el Espíritu se está moviendo. Es signo de que estamos vivos espiritualmente y dentro del proceso de santificación. Algunas personas adictas son llevadas a pensar que la batalla contra el pecado se acaba tras una pequeña escaramuza “dicha y hecha”. Cuando la tentación inevitablemente surge, no encaja con la interpretación que tienen los adictos sobre lo que debería ocurrir. Al final, comienzan a preguntarse si el Espíritu tiene realmente poder suficiente para conquistar su adicción y las Escrituras pasan poco a poco a ser algo poco práctico separadas cada vez más del día a día.
La verdadera batalla espiritual es parecida al modo en el que los israelitas fueron liberados de Egipto y llevados a la Tierra Prometida.
“Y [Yo, el Señor] he descendido para librarlos de la mano de los egipcios, y para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel” (Ex. 3:8).
Esto fue una promesa de Dios. Él dijo que sacaría a Su pueblo de la esclavitud y que les daría una tierra que fuera para ellos. La tierra fue suya, pero aún así tuvieron que pelear por ella. Además, no todas las batallas fueron victoriosas. Hubo ocasiones en las que Israel peleó sin que el Señor mismo los llevase a la batalla. A nosotros también se nos ha prometido algo verdaderamente extraordinario en Cristo: una vida santa y sin culpa. Por eso se nos dice que luchemos por ello.
Satán ha sido vencido y nosotros no estamos condenados
¿Resulta extraño hablar de Satán? Normalmente sólo le suena extraño a aquéllos que nunca han experimentado la verdadera esclavitud de la adicción. Existen muchos pecados en los que se esconde el señorío de Satán: sutiles mentiras en una conversación o amañar nuestros impuestos. Pero no es difícil detectar el descuido de Satán cuando se trata de las adicciones. La esclavitud, las mentiras y las acusaciones son evidentes.
El reino de Dios que inauguró Jesús, domina al reino de Satán. Hubo una vez que todo el mundo fue una presa fácil susceptible a lar artimañas de Satán; pero ahora “el príncipe de este mundo” ha sido juzgado (Juan 16:11) por Cristo. No puede dominar a Cristo ni a los que tienen a Su Espíritu. Las Escrituras nos advierten de que estemos alerta ante Satán, destacando “fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza” y que “podáis estar firmes contra las insidias del diablo” (Ef. 6:10-11). Nosotros podemos “resistidle firmes en la fe” (1 P. 5:9). Más aún, "Resistid, pues, al diablo y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). Jesús ha marcado el comienzo de una nueva era en la que Satán ya no tiene el poder de cegar a las naciones.
Esto cambia el modo en el que peleamos. En vez de asumir que la batalla estará perdida, en lugar de contentarnos con intentar aguantar lo suficiente para ralentizar al ataque inevitable del enemigo, en Cristo se nos ha prometido victoria. Se nos han dado todos los recursos de Jesucristo para nuestra batalla. La batalla prosigue con la pasión de un ejército que sabe que la suerte ha cambiado. La batalla puede ser feroz pero aquéllos que saben que pueden y que van a ganar, pueden pelear sin abandonar.
Satán intenta acusarnos, insinuando que somos condenados con cada error que cometemos. Su objetivo es sacarnos de la batalla, incapacitados por la desesperación. Como un enemigo usando propaganda falsa para desmoralizar a su enemigo, Satán nos dirá que el Oficial al mando nos ha abandonado. Las personas adictas son presa fácil de tales acusaciones y mentiras.
Entre los adictos hay orgullo, arrogancia y no hay disposición para escuchar consejo, pero ese orgullo “arbitrario” no es la única característica de las adicciones. También hay un sentido de desesperación e inutilidad. Los adictos se sienten como si estuviesen recibiendo lo que se merecen. Por supuesto que incluso esa desesperación se puede usar también como excusa para continuar con la adicción, pero también es lo que sienten de verdad. Todos los adictos viven con la experiencia de una condenación interna. El cambio no tendrá lugar con tal carga de culpa y condenación, por lo que las Escrituras nos invitan a la gracia que es don de Dios por medio de la fe (Ef. 2:8).
