Algo mayor que nosotros
De Libros y Sermones BÃblicos
Por Greg Morse sobre Matrimonio
Traducción por David Luchini
El corazón de un novio en el día de su boda
Hoy llegué a algo mayor que yo.
En el gran secreto que se susurra en el jardín y que se revela en la venida de Cristo. Las promesas de "Sí, acepto" corren el telón. El anillo me señala como un actor en una obra. El mundo y el anfitrión celestial contemplan la producción de dos personas. El matrimonio es el drama del cielo que se desarrolla en el escenario de la tiera.
Al principio, Dios ofició el primer matrimonio. Mientras las aves cantaban en las ramas, el viento mecía los árboles, los arroyos murmuraban y los grillos cantaban, mientras los lobos aullaban y los leones rugían, el hombre callaba a la creación con una canción para su amada (Génesis 2.23) Dios los unió. Y con ese primer casamiento, Dios dio el puntapié inicial a un pequeño drama sobre el mayor romance de la eternidad. Un novio estaba viniendo.
Pasaron los siglos y nació un bebé en Belén. Él reveló lo que se predijo del matrimonio: el pacto de amor por su esposa. Los escritos de Shakespeare son garabatos amateur que se enrojecen ante lo que los ángeles miran con éxtasis. El amor del Mesías le dio significado al matrimonio.
Hoy llegué a algo mayor que yo.
En esta obra celestial, a ella se le dio el papel de la iglesia y a mí el del novio. Tiemblo.
El mendigo tiene el rol del Rey. La criatura hace de Creador. El pecador imita a la Perfección. El sirviente hace de su Dios: todo ante sus ojos alegres. Mis líneas, mis acciones, mi parte debe ser ésta: El amor pasional de Cristo por su pueblo.
Maridos, amad a vuestras esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella. (Efesios 5:25)
Estoy llamado a ser un canal del amor del Maestro. Debo amar como Él que dejó las riquezas del cielo por la pobreza terreral, las alabanzas de los ángeles por el desprecio humano; el trono de los cielos por el pesebre de un establo, la gloria divina por las uñas sucias, la sonrisa de su Padre por la ira omnipotente. Cada herida abierta canta un soneto a su novia.
Debo actuar el romance de aquel que se casó con una sierva para transformarla en reina, sufrió el infierno para hacerla pura, abrió sus venas para hacer que entre al paraíso. Díganme que multiplique pan o camine en el mar turbulento antes de esto: eso parece más simple.
Hoy llegué a algo mayor que yo.
No soy su Salvador. Crucé océanos por ella, Él cruzó galaxias. Firmaré un pacto con ella en tinta, Él lo hizo con su sangre. Moriría por ella, él ha muerto por ella. Deseo amarla a la perfección, él lo hizo y siempre lo hará.
Dios, ayúdame
Nuestro amor, aunque de gozo único y fragante, es una flor en la montaña. Este día en todo su esplendor hace hermosos ecos del día porvenir, cuando nos despertaremos de este mundo como de un mal sueño. Un día en que el maleficio del pecado será destruido, la maldición sobre la creación, sin efecto y cuando contemplaremos al Novio cara a cara.
Hasta ese día, este matrimonio va a gritar con toda la creación deseando que las sombras se alejen de la sustancia, cuando rompa aquel Día Final de Felicidad. Hasta entonces, esta alianza va a perforar las tinieblas, anticipando la llegada del día que nunca acabará. Hasta entonces, este amor va a mirar al horizonte en espera de Él.
Hasta que Él venga, mi devoción incondicional hacia ella, mi delicia constante a ella, mi amor puro por ella ilustran la benevolencia del amor de Cristo a sus amados. Dios, ayúdame.
Mi singularidad a ella, en cuerpo y alma, ilustra la gran fidelidad inclaudicable de Dios a su pueblo. Dios, ayúdame.
Mi liderazgo espiritual sobre ella en iniciativa incansable y alegre autosacrificio representa el tierno poder de la dirección revitalizadora de Cristo . Dios, ayúdame.
A la Novia
Mi amor, hoy vamos hacia algo mayor que nosotros.
"El que halla esposa halla el bien, Y alcanza la benevolencia del Señor" (Proverbios 18:22) Cristo me ha bendecido con una mujer excelente, una más preciosa que el tesoro más excepcional (Proverbios 31:10-12)
Eres un lirio entre las espinas. Eres la corona en mi cabeza. Eres un águila, elevándose entre las demás en mi cariño y estima. Eres mi mejor amiga. Eres la manzana de mi ojo. La elegida de Cristo y la mía.
Mi amor, hoy vamos hacia algo mayor que nosotros.
Hoy, vamos al escenario juntos. Mi alma se regocija en ti, la hija más idónea del Rey. Por años, oré por ti. Por meses, me he maravillado cada vez más en ti. Hoy, vengo a casarme contigo.
Hoy, vamos a algo mayor que nosotros. Mañana, iremos a la eternidad.
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