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Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Yura Gonzalez


Una resolución no es una buena intención. No es algo que se toma a la ligera. Todos sabemos cómo terminan esos proyectos: abandonados. Y rápido. Un plan a medias es por lo general un plan ideal para abandonar. Una resolución es un tenaz sí a algo que realmente quieres.

Las personas resueltas son por definición decididas. Están dispuestas a pagar un alto precio por lograr la alegría deseada. Las personas resueltas no permitirán que los obstáculos ni las distracciones le impidan lograr su objetivo, mientras que las indecisas terminan siendo empujadas y sacudidas por las circunstancias.

Contenido

Necesarias, reveladoras, costosas, riesgosas

Las resoluciones son necesarias. Nada difícil se consigue sin ellas, lo que incluye casi todo lo que vale la pena hacer o tener. Las resoluciones también son reveladoras porque exigen devoción y no podemos dedicarnos voluntariamente a algo que realmente no queremos (al menos no por mucho tiempo). Por lo tanto, lo que decidimos nos revela lo que nuestros corazones realmente desean.

Y como nuestro tiempo es limitado, nos vemos obligados a elegir sólo algunas actividades serias. Eso significa que una resolución es costosa, porque exige una parte de nuestros recursos más valiosos: amor (devoción) y tiempo. Requiere que digamos no a muchos placeres para decir un tenaz sí a un deleite que consideramos superior a los demás.

La naturaleza necesaria, reveladora y costosa de las resoluciones las hace riesgosas. Porque en ultima instancia no todos los prometedores proyectos que demandan tiempo y atención valen la pena. Algunas propuestas resultan estar vacías. Algunas impresionantes hazañas son una pérdida de tiempo.

Lo que dicen tus resoluciones

No tomar decisiones nos pone en peligro de andar a la deriva. La toma de decisiones puede hacernos perder nuestro tiempo y devoción en vano. Así es la vida. Es simplemente riesgoso.

Pero esto no debería paralizarnos. Permitamos que nos obligue a hacernos las preguntas difíciles una y otra vez. Antes de emplear una vida preciosa y efímera en cualquier otra cosa, quizás debamos echar un buen vistazo a nuestros hábitos de consumo. Como el dinero, pero aún más que el dinero, la forma en que empleamos nuestro tiempo revela en lo que creemos que vale la pena invertir nuestra valiosa vida. A veces, nuestras resoluciones (o la falta de ellas) revelan cómo nos engañamos, viviendo como si tuviéramos un sinfín de horas para dedicarlas al disfrute cuando sólo tenemos un puñado. Llegaremos a esas resoluciones más difíciles y exigentes algún día. Algún día.

Antes de dejar pasar más días, he decidido que necesito revisar mis resoluciones. Necesito ajustar mi tiempo. Necesito reenfocar mis resoluciones. Necesito concentrarme en menos resoluciones más significativas que no en más de poco valor.

Una cosa

En realidad, lo que me interesa seguir con más seriedad que nunca es lo que Jesús le dijo a Marta que era lo único necesario.

“Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada.” (Lucas 10: 41-42)

María se sentó en silencio escuchando atentamente a Jesús mientras "Marta estaba distraída con muchos quehaceres" (Lucas 10: 39-40). Esta breve historia me persigue porque por más que quisiera ser como María, me parezco demasiado a Martha. Me temo que habría elegido las mismas distracciones si hubiera estado en el lugar de Martha.

¿Cómo tienes todos esos invitados en casa e ignoras cómo se ve el lugar, qué servir y lo que todos necesitan? Solo hay una forma: si lo necesario te cautiva más. Si no te cautiva, es probable que te llenes de distracciones. Así es como funciona conmigo.

Encuentro un poco preocupante que Jesús dejara a Marta dedicarse a asuntos menores, asuntos aparentemente encomiables pero que revelaban ansiedad y problemas internos, hasta que finalmente Marta dijo algo. No deberíamos suponer que nos estamos entregando a las mejores cosas, y que Jesús nos avisará si no lo hacemos. Si no estamos en comunión con Dios como sabemos que deberíamos, es probable que sea hora de ir a él y preguntarle qué sucede.

Si lo hacemos, debemos prepararnos para escuchar lo peor. Si le preguntamos a Jesús qué está mal, podríamos enterarnos de que nuestros intereses y prioridades --nuestras resoluciones-- están más desordenados de lo que pensábamos. Debemos prepararnos para anotar el costo. La única cosa necesaria exigirá todos nuestros activos más valiosos. La Perla lo vale todo (Mateo 13: 45–46). "Vender" lo que hemos amado se siente arriesgado en la fase de evaluación. Pero lo cierto es que debemos decir no a muchos placeres para decir un sí tenaz al único gran Gozo. Es en la venta que se revela el valor de la Perla.

¿Qué buscarás?

Nuestras resoluciones no son necesariamente los objetivos que nos hemos fijado. Son lo que no permite interferencia. No son nuestras buenas intenciones; son nuestras determinaciones, las que dictan cómo empleamos nuestro tiempo en la vida real.

Aún no estoy completamente seguro de cómo se verá la reorganización de mis resoluciones. Y está bien; las evaluaciones bien hechas toman tiempo. Dios no se rige por nuestros relojes ni calendarios.

Sería aconsejable meditar sobre los siguientes textos:

Una cosa he pedido al Señor, y esa buscaré: que habite yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor, y para meditar en su templo. (Salmos 27:4)
“Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza” (Marcos 12:30)

La Biblia deja claro que sólo hay una cosa necesaria. Y nos señala una gran resolución: buscar esa Cosa con todo nuestro ser. Lo que significa que todas nuestras resoluciones deberían servir a ese gran y tenaz sí.

¿Es eso lo que estás buscando?


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