La gracia comunica dos verdades importantes. La primera y más importante, revela el carácter de Dios. Dios se deleita en mostrar gracia a aquéllos que se vuelven a Él. Dios es el que nos sorprende con Su deseo por mostrarnos la gracia.
Segundo, la gracia dice algo sobre nosotros. Dice que no podemos pagarle a Dios por nuestros pecados contra Él. Las Escrituras tienen una enseñanza clara sobre la restitución. Si uno peca contra alguien, se lo devuelve más una multa. Sin embargo, esto sólo funciona con las transacciones humanas. Si le roba la bicicleta a alguien, le devuelve la bicicleta y más. Sin embargo, nosotros no podemos devolverle nada a Dios. La Gracia nos recuerda que no podíamos pagar, Cristo mismo pagó en nuestro lugar. Al contrario de lo que muchos puedan pensar, cuando vemos claramente nuestro pecado como la rebelión contra Dios que declaran las Escrituras, en realidad nos conduce a una gran alegría.
Cierto prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó generosamente a los dos. ¿Cuál de ellos, entonces, le amará más? (Lucas 7:41-42).
Recibir la gracia es reconocer que no hay justicia en nosotros mismos. El instinto humano es elegir estar abatido y lleno de odio hacia nosotros como medio para hacer penitencia ante Dios. Esto es típico en muchos ciclos adictivos. El mundo evita cualquier discusión sobre el pecado porque no conoce la asombrosa gracia de Dios; nosotros podemos admitir el pecado porque confesamos la gracia en Jesús.
El pecado ya no es nuestro señor
Una visión de la gracia débil y limitada asume que tenemos que pagarle a Dios por nuestros pecados. La malinterpretación contraria a ésta asume que la gracia de Dios nos libera por lo que podemos hacer lo que queramos. Pero nosotros o estamos dominados por nuestros deseos (y los de Satán) o por los de Cristo. Nosotros fuimos comprados de la esclavitud por el mayor precio posible. No fuimos liberados para servirnos a nosotros sino para servir y amar al Dios vivo.
Todas las cosas me son lícitas, pero no todas son de provecho. Todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna (1 Co. 6:12).
Nuestra libertad tiene el fin de conducirnos a un mayor servicio incondicional a Cristo, no a darnos licencia para satisfacer nuestros deseos. Conociendo nuestra afición por torcer la verdad de Dios en algo que nos obedezca a nosotros, el apóstol Pablo nos recuerda que la libertad puede volverse rápidamente en licencia y la licencia lleva a la esclavitud. Nos urge a que no nos dejemos dominar por nuestros apetitos. ¿Por qué? Porque no fuimos liberados del pecado para seguir nuestros deseos que sencillamente volverán a esclavizarnos, si no que "no sois vuestros. Pues por precio habéis sido comprados; por tanto, glorificad a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios “(1 Co. 6:19-20).
La razón por la que podemos pelear confiados contra nuestras pasiones carnales es porque pertenecemos al Único que es justo. El pecado ya no tiene derecho a decirnos lo que hacer.
Tentados pero sin pecar
Libertad y poder para no pecar no significan que tengamos el cielo en la tierra. Incluso cuando el pecado ya no es el señor de los que han puesto su fe en Jesucristo, el conglomerado de pecado, Satán y el mundo nos quieren de vuelta. Las tentaciones continuarán; de hecho, el mismo Dios permite las tentaciones.
Las tentaciones conocen dónde vivimos, cómo acudimos a trabajar y lo que hacemos los fines de semana. Incluso si no les hacemos señas aún saben donde encontrarnos. Para los que han luchado contra la comida, las drogas, el sexo o el alcohol existen modos para evitar los viejos fantasmas, pero casi cada recoveco de la vida tendrá algún recordatorio de la obsesión anterior.
Se trata de la continuación de la saga de la Serpiente en el Jardín. Camina solo, preocupándose de sus propios asuntos cuando la tentación surge de la fuente más improbable. Usted se ha distanciado de los compañeros con los que bebía anteriormente, de los bares, ciertas fiestas y lugares en los que puede toparse “casualmente” con un vendedor de droga, ¿pero cómo puede anticiparse al artículo del periódico, la canción de la radio, o un repentino buen o mal recuerdo? Cuando la serpiente se cruza en su camino contándole mentiras, usted tiene que huir o matarla. No se siente para una charla amistosa.
Un pecado adictivo no sale de la nada y lo domina. Se acerca sigilosamente, atrae su imaginación de una manera agradable. Le muestra los mejores comerciales que nunca podrá ver, anunciándose falsamente de tal modo que usted se sorprenderá de que haya podido estar viviendo sin ello. Aquí es donde estalla la batalla.
Cuando llega la tentación, sea consciente. Mire por detrás de la fachada del placer temporal y note el olor de la muerte que lo acompaña. Si la tentación engancha sus deseos, hágalo público. Confiéselo a un amigo, al Señor, que otras personas oren por usted, pida consejo que le ayude a ver que la Serpiente es peligrosa. Sobre todo, recuerde que las promesas de Dios y sus mandamientos son buenos. Tienen la intención de bendecirnos.
Fíjese en las exhortaciones fuertes y suplicantes que nos dirigen las Escrituras.
“Porque antes erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad), examinando qué es lo que agrada al Señor. Y no participéis en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien, desenmascaradlas (…) Por tanto, tened cuidado cómo andáis; no como insensatos, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo” (Ef. 5:8-16).
¿Por qué permitiría Dios las tentaciones? Se trata de pruebas divinas que revelan nuestros corazones. ¿No es verdad que no nos conocemos a nosotros mismos hasta que no nos ponen a prueba? Nuestro abogado, Jesucristo, pasó con éxito Su tiempo de prueba. Por fe, tenemos Su historial en lugar del nuestro (Mt. 4:1-11). Jesús es comprensivo con las pruebas y tentaciones externas a las que nos enfrentamos a diario. Él sabe exactamente lo que son. Como resultado, las Escrituras destacan que Jesús desea darnos gracia y misericordia durante esos tiempos de especial necesidad (He. 4:15-16). La Palabra de Dios no podía ser más clara: no hay ninguna tentación que nos lleve irresistiblemente a pecar.
De la afección a la aflicción
¿Cuánto tiempo tenemos que luchar? Peleamos contra los deseos que nos hacen la guerra en nuestra alma durante toda nuestra vida. Así es la vida normal de un cristiano. Acaba cuando hemos sido completamente perfeccionados mediante la muerte o con la venida de Jesús. De la misma manera que hay pasos que conducen a la adicción, los hay para salir de ella.
Respecto a los pecados adictivos, el proceso de santificación a menudo sigue más o menos este modelo. Primero, los deseos impíos son afectos o codicias, no podemos entender cómo podíamos vivir sin ellos. Puesto que sabemos que son atractivos, hacemos planes definidos para separarnos de cualquier tentación externa porque sabemos que somos vulnerables.
Mientras estamos en la guerra, el objetivo es progresivamente nuestro propio corazón más que las barreras externas que hemos levantado para protegernos. Nos comprometemos con nosotros mismos a no tener piedad con nuestra codiciosa imaginación. Mientras lo hacemos, ese objeto que una vez fue un afecto se siente poco a poco más como una aflicción. Todavía nos percatamos del deseo de nuestro corazón por los ídolos del pasado pero estos deseos son como un vendedor insistente más que un objeto de gran amor. Deseamos que desaparezca el deseo pero ocasionalmente se revela. Cuando nos tropezamos con ello, gemimos, esperando el día en el que estemos completamente perfeccionados.
Esta es la carrera de la santificación progresiva. Como con un niño pequeño, el crecimiento no es siempre aparente en un período de veinticuatro horas aunque un observador atento pueda darse cuenta en el vocabulario y en los gustos del cambio diario. ¿Qué hay de aquéllos que parecen estar atrapados o dar marcha atrás? Por ejemplo, ¿qué ocurre si se descubre que el adicto ha vuelto a su adicción? ¿Se trata de uno de esos errores predecibles en el proceso de santificación? ¿O es una prueba de que la persona codicia la seguridad de la adicción y está una vez más adorando a su ídolo activamente? No podemos saberlo realmente en ese momento pero ya sabemos suficiente: tanto el medio para escapar de la esclavitud como el medio para levantarse después de un error son los mismos. Arrepentirse, recordar quién es Dios y lo que Él ha hecho en Cristo, aprender sobre la vulnerabilidad de nuestros corazones y pedir ayuda para revisar nuestra estrategia en la batalla. Si la persona no está dispuesta a participar en un plan sabio, entonces no dude, presente las consecuencias que sean adecuadas con el objetivo de rescatar en vez de condenar.
Si alguien se ha vuelto a Cristo, realmente parece que está dentro de la batalla y aún así el cambio parece lento, siéntese y revise las estrategias para el crecimiento y el cambio. ¿Son claras? ¿Siente esa persona que necesita más ayuda de la que se le ha dado? ¿Aún cree mentiras sobre Dios? ¿La culpa la controla? Si esa persona está verdaderamente dispuesta a cambiar y si ese deseo está plantado en un temor a Dios creciente, el poder de Dios es ciertamente capaz de transformar. Si la transformación tampoco es evidente, vacila de algún modo, el problema está o en el corazón de la persona que lucha o en la falta de ayuda conveniente en el cuerpo de Cristo.
Decirle a las personas adictas que luchen es como decirle a personas muy nerviosas que se tranquilicen: podría ser un buen consejo pero va en contra de todo lo que hay en ellos. Los adictos han estado huyendo de cosas que eran duras hacia cosas que los hacían sentir bien. Ahora les decimos "lucha" y no es así de sencillo, claro. Ese cambio de estilo de vida tardará un tiempo en desarrollarse.
Esta sección comenzó con palabras de Jesús. “Y si tu mano o tu pie te es ocasión de pecar, córtatelo y échalo de ti; te es mejor entrar en la vida manco o cojo, que teniendo dos manos y dos pies, ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de pecar, arráncatelo y échalo de ti. Te es mejor entrar en la vida con un solo ojo, que teniendo dos ojos, ser echado en el infierno de fuego (Mt. 18:8-9).
¿Son sus métodos de hacer la guerra demasiado suaves en comparación con esto? Si es así, es porque piensa que está luchando contra un amigo. No tiene el valor para ello. ¿Tiene miedo de pelear del modo que Jesús le enseña por temor a dejar de tener adicciones como seguro de vida, como algo que está ahí “por si acaso"? En realidad, la adicción es su enemigo mortal. Y Dios es su amigo que le da una satisfacción duradera y una luz que sólo se hace más brillante.
¡Cuán preciosa es, oh Dios, tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se refugian a la sombra de tus alas. Se sacian de la abundancia de tu casa, y les das a beber del río de tus delicias. Porque en ti está la fuente de la vida; en tu luz vemos la luz (Salmos 36:7-9).
Las adicciones prometen placeres pero acaban en agonías. Aprenda a pelear y experimentará los dolores de la batalla, ¡pero acabará en delicias!
Ed Welch es decano académico y director del área de consejo de CCEF. Este artículo es un avance de su próximo libro sobre el tema de las adicciones.
